Prólogo
Nota de la autora: Siempre hay una primera historia, como hay un primer beso, un primer viaje, un primer amor... Esta es mi primera historia.
No solo la primera que subo aquí, sino también mi primer fic, y el primer relato que permito leer a otros. Oh, he escrito decenas de relatos. Escribo desde que tengo uso de razón, pero rara vez le permito a nadie leerlo. Sólo en muy contadas ocasiones, a personas muy concretas, y con muchas reticencias. Pero este cuento me martillea en la cabeza desde hace meses. Empezó como un simple párrafo, se convirtió en un capítulo, y finalmente, mis personajes exigieron seguir hablando. Aún tenían mucho que contar, y me pareció justo que se lo contaran a alguien más que a mí.
La historia está terminada, todos sus capítulos completos, pero todavía me queda mucho trabajo de corrección, mucho que editar en cada uno. Es por eso que subiré episodio a episodio, a medida que vaya puliéndolos.
Considerad este cuento como una mezcla de todo lo que he visto y leído de vampiros a lo largo de mi vida. He tomado lo que me gustaba, desechado lo que no me resultaba convincente, y añadido cosas de mi propia cosecha. Después lo he agitado todo en la coctelera que tengo por cabeza, y este es el resultado.
Me gustaría que os gustara.
Milton. Los primeros visitantes.
Me encuentro ante la ventana panorámica de mi despacho, contemplando el paisaje nevado que se extiende ante mis ojos cansados. Durante toda la semana, las malas noticias no han cesado de llegar, cada vez más y más preocupantes. Sé que no tardaremos en recibir visitantes, y estoy preparado para ello. Todos lo estamos, o al menos, eso espero. Hace mucho tiempo que no tenemos tantas visitas como esperamos en esta ocasión. Demasiado tiempo.
Caminé lentamente hacia el fuego que crepita en la chimenea, buscando un poco de calor que pueda confortar mi cuerpo helado, aunque sé bien que no va a funcionar. El frío que siento en este instante surge de mi interior, nace de mi creciente miedo a lo que se avecina, y las malditas llamas del mismísimo infierno podrían calmarlo. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Debería haber estado más atento, ser más cuidadoso. Pero una suerte de irreflexiva desidia se ha apoderado de mí en los últimos años. Los visitantes han sido menos numerosos, sus estancias más breves, y yo me he dejado llevar por la aparente sensación de tranquilidad. Craso error. Hace menos de una década hubiera visto lo que estaba aconteciendo casi antes de que comenzara. Estoy perdiendo mis reflejos, me dije, maldiciendo por quincuagésima vez en este mes contra mi envejecido cuerpo y mi agotada mente.
Un leve golpe en la puerta me arrancó bruscamente de mi ensoñación.
"¿Se puede?", musitó la voz de Connor desde el otro lado de la robusta puerta de roble
"Adelante, Connor. ¿Alguna otra desagradable novedad?" , pregunté, comprobando que su rostro aniñado habitualmente sonriente, aparece apagado y agotado ante mis ojos. Esta situación está acabando con todos nosotros. Connor nunca ha perdido su buen humor antes. Era casi un niño cuando se unió a nosotros, pero su increíble cerebro y su inhumana capacidad de aprendizaje lo convirtieron en una pieza inestimable de nuestra organización al poco tiempo de su llegada. Hoy, ocho años después, es mi mano derecha, alguien a quien yo confiaría mi vida sin pestañear.
"Han empezado a llegar", dijo simplemente. No me hizo falta nada más. Me dirigí velozmente hacía la puerta principal, con Connor pisándome los talones.
Abrí la puerta para encontrarme con dos de las criaturas más hermosas que jamás han contemplado mis ojos. Un hombre y una mujer increíblemente bellos incluso para los elevados estándares de su especie. Sus níveos rostros me observan con abierta curiosidad, y no puedo sino mirarlos fijamente embebiéndome de la increíble fascinación que sus rasgos perfectos me producen.
Ambos comparten la palidez sobrenatural de su piel y unos increíbles ojos almendrados de extraordinario color, a mitad de camino entre el verde pálido y el más brillante amarillo dorado.
Él es muy alto, poco más de dos metros, probablemente. Su cabello negro como el ala de un cuervo se ondula hasta sus hombros musculosos. Su cuerpo es fuerte, pero delgado y fibroso, más parecido al de un escalador que al de un levantador de pesas.
Ella es pequeña y esbelta. En su perfecto rostro en forma de corazón se dibuja apenas una sonrisa divertida. Lleva el largo y lacio cabello teñido de un intenso azul y despeinado en torno a su frente y sus orejas. Todo en ella recuerda un bellísimo gato salvaje.
Muy a mi pesar, salí de mi aturdimiento para percatarme con embarazo que estoy faltando a los más elementales deberes de cortesía como anfitrión de la casa.
"Disculpadme", musité contrito, mientras ellos continúan dirigiéndome esa mirada, entre divertida y curiosa. "Por favor, pasad. Sed bienvenidos a nuestra casa"
Me aparté para franquearles el paso y ambos se deslizaron lentamente al recibidor. Él con el paso firme y decidido del macho alfa, que sabe sin ningún género de duda que es la criatura más peligrosa en cientos de kilómetros a la redonda. Ella, con caminar felino y sinuoso, de un modo tan subliminalmente tentador que haría que la mujer más sutilmente seductora del planeta pareciera una ramera de gestos groseros e impúdicos a su lado.
Llegaron hasta la mitad del vestíbulo y se volvieron hacia mí, sus manos enlazadas apenas por sus dedos meñiques.
Entonces el hombre habló, con una voz tan increíble que podría hacer que pueblos enteros se rindieran a sus pies con adoración, y que ejércitos de todo el mundo lo siguieran a la batalla y la muerte sin dudarlo ni un segundo. No se trata sólo de su voz. Es algo en su apariencia, en su forma de estar, de moverse, e incluso de pestañear. La palabra 'carisma' palidece ante su mera presencia. Si algún líder humano pudiera destilar lo que tiene este hombre, el mundo se enfrentaría al mayor dictador de la historia. Convertiría a toda la humanidad en una masa de felices esclavos dispuestos a cumplir el más nímio de sus deseos, sin que siquiera necesitara llegar a expresarlos. He visto a muchos de los suyos, y si bien es cierto que los humanos siempre nos sentimos inevitablemente atraídos por su belleza, por el aura que los rodea, pocas veces he observado un liderazgo tan innato como el que este espécimen parece destilar por cada poro de su piel. Muy pocas veces.
"Soy Aleksei Sherchenko. Y ella es mi compañera, Nadezhda. Tengo entendido que aquí podéis ofrecernos refugio, y tal vez consejo y ayuda. Traemos noticias preocupantes desde Siberia."
Su voz me confundió de tal forma, que tarde unas décimas de segundo en percatarme de sus palabras. Decididamente, ha transcurrido demasiado tiempo desde los últimos visitantes, o no estaría tan aturdido. Hubo tiempos que en esta casa rondaban siempre seis o siete miembros de su especie, enloqueciendo a todos mis colaboradores con su genio y sus caprichos. Pero son criaturas inquietas. Rara vez algo consigue captar su atención por más tiempo de lo imprescindible, y yo ya soy demasiado viejo para salir a buscar otros que visiten mi casa y de quienes aprender. Llevo años entrenando a Connor para hacerlo, pero el inevitable instinto de protección que mantengo sobre el muchacho me impide dejarlo cumplir con su cometido. Al menos mientras yo viva. Sonreí educadamente a mis visitantes, adoptando la acostumbrada actitud servil. Quizá a alguno pueda parecerle humillante, pero es la única forma de sobrevivir a su mal humor.
"Es un placer conoceros. Mi nombre es Milton Raven y él es mi colaborador, Connor Rush", añadí señalando a un confuso Connor, que se limitó a saludar con una leve inclinación de cabeza. "Os han informado bien. Aquí se os recibirá con agrado, siempre y cuando respetéis la casa y a sus habitantes", informé. "Aunque, si mis viejos ojos no me engañan, no creo que eso sea un verdadero problema para vosotros"
Sonrieron como si disfrutaran de algún chiste privado.
"No, realmente no es un problema", rió ella. Su voz musical sonó a mis oídos como cientos de campanillas bien afinadas, aturdiéndome una vez más.
"Bien, seguramente habréis realizado un largo viaje hasta llegar aquí. Imagino que os apetecerá deshaceros de esas pesadas bolsas, y tal vez refrescaros y sacudiros la suciedad del camino. Si me acompañáis os mostraré vuestra habitación. Una vez que estéis dispuestos, quizá podamos reunirnos en el salón que está junto a la escalera principal, y podéis ponerme al tanto de las novedades, si así lo deseáis".
Intenté dejar claro que depende de su deseo exclusivamente. Hace mucho tiempo que aprendí a mi propia costa que su especie nunca se muestra bien dispuesta a recibir indicaciones, por muy sutilmente que estas se expresen. Sin embargo, y para mi sorpresa, mis visitantes me sorprendieron de nuevo con una risa divertida.
"Eso sería perfecto" respondió Aleksei, la nota humorística de su voz evidente ante mis oídos.
Incapaz de añadir nada más, les guié escaleras arriba hacia una de las habitaciones que habíamos preparado hacía ya una semana, cuando el curso de los acontecimientos hizo evidente que no tardaríamos en tener compañía. Caminamos por el largo corredor, mis pasos resonando en la vieja madera del suelo. Ellos no hacen ningún ruido, son como gatos al acecho. Igual de silenciosos, y mil veces más letales, así que tuve que volverme varias veces, aún contra mi voluntad, para comprobar que realmente me siguen. En cada una de esas ocasiones me recompensaron con dos deslumbrantes sonrisas traviesas.
Los guié hasta el final del pasillo y abrí la primera de las muchas estancias que esperaba se ocuparan en los próximos días, preguntándome de pasada - y con cierta inquietud - si un sólo dormitorio será suficiente. Ellos no duermen, así que el hecho de tener una cama o dos, no marca realmente una diferencia. Pero aún así son extremadamente quisquillosos con el protocolo. Si el título de compañera con el que él la ha presentado no quiere decir lo que yo imagino, voy a tener un problema. Me volví para dejarlos pasar, y abrí la boca para recordarles que los esperaría abajo, cuando advertí que ya no estaban detrás de mí. Sorprendido me giré en redondo, y mi viejo corazón saltó en mi pecho al encontrarlos ya dentro de la habitación, mirando con atención todo lo que les rodea.
"Es muy agradable, gracias. No necesitamos más, un sólo dormitorio es suficiente. Y sí, nos reuniremos contigo abajo lo más pronto posible"
Tarde unos segundos en darme cuenta que Aleksei respondía a las preguntas que yo aún no he formulado en voz alta. Lo mire de hito en hito. El se limitó a sonreír serenamente, mientras Nadezhda se dirige ya hacia el baño, indiferente al pequeño vodevil que se desarrolla entre nosotros.
"¿Cómo...?" balbuceé.
Se rió con ganas ante mi confusión.
"Las explicaciones tendrán que esperar. Un nuevo invitado está a punto de llamar a tu puerta".
Como si lo hubiera ensayado, en ese mismo instante la pesada aldaba de la puerta principal dejó oír su estruendoso toque. Supe al instante quien era. Sólo él puede llamar a mi puerta con tanta impaciencia.
"Adelante, ve a recibirlo. No queremos ser nosotros quienes te aparten de tus deberes como anfitrión" comentó, mientras se dirigía a reunirse con su compañera en el baño.
Completamente anonadado, musité un apresurado "hasta ahora", y corrí a la puerta principal, presintiendo que estos días van a ser más intensos e interesantes de lo que ya esperaba.
