Reencuentro
Helga estaba sentada en la baqueta del hospital, aburrida de encontrarse encerrada. Con una moneda en manos y la vista casi perdida, lanzaba una y otra vez el único centavo que traía disponible. Sintiéndose cada vez peor, decidió ocupar su mente en algo más o menos productivo o siquiera atractivo. Fijó la vista en el cielo. Las nubes eran livianas y casi transparentes, llevadas por el veloz viento de arriba hacia otras partes del globo. El viento bajó un poco agolpándole de sorpresa en la cara, haciendo que su rubio cabello se le deslizara por la nariz, su mirada entonces fue hacia los edificios. La ciudad había cambiado, edificios nuevos, casas nuevas, incluso la acera de le antojaba a recién puesta. Todo parecía haber crecido junto con ella, y ambos (ciudad y chica) no habían tenido la oportunidad de ver ese maravilloso proceso en el que cambiaron tanto en tan poco tiempo. Helga frunció la boca. Odiaba los cambios, tal vez porque había estado acostumbrada a lo mismo desde que tenía uso de razón, la monótona vida que siempre le había fastidiado se había convertido en algo tan común que incluso le parecía soportable. Pero todo eso cambió el día que Big Bob hizo su anuncio.
##Apenas había puesto un pie sobre la entrada de la casa cuando su papá le gritó ordenándole fuera al comedor. Poniendo los ojos en blanco y arrastrando los pies, aventó donde cayera la mochila y llegó a donde se le dijo. Farfullando ironías entró, pero de inmediato se quedó callada cuando vio a su padre y su madre sentados en la mesa, serios.
Siéntate – Dijo su padre con gruesa voz. Helga obedeció lanzándose en la silla frente a el. Hubo silencio. Esos silencios siempre son para observar, y Helga lo hizo.
Vio primero a su padre. Su enorme uniceja estaba recta completamente sobre sus ojos, haciéndolo ver serio hasta dar escalofríos, pero en él era algo normal. El miedo le entró al ver a su madre. Sólo ha visto a su madre tan seria dos veces, ésa y la vez que se enteró de lo de Olga. Y aquella vez no habían sido buenas noticias. Y eso decía que aquel día tampoco.
Nos vamos a mudar de aquí – Sentenció el padre con neutralidad.
A Helga le pareció que se le acababa el mundo. Se perdió entonces en todo le se derrumbaba en la cabeza… La escuela, el béisbol…Arnold
Arnold…Arnold…Arnold…
Le dieron ganas de llorar desesperadamente y arrodillarse frente a su padre para suplicarle que no se fueran. Miles de cosas le pasaban por la mente en esos interminables 60 segundos de silencio. Todos recuerdos del día de hoy hasta el día que lo había conocido le desfilaron frente a sus ojos mientras éstos se le llenaban de lágrimas.
Pero unas lágrimas que pudo contener.
¿A-dónde? – Trató de sonar normal. El padre le respondió. Le volvió a quedar el alma en los pies. Quería defenderse. Quería luchar.
¿¡PERO PORQUÉ? – Helga salió de sus casillas. ##
Helga dio un gran y profundo suspiro. La razón por la que se habían ido era por algo "muy original": el trabajo de Bob. Le resultó un mejor lugar para sus aburridos localizadores, y no podía negarlo, fueron (y son) un éxito. Pero para ella había sido muy difícil.
Tras concluir la ceremonia de clausura de primaria, tuvo que marcharse. Jamás pensó que tantas personas de la escuela (que ella había tratado fatal) le fueran a decir que la extrañarían. En realidad no le creyó a casi nadie –salvo a Phoebe- pero el sentimiento estaba presente y de mala gana los aceptó. Pero si algo fue lo que le dolió fue la sincera despedida de Arnold... Tan sencillo y carismático como siempre le deseó lo mejor en su nuevo hogar. Ella vio allí el momento perfecto para decirle la verdad, decirle que le amaba más que a cualquier cosa en el mundo, pero las palabras se le atragantaron en la boca y los insultos y desprecios ganaron la contienda. Volvió a suspirar. Tenía doce solamente, seguía siendo una niña.
De eso habían pasado cinco largos años. Pero de nueva cuenta estaba otra vez allí. Posó sus codos sobre las piernas, sin ya nada qué pensar. Lo de Arnold había seguido latente en ella, pero después de tanto se había dado por vencida, creyendo que jamás lo iba a volver a ver. Y la verdad no esperaba encontrárselo. Suponía estarían en algún lugar del país estudiando la universidad para esos entonces, y si de todas formas seguían en la ciudad ni tiempo le daría para visitarlo, puesto que Olga no la dejaría irse. Si de por sí…pudo escapar…. Otro suspiro le llenó los pulmones y la cabeza le volvió a quedar en blanco. El ruido de los coches al pasar se combinó con el susurro del viento que pronosticaba lluvias. De nueva cuenta el aire le reolvió el cabello en la cara.
Pero al volver a despejarse la vista llegó a unos dos metros de donde estaba ella un taxi. Helga volvió su atención hacia el coche y vio a quién salía de él.
De la puerta trasera salió un muchacho de cabello rubio, francamente atractivo con ojos azules y casualmente vestido. A Helga casi le dio un infarto.
Era Arnold.
