Abrió sus ojos con dificultad, sintiendo cómo el dolor en todo su cuerpo se intensificaba a medida que recobraba la consciencia.
— ¿Dónde estoy? —se preguntó al no poder distinguir nada a su alrededor, la oscuridad inundaba todo su entorno y, al tratar de ponerse de pie, se dio cuenta de que sus muñecas y tobillos se encontraban inmovilizados.
Cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de tranquilizarse.
No lograba recordar cómo fue que terminó ahí.
Tampoco lo que había sucedido antes de caer inconsciente.
No tenía recuerdo alguno.
— ¿Quién soy?
El pánico se apoderó de su mente y su respiración se volvió arrítmica, al igual que los latidos de su corazón.
El paisaje de un bosque visto desde las alturas.
Fuego.
Aquello fue lo único que pudo relacionar con su persona.
— ¡Con que por fin despertaste!
Cerró los párpados con fuerza al ser expuesto tan repentinamente a la luz proveniente de, lo que parecía, una enorme fogata. Pudo distinguir la silueta de una persona a contraluz en la entrada al lugar donde le tenían cautivo.
— ¿Qué es lo que quieren conmigo? —preguntó con dificultad, sintiendo una molesta resequedad en su garganta.
—Justo por eso vine—respondió, cerrando nuevamente la entrada para oscurecer el lugar—. Al parecer existen dos opciones: estabas con el grupo que nos atacó anoche y te dejaron atrás, o simplemente estabas en el lugar y momento equivocados; el problema con la segunda opción es ¿puedes demostrar que no mientes?
Silencio.
Pensándolo fríamente, podría encajar en cualquiera de las dos opciones. Ni siquiera recordaba quién era, no tenía idea de cómo lucía su rostro o la edad que aparentaba.
No sabía nada sobre sí mismo.
—Bien, parece que fui muy descortés ¿cierto? —dijo con sarcasmo, crispando los nervios de su prisionero—. Soy Eijirou ¿cuál es tu nombre?
—No lo recuerdo…—susurró, sintiéndose como un completo idiota al delatarse.
— ¿Acaso crees que me tragaré eso? —soltó sin ocultar su molestia, pensando que estaba siendo subestimado—. ¡No estoy de humor para este tipo de estupideces! ¡Por tu culpa y la de esos malditos bastardos Katsuki está malherido y no descansaré hasta que tengan su puto merecido!
Preso por la ira, terminó por halar al confundido chico frente a él por la camisa, obligándolo a ponerse de pie en el acto. A pesar de la oscuridad, le fue imposible sentirse intimidado por el firme agarre en sus ropas y el tenso ambiente que se había formado entre ellos.
—Te juro… que no sé quién demonios soy—dijo con apenas un hilo de voz, sintiéndose patético al romperse frente a su captor—. ¡No recuerdo mi nombre, de dónde vengo o qué demonios estaba haciendo antes de despertar aquí-...! —Un repentino y doloroso ataque de tos le hizo flaquear las piernas, por lo que terminó desplomándose en cuanto fue liberado del agarre.
—Te daré hasta la mañana—escupió con desprecio, mientras se disponía a abandonar el lugar de nueva cuenta—, tal vez recuerdes algo que te convenga hasta entonces. —Apenas abrió la puerta, se encontró a quien menos esperaba en ese momento.
—Izuku ¿qué haces aquí? —preguntó, sorprendido por la repentina visita.
—Voy a hablar con él—respondió con una seguridad y templanza que le erizó la piel al pelirrojo.
—No creo que sea buena idea, parece que aún está desorientado y-...
—Con todo respeto, no pedí tu opinión, Eijirou. Ve con Katsuki, cuida de él mientras regreso.
—Lo que ordenes—aceptó a regañadientes, yendo en dirección a la cabaña donde se encontraban atendiendo las heridas del mencionado.
Izuku traía consigo una pequeña antorcha, que irradiaba la luz suficiente para distinguir la inusual cabellera rubia de su prisionero. Cerró la puerta tras de sí y se acercó con cautela a él, pues parecía que no había sido capaz de incorporarse luego de la estrepitosa caída que había sufrido cuando Eijirou lo amenazó. Observó con detenimiento la expresión de dolor mezclada con miedo en aquellos ojos color ámbar, encontrando en ellos una pizca de esperanza.
—No temas, te ayudaré a sentarte ¿de acuerdo?
A pesar de no obtener respuesta por parte del rubio, se acercó a él para ayudarle a incorporarse; notó que aquellos resistentes lazos aún se encontraban apresándolo y suspiró pesadamente.
—Te haré una pregunta y, dependiendo de lo que me digas, veré si te desato o te dejo aquí, exactamente como te encontré, para que Eijirou decida lo que haremos contigo ¿de acuerdo?
Su prisionero asintió, intimidado por aquellas palabras.
— ¿Quién eres?
—Les juro… que no tengo idea de quién soy…
—Fui yo quien te encontró, sé que no estabas con los guerreros que nos emboscaron, pero necesito asegurarme de algo—musitó, clavando su mirada en la contraria—. Puedo percibir cosas que los demás no, escucho las voces del bosque tan claramente como tú me estás escuchando ahora, y ellas me pidieron que te rescatara antes de que alguien más te encontrara.
— ¿Por qué? —dijo, completamente confundido por el extraño camino que había tomado la conversación.
—No lo sé—suspiró Izuku, mordiendo su labio inferior antes de continuar, pues no estaba seguro de si estaba haciendo lo correcto o no—. Los espíritus del bosque están de tu lado, y eso es algo bastante extraño. Jamás había sabido que tuvieran interés en los humanos, además de los que podemos escucharlos pero… asumo que tú no eres igual que yo.
El rubio bajó la vista, incapaz de aceptar o refutar lo dicho.
—Sólo Katsuki, la persona que fue herida por esas personas y líder de nuestra tribu, tiene conocimiento sobre lo que veo y escucho—explicó, captando de nuevo la atención del otro—; no tengo permitido decirle a Eijirou, ni a nadie más, sobre ésto. Debemos encontrar otra manera de probar que estás de nuestro lado.
Algo dentro del rubio pareció despertar ante sus palabras, una tenue luz de esperanza que les daría tiempo.
—Yo… creo que puedo ayudar a su líder—dijo, extrañado por sus propias palabras—. ¡Por favor, llévame con él!
Izuku titubeó por un momento pero, la determinación y el nuevo brillo que mostraban los ojos del chico frente a él le permitieron confiar en sus palabras.
Eijirou estaba demasiado intranquilo. No le había parecido buena idea dejar a Izuku a solas con su prisionero, aún no sabían nada de él ni sus intenciones.
Los últimos minutos se había dedicado a velar el sueño de Katsuki, que se hallaba recostado sobre distintas pieles de varios tamaños y colores, así como las heridas y curaciones a lo largo de todo su cuerpo. De no haber discutido con él, habría podido protegerlo de aquellos rufianes del reino vecino.
Se sentía culpable por haber llegado demasiado tarde, por no poder detener a todos los guerreros que se dieron a la fuga apenas le vieron, por haber permitido que hirieran a su mejor amigo a tal grado.
Si tan solo no estuviera ahí, ni siquiera tendrían problemas con otros pueblos.
Siempre era por su causa, siempre.
—Eijirou.
Volvió de sus pensamientos al escuchar la queda voz de Izuku, quien tímidamente se asomaba tras la puerta de madera.
— ¿Intercambiamos de nuevo? —intentó sonreír, poniéndose de pie para cederle el lugar al recién llegado, pero la persona que permanecía tras de él llamó su atención—. ¿Qué está haciendo él aquí? —exclamó, señalándolo sin miramientos.
—Necesito que nos dejes a solas con Katsuki—solicitó Izuku, adentrándose en la cabaña acompañado del rubio, quien procuraba no alzar la vista.
— ¡Pero no puedo permitir que este tipo se quede con ustedes solo-...!
—Es una orden—espetó, ganándose una mirada cargada de ira contenida por parte del pelirrojo.
Eijirou no dijo nada más, miró por unos segundos a su amigo, tendido en el piso, para después pasar la vista al rubio tras Izuku.
Se sentía tan impotente en ese momento.
—Me quedaré afuera—avisó, antes de pasar de largo de ambos y cerrar la puerta tras él al salir.
—No lo malentiendas, generalmente no es así—lo excusó Izuku, guiándolo dentro de la habitación—. Está muy alterado por todo lo que sucedió.
— ¿Qué... fue lo que pasó?
—Desde hace algunos días, descubrimos que había espías del reino en los alrededores, basta decir que no llevamos una muy buena relación con ellos—suspiró, colocándose en cuclillas a lado de Katsuki—. Eijirou fue a investigar por su cuenta y se topó con un grupo de caballeros en el bosque, los enfrentó sin problema alguno pero, algunos lograron escapar. Katsuki lo enfrentó por ir por su cuenta y, por lo que supe, discutieron muy acaloradamente.
— ¿Fue por eso que se adentraron al bosque de nuevo? ¿Para atrapar a los que habían escapado?
—A pesar de que lo reprendió por ser tan impulsivo, tampoco es su fuerte el permanecer con la cabeza fría—bromeó, paseando delicadamente sus dedos entre la cabellera de Katsuki, en un gesto de cariño—. Eijirou ha cuidado de nosotros desde que tengo memoria, por eso le afecta tanto el vernos en peligro.
El rubio notó el deje nostálgico con el que Izuku miraba a su líder, sintiendo que tal vez estaba interrumpiendo un momento muy íntimo; sin embargo, había sido él mismo quien había pedido que le llevaran ahí. Ahora era su turno de mostrar que era de fiar. Entonces se hincó a lado de Katsuki, observando la grave herida de flecha que tenía al costado izquierdo de su abdomen, así como las diversas cortadas de, lo que supuso, fueron ataques que había sido capaz de esquivar.
— ¿En verdad puedes curarlo? —preguntó Izuku, con un nudo en la garganta. Como curandero de la tribu, había empleado todos los métodos que conocía para salvarle la vida, pero parecía ser que nada había sido efectivo contra la herida en su abdomen.
Ya casi no quedaba tiempo.
Izuku observó al chico frente a él, siguiendo cada movimiento que hacía. Eijirou tenía razón al dudar de él, ya que no conocían sus intenciones o la razón por la que parecía tan lastimado pero, lo que más deseaba, era agotar todas las posibilidades para poder salvar a Katsuki.
—Espero que funcione…—musitó el rubio llevando ambas manos sobre su pecho, a la altura del corazón. Una cálida y tenue luz pareció irradiar del punto bajo sus manos mientras él, con los ojos cerrados, respiraba profundamente.
Una diminuta lágrima surcó el arco de su nariz, cayendo al encontrarse con el final de ésta. Dos, tres lágrimas más tomaron el mismo camino y, ante la mirada asombrada de Izuku, una luz comenzó a resplandecer apenas tocaron la herida de Katsuki. Tanto la perforación en su abdomen, como las demás heridas a lo largo de su cuerpo, comenzaron a irradiar una tenue luz amarilla al tiempo que sanaban.
—No puede ser—soltó Izuku al borde del llanto en cuanto escuchó a Katsuki quejarse y removerse, después de haber permanecido inconsciente e inmóvil durante las últimas horas. Sin poder creerlo, le siguió con la mirada mientras se incorporaba hasta sentarse, aún somnoliento.
— ¿Quién demonios es éste? —escupió, observando al rubio con desconfianza.
—Kacchan…¡Kacchan!
Izuku no pudo contenerse por más tiempo, lanzándose sobre el líder de la tribu y abrazándole mientras susurraba frases de alivio; a pesar de la expresión de fastidio en el otro, no hacía nada por apartarlo.
La puerta se abrió estrepitosamente, Eijirou se había preocupado al escuchar a Izuku gritar y, lo primero que vio al entrar, fue a éste abrazando a Katsuki, quien parecía no entender lo que sucedía. A su lado, el chico rubio observaba sus manos, completamente atónito; también notó las lágrimas que surcaban sus mejillas, así como la expresión de asombro que inundaba su rostro.
—Tú… ¿qué fue lo que hiciste? —soltó Eijirou, recibiendo una mirada confusa por parte del rubio.
—Sólo… sentí que podía curarlo…—respondió, apretando sus manos en un puño.
¿Qué había sido todo eso?
¿Quién era en realidad?
¿Qué era?
Yo no sabía en qué me metía cuando escribí ésto :'D sólo le pido a los dioses que me den tiempo de ocio suficiente para continuar orz (?) Tendré entrega de trabajos las próximas semanas, así que espero ésto pueda ir lento, pero seguro xD Planeaba que fuera una historia corta, no más de 4 capítulos o algo así, pero quizá eso cambie. Idk :B ¡Espero les haya gustado este primer capítulo! Una disculpa si es confuso al principio, pero ese era el chiste (?) jujuju ¡Nos leemos pronto!
