Este fic participa en el reto 'Nueva dinastía' del foro Alas Negras, Palabras Negras — Los personajes pertenecen a George Martin.
El derecho de rebelión es sagrado.
—Ricardo Flores Magón.
El Rey Robert Baratheon, primero de su nombre, echó una carcajada tan pronto las palabras de Quellon salieron de sus labios. A su alrededor, los nobles no supieron si imitar a su nuevo Rey, un rey en el cual aún no confiaban, o si seguir el ejemplo de los otros dos hombres tras él.
Lord Tywin Lannister de las Tierras del Oeste, quien se dice Escudo de Lannisport a pesar de jamás combatir contra la Flota de Hierro por sí mismo, mantuvo la mirada firme y fija en Quellon. Quellon, a su vez, no le permitió a Lord Lannister ganar en ese insulso reto.
Del otro lado del recién nombrado Rey, Jon Arryn, Señor del Nido, pareció reflexionar lo que Quellon dijo. A Quellon le desagradó aún más esa actitud que la de Tywin.
— No ha habido un Rey de Hierro desde hace tres siglos —habló el Rey de los Siete Reinos. En el Trono, lucía incómodo.
Los cortesanos miraban a Quellon con desprecio, creyendo que era lo que su nuevo rey intentaba demostrar. Pero Robert Baratheon no mostraba desprecio. El Rey Robert, primero de su nombre, sentía curiosidad.
Quellon abrió los brazos, mostrando una sonrisa honesta, firme y decidida.
— No ha habido un Rey de la Tormenta desde hace tres siglos. Y aquí estás gracias a nuestra Flota. No atacamos ni a las Tierras de los Ríos, ni a las Tierras del Oeste. Rompimos las Islas Escudo y con ellas a los hombres del Dominio. Impedimos que la escasa flota de Dorne interviniera. Liberamos el asedio de Lord Tyrell sobre el ancestral asiento de los Baratheon. Demostramos que apoyamos a su causa, ¿es mucho pedir que apoye la nuestra?
La carcajada de Robert sonó más sincera esta vez.
— ¿Planeas quitarme lo que he conquistado? Eres un viejo lord sin madera de Rey. Tus islas, de las que te sientes orgulloso, no subsistirán sin la Corona. Si te opones a mi mandato, saldrás vivo de Desembarco y llegarás a Pyke, pero ¿cuánto durarás? Reforzaré las costas desde el Norte hasta Dorne, y no quedará nada para los saqueadores que ondeen la bandera del kraken.
Quellon asintió.
— Si es así como quieres que sea, Robert —dijo, haciendo énfasis en el nombre, probando la igualdad de estatus—. Entonces comenzarás tu reinado con más guerra. Lo que he venido a hacer, no es a pedir permiso, ni a jurar lealtad a la nueva dinastía Baratheon. He venido a proponer tregua entre la Silla de Piedramar, y el Trono de Hierro.
— La Silla de Piedramar —intervino Lord Tywin, sardónico y frío—, no tiene el poder del Trono de Hierro.
— Si es así, ¿de qué han de temer? —contestó Quellon, sabiendo que puede ganar la discusión. Tras de él, Balon y Victarion permanecen serios y sin intervenir, pero las hachas y las espadas en su cinturón están listas para derramar sangre de ser necesario. Pagaremos el precio, pensó—. Para ustedes no somos más que saqueadores salvajes. Nuestra cultura es diferente. Nuestra gente es diferente. Pero a ojos suyos, no somos nada. Vivimos en islas de las que ustedes se burlan porque no son fértiles como su gran continente. Y aún así, sobrevivimos.
— Saqueando— dijo Jon Arryn con superioridad. Quellon esperó a que continuara, pero el viejo halcón no lo hizo.
— Hemos sido navegantes desde siempre —respondió Quellon sin alterarse. Era verdad, después de todo—. Pero han de recordar que las Tierras de los Ríos, de las que su esposa proviene, Lord Arryn, eran de los Reyes del Hierro. ¿Qué opción nos dejaron los dragones?
En el salón del trono hubo silencio, luego murmullos. Los cortesanos, nobles de las Tierras de la Corona que siguen al hombre que haga más fácil su vida, parecieron estar confundidos. Quellon reprimió un bufido. ¿Es que incluso los salvajes del hierro conocían más de la historia antes de los dragones que éstos sosos nobles?
El Rey Robert alzó una mano y los murmullos se detuvieron.
Quellon y Robert se miraron uno a otro por algunos segundos. Tywin Lannister y Jon Arryn adoptaron expresiones de desagrado, superioridad, incluso asco. Pero Robert no.
— No seré yo quien te dará una corona —dijo el nuevo Rey, iniciando nuevamente los murmullos que se tornaron aprobatorios. Para esos tontos nobles, el Rey se negó a la petición de Quellon.
Pero Quellon no hizo ninguna petición. Robert lo sabía, al igual que los dos hombres a su espalda que comenzaron a susurrar palabras al oído del nuevo Rey. Detrás de Quellon, Balon rió.
— Los Hijos del Hierro no aceptamos lo que nos ofrecen —dijo Quellon con firmeza—. Nosotros tomamos lo que es nuestro y la corona de madera a la deriva nos pertenece. La Silla de Piedramar nuevamente tiene un Rey.
Los murmullos se acrecentaron como las olas al chocar contra Pyke. Robert asintió hacia Quellon y él le devolvió el gesto, respeto naciendo entre dos monarcas.
Quellon se dió la vuelta, con sus hijos a su espalda y cien nacidos del hierro tras ellos, y salió con la frente en alto. Entró como Rey elegido por sus iguales, salió como Rey reconocido por los que se creyeron superiores.
