Podría pasar milenios o siglos, pero Zeus nunca se cansaría de mirar a su consejera e hija, su favorita, este lazo entre ellos se cambiaba día a día, y el hecho de pasar como él decía ``su tiempo libre´´ entrenando a Teseo, jamás significaría que se alejara de ella.
Al mirarla no podía evitar analizar cada uno de sus pequeños pero hermosos detalle, sus cabellos miel castaños que eran como una cascada incontrolable, sus facciones suaves pero decididas, pero si algo era de admirar en ella no era su cuerpo era su alma y mente, pues poseía un gran amor para los humanos, un amor que ni el mismo podía expresar tan bien como ella y a la vez dotada con el conocimiento de todo el universo con la astucia y estrategia envidiadas en todo el Olimpo, ella era el ejemplo de mujer perfecta , tontos humanos al considerar ha Afrodita como tal ella era solo cuerpo y vanidad sin embargo Atenea estaba dotada de cómo él decía perfección infinita y todos los dioses lo sabían.
En estos momentos observaba los paisajes humanos junto con sus inseparables hermanos Ares y Poseidón y sentía una emoción mundana que le atrapaba todo su ser, eran celos, celos de su cercanía de que en ellos depositaba todos sus planes y secretos, junto con ella pero a la vez sentía alivio, porque Atenea era pura, más que el agua, más que el cielo despejado, el se había asegurado de que nadie la tocara nunca aunque era de saberse que Ares albergaba profundos sentimientos por ella guiados por su admiración y que Poseidón cuidaba de ella cual frágil reliquia.
Era hora de que la noche callera para el mundo y los dioses partieron cada quien a sus lugares, menos Atenea y el se pudo acercar.
Atenea – susurro Zeus, pero ella oyó a su padre claramente como asía siempre.
¿Si, Padre? – dijo Atenea.
Acércate, por favor - y acto seguido la envolvió en un fuerte abrazo que hubiese matado a cualquier humano – Atenea escúchame un gran peligro se acerca para los humanos y temo de que quizás su mundo se sumerja en desgracia junto al nuestro.
Padre no temas- me tranquilizaba mientras tomaba mi rostro y lo acariciaba con sus suaves manos - tú has entrenado al humano Teseo como a uno de tus hijos y debo de admitir que ello ha causado celos en mi.
¿Celos a ti?, como podría ser eso posible si eres tú a la única que revelaría mi cuerpo y alma – exclame en total calma.
Créeme que hubiese podido pensar ello si no fuera por todas las veces que lo has hecho con muchas otras Padre- decía mientras se alejaba de mí y me daba la espalda.
Atenea no te aleje me duele no tenerte cerca de mí, no sabes el dolor que me provocas con tus palabras, bien debes saber que esos fueron errores míos del pasado y que mi vida ha cambiado- dije de una forma suplicante que de seguro me humillaba pero eso delante de ella nunca me importaría.
Padre debo irme, te prometo que te aconsejare mañana pero por hoy debo ir ayudar a mis hermanos quienes me solicitan, nos vemos en la mañana y acto seguido apareció Ares y se la llevo con él.
