Caso 1. El primer caso.

Día 1 - Juicio

La sangre caía gota a gota al suelo. La vista del hombre estaba confusa, todo pasaba demasiado deprisa. Una mujer estaba muerta en el suelo, con un charco de sangre alrededor de la cabeza.

El hombre bufó, con la estatua con la que la había matado aún en la mano. Maldijo para sí mismo, intentando pensar qué había pasado. No podían pillarle; no así. Y entonces se le ocurrió una idea, su salvación. ¿No había pasado antes un hombre por allí?

Sí, su novio o algo así… Entonces, solo debía hacer una cosa. Debía echarle la culpa a él. Debía hacer que pareciese que él la había matado.

Salió de la casa, con una sonrisa en la boca. Sí, así se libraría de la cárcel.

3 de agosto, 9:47

Tribunal del distrito

Sala de acusados nº 2

Estaba al borde de un ataque de nervios. ¡Por fin, mi primer caso! No sabía si reír o llorar ante la situación. Saqué un pañuelo y me limpié el sudor; en aquellos días, la temperatura era desagradable, con unos 40º. Y con aquellos nervios…

-¡Wright!

Me giré y vi a Mia Fey, mi jefa. Era la dueña del bufete Fey & Co. Aunque éramos pocos en el bufete, ella y yo, nunca nos faltaba nada. Era alta, guapa, ojos preciosos… Vestía con un atuendo negro por fuera, pero con el cuello blanco, donde tenía puesto su distintivo del letrado. Llevaba una bufanda amarilla grisácea en el cuello, y justo debajo, un magatama incoloro. Tenía un lunar debajo de la boca, hacia la derecha. El pelo era largo y marrón oscuro, lo cual conjugaba con su traje. Y sus pechos… No me gusta mencionarlos, pero es que eran especialmente grandes. Y el sujetador se veía con aquel traje; se salía.

-Oh –me sorprendí; olvidé que venía-. Buenas, jefa.

-¡Me alegro de haber llegado a tiempo! –Exclamó, con un suspiro-. Así que éste es… ¡Tu primer juicio!

-Yo… No me sentía tan nervioso desde que hice los exámenes de selectividad.

-Bueno, ¡pues ya va siendo hora de sumergirse en el increíble mundo de la justicia!

-Sí, ya… -la miré con cara extraña; ¿no se había pasado con el entusiasmo?-. Supongo que tienes razón.

Miré a otro lado, intentando tranquilizarme.

-¿Sabes, jefa? Lamento que hayas tenido que venir hoy hasta aquí por mi culpa…

-¡No pasa nada, Phoenix! No me perdería tu debut por nada en el mundo –contestó, con una sonrisa-. Aun así, ¡estoy impresionada! No todo el mundo acepta un juicio por asesinato con tanta rapidez. Dice mucho sobre ti… Y sobre tu cliente.

-Vaya… Gracias –dudé un momento-. En realidad es porque le debo un favor.

-¿Un favor?

La cara de Mia expresó sorpresa y me pregunté si debería haberlo dicho; aquello podía restar su credibilidad sobre mí y mi cliente.

-¿Quieres decir que conocías al acusado de antes?

-Sí –contesté rotundamente-. De hecho, casi le debo mi trabajo actual: él es uno de los motivos de que me convirtiera en abogado.

-Vaya. No sabía nada.

-¡Quiero ayudarlo sea como sea! Solo quiero ayudarlo de verdad. Le debo tantísimas cosas…

-¡Se acabó!

Me di media vuelta y miré la puerta; alguien al otro lado se había puesto a gritar.

-Mi vida… Se acabó. ¡Se acabó todo!

-¿Ése que grita no es tu cliente?

Aquella voz se podía reconocer de lejos; estaba claro. Y ojala no lo estuviera tanto.

-Sí… Es él.

La puerta se abrió de par en par y un par de guardias arrastraron a Larry por el suelo, mientras sufría una pataleta y gritaba.

-¡Muerte! ¡Desesperación! Voy a hacerlo. ¡¡Voy a morirme!!

Los guardias le soltaron y éste empezó a dar vueltas en el suelo. Aquello era bochornoso…

-Parece que quiere morirse, ¿no? –dijo Mia, un poco asustada.

Fui a ayudar a Larry a levantarse del suelo, que estaba medio llorando el muy tonto. Tenía una chaqueta naranja demasiado llamativa, una camisa blanca con muchísimos bolsillos de color blanco y azul. Tenía perilla y unos cuantos pelos sueltos por ahí, y el pelo era de punta por la frente hacia la izquierda.

-¡¡Nick!! –gritó, abrazándome lo más fuerte posible.

-Hola –le aparté de mí, agarrándole de los brazos e intentando que se tranquilizase-. Hola, Larry.

-¡Tío, soy tan culpable! ¡¡Diles que soy culpable!! ¡Quiero la pena capital! ¡No tengo miedo a la muerte!

-¡¿Qué?! –Le miré a los ojos; él no era culpable, ambos lo sabíamos-. ¿Qué ocurre, Larry?

-Bah, todo ha terminado… Estoy… Acabado. ¡Acabado!

Volvió a abrazarme con todas sus fuerzas, llenando de lágrimas mi nuevo traje azul.

-¡No puedo estar en este mundo sin ella! ¡No puedo! ¿Quién…? ¿Quién me la ha quitado, Nick? ¡¿Quién?! –se removió con más fuera y se puso a gritar-. ¡Dímelo, Nick! ¡¿Quién se ha llevado a mi nena?!

No pude evitar pensarlo. ¿Quién la había matado? Según los medios de comunicación… Él.

Me llamo Phoenix Wright. Aprobé el examen de Derecho tres meses antes de aquel juicio, mi primer juicio. La historia era simple y sencillo: una mujer joven había sido asesinada en su apartamento, y el arrestado fue el pobre infeliz que salía con ella: Larry Butz… Mi mejor amigo desde la escuela primaria. En el colegio había un dicho: "Si algo huele mal, pregunta a Larry y él sabrá". En los 23 años que lo conozco, he podido confirmar el dicho. Tiene un talento especial para meterse en líos. Aunque puedo decir algo: normalmente no es culpa suya. Es solo que está gafado. Pero yo sé mejor que nadie que es un buen tipo. Además, le debo una. Por eso acepté el caso; para limpiar su nombre. ¡Y es lo que me disponía a hacer!