Izzie adora las fiestas

Izzie adora las fiestas, y, por encima del resto, la Navidad. En Navidad la gente puede comer sus dulces sin sentirse culpable, en Navidad todos la miran menos raro cuando se preocupa en exceso por la vida de los pacientes, en Navidad puede jugar a esconder regalos a sus amigos por el hospital y la casa. Este año, además, tiene por fin el regalo que quería, un regalo en forma del dulce George, estas fiestas no habrá arranques de lágrimas, novios muertos, escenas de celos o madres colocadas. Esta fiesta sólo habrá estrellas arriba del árbol, besos bajo el muérdago y el mejor champán en Año Nuevo.

Cuando George entra en la cocina ve a Izzie decorando galletas. Árboles, hombrecitos de pan de jengibre, campanillas, lazos… Una colección completa de figuras decoradas con glaseado rojo y verde. Isobel canturrea mientras dibuja con la manga pastelera, sin percatarse de que la están mirando. Está preciosa con el pelo recogido de cualquier manera, la cara y la ropa llenas de harina y azúcar, y esa sonrisa en la cara. George tiene miedo de no ser capaz de darle las Navidades felices que ella desea. Son las primeras sin su padre, las primeras como casado y casi divorciado, las segundas como interno de primer año; pero al verla decorar una galleta con forma de corazón anatómico, sabe que puede intentar sonreír a su lado.

Ella mira divertida como George estropea las galletas que intenta decorar. La mitad acabarán devoradas antes de acabar de cocinar, y la otra mitad las hará desaparecer ella misma antes de servirlas a nadie. Pero no importa. No le importa que esté con ella ni siquiera cuando cocina, porque es George. No es sólo su mejor amigo, y no es sólo su amante. Es todo. Y apenas recuerda la cara de decepción de Callie, o echa de menos a Danny, porque por fin tiene una oportunidad de ser feliz.

Él sabe que está cargándose las galletas, pero no puede dejar de mirar a Izzie. Es mejor que cualquier regalo con el que hubiera soñado nunca. Es lista, es guapa, es dulce, todo el mundo resplandece bajo su mirada. Y lo que es aún más importante, ha decidido mirarlo a él, que nunca ha brillado en nada. Por eso ahora importa poco que Alex se burle, o que Cristina le llame por un número, siempre que al volver a casa pueda acostarse al lado de su rubia, pegarse a su cuerpo semidesnudo y besarla hasta perder el sentido.

- Izzie…

- Dime, cariño, farfulla sin dejar de mirar al reno que decora.

- Menos mal que fue bien el sexo. – le dice muy serio.

Izzie le mira y al ver como se le escapa la risa, le ataca con la manga pastelera de azúcar rojo. Tras unas risas, unos chorretones de glas, y unas cosquillas, por fin George la abraza y se dan un tierno y largo beso.