Siempre es una putada tener que encontrarte con tu ex todos los días. Pero es mucho más llevadero cuando ganas. Porque sí, es una cuestión en que se puede ganar o perder: quién se recuperó antes, quién ligo primero, quién ligo mejor. Y sí, es cierto que ella se enrolló antes con Duncan. Pero Logan se tiraba a Kendall. Y eso, mal que le pese, es ganar.
Veintitantos, unas piernas inquietantemente largas, los mejores pechos que había visto desde Lily, una cara de anuncio, una melena que nunca dejaba de estar peinado-despeinada en su justa medida. Irritante, muy irritante. Sobre todo le cabreaba encontrársela en la habitación del hotel, recién duchada, envuelta en un albornoz que nunca acaba de abrocharse y que deja ver más piel de la que las hormonas de Verónica pueden soportar. O justo antes de ducharse, cuando se la cruza y huele a sudor, al suyo y al de Logan, a sexo, a feromonas agitadas, y le brilla la piel, y dan ganas de robarle ese olor con la lengua.
Conseguir una mujer así es ganar. Y a Verónica le gusta ganar, siempre. Y le gusta Kendall. Así que procura llegar pronto a las citas con Duncan. Aprovechar para que ella tenga que abrirle la puerta. Retarla verbalmente en el descansillo. Mirarla fijamente para obligarla a retirar la vista. No la toca nunca, pero la desnuda con cada mirada.
Kendall simplemente se muestra altiva y condescendiente con ella. La mira como un adulto miraría a una niña que se pinta los labios con coquetería. Por eso, Verónica es la primera sorprendida cuando recibe su mensaje: "18:00. Suite". Y va, vaya si va. Probablemente quiera que investigue, se repite. Ojalá quiera otra cosa, piensa.
Cuando abre la puerta desnuda, le queda claro que no le va a pedir que busque a su perro. No la dirige la palabra, la coge de la mano y la empuja sobre la cama de Logan. No le da opción a opinar, aunque es evidente que no se le ha pasado por la cabeza decirle que no. Y menos viéndola desnuda. Tiene menos lunares que en su fantasía. Por lo demás es igual, la muy puta no tiene ni un sólo defecto escondido, ni una piel de naranja que criticar. Kendall se tumba sobre ella y prácticamente le arranca los botones de la camisa. Después le saca los pantalones, con una habilidad extraordinaria. Y Verónica comienza a besarla el cuello, el pecho, a morderla, con ansia. La morena la detiene, la sujeta contra la cama y le da un beso muy lento en la boca. Protesta, pero su única respuesta es verse atada al cabecero con la sábana.
Kendall la mira complacida, sometida, y entonces es ella la que la besa y la muerde todo el torso, descendiendo por el cuello, recreándose en sus escasos pechos. Cuando la cabeza se hunde entre las piernas y comienza a lamerla los muslos, Verónica sabe que ha ganado, y no sólo a Logan. Parece mentira que la lengua que está jugando con su clítoris y se enrolla para introducirse en su vagina no haya estado antes ahí. Luego, la esmerada manicura del índice y el corazón de su amante la posee. La lengua y los labios no abandonan un clítoris más que excitado. Con el aumento de velocidad de las penetraciones, pierde el sentido, y ya sólo ve colores y sólo siente ese placer tan intenso, tan buscado.
No le sorprende ver a Logan y a Duncan mirándolas desde la puerta. Tampoco le importa. Porque desde luego, con esto ha ganado.
