Apenas media docena de objetos desperdigados en el fondo de una caja de cartón representaban todos los recuerdos que aquella relación furtiva había dejado en su casa. La gente solía llegar a Lacuna Inc. cargada de bolsas, incluso hacían varios viajes para traer ropa, fotos, regalos, poemas, cartas… Pero ella no tenía un espacio común que vaciar, como no fueran las casas de algunos pacientes, o el motel más cercano al trabajo.
Al entrar en el local vacío, echa de menos la sonrisa de una recepcionista, algo que haga que le duela menos el corazón. Piensa que quizá su trabajo puede aliviar la fuerte desesperanza que arrastra allí a la gente, ese intenso ardor que les lleva a borrar lo que has amado hasta la locura.
Ella hubiera sufrido ese dolor, ese puñetazo en el estómago que representa el "esto tiene que terminar", hubiera arrastrado la desesperanza por las esquinas, hubiera elegido no comer, no dormir, escuchar docenas de canciones depresivas durante semanas, negar que fuera a poder superarlo algún día, comer kilos de helado mientras se tragaba por enésima vez "Algo para recordar"… hubiera caído en cualquier tópico (al fin y al cabo nada más tópico que liarse con un jefe que no deja a su mujer), hubiera hecho cualquier cosa por conservar los recuerdos, por no borrar su historia. Pero no tenía opción. Si le borraba, le podría seguir teniendo, podría seguir trabajando a su lado, podría seguir queriéndole y admirándole.
Pero Mary ya no está tan segura de que hagan un trabajo admirable mientras camina a su amputación. Mira la caja: un libro de citas y otro de poemas, un peluche de un oso, unas fotos de cabina, su diario, y los pequeños fetiches que robó en las casas que visitaron juntos. Esa noche sería ella la durmiente vulnerable. Al menos sería sólo él quien la observaría, y sabe que será respetuoso. Quizá incluso la acaricie las mejillas y las comisuras de la boca, como hacía las otras noches que compartieron cuando la creía dormida.
Abre la puerta y él está allí, esperándola, un frío doctor que hace una operación a escondidas. Fuera, la noche se ríe de ellos, tranquila y cálida.
Mary llora. Solloza cada letra que le araña la garganta, que le desgarra la lengua.
i"Me llamo Mary Svevo y fui tan estúpida de creer que podrías dejarlo todo por una ignorante como yo, que no es capaz de recordar el nombre de un autor…"/i
Howard la mira y piensa, se promete, que si pasa una vez más (otra vez más) no la obligará a pasar por esto y se irá de una vez por todas con aquella chiquilla, con aquel error inevitable.
