Zach refunfuñó lo suyo por no ser el padrino, pero él le dijo, en broma, aunque no sabe si él se lo tomó así, 'no deberías haberte ido a Irak entonces.' La verdad es que se siente culpable por 'dejarle de lado', más con lo raro que está desde que volvió, y lo huraño, aún más solitario y pensativo que antes de marcharse. Pero no quiere hacerle un feo a Seeley, que siempre se había portado bien con él.
Booth le ajusta la pajarita, porque él es incapaz de dejarla recta. Parece mentira que siendo la segunda vez esté tan nervioso, o más, que la primera. Espera que no les interrumpa el F.B.I. Pero, sobre todo, espera que Ángela no se arrepienta en el último momento de subirse con él al altar.
Mientras Ángela se recoloca todas las piezas de su indumentaria, inquieta, Bones está sentada en una silla. Piensa que ojalá supiera decirle algo reconfortante, pero tampoco acaba de entender los nervios, ella ha elegido por si misma entregarse a ese rito social, anacrónico, y además bastante hipócrita para una pareja que no pisa una iglesia desde hace años. En el fondo se alegra por ellos, claro. Pero no más que cuando decidieron compartir casa, y supone que menos que el día que les de por tener hijos. Porque los tendrán. Y Ángela les enseñará a dibujar, y Hodgins les llevará a cazar bichitos los domingos cuando vayan al campo. Es fácil imaginarlos así, como una familia feliz.
Ángela lo ha pensado mucho. Ha dado millones de vueltas. Los impulsos de salir huyendo han sido inevitables. Hasta ha soñado con ir a 'Cabo sin nombre' a reencontrarse con su ex-marido, y ver si de verdad esos brazos que apenas recuerda eran tan musculosos, y aquel rostro tan bello. También ha pensado en retirarse unos días al desierto, ahora sola, y pensar en paz si de verdad necesita esto, si de verdad lo quiere. Luego los pensamientos pasan, y ella sabe que ha de estar con Jack. Pero ahora, justo ahora, esperando para entrar a la iglesia, vuelven con más intensidad que nunca.
La marcha nupcial llena ambas habitaciones y Hodgins camina por el pasillo central, muchas caras queridas le sonríen desde los bancos, y por primera vez siente que va a pasar de verdad, que va a ser su esposa, que va a pasar con ella, con Ángela Montenegro, la vida entera. Con ella, que tiene la sonrisa más bonita que existe y a la que no puede importarle menos su dinero.
Cuando Ángela le ve, esperándola, de pie, con los ojos ilusionados, con la sonrisa esperanzada, pierde todas las dudas. Sabe que juntos serán una familia, y está vez, cuando diga 'sí, quiero', no podrá ser más en serio.
