Hola a todas y todos... Me presento, primero que nada, me pueden decir JC (yeici)... Sí, bien "gringo" y am... Soy nuevo, pero he tratado de averiguar como es todo aquí.
Mi fic es 101% original, asique espero que les guste... Comencé a subirlo antes en otra página Gleek, pero quise probar suerte aquí también... Claro que en la otra pag, ya voy por el 9° capítulo. En fin... Disfruten!
Capitulo 1: Just The Way You Are .
BLAINE.
Bajé las escaleras a toda carrera, puesto que mi despertador no había revivido luego del segundo golpe que le di contra la pared, y me dormí. Al final del último escalón me crucé con mi madre, quien estaba perfectamente arreglada como para una cena de gala, inundando todo a su paso con el dulce y floral olor de su perfume favorito, aquel que sólo usaba en ocasiones especiales.
- ¿Qué pasa Blainey? ¿Por qué aún estás en casa? – cuestionó mirando el reloj de la sala.
- El despertador se averió y no sonó esta mañana – me justifiqué. Y era cierto, aunque haya obviado la forma en cómo se averió.
- Oh, bueno, no alcanzas a desayunar, así que toma una barra de granola y una fruta – sugirió con ternura – No puedes irte con el estómago vacío.
- De acuerdo – asentí con una sonrisa, pero una duda me asaltó – Y ¿dónde vas así de linda? ¿Saldrás con papá?
- ¿Yo? ¿Linda? Ha, ha, ha… No, sólo voy a… ¡De compras! Me juntaré con unas amigas en el centro comercial – pude percibir que algo no andaba bien, ella estaba mintiendo. Siempre que esquivaba la mirada, lo hacía. – Bien, me voy, y tú vete también o llegarás más tarde de lo que ya vas. Te quiero – arrojó un beso al aire y desapareció tras la puerta.
Me quedé allí dándole vueltas al asunto, pero luego me di prisa en tomar algo de comer y correr al instituto. Estaba más que retrasado.
Como lo pensé, no alcanzaría a tomar la primera clase. Para mi suerte me iba bien con las matemáticas, no como mi mejor amiga Santana, que sólo asistía a la clase para mirarle el trasero al profesor y cotillear acerca de lo mucho que le gustaría secuestrarlo y hacer abusos deshonestos con él.
Caminé por los pasillos desolados del McKinley en busca de algo que hacer, cuando pase frente al baño de chicos, decidí pasar a mirar mi reflejo para chequear que mi peinado no se había arruinado al correr.
No alcancé a emitir ningún sonido aún, cuando oí un sollozo, fuerte y claro. Alguien estaba llorando encerrado en uno de los cubículos. Le oí sorber su llanto y luego sollozar de nuevo. Avancé lo más silenciosamente posible, pisando con el talón primero y luego con la punta del pie. Quien me hubiera visto, se hubiera reído de mi intento por parecer un chico ninja. Logré llegar frente al primer cubículo, por lo que me puse de rodillas, para ver si es que estaba ocupado. Nada. El siguiente también estaba vacío, y el colindante a este. Quien lloraba estaba al final.
No sabía si tocar y preguntar "¿Hey, estás bien?", porque era más que evidente que de felicidad no lloraba. Lo otro que me complicaba, es que no quería parecer un loco, golpeando cuando alguien está dentro de un cubículo… es como… invadir su privacidad. Pero, realmente me preocupaba que la persona en el interior en serio necesitara ayuda o al menos un hombro en el cual llorar.
Tal y como lo había hecho en los anteriores, me puse de rodillas e intenté observar en qué condiciones se encontraba el chico. Mis ojos saltaron de asombro al descubrir sangre en el piso, aunque no fuera una cantidad exagerada.
Definitivamente no podía dejarle sólo, él estaba herido o algo.
- ¿Hola? Am… - di dos suaves golpecitos a la puerta – Yo… este… ¿estás bien? - ¡Demonios! Precisamente la pregunta más estúpida que podía hacer, y yo voy y la hago.
- Y ¿A ti qué demonios te importa? – bufó desde el interior con la voz quebrada.
- Ash… ¡Claro que me importa! – respondí molesto. Que chico tan malagradecido – Si no me importara, no estaría aquí parado como idiota, ¿no crees? Déjame ayudarte, ¿quieres?
- ¡No! Nadie puede ayudarme… ¡Déjame solo! - ¡Dios! ¿Quién demonios se creía? ¿La reina del drama?
- No, no voy a dejarte solo… - dudé antes de hablar nuevamente, debido a su silencio – He visto que… estás sangrando, tú ¿estás herido?
- Aparte de entrometido, ¿eres voyerista? – Graznó, al parecer, indignado – No estoy herido, así que puedes largarte.
- ¡Diablos! ¿Cómo puedes ser tan arrogante? Estoy tratando de ayudarte, no comprendo tu agresión.
- ¡Vete! – esto último lo dijo en un hilo de voz, por lo que sentí un hueco en mi corazón. Por muy tirano que fuera su forma de hablarme, el muchacho estaba realmente mal.
- Me estás obligando a entrar por la fuerza – le amenacé con la intención de que abriera – Voy a tirar la puerta.
- Pues tírala, no me importa.
- ¡Ahg! – Me quejé en voz alta frustrado, pasando las manos por mi nuca – No me dejas opción.
Comencé a forzar la puerta, intentando que de a poco cediera o él la abriera. Cualquiera de las dos.
- ¿Qué haces? ¡Demente! – chilló, cuando al segundo tirón la puerta se abrió de golpe y el chico quedó expuesto.
Mis ojos fueron capturados por la escena frente a mí. Aquel muchacho delgado y bastante mal vestido, se encontraba sentado de forma india sobre el retrete con una mano cubriendo la muñeca del brazo contrario y el puño de la enorme sudadera gris que traía puesta, manchado de sangre. Sus enormes ojos estaban abiertos de par en par, tal vez incrédulos de que yo fuera realmente capaz de abrir la puerta. El azul celeste en ellos me pareció como un enorme océano o un extenso cielo despejado. Eran preciosos, a pesar de que estuvieran aterrados con mi conducta algo salvaje.
- ¿Por qué lo has hecho? ¿Cómo te atreves a hacer algo como eso…
- ¡¿Qué te ha pasado en la muñeca?! – exclamé al verla cubierta de sangre, junta con su ropa y otro poco en el piso – ¿Alguien te ha hecho esto? ¿Te has caído? ¿Qué… qué ha pasado? – interrumpí hablando atropelladamente.
- Nada que te importe – chilló, poniéndose en pie y apartándome con el hombro para salir del lugar – Ahora estarás contento – murmuró caminando hacia la salida.
- ¡Hey, hey, hey! ¡No tan rápido! – Lo detuve tomándolo del brazo y haciendo que se girara - ¿Cuál es tu problema con la gente que trata de ayudarte?
- ¡Ese es el problema! ¡Que esa gente no existe! – explotó tirando de su brazo para librarse, dejando expuestos los varios cortes que tenía en su brazo. Nadie lo había herido, ni tampoco se había accidentado, él había estado lastimándose - ¡Nadie quiere ayudar a nadie, porque todos están demasiado preocupados de sí mismos y de sus vidas perfectas como para notar el daño que le causan a las personas que, como yo, llevamos una vida que no es vida, es más bien un maldito infierno! ¿Feliz ahora? – gritó la última pregunta.
- ¿Cómo pretendes que esté feliz con verte sufrir? – Yo también alcé la voz, pero luego tomé una respiración y me tranquilicé – Mira, me creas o no, sólo me entrometí en tus asuntos, porque realmente deseaba ayudarte. Tal vez soy la primera persona que conoces que en serio ve más allá de sus propios problemas, y se interesa por los de los demás. No pretendo que me cuentes, ni me expliques el cómo llegaste a hacerte esto… – señalé los cortes en su muñeca, y el los ocultó bajo su chaqueta, avergonzado y molesto – Pero al menos déjame ayudarte a superarlo… eso… no está bien, no es… la mejor solución a los problemas…
- ¿Y qué sabes tú? – articuló con desprecio, entrecerrando sus ojos azules.
- Oye, no conoces mi vida, no sabes si lo sé o si no – puse una de mis manos en su hombro para intentar ablandarle.
- No pareces del tipo "sufrido", precisamente – dijo con sarcasmo.
- No siempre lo que ves, es lo que es – repetí aquel cliché oído por años de los labios de Santana – Ven, déjame curarte al menos.
Le sonreí con la mayor sinceridad que me fue posible y al parecer eso le convenció, y aunque de mala gana, se acercó junto conmigo al lavamanos. Busqué en mi bolso y por suerte traía una toalla limpia y pequeña, que utilizaba cada vez que practicaba boxeo para desestresarme.
La humedecí con el agua fría que salía del grifo y, tomando con mi mano su brazo, levanté la tela para inspeccionar la herida. Tenía por lo menos ocho a diez cortadas profundas y realmente feas, cubriendo todo el ancho de su muñeca. Pasé la toalla por la superficie lastimada de su piel, pero me detuve ante la mueca de dolor que se formó en su pálido rostro.
- ¿Has comido bien estos días? – pregunté para entablar conversación y matar dos pájaros de un tiro, averiguando porqué estaba tan delgado y distrayéndolo del dolor de su muñeca.
- ¿Qué clase de pregunta es esa? – Se quejó - ¿Qué tiene que ver?
- Nada, pero por lo visto… estás demasiado bajo de peso – comenté mirándolo de pies a cabeza – Tienes el rostro como esas modelos de las pasarelas… y eso es sólo lo que es visible – examiné su cuerpo nuevamente.
- Y lo único que verás – se ruborizó un poco – Y además no estoy delgado, sólo es que no me da apetito. Eso no tiene nada de malo – se justificó.
- ¿Seguro que sólo es eso? – insistí preocupado.
- ¡Sí, demonios! – Bufó conteniendo una expresión de dolor puro - ¡Esto duele como el infierno! – chilló.
- Lo siento, pero no es mi culpa – mojé nuevamente la toalla que ya había cambiado de color blanco a carmín – Aunque estoy pensado en que sería mejor llevarte a la enfermería, allí podrían ponerte algo de alcohol y una venda…
- ¡No, ni hablar! – Sus ojos se abrieron alarmados - ¡Llamarán a mi padre y no quiero preocuparlo con estas cosas!
- Ah, claro… ¿Y acaso no pensaste en eso antes de lastimarte? – musité irónico.
- No te imaginas, ni si quiera una pincelada, de lo que es vivir mi vida – sus ojos estaban entrecerrados y había retirado su mano de la mía con brusquedad.
Se volteó, nuevamente con intenciones de marcharse, mientras tiraba de la sudadera hasta que esta le cubrió la mano por completo, luego introdujo ambas en el bolsillo canguro que tenía. Me interpuse entre la puerta y él, cerrándola y no dejándole salir.
- ¿Te irás así sin más? – Le reproché - ¿Te quejas de que no hay personas dispuestas a ayudar a otras, y cuando al fin hayas a una, te comportas como un cretino?
- Y ¿Qué esperabas? ¿Una paga? – se rió sin humor.
- Tu nombre y tu número de teléfono – dije a secas – Y te puedo asegurar que si no me lo dices, soy capaz de averiguarlo por mi cuenta.
- ¿Para qué quieres saber eso? – me increpó algo confundido.
- Para cuidar de ti. No podría dormir por las noches sabiendo que pude haber evitado otra situación como esta y no lo hice. Ahora, suéltalo – ordené.
- ¿Tienes buena memoria? Espero que sí – él sonrió de lado, con malicia y recitó como una metralleta – Me llamo Kurt Hummel y mi número es 553 98 35.
Rebusqué en los bolsillos de mi pantalón, palmeando por todos lados casi con violencia para encontrar mi móvil, mientras dejaba que el chico saliera.
- 5… 5... 3… - repetí para no olvidarlo, registrando mi bolso, puesto que no lo traía en mi pantalón – 9… 83… 5 ¡Maldición! ¡Jodido celular! ¿Dónde estás?
- ¿Con quién hablas? – me interrumpió una voz familiar.
- Ahora no Sam, necesito encontrar mi celular antes de que lo olvide – expliqué, repitiendo los números nuevamente – 553… 98… 35…
- ¿Sabías que el equipo de futbol americano del otro instituto nos dará la pelea en dos semanas más? Será asombroso – continuó hablando Sam, sin importarle lo que yo le había dicho.
- 553… - balbuceé, sintiendo mi móvil con la punta de mis dedos – 9835…
- Dicen que el chico con la camiseta 35 es una máquina, pero la temporada pasada no lograron superar su puntuación de 376 contra los 479 que hicimos nosotros…
- ¡Demonios, Sam! ¡¿Puedes callarte de una puta vez y dejar de decir números?! – exclamé cabreado, tomando mi celular entre mis manos y digitando los números – 553… 9835… Kurt… Hummel – hablé para mí mismo casi en susurros – Listo, con esto no te podrás deshacer de mí, pequeño gruñón.
- ¿Qué rayos te pasa Blaine? ¿Estás bien o has sido abducido por ovnis? Si ahora hasta le hablas a tu móvil – negó con la cabeza como si yo fuera una persona que hubiera perdido la razón.
- Nada, lo siento… yo… tuve un problema hace un rato y… nada, olvídalo – lo tomé por el hombro y lo guie hacia el pasillo, antes de que notara la puerta algo averiada o la sangre en el piso.
El corredor se encontraba repleto, pues el timbre había sonado hace unos minutos.
- ¿Has visto a Santana? – pregunté cuando paramos en la taquilla de Sam.
- Sí, como siempre, no despegó los ojos de la espalda del profesor – se rió con burla – Esa chica está completamente loca. Es la única chica que conozco que es popular, porrista, abiertamente lesbiana, con un novia preciosa y que a pesar de eso, no pierde oportunidad de pasear descaradamente la vista por todo lo que sea humano – volvió a reír.
- Es cuestión de actitud – comenté - ¿Has visto lo que hace cuando alguien la mira de mala forma por besar a Britt? Ella es capaz hasta de golpearlo, sea chico o chica – sonreí recordando las incontables veces que la había visto hacerlo – Santana se impone y no permite que nadie la mire en menos. Se hace valer y eso es genial – recordé inevitablemente al chico del baño, Kurt. Él necesitaba algo de la actitud de Santana, definitivamente.
- Tienes razón, pero por lo mismo se gana los comentarios que rondan de ella – frunció los labios.
- Hmm… Sí, todos creen que es una perra, y eso me duele, porque sabes que la adoro y somos súper amigos… Detesto oír a la gente hablar sin saber. Pero también admiro su valor. Mírame a mí, hace un año que salí del closet y aun no soy capaz de contárselo a mis padres, ni a nadie fuera de mi círculo de amigos. Soy un completo cobarde – reí sin ganas – Creo que tendré que pedirle un trasplante de coraje a Santana, a ver si me animo a decirlo abiertamente como ella.
- Hey, Blaine, no te pongas dramático. Nosotros somos tu familia y te aceptamos y apoyamos, pase lo que pase con tus padres… sabes que siempre estaremos ahí – me animó Sam. Lo envolví en un fraternal abrazo y luego de eso lo insté a que se apresurara, no deseaba quedarme fuera de otra clase más.
Tomé asiento en el lugar que acostumbraba y esperé a que Santana llegara. La vi aparecer en su traje de las animadoras, tomada de la mano con Britt. Al llegar a la puerta, ambas se despidieron con un dulce beso en los labios, siendo observadas por todos, quienes no tardaron en murmurar a sus espaldas.
Ella, percatándose de eso, ingresó al salón, mirándolos de forma desafiante. Los chicos la observaron asustados y cerraron la boca.
Me sentí algo apesadumbrado, realmente la envidiaba.
- Hola enano, ¿dónde te escondiste esta mañana? ¿O es que estuviste a mi lado todo el tiempo y no te vi por tu falta de estatura? – se burló como solía hacerlo.
- Ha, ha, ha – reí sarcásticamente – Hola, sí, también me da gusto verte.
Santana se acercó a mí, apretando mis mejillas como una abuela y saludándome con un beso en la comisura de la boca. Era nuestra costumbre a la hora de decir hola.
- Bien, ¿no me dirás que fue lo que te entretuvo y te hizo llegar tarde? – preguntó.
- Nada, mi despertador se averió…
- Ya te he dicho que no lo lances contra la pared cuando suene por las mañanas, aunque grazne como un gato atropellado por una locomotora, él sólo cumple su función – se encogió de hombros y puso su block de notas sobre el pupitre – Te has perdido lo mejor de la semana – comenzó a parlotear con emoción – Al maestro se le ha caído el borrador esta mañana y cuando lo recogió, saqué mi móvil y retraté su trasero. No logré contenerme ante tal escena – sacó su móvil y me lo enseñó.
Yo sólo reí y negué con la cabeza, entregándoselo.
- ¡Vamos! B, a veces no pareciera que fueras de mi equipo – se burló.
- ¡Cállate! – reí.
Entonces recordé al chico… pero dudé entre la posibilidad de pedirle consejo a Santana y que ella dijera algo como, "fóllatelo y sácale la depresión de una vez por todas", o algo similar… respuestas a las cuales me había acostumbrado, pero no en este caso… sentía que era algo mucho más delicado de lo que parecía ser… Kurt estaba realmente mal y necesitaba ayuda de cualquier tipo, urgentemente.
Como la clase estaba realmente aburrida, tomé mi móvil y, luego de encontrar su número de contacto, escribí un mensaje para él.
"Aunque esperabas que no lo hiciera, he recordado tu número. Ahora no podrás deshacerte de mí Kurt Hummel. Atentamente; Blaine Anderson"
Presioné enviar y guardé el celular en mi pantalón, esperando una pronta respuesta con ansias. Pero nada pasó.
El día transcurrió bastante normal, no volví a ver a Kurt, por más que intenté buscarlo… No sé si el chico estuvo todo el día encerrado en alguna parte o algo, pero no logré dar con él, ni tampoco que contestara a mi mensaje.
Acabando las clases, junto a mi amiga, nos dirigimos al salón del coro, reuniéndonos con nuestros amigos. El señor Schue no tardó en llegar y darnos la tarea de la semana. Duetos.
- Hmm… Que fácil – susurró a mi oído mi amiga – Vamos a arrasar Britt y yo.
- Supongo que para ganarte tendré que cantar mi dueto con Rachel…
- ¡Ay! Por Dios, ¿crees que cantando con la abuela de Berry vas a tener alguna posibilidad de ganarme? Te equivocas mi amigo – exclamó elevando un poco la voz.
- ¿Abuela Berry? – repitió Mercedes conteniendo la risa.
- ¿Rachel? – miré a la aludida con cara de cachorrito y ella no dudó en aceptar cantar el dúo conmigo - ¡Sí! ¡Serás derrotada López! – gesticulé con las manos una mini celebración y luego choqué la mano con Rach.
- Pues eso está por verse – atacó Mercedes - ¿Acaso se olvidan que soy la combinación perfecta entre Beyoncé y Christina Aguilera?
- ¿Ah sí? ¿Y con quien harás pareja? – cuestionó Santana.
- Con… ¡Sam! – Le tomó del brazo susurrándole luego – Más te vale aceptar.
- Claro – respondió este de inmediato.
Lo cierto era que Sam desde hacía mucho que estaba enganchado de Mercedes y ella no lo había notado aún.
- Entonces no eres competencia – declaró la latina chasqueando los dedos, como si fuera a iniciar una pelea callejera – Lo siento boca trucha, pero tu voz de Justin Bieber no es capaz de llegar más allá del vibrato inquebrantable de Santana López.
- Eres tan genial – la apoyó Britt a su espalda.
- Lo sé, lo sé.
Yo sonreí entretenido con la discusión producida, entonces el vibrar de mi celular me sacó de inmediato de mis pensamientos. Busqué precipitadamente mi móvil y al ver mi pantalla, la desilusión llegó a mí como una bofetada. Era de Puck.
"Blaine, ¿puedes decirme si Quinn ya está en el salón? Es que olvidé su cumpleaños y me ha buscado todo el día para golpearme. Estoy escondido dentro de un basurero. ¿Puedes ayudarme? Tengo hambre y eres el único que sabe guardar secretos. Puck"
- ¡Idiota! – Murmuré riendo – Señor Schue, ¿puedo salir un momento?
- Claro, no tienes que pedir permiso para ir al baño – fruncí el ceño por su suposición, pero no valía la pena decir a dónde realmente iría, ya que Quinn no dudaría en salir tras de mí.
- Gracias – dije entre dientes y salí.
Llamé a Puck y esperé a que contestara.
- ¿Blaine? – dudó.
- Claro que soy yo, ¿Qué acaso no ves el identificador de llamadas? – Bufé – Dime dónde estás.
- A fuera de la cafetería, en el basurero que está al lado de la puerta trasera.
- De acuerdo, voy para allá – colgué.
Llegué en menos de un minuto, golpeando el metal del contenedor como si fuera una puerta.
- ¡Por fin! – exclamó lleno de felicidad, saliendo del basurero cubierto de deshechos y mal oliente.
- ¡Dios! – Dije, cubriendo mi nariz y abanicando con mi otra mano - ¿No pudiste escoger otro escondite más… higiénico?
- Era el único lugar en donde Quinn jamás me buscaría – se sacudió sobre los hombros para quitar los restos de basura en ellos.
- Bien, puedes solucionar lo del hambre en la cafetería, y prometo entretener a Quinn por lo menos hasta que acabe el glee club – me despedí.
- Hey, ¿por qué te vas tan rápido? – cuestionó poniendo una sucia mano sobre mi brazo, la cual miré con recelo, pero a él no le importó.
- Porque todos creen que fui al baño, y si demoro más de lo debido… comenzarán las burlas ¿ok? Adiós.
- Gracias – dijo Puck a la distancia, ya que lo dejé atrás rápidamente.
Prácticamente corrí, para llegar pronto al salón, pero choqué contra alguien, cayéndome al suelo, sobre este.
- ¡Oh, Dios! ¡Pesas mucho! – se quejó. Al oír su voz le miré inmediatamente.
- ¡Kurt! Cuanto lo siento – me disculpé, levantándome y tendiéndole una mano al ojiazul.
- No te preocupes, estoy acostumbrado a esto – su respuesta me dejó helado. Me preocupaba en serio las cosas que decía con respecto a cómo vivía.
- Que… que bueno encontrarte de nuevo porque… am, pues… - me rasqué la cabeza – Te envié un mensaje para decirte que tenía ya anotado tu número, pero… no respondiste nada.
Entonces vi los ojos del chico ensancharse en sorpresa, luego en pánico. Comenzó a rebuscar en sus bolsillos y luego en el interior de la sudadera.
- ¡Maldición! ¡Lo he perdido! – sin detenerse a decir nada más, caminó a toda prisa hacia una dirección que yo desconocía.
No dudé en seguirlo, notando que aquella prenda que traía puesta era horriblemente grande para él y lo hacía lucir aún más delgado de lo que era. No entendía por qué vestía así, si nadie en el instituto lo hacía.
Kurt dobló al final del pasillo, lo que me hizo apurarme para no perderlo de vista.
Sus pasos fueron directo a la puerta que daba al patio. La abrió y salió a toda carrera. Nuevamente tuve que apresurarme, no pretendía dejarlo solo.
Cuando salí a la luz del día, mis ojos se redujeron hasta convertirse sólo en una línea. Tapé la brillante luz del sol con mi mano y divisé a Kurt hurgando en un basurero.
Mi expresión pasó del asombro al enfado en cuestión de segundos. ¿Acaso también se ocultaba en el basurero? ¿Qué va mal con todos?
- ¿Por qué se supone que tendría que estar aquí? – consulté algo molesto.
- Porque me pasé el receso metido aquí en contra de mi voluntad – explicó colérico – De seguro lo perdí por aquí.
Comprendiendo la situación, una excelente idea cruzó mi mente. Tomé mi móvil y marqué a su celular.
- ¡Buena idea! – Me felicitó, metiendo la mitad de su cuerpo en el contenedor – Lo escucho por aquí.
En cuestión de segundos, Kurt reapareció con su pequeño aparato en las manos.
- Muchas gracias – murmuró de pronto, sentándose en una de las tantas bancas cercanas. Yo me senté junto a él, sonriendo.
- No hay de qué – le resté importancia con una mano – Blaine Anderson – dije tendiéndole mi mano.
- Ya sabes mi nombre – le dio un apretón.
- Kurt… ¿por qué vas vestido así? – quise saber – Y, disculpa si mi pregunta te ofende, pero me causa muchísima curiosidad.
- No me ofende, no te preocupes – bajó la vista hacia su atuendo – Am… pues, supongo que a los chicos aquí les incomoda un poco la forma en que vestía habitualmente… No… no la toleraban y… se encargaron de arruinar cada una de ellas… y fueron muchas.
- No entiendo… ¿Cómo la forma en que vestías? ¿Por qué hablas en pasado? – quise saber.
Entonces él introdujo su mano dentro de su enorme sudadera con bolsillo de canguro y sacó su móvil, buscando algo en él. Le vi teclear, hasta que me enseñó lo que había en él.
- Solía vestir así en mi otro instituto, pero sólo me trajo problemas… igual que ahora – murmuró con la mirada perdida.
Tomé su móvil y lo observé con detenimiento. Era una fotografía de él, luciendo realmente increíble. Traía puestos unos jeans de color azul príncipe, junto con una camisa celeste, con las mangas dobladas a la mitad de sus brazos, una pequeña chaqueta sin mangas negra ajustada a su fina figura y un corbatín brillante de color dorado. Parecía un modelo, vestido así, se podría decir que tiene un gusto exquisito por la moda. Pasé a la siguiente foto, sin que él me lo dijera, pero yo deseaba ver más. En esta, él se encontraba frente a un espejo, con un suéter de color amarillo pato pegado a su torso, unos jeans negros que seguramente serían ilegales a la hora de pasearse en público, ya que eran indecentemente apretados, lo que me hizo sentir un hormigueo en todo el cuerpo, y un leve calor subir a mis mejillas. El conjunto era coronado con una boina negra que le daba un toque encantador y provocativo a la vez.
Le miré de reojo, viendo como jugaba con sus manos de forma distraída, como a la espera de que dijera algo, pero yo estaba tan absorto admirando al Kurt de las fotografías que algo me impulsó a cambiar a la siguiente foto. Mis ojos se abrieron como platos al ver la siguiente imagen en la cual él sólo portaba un par de bóxers y una corbata gris que con suerte le cubría hasta el ombligo. Su cuerpo, aunque delgado, era perfectamente bien proporcionado.
- ¡Santo cielo! – exclamé, sin ser capaz de contener mi asombro ante tal demostración de… sensualidad. ¡Dios! Necesitaría una ducha fría luego.
- ¡Hey! ¡No tenías porqué husmear todas mis fotografías! ¡Eso es personal! – Chilló molesto, arrebatándome el móvil de las manos – Eres un fisgón ¡Pervertido! ¿Por qué te sonrojas?
- Yo… - volteé a mirar a otro lado, furioso conmigo mismo por reaccionar así. ¿Qué acaso no era capaz de disimular? ¡Ash! – Am… - aclaré mi garganta y regresé mi vista a él – Realmente no entiendo por qué no les gustas… digo, por qué no les gusta… es… hermoso – hablé embobado y él sólo frunció el ceño.
- ¡Deja de verme así, Anderson! – Bufó – No te he dado la confianza.
- Lo… lo siento, pero… Es que eres hermoso… y, lo digo en el buen sentido – me expliqué lo mejor que pude – Y no consigo comprender qué fue lo que pasó.
- No es algo de lo que disfrute hablando, Blaine – él regresó la vista al suelo y exhaló.
- Puedes confiar en mí – intenté inspirarle confianza - ¿Lo sabes?
- No, Blaine… No he podido confiar en nadie desde hace mucho, y sinceramente se me hace muy difícil llegar y confiar en alguien que acabo de conocer hoy – sentenció con expresión dura.
- De acuerdo, tu no confías porque no me conoces… - medité unos segundos respecto a lo que haría a continuación – Pues yo sí siento que puedo contarte cualquier cosa y tu guardaras el secreto.
- Hmm – torció el gesto y me miró a la espera de que hablara.
- Bien, llevo ocultándole algo muy importante a mis padres desde hace dos años. Y reconozco que soy un cobarde por no tener el valor para decírselos, como lo hizo mi amiga. El año pasado le conté "eso" – enfaticé la palabra – a mis amigos más cercanos, que asisten conmigo al club glee – Kurt emitió un ruido extraño, como en forma de burla. Aunque no lo culpaba, ya que todos nos decían que el coro apestaba al igual que nosotros – Ellos me entendieron y lo aceptaron sin más, pero cada día me lastima el hecho de que siento que jamás seré completamente libre si no lo digo, si mis padres no lo saben, si no lo grito a los cuatro vientos… Y creo que algún día terminará por ahogarme.
- ¿Y qué es eso tan importante que ocultas? – consultó, mirándome de lado en un gesto muy tierno. Yo sólo sonreí, poniendo mi mano en su rodilla.
- Pues… descubrí de una forma muy triste que… - tomé un poco de aire – Soy gay – confesé finalmente.
Temí alzar la vista y encontrarme con sus ojos llenos de desprecio por mi condición. Entonces vi que una lágrima cayó sobre la mano que aún tenía sobre su pierna. Levanté mi rostro al instante, para verle con la mirada cristalizada, mirando hacia la nada. Sus ojos estaban enrojecidos, liberando lágrimas sin cesar.
- ¿Kurt? – pasé mi mano por su hombro, dudando un poco - ¿Qué pasa?
- Nada… es sólo que… No te imaginas cómo te entiendo… - me miró aun llorando, pero con una pequeña sonrisa en sus labios.
- Creí que te apartarías de mí al segundo siguiente que te lo dijera – reí sin muchas ganas.
- Tranquilo… No soy homofóbico – sonrió más ampliamente.
- Pero ¿por qué…
- ¿A qué te referías con lo que dijiste? – Me interrumpió enjugando sus lágrimas con el antebrazo - ¿Cómo de una forma muy triste?
- Ah, eso… - me rasqué la nuca algo avergonzado – Mis… mis padres me contrataron un niñero hace dos años, cuando ellos decidieron salir en una segunda luna de miel o algo así, y no porque yo necesitara mucha supervisión, siempre he sido muy tranquilo, pero ellos son algo sobreprotectores, además a los 15 sueles alocarte un poco – reí – Bien, lo que ocurrió cuando él llegó fue lo que me descolocó. Se llamaba Adam y era realmente un chico encantador, muy parecido a un príncipe de Disney. Tenía 20 años y un hermoso cabello rubio. No pude evitar sentir un flechazo con él y rogar porque mis padres jamás volvieran a casa. Él fue siempre muy amable conmigo y yo lo malinterpreté como un colegial enamorado – gesticulé ante lo dicho y Kurt sólo rió divertido – Cuando a mis padres sólo les quedaba una semana para regresar, decidí arriesgarme y le confesé que lo amaba y todo eso. Adam lógicamente se aterró ante mi confesión y optó por llamar a mis padres diciendo que ya no podría cuidarme más debido que algo había surgido. Pasé aquel día rogándole porque no les dijera nada a mis padres, ellos no merecían tal decepción. Finalmente él sólo mintió, diciendo que su madre había enfermado y mis padres se lo creyeron. Desde entonces decidí guardarme este secreto para evitar que las personas a mí alrededor se alejaran de mí. Pero no pasó mucho, antes de que mi amiga Santana lo descubriera, cuando en una fiesta intentó liarse conmigo para sacarle celos a la chica que le gustaba y yo me espanté a la hora de besarme. Poco me faltó para correr al baño a ponerme desinfectante en la boca. Mi amiga es lesbiana y tiene un radar infalible, por lo que tuve que contárselo todo – me encogí de hombros acabando con mi relato.
- Eso es… raro – comentó riendo – Tienes una amiga lesbiana… interesante.
- Sí, Santana es como una hermana, y sinceramente la envidio, ella se ve tan segura de sí misma y no le importa la opinión de nadie cuando va de la mano con su novia o se besan. Me encantaría tener un novio y ser como ella cuando me miraran de mala forma. Pero soy cobarde
- No, no lo eres – me detuvo, mirándome con profundidad – Simplemente estás asustado, y eso no es ser cobarde. Créeme, conozco personas que prefieren ocultar las cosas incluso de ellos mismos y fingir que no existen.
- Bueno, a mí no me importa mucho lo que la gente piense… por algo estoy en el glee – reí – Pero lo que si me importa y sería una imagen difícil de borrar, es los rostros decepcionados de mis padres… eso…. Simplemente me rompería y no sería capaz de soportarlo.
- ¿Y has hablado del tema con ellos alguna vez? – consultó.
- No, jamás – negué con la cabeza – Y cuando en la televisión se menciona el tema, aflora la homofobia en ambos, comentando que cómo es posible que dos personas del mismo sexo puedan amarse y llevar a cabo una relación, que eso es algo horrible e inaceptable. Incluso meten a Dios en todo el asunto, y eso me pone realmente mal. Por lo que cada vez que los oigo hablar así me cuestiono si tal vez sólo estaré confundido y he pretendido definir toda mi vida a raíz de un pequeño enamoramiento pasajero.
- Pero ves a tu amiga y entonces eso cambia – fue más una afirmación que una pregunta.
- Sí. La veo tan feliz y enamorada que… Finalmente termino sin saber qué pensar.
- Hmm… yo creo que el amor, es amor… Y que tú no te enamoras de un género, sino de una persona, la cual se complementa contigo y te entrega todo aquello que necesitas, con la que puedes ser tú mismo sin importar nada más, y por la que arriesgarías todo sin detenerte a pensarlo ni un segundo – murmuró con tanta firmeza que no pude evitar quedarme mirándolo absorto en sus profundos ojos azules – Si tus padres o las personas no entienden eso, es porque no conocen el amor, y que éste no tiene ni límites ni imposibles.
- ¿Te has enamorado alguna vez? – consulté, mirándolo fijamente, analizando cada una de las expresiones en su rostro.
KURT.
Su pregunta me hizo cuestionarme muchas cosas. ¿Alguna vez me había enamorado en realidad? Lo cierto era que no, jamás había aparecido para mí aquel chico en plan de príncipe azul que me deslumbrara por completo. Ni siquiera uno con aspecto de sapo ¿Entonces cómo es que podía dar ese tipo de consejos con respecto al amor si ni siquiera lo he experimentado? Soy un verdadero fracaso, aconsejando cuando mi vida es un completo desastre.
- No – respondí a secas.
- ¿No? – Se sorprendió, haciendo que sus ojos color avellana se realzaran más - ¿Me tomas el pelo? ¡Dios! Kurt, pero si eres increíble, hermoso… Deberías tener un montón de chicas a tu alrededor. Incluso deberían envidiarte por tener un rostro más lindo que el de ellas.
- Am… ¿debo tomar eso como un halago o como una ofensa? – pregunté divertido.
- Oh, no… Yo sólo digo que… Me hubiera encantado ser una chica… justo ahora sería tu mayor admiradora – sonrió ampliamente, dejando ver la perfecta hilera de dientes blancos que formaban su sonrisa.
- No te imagino de chica, Anderson – reí junto con él – Ciertamente serías una muy fea como para mirarte.
- Oye, no exageres – el sonido del timbre nos hizo voltear a ver hacia el edificio del cual habíamos salido.
- Creo que es hora de irnos – declaré poniéndome en pie – No vemos mañana.
- ¿No quieres que te acompañe a tu casa? – sugirió. Yo alcé una ceja – Es que… me ha gustado conversar contigo y… quería continuar la plática.
- Lo siento, pero suelo irme en el auto de mi hermanastro – me disculpé caminando hacia la puerta de cristal.
- Oh, claro… Entonces hasta mañana – dijo en medio de un suspiro.
- Adiós, Blaine – me despedí con la mano y caminé hasta mi taquilla para sacar algunos de mis cuadernos en donde tenía deberes que hacer en casa.
Finn siempre aparecía de la nada, para decirme que nos fuéramos, así que lo esperé.
- ¡Hey, homo! – oí tras de mí, y aún sin voltearme, sabía que se trataba de Azimio y Karofsky - ¿Cómo llevas lo de vestirte como hombre?
- ¡No, amigo! Él no parece un hombre, sino un vagabundo – rió tan alto que yo creo que todo el instituto lo escuchó – Demonios, si pareciera que fue a asaltar los donativos para caridad.
- Se ha puesto esta sudadera enorme para ocultar los senos que seguramente ya le están creciendo a la señorita – los oí chocar sus manos, celebrando el ingenio de sus insultos.
- Adiós, cara de niña – se despidieron en medio de crueles carcajadas y se retiraron por donde vinieron.
Me sentí tan miserable como lo hacía a cada segundo del día. Aunque el momento que compartí con Blaine, fue memorable. Mi miseria se disipó al menos el tiempo que pasé junto a él.
- ¿Estás bien? – oí a mi lado.
- Lo estoy, ¿nos vamos? – respondí con algo de frialdad a Finn.
- Pero vi cómo te molestaban – insistió, dejando con un nudo en la garganta.
- ¿Qué? – Bufé furioso – ¿Me estás diciendo que viste como me estaban tratando tus compañeros del equipo de futbol y no hiciste nada para ayudarme?
- Yo… - dudó apartando la vista de mi rostro – Sabes que si me voy en contra de ellos, mi puesto quarterback será reemplazado por otro, y no puedo permitir eso – se defendió vacíamente.
- ¡Ha! Se me olvidaba que eso era más importante – caminé sin mirar atrás.
Al llegar al estacionamiento, me monté en el coche, ocupando el asiento de la parte trasera, debido a que no soportaría tener a Finn a mi lado durando un cuarto de hora.
- No puedes enojarte conmigo eternamente – murmuró, observándome por el espejo retrovisor.
- ¿Quieres verme hacerlo? – farfullé, cruzando los brazos sobre mi pecho.
- ¿Qué tienes en la muñeca? - ¡Maldita sea! Había olvidado que llevaba el puño de la sudadera manchado con sangre.
- Sangrado de narices – mentí – Pero eso a ti no te importa.
- Será mejor que hablemos en casa cuando estés más calmado – sugirió, continuando el camino en silencio.
¡Al Diablo la calma! Yo estaba más que furioso con su actitud mojigata.
Al llegar a casa sólo pude correr a mi cuarto y encerrarme en el baño al interior de éste. Me odiaba a mí y odiaba la cobardía de Finn. Él sabía perfectamente por todo lo que había pasado en mi otro instituto, y aun así, no era capaz de ayudarme un poco, o de hacer mi vida un poco menos miserable. Arrojé al suelo todos los productos para la piel que solía usar y que ahora ya ni siquiera miraba, lanzándolos contra la pared de azulejos. Me miré al espejo y me desconocí, este no era el Kurt de hace unos años, pero ya nada importaba.
Del bolsillo de mi pantalón saqué una pequeña navaja, con la cual ya me había dañado ese día, pero sentía que no era suficiente. De alguna manera seguía sintiendo que el dolor en mi interior era mucho más grande que el físico, adormeciéndolo y haciéndolo casi imperceptible. Yo necesitaba cualquier cosa que desviara mis pensamientos acerca de lo ocurrido. Lo único que siempre lo lograba era cortarme. Sabía que era algo estúpido y que no solucionaba nada con hacerlo, pero era para mí lo más efectivo. Jamás llegaría a suicidarme, eso estaba claro en mi cabeza, sólo me dañaba superficialmente para sentir el dolor fuera de mí y no dentro.
Mi corazón ya estaba muy lastimado, ahora era el turno de mi cuerpo.
Como ya me había herido la muñeca esta mañana, de seguro estaría resentida, por lo que el dolor sería instantáneo si lo repetía ahora. Justo lo que necesitaba.
Sentado en el frío suelo de cerámicas blancas, dejé que el metal se introdujera en mi piel sin cicatrizar aún, mordiendo mi labio inferior para reprimir el grito de dolor. Deje que tanto mis lágrimas como la sangre brotaran tranquilamente de mí. Estaba tan deprimido que ni siquiera era capaz de alzarme del piso para buscar algo con lo que cubrir mi muñeca, como lo hacía siempre para detener el sangrado. Sólo me quedé ahí, permitiendo que el dolor que acribillaba mi corazón, se trasladara a mi brazo.
Lloré tanto como me fue posible, desahogándome de todos mis problemas y quedando ligeramente más descansado. Y, aunque sonara demente, me sentía mucho mejor luego de cortarme. Tomé una ducha rápida, para borrar todo rastro de la cortadura, y aprovechar de quitarme la peste que traía por haber sido arrojado al contenedor de basura.
Rebusqué en mi mesita de noche una pequeña venda que guardaba para estas circunstancias y la envolví con cuidado alrededor de mi muñeca. Sólo entonces me percaté de que me había excedido con mi brazo, puesto que apenas podía moverlo del dolor. Debí haberlo hecho en el otro, pero ya era tarde. Luego de vendarla, me puse una muñequera de color negro que la cubría a la perfección, incluso nadie imaginaría jamás lo que hay debajo.
Mi celular resonó y en la pantalla pude ver el nombre de Blaine, lo cual hizo que algo se removiera en mi interior. Lo tomé y lo leí de inmediato.
"Espero no estés ocupado, tengo ganas de verte o al menos hablar contigo, ¿es posible? B.-"
Tecleé una respuesta lo más rápido que me permitió mi muñeca.
"Por ahora no estoy haciendo nada, pero lo de vernos, no creo que se pueda. Ni siquiera sé que tan lejos de mí vives. K.-"
Me tendí en mi cama a la espera de una respuesta, pero alguien llamó a mi puerta.
- Pase – dije sin muchos ánimos.
- Kurt – comenzó mi padre – Sólo quería avisarte que saldré con Carole y creo que no volveremos hasta mañana al medio día. Sean responsables y no olviden cerrar bien puertas y ventanas.
- Claro, no te preocupes – respondí, torciendo el gesto.
- De acuerdo – se acercó a mí y besó mi frente – Te quiero.
- Yo a ti, papá.
Él se marchó y mi móvil vibró en mis manos.
"Creo que hay algo llamado Skype, en donde puedes ver a una persona sin la necesidad de ir hasta su casa. ¿Qué te parece? Bueno, digas lo que digas, te dejaré el mío de todos modos. Agrega: .monster5"
Contuve una risita.
"Enserio ese es tu Skype? De qué va lo de 'monster'? Y claro que voy a agregarte, así podré reírme y tú podrás verlo"
Encendí mi ordenador, escribiendo mi usuario y contraseña. Una vez que anoté en el buscador el usuario de Blaine, me apareció su perfil al instante. Tenía una foto muy divertida de él junto a una chica con traje de animadora, haciendo caras raras, mientras ella besa su mejilla. Cliqueé en agregar y esperé su confirmación, que no tardó más de un minuto en aparecer.
Llamando a Blaine Devon Anderson…
- Hola Devon – me reí al decir su nombre. Él se encontraba, al igual que yo, recostado, supuse, en su cuarto - ¿Cómo estás?
- Aburrido, y Santana, mi amiga, no paraba de molestarme, asique me he disgustado con ella. La quiero, ¿sabes?, pero a veces sinceramente, logra que me den ganas de ahorcarla – simuló con sus manos que tomaba su cuello y lo apretaba.
- Supongo que así son lo amigos, ¿no? – me reí al verlo pasar las manos por su cabello, ahora sin gomina se veía algo rizado.
- ¿Supones? ¿Qué nunca has tenido amigos? – otra de sus preguntas que me dejaba completamente absorto pensando. Y nuevamente la respuesta era no, por lo que negué apesadumbradamente con la cabeza. Sentí que mis ojos comenzaban a aguarse, pero no les permitiría soltar ni una sola lágrima frente a Blaine.
Su expresión me dijo mucho más de lo que salió por su boca.
- Pero no te preocupes, nunca los he necesitado realmente – añadí, tragándome el nudo en mi garganta.
- ¿De qué hablas? ¡Claro que tienes un amigo! ¿O es que yo estoy pintado en la pared? – fingió estar indignado, lo que me sacó una sonrisa.
- De acuerdo, entonces sí, tengo un amigo – afirmé.
- Así está mejor – me enseñó su pulgar hacia arriba – Oye, ¿estás en tu cuarto? – cambió de tema.
- Sí, ¿tú? – Asintió - ¿Quieres ver el mío? – sugerí y nuevamente recibí un asentimiento de su parte.
Tomé el ordenador y lo giré en 360°, dándole una visión panorámica de mi cuarto en medio minuto.
- Es bastante lindo, pero lo que más me gusta es la decoración ¿Dónde conseguiste cortinas como esas? – preguntó, mirándome atentamente.
- Pues, por lo general se encuentran buenas cosas en las tiendas de segunda mano, y soy muy bueno mejorándolas – sonreí satisfecho de que alguien notara mi talento oculto.
- Creo que debo contratarte para decora la mía. Cada vez que entro aquí, como que me deprimo, es demasiado sombría.
Él hizo exactamente lo que yo y me enseñó su lóbrego cuarto.
- Síp, necesitas ayuda con eso.
Ambos reímos.
- Promete que no volverás a hacerlo – susurró, cambiando su expresión a una muy nostálgica – Hoy me has asustado mucho y yo… no quiero que te pase nada malo…
- Blaine, eso no es tu asunto – musité con algo de molestia. No podía prometerle algo que sabía que no iba a cumplir – No te metas.
- Por Dios, Kurt… sólo te conocí hoy, pero me bastó eso para darme cuenta de que eres una persona increíble.
- Cállate… - murmuré sintiendo que mis mejillas ardían de un momento a otro.
- Claro que no, no dejaré de decirte lo asombroso que eres, hasta que te lo creas y dejes de despreciarte.
- Yo no lo hago, es sólo que… - suspiré, conteniendo mi pena – No lo entenderías.
- Entonces explícame, para que pueda entenderte y… de alguna forma ayudarte, pero no evadas la realidad.
- Lo siento, Blaine – lo miré severo – Me agradas, pero detesto a las persona entrometidas.
Tomé la pantalla de mi laptop y comencé a cerrarla.
- Kurt, no puedes… - la voz de Blaine quedó en el aire, cuando hubo cerrado por completo mi ordenador.
Ahora me odiaba más por hacer sentir mal a Blaine, y me sentía patético. De seguro que él me ve como típico adolescente deprimido y melodramático que se hace daño sólo para llamar la atención… Pero no es así, ni por asomo.
Hasta aquí el primer capítulo... Espero que les haya gustado... De todos modos soy nuevo aquí y no sé muy bien como funciona... Pero les agradezco de antemano sus "reviews".
Nos Leemos...
JC.
