Sinopsis: "Seis meses pasaron desde que habían terminado su relación, y esa noche llegó a su puerta la invitación a su olvido en definitivo, pues su amada le estaba invitando a su boda. Ahí la rubia se preguntó que cuál era el afán de mandarle eso, si sabía que al final, estaba en su poder impedirlo. Sabía bien que Anna no se casaría si la rubia se lo pedía".
Disclaimer: Frozen y sus personajes pertenecen a Disney
NOTA: hola, pues aquí les traigo un nuevo Oneshot, y de una vez les comento que es uno muy allegre y divertido (según yo), ya que en los anteriores han sido muy depresivos. Pero no se acostumbren a lo alegre o divertido porque ya tengo otros dos ahí en edición y son mega tristes :p.
ADVERTENCIA: Es Universo Alterino, los personajes quizás tengan una personalidad cambiante, pero considero que está genial :p.
En fin, no les molesto más, a leer:
La corona es mía
Seis meses pasaron desde que habían terminado su relación, y esa noche llegó a su puerta la invitación a su olvido en definitivo, pues su amada le estaba invitando a su boda. Ahí la rubia se preguntó que cuál era el afán de mandarle eso, si sabía que al final, estaba en su poder impedirlo. Sabía bien que Anna no se casaría si la rubia se lo pedía.
La rubia era juguetona, y muy astuta, sobre todo juguetona, se aprovechó de la situación. Ese mismo día empacó sus cosas, y decidió volver al pueblo donde dejó a su amada.
Pero ¿Por qué habían terminado su relación? ¿Por la distancia? Realmente no, el verdadero motivo fueron las escasas infidelidades de la rubia, que Anna se cansó de perdonarle. Pero en defensa, Elsa admitía que no recordaba ninguna de ellas, pues nunca estuvo en sus cinco sentidos, sino en estado de ebriedad.
Por mucho que Elsa amaba a Anna, no podía evitar el deseo, porque en su mente siempre tenía presente que de alguna forma u otra se volvería a reunir con su amada, y ese casamiento no sería la excepción. Porque no era la primera vez que terminaban, ya llevaban cuatro años con esa relación tóxica, solo que antes no tardaban tanto tiempo en volver, a lo mucho solo tardaban 2 meses, pero esta vez esos seis meses sí estaban dándole un poco de preocupación a la rubia. Pareciera que finalmente Anna estaba decidida a olvidarla, y no lo podía permitir.
El viaje fue largo, pero al llegar al pueblo de inmediato dejó su equipaje en casa de su abuela y se dirigió a buscar a la pelirroja. Antes de acercarse a la casa, vio desde lejos cómo Anna se despedía con un beso en la boca de aquel chico rubio que para esas alturas Elsa ya sabía todo de él. Lo investigó y concluyó que ese hombre no era plebeyo, sino de la realeza, era de los que más dinero y negocios tenía en ese pueblo y algunos otros, logrando incluso involucrarse en el marcado internacional.
El rubio se fue y Anna se quedó un rato afuera, se sentó en la hamaca que colgaba de los troncos de los árboles y comenzó a balancearse. La rubia decidió acercarse a pasos lentos y se puso detrás de ella, le cubrió los ojos y quiso jugar.
Anna reconoció esas suaves manos enseguida y no se movió. Quedó congelada. Creyó que nunca más volvería a verla, o en este caso, sentirla.
"Si adivinas quién soy, te daré un beso, si no adivinas, de todas maneras te lo daré" –dijo la rubia en un tono divertido. De verdad disfrutaba ese momento.
La pelirroja se levantó enseguida y la encaró.
"¿Qué haces aquí? –preguntó la pelirroja confundida.
La rubia sacó de su bolsillo aquella invitación y la elevó frente a su rostro para mostrársela a la chica.
"Me llegó esta tontería, quiero suponer que realmente tú no la mandaste, ¿por qué querrías que yo me enterara?" –
"Definitivamente yo no te la envié" –dijo Anna y la rubia comenzó a acercarse poco a poco.
"Eso no importa. No vas a casarte" –admitió Elsa en un tono autoritario, como si estuviera ordenándoselo, pero por dentro estaba que se la llevaba la que la trajo, sentía tanta rabia, pero no iba a mostrarse débil.
Anna comenzó a reírse como si se le hubiera contando un gran chiste.
"¿Qué te crees, Elsa? ¿Crees que puedes venir cuando se te dé la gana, entrar a mi vida y salir cuando te plazca?" –preguntó Anna irónicamente.
La rubia lo analizó por un momento.
"Pues sí" –contestó al fin.
"Eres increíble" –dijo Anna molesta a punto de meterse a su casa, pero la rubia la tomó de la mano y la pegó a su cuerpo aprisionándola en un abrazo. La pelirroja ni si quiera puso resistencia.
"Yo soy la dueña de tu vida, obviamente no te quieres casar con él" –le dijo y comenzó a besarla. Anna se dejó llevar por ese bello momento, pero después recordó que ya era una mujer comprometida, y se zafó de inmediato.
"Ya basta, Elsa, déjame en paz" –
"De acuerdo, me iré, pero te apuesto otro beso que como todas las noches no podrás dormir, acariciarás tus labios deseando que vuelva a besarlos, porque por lo visto aún siguen siendo míos, o es que acaso hace rato que lo besaste a él ¿lo sentiste o lo disfrutaste?" –se atrevió a preguntar y Anna se enfureció.
"¿Estuviste espiándome?" –preguntó Anna para salirse por la tangente.
"Sí, y no solo eso, también estuve por tu mente en todo momento, y algo que noté fue que intentaste besarlo como te beso yo, y de una vez te digo, mi amor, nadie besa como yo" –dijo tan modesta que la pelirroja la amó y la odio enseguida.
"Largo de aquí" –dijo la pelirroja al límite de su paciencia, y Elsa se fue por las buenas.
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Y dicho y hecho como la rubia lo dijo porque no fue una predicción, fue una afirmación, y es que esa noche Anna no podía ni dormir, siempre tenía ese insomnio llamado Elsa, y ahora le pegaba más duro el saber que su rubia estaba ahí en el pueblo. Mientras veía el techo, recordó los bellos momentos que con la chica platinada pasó, su noviazgo era el más alocado, y es que bien rara vez la rubia se mostraba débil frente a Anna, le daba un versión desconocida para la gente, porque la pelirroja recibía tantas referencias donde le decían que la tal Elsa tan solo era una chica fría sin corazón, y si es que acaso le hallaban corazón este era un tempano de hielo. Anna comprendió al fin que en tal caso, ella lo podía descongelar, porque el amor descongela, y la rubia nunca se le mostró como se la describía la gente.
Anna acarició sus labios, y era verdad, tal y como lo dijo Elsa, desearía volver a besarla. Realmente lo deseaba.
La pelirroja cerró sus ojos y al instante sintió que alguien acarició sus labios. Al abrirlos se encontró con la silueta de una mujer. Encendió su luz de noche enseguida y para ella no era sorpresa que Elsa estuviera ahí.
"¿Qué haces aquí?" –preguntó Anna entre confundida y enojada.
"Sabes bien qué hago aquí, no por algo me dejaste la ventana abierta" –contestó la rubia alzando su ceja derecha.
"Olvidé cerrarla" –
"Ajá, sí" –
Era cierto, Anna la esperaba, no olvidó cerrarla. Esas visitas siempre eran constantes cuando de una reconciliación se trataba, pero hace seis meses esa visita no llegó. Esa última pelea fue de las más duras, y ahora la rubia intentaba enmendarlo antes de que fuera demasiado tarde porque mientras Anna no diera el sí en aquella iglesia, todo estaba perfecto y había muchas oportunidades de quedarse con lo que le pertenecía. Y no es que veía a la pelirroja como mercancía, pero la consideraba su más grande logro en la vida el haberla enamorado. No podía perderla por una maldita pelea, sobre todo con un tipo que no le da la talla.
Elsa comenzó a besarla, y a la pelirroja se le olvidó el enojo. Pudo más la pasión y el deseo de sus almas, que el hacer lo correcto. Y lo correcto según para muchos sería el que Anna no tenía por qué acostarse con su ex, y tenía que respetar y serle fiel a su prometido.
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Al despertar sintió la decepción de no encontrar a su lado a la persona de su vida. Y no precisamente se refería a su futuro esposo, sino a aquella rubia que le atormentaba el corazón en todo momento, pero que al final siempre le terminaba entregando su amor. Anna no podía entender ese sentimiento, realmente amaba a la rubia, le amaba a pesar de todo y sobre toda las cosas, pero por qué para la rubia no era suficiente. Así se sentía Anna, y por eso decidió no volver con ella, por eso había decidido darle fin a ese tormento y volver a empezar, pero era imposible, porque la rubia gobernaba en su alma, la rubia tenía la corona. Sus labios eran de Elsa, su cuerpo también, ya que estos solo sentían y se estremecían con el mínimo roce de esa rubia tan modesta.
Bajó para tomar el desayuno con sus padres, y de pronto alguien llamó a la puerta. Era el hombre que hacía entregas y esta ocasión se trataba de otro ramo de flores. Anna solo lo cogió, lo colocó a un lado, firmó y cerró la puerta. Sus padres emocionados le dijeron que estaban tan orgullosos de que por fin había encontrado a un hombre tan noble, bueno, sincero y detallista.
Sus padres se fueron y ella volvió a quedarse sola. Comenzó a planear lo que faltaba para su boda y de nuevo alguien llamó a la puerta. Al abrirla se encontró nuevamente con la rubia.
"¿De verdad no te cansas?" –preguntó Anna resignada.
Elsa entró sin permiso, la pelirroja solo soltó un gran suspiro y enseguida cerró la puerta.
"No, mucho menos cuando se trata de ti" –confesó la rubia en esos pequeños descuidos donde mostraba su debilidad, pero enseguida se enderezó. "¿Y esas flores? ¿Te las mandó él?" –preguntó intentando ocultar su burla.
"Sí, él me las ha enviado" –contestó cruzándose de brazos.
"¿Por qué no le dices que ya llegué? Dile que yo soy el amor de tu vida, la que manda en tu corazón y cancelas esa boda" –propuso Elsa con aires de grandeza.
Esta vez Anna soltó la carcajada.
"¿Por qué simplemente me pides que no me case con él? ¿Tan difícil es para ti? ¿Te doy en tu mero orgullo?" –dijo entre burlas.
"No es necesario pedírtelo, sabes bien que no quieres casarte con él" –
"Quizás sí quiero" –enfrentó la pelirroja y Elsa sintió una punzada. ¿Así se sentía el dolor o los celos? ¿Los había sentido antes?
Elsa cogió el ramo de flores de la mesita, y lo partió en dos.
"Dile que no se moleste en mandarte flores, tú las odias" –
"¿Tú qué puedes saber de lo que me gusta?" –
"Te conozco más de lo que te conoces a ti misma" – dijo la rubia, las tiró frente a ella y salió azotando la puerta.
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La rubia no era de muchos amigos, y si necesitaba de algún consejo lo consultaba con su almohada y concluía que definitivamente le gustaría tener para siempre en el lado derecho de su cama a la pelirroja, pero por qué no podía simplemente admitírselo y ya, por qué le resultaba tan difícil pedirle que no se casara. Ese maldito orgullo sí que lo tenía muy grande.
Elsa por fin decidió que tenía que ir a pedírselo y la pelirroja accedería, sí, le pediría de frente que no se casara, que cancelara esa estúpida boda y como advertencia llevaba un buen argumento, pues si Anna no accedía a hacerlo entonces tenía que encontrar la manera de lidiar con ella por el resto de su vida, pues no la dejaría en paz, y su relación iba a ser de tres.
Salió de la habitación y esa noche regresó a casa de Anna, pero antes de llegar la miró desde lejos cómo estaba su chica con ese chico rubio, se abrazaban y se besaban alegres y contentos. Elsa se sorprendió más por la actuación de su pelirroja. Decidió acercarse.
"Hola, Anna" –saludó de lo más normal y la pelirroja se estremeció.
"Elsa ¿qué haces aquí?" –preguntó la pelirroja preocupada. Al parecer no sabía qué otra cosa preguntarle, ya era la tercera vez que le preguntaba lo mismo, y ya sabía bien la respuesta.
"Tú sabes qué hago aquí" –
"No entiendo nada, ¿quién es ella, amor?" –preguntó el rubio.
Elsa quiso gritarle en la cara a ese tipo quién era ella, quiso decirle que era ella la dueña del amor de Anna, el amor de su vida, la reina de su corazón, la que gobierna en su alma, la que le enseñó a besar, la que atormenta su mente y corazón, pero que al final termina entregándole su amor.
"Una amiga" –contestó Anna de inmediato.
Elsa rió por dentro.
"Sí bueno…" –iba a empezar a hablar la rubia, pero Anna la calló enseguida.
"Pero solo está de paso, ella ya se va, ¿no es cierto?" –
"No, de ninguna manera, el que se va soy yo, seguramente tienen tiempo sin verse porque yo no te conocía a esta amiga, amor" –
"Exacto, realmente tenemos mucho, pero mucho tiempo sin vernos" –dijo Elsa recordando la noche anterior.
"Bueno, me presento antes de irme, soy Kristoff"
"Elsa" –
"Un gusto conocerte, Elsa" –dijo el chico inocente.
"Adiós, amor" –dijo el rubio dándole un beso fugaz a su novia y se fue.
Anna se dirigió a la hamaca y se sentó ahí un tanto molesta.
"Agradece que no le dije quién soy yo" –
"Tú ya no eres nada en mi vida, Elsa" – "¿Sabes por qué decidí no intentarlo contigo? Por eso, por cómo eres, tú no cambias ni cambiarás, seguirás siendo la misma soberbia de siempre, y eso yo no te lo voy a soportar" –
Y es que la discusión siempre se tornaba en el mismo tema, pues hace seis meses pelearon prácticamente por lo mismo.
Aquella vez Elsa llegó a la habitación de Anna, e hicieron el amor cuántas veces alcanzaron. Al día siguiente su rubia recibió una llamada de otra chica, para mala suerte de ambas, a Anna se le ocurrió contestar, y es que ya ni era sorpresa para la pelirroja que la rubia recibiera esas llamadas. Lo que terminó por darle rabia y lo que colmó su paciencia fue que la rubia accedió después de haberle prometido a Anna que no vería a nadie más. Elsa no se quedaba a vivir en el pueblo, ella solo iba cada fin de semana y a veces alargaba más su estancia, pero cuando volvía a la ciudad, su soltería regresaba, no tenía la etiqueta novia o un letrero en la frente. La rubia pensaba que tenía a Anna en sus manos, y como se acostumbró a que la pelirroja le perdonara todo, siguió haciéndolo.
Se dice que uno es fiel por mérito propio, que incluso lo hace por gusto, pero Elsa nunca le fue infiel a Anna en sus cinco sentidos, en todas las ocasiones siempre estuvo ebria.
"Eso ya cambió, Anna" –confesó Elsa acercándose.
"Tú no cambias, y me duele, sí me duele que mientras estabas conmigo, estuviste con alguien más" –
Y ahí estaba su error, nunca intentó empatizar ni ponerse en los zapatos de su amada, nunca imaginó qué tan grande podría ser el dolor que le causaría.
Por eso después de esa pelea, ninguna de las dos volvió a buscarse, la pelirroja por lo cansada que estaba de repetir esas situaciones, y la rubia por orgullo, porque pensó que con el tiempo la olvidaría y que con cualquier otra podría borrar ese sentimiento llamado amor.
Pero se equivocó. Ambas se equivocaron. Porque ahora Anna cometió la peor locura de su vida, se iba a casar con alguien a quien ni siquiera podía besar con los ojos cerrados, con alguien que ni siquiera conocía realmente.
Elsa se sentó a un lado de la pelirroja en la hamaca y se puso cabizbaja.
"Después de ti no había podido estar con alguien más" –confesó.
"¿Qué?" –preguntó Anna confundida. "Imposible creerte" –
"Es en serio, porque así como gobierno yo en tu alma, gobiernas tú en la mía, solo a ti te he hecho el amor, y aunque estos últimos meces me ahogué en el alcohol, ya no pude tocar a alguien más, te pude ser fiel" –
"¿No crees que ya es tarde?" –
"Nunca es tarde, mucho menos cuando se puede enmendar un error" –"Y dejando mi orgullo a un lado, te lo quiero pedir, no quiero que te cases. No con él" –confesó la rubia.
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A la mañana siguiente la pelirroja recibió otro ramo de flores y bufó rendida. Era verdad, a ella no le gustaba para nada recibir flores, prefería algo comestible, como chocolates, bombones, o simplemente cualquier tipo de comida.
La rutina se repetía constantemente, sus padres volvieron a salir, y esta vez la pelirroja decidió regresar a su habitación, y al entrar pudo ver a la rubia esculcando entre sus cosas.
"¿Por qué sigues perdiendo el tiempo?" –se atrevió a preguntar la rubia mientras tomaba en sus manos la fotografía que Anna tenía de las dos. Hizo esa pregunta sin siquiera mirarla de frente, solo la lanzó así al sentir aquella presencia que tanto le inquietaba.
Anna seguía parada desde la puerta y no se disponía a entrar por completo a su cuarto.
"Tú estás perdiendo tu tiempo" –
Por fin Elsa dio la vuelta para mirarla de frente.
"Ya te lo he pedido, Anna, ¿Qué más esperas de mí?" –
"No solo es pedírmelo, Elsa, ¿No lo puedes ver?, por mucho que te ame, y te prefiera, nuestra relación fue de lo más toxica, sufrí mucho, y eso no lo puedes ver" –
"Ya te he pedido perdón"-
"No solo basta con eso. He pensado en mi estabilidad, quiero algo bien, y tú no me lo puedes brindar" –
"¿Lo amas?" –preguntó la rubia acercándose lentamente a la pelirroja y esta comenzó a ponerse nerviosa.
"Elsa, por favor" –rogó Anna entre un susurro y entonces la rubia la tomó de la cintura, fue cortando distancia y comenzó a besarla. La pelirroja no puso resistencia y poco a poco se fueron adentrando al cuarto, cerraron la puerta y la rubia la condujo hasta la cama para recostarla y subirse encima de ella. Continuaron besándose lento, tierno y suave. No tenían prisa de terminar rápido, querían hacer cada momento eterno.
"Sabes que yo soy tu reina, y no hay espacio para otro, si dices que yo estoy perdiendo el tiempo, entonces quiero seguir igual, lo seguiré perdiendo pero contigo porque vale la pena cada segundo que puedo besarte" –dijo Elsa cerca de los labios de Anna y volvió a juntarlos con ella.
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Esa noche Anna estaba muy pensativa sentada en la hamaca. Era cierto, ella no quería casarse, pero tampoco quería lastimar al pobre chico. Ya resultaba tarde cancelar la boda, faltaban tan solo algunos días, sería la burla del pueblo, y el chico el payaso de su circo. Para la gente del pueblo no era secreta esa relación de Elsa y Anna, y era evidente que Kristoff ya tenía que saber algo al respecto, tuvo que haber investigado y así fue porque esa misma noche él fue a buscar a la rubia.
Cuando Elsa salió a recibirlo, el chico mostró una faceta distinta a la que tuvo la primera vez que se presentaron formalmente. No se podía descifrar exactamente su estado de ánimo, era una combinación entre odio y coraje.
"Kristoff, qué sorpresa ¿qué te trae por aquí?" –preguntó la rubia ignorando la expresión del chico.
"Sabes a que he venido, y no te hagas la santita conmigo" –contestó el chico y entonces la sonrisa de la rubia desapareció transformándose en una similar pero de malicia. "Quiero que te alejes de Anna" –
"¿Ella te ha contado?" –
"Ella no sabe que estoy aquí, la gente del pueblo te conoce, me han contado de ti, no eres buena para Anna. ¿Sabes? Sí sabía que ella anduvo con una chica, jamás me dijo su nombre, solo le apodaban la reina del hielo, pero ahora sé que eres tú, y no permitiré que le vuelvas a hacer daño a mi futura esposa" –
Elsa quiso soltar la carcajada pero se contuvo.
"Es bello ese apodo de reina del hielo, pero ¿Sabes?, andas muy perdido, porque en el imperio de tu futura esposa, la reina sigo siendo yo, la corona es mía, no tuya" –
"Estás diciendo puras tonterías" –dijo el chico molesto.
"Entonces ¿Cómo te explicas el que tu novia ahora mismo está caminando hacia acá?" –dijo y entonces Kristoff dio la vuelta para confirmar lo que la rubia decía.
Anna se acercó lentamente y por fin se dio cuenta que ahí estaban ellos dos. Su tormento y su víctima.
"Kriss, ¿qué haces aquí?" –le preguntó Anna y el chico se cruzó de hombros.
"Lo mismo te pregunto yo a ti" – "Aunque creo que lo entiendo, me has mentido, Anna, ¿Por qué no me dijiste que fue Elsa la que te hizo tanto daño?" –
"Elsa" –susurró Anna a la rubia como afán de regaño y Elsa solo le devolvió un gesto dando a entender que él ya sabía un poco.
"Yo no dije nada, Anna, él me investigó, y ahora sabe quién soy yo en tu vida" –dijo en tono modesto y la pelirroja comprendió.
"Lo mejor será que me vaya" –comentó el chico y comenzó a caminar de manera apresurada. Anna intentó detenerlo pero el chico se zafó del agarre.
"¿Cuál es tu problema?" –preguntó Anna enojada y quiso irse tras el chico pero Elsa la tomó del brazo.
"Mi problema eres tú, y él, mi problema es que por tu culpa dejo mi orgullo y dignidad a un lado, y me tienes aquí rogándote, desde cuando me hubiera ido del pueblo, pero no, aquí sigo por ti, y de una vez te digo, Anna, si no te decides, me voy, ya sobreviví seis meses sin ti, podré una vida entera, y te arrepentirás si no decides pronto" –Le dijo en su desespero y Anna solo la empujó un poco para poder zafarse.
"Ya me decidí" –respondió molesta, y fue corriendo tras Kristoff.
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Tal y como lo dijo la rubia, ella estaba dispuesta a irse del pueblo esa misma tarde. Intentó disfrutar toda la mañana en compañía de su abuela, desayunaron y conversaron alegremente. Al llegar el medio día, el mensajero llegó a esa casa con noticias. Elsa recibió por supuesto aquella invitación, era esa misma que le llegó a la ciudad, eran igualitas en diseño. Comprendió entonces que perdió, o al menos eso creyó.
Anna llegó.
"¿Ha llegado la invitación a tu abuela?" –preguntó Anna y Elsa volteó para encararla.
"Sí, la he recibido yo, pero se la entregaré antes de irme" –
"¿Por qué te vas?" –preguntó Anna confundida.
Elsa se sintió ofendida.
"No tengo por qué quedarme" –
"Sí fui yo quien te mandó la invitación a la ciudad" –confesó Anna de pronto.
"Siempre lo supe" –dijo la rubia y caminó hacia donde estaban los caballos de su abuela y comenzó a acariciar a uno. Le dio la espalda a Anna. "¿Qué haces aquí?" –se atrevió a preguntar.
"Te he traído la invitación personalmente" –dijo la chica y entonces Elsa volvió a encararla un tanto molesta.
"¿Qué te hace creer que quiero asistir a tu boda? ¿Qué diablos te pasa, Anna?" –
Anna extendió su mano y le entregó la invitación.
"Mínimo cógela y léela" –le invitó. La rubia dudó por un momento, pero la tomó de mala gana y al abrirla se dio cuenta que el texto era distinto. Era la cancelación de esa boda donde mandaban a pedir disculpa a los invitados de que dicho evento no se llevaría a cabo. Elsa regresó su vista a Anna y estaba sorprendida.
"Creí que lo habías elegido a él" –dijo la rubia intentando creérselo pero le resultaba imposible.
"Fui tras él solo para decirle que busque otra novia, y confirmarle que sigues siendo tú la que tiene la corona" –confesó y entonces Elsa la abrazó muy fuerte.
"Me has dado el peor susto de mi vida, pero aprendí la lección" –
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