Tus manos tiemblan con mil emociones cuando empiezas a meter por segunda vez, toda tu ropa en el baúl. Aunque has intentado hacerte la dura con toda la fuerza de voluntad de tus diez años, lo cierto es que estas tan emocionada como Sansa, deseando que sea ya mañana para subirte a tu caballo y cruzar las puertas de Invernalia hacia el Sur. Cuando cierras los ojos puedes ver el camino Real delante tuya, cruzando prácticamente los siete reinos, llevándote a sitios que nunca has visto pero que te mueres por ver. Y aunque te da pena dejar a todos con quien has vivido desde que tienes uso de memoria, a los que has visto todos los días, estás deseando conocer a todos los habitantes de Desembarco del Rey, a los marineros, a los comerciantes de tierras lejanas, que estás segura que tendrán mil y una historias que contar, mil aventuras que compartir. Y quién sabe, quizá su padre tenga que viajar a esas tierras y pueda llevarte consigo, para poder verlas, sentirlas, respirarlas por ti misma.
Si hay una nube que empaña tu sol, es dejar a tu medio hermano, que es sin embargo el hermano que más cerca está de tu corazón, atrás, pues él mismo parte también, pero hacia el Norte, no hacia el Sur.
Cómo si lo hubieras conjurado, entra en tu habitación, con su fiel Fantasma en sus talones, como Nymeria está siempre cerca de los tuyos. Se burla de ti, aunque con ojos tristes, mientras te tiende una espada afilada, ligera cómo tú, que ya sabes que se va a convertir para ti en tu objeto más preciado, pues le representa a él.
Cuando lo abrazas te das cuenta de que no puedes dejarlo ir y si sus brazos te ciñen con fuerza, sin soltarte tampoco, no te das cuenta porque estás demasiado pendiente de aprenderte de memoria el conocido olor a nieve, cuero, tierra y caballo que despide, a lobo del norte que siempre asociaras a partir de ahora al hogar. Sientes la suavidad de su jubón en la mejilla, sus rizos oscuros confundiéndose con los tuyos, pues siempre sois los que más os habéis parecido. Los verdaderos hijos del Norte, a pesar de Robb, Sansa, Bran y el pequeño Rickon.
Cuando por fin os separáis tenéis los ojos llorosos y los brazos entrelazados. Y no puedes evitarlo. Te vuelves acercar a él y lo besas. Es tu primer beso y durante mucho tiempo será el único. Apenas un roce de labios, que hace que las lágrimas se desborden pero que a la vez aligera una pena que no sabías que sentías. Un beso entre hermanos, entre amigos. Entre almas gemelas.
