El universo de Harry Potter pertenece a J.K. Rowling, por lo tanto, esta historia está escrita por simple diversión. No se obtiene beneficios económicos ni nada de eso.

Título: Las últimas gotas de pureza.

Palabras: 16.480

Capítulos: 1/15


Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible 2014-15" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".

¡Dedicado con muchísimo cariño a mi Amiga Invisible: Kristy SR!

Espero que esta, tu historia, sea lo que has esperado. Fue un verdadero placer escribirla para ti.


Las últimas gotas de pureza

Por:

PukitChan

"Pureza"

(Del lat. purus y el sufijo –eza; cualidad de puro).

"Aquello que está libre de toda mezcla de otra cosa o que está exento de imperfecciones morales".

I

Sirius

Para ella no eran comunes las carcajadas. En realidad, cualquiera con sentido común diría que ni siquiera poseía la capacidad de sonreír. Sin embargo, la tenía, aunque muchos dudaran de ello. Sirius lo sabía perfectamente porque él había dedicado muchas horas de su existencia para lograr lo que algunos consideraban imposible: hacer que Walburga, alías mamá, sonriera con alguien más que no fuera su esposo, Orión Black. Además, mamá se veía muy bonita sonriendo. Sirius estaba convencido de que si ella sonriera más a menudo, todos se darían cuenta de lo maravillosa que era. Por eso Sirius jugaba. Y también por eso, Grimmauld Place se transformaba: la tétrica casa, llena de paredes adornadas por las feas cabezas de elfos domésticos, se volvía un hogar en el que deseaba siempre poder estar porque eran felices. Si mamá podía sonreír de esa manera, entonces todos en casa podrían.

¿Verdad?

—¿Quiénes son? —preguntó Sirius con una expresión de auténtica curiosidad brillando en sus ojos. No todos los días mamá centraba su atención en un objeto. Si lo hacía, significaba que era interesante. Él se acercó a la mujer, sujetándose a su vestido. Aunque Sirius era bastante alto para un niño de su edad, aún tenía que ponerse de puntillas para alcanzar a ver el álbum de fotografías mágicas que Walburga tenía en la mano.

—Somos tu padre y yo, por supuesto —respondió Walburga, sonriéndole a su hijo y bajando sus manos para que Sirius tomara el álbum. Al ver las fotografías, el pequeño de apenas seis años abrió desmesuradamente sus ojos mientras levantaba y agachaba su rostro de la fotografía hacia la cara actual de su madre, repitiéndolo en un ciclo interminable. Walburga levantó una ceja ante aquellos movimientos. Ella no había cambiado ni lucía tan diferente de cuando estaba en el colegio. No había envejecido.

—¡Papá es tan feo como Regulus! —exclamó Sirius, anonadado—. ¿Es algo que se contagia?

Durante un instante, tras escuchar tan profunda aseveración, Walburga se paralizó. Sin embargo, al mirar la expresión aterrada de su hijo, comprendió que no era una de sus travesuras que hacían caer cosas por toda la casa. Sirius estaba hablando en serio.

—¿Con un hechizo bastará para protegernos? —preguntó el niño, inclinando su cabeza hacia un lado mientras agitaba sin parar la fotografía—. ¡No quiero ser feo como Regulus y papá!

Walburga colocó el dorso de su mano sobre su boca mientras sentía cómo los músculos de su cara se movían en contra de su voluntad. Se estiraban. Y de pronto, un tosido raro escapó de su garganta, transformándose en un deteriorado sonido que no pudo identificar con claridad hasta el momento en el que vio la carita indignada de Sirius por su involuntaria respuesta. Entonces estalló y Walburga… carcajeó.

—¡Mamá! —gritó Sirius, aferrándose a su amplio vestido—. ¡No te rías!

—No lo hago —dijo ella, intentando vanamente el controlarse—. Pero es que tu padre y Regulus no son feos.

—¡Sí lo son!

—Sirius, ¿puedes decirme en qué te basas para decirme eso?

Al parecer, a Sirius le encantó la idea de ser el centro de atención de su madre y exponer sus ideas, porque se separó de ella y con toda la gracia y arrogancia que solo un Black podía tener, empezó a moverse de un lado a otro, imitando a la perfección a su padre cuando lo regañaba por ensuciar el sofá que Kreacher acababa de limpiar.

—Ellos no sonríen —empezó a decir, deteniéndose frente a Walburga. Por un instante, la fiereza y decisión en esos pequeños ojos grises, la perturbó—. Tooooodo el tiempo —Sirius abrió sus brazos, como si con ese movimiento abarcara el universo entero—, arrugan la nariz y la frente. Yo soy guapo porque sonrío. Ellos no lo hacen y son feos. Y dicen cosas muy raras.

—¿Cosas raras?

—¡Sip!

—¿Quién dice cosas raras, Sirius?

El pequeño, al escuchar una nueva y masculina voz, abrió la boca y corrió a refugiarse detrás de su madre. Al voltear, Walburga se encontró con Orión y Regulus en la entrada de la habitación. Este último, silencioso y tímido, estaba tomado de la mano de su padre y miraba a su hermano con la misma curiosidad que mostraba cuando Sirius planeaba alguna travesura.

—¿Y bien? —insistió Orión, soltando a Regulus para que éste se acerca a su madre para saludarla. Al mirar la posición en la que se encontraban, el hombre no pudo evitar preguntar—: ¿Qué hizo Sirius esta vez?

—¡Yo no hice nada! —gritó, levantando sus manitas en una señal de inocencia bastante bien practicada, para después acercarse a Regulus, susurrarle algo al oído y así huir de la habitación—. ¡Es porque ustedes son tan feos como Kreacher!

Orión levantó una ceja cuando su hijo mayor pasó a su lado corriendo y gritando semejante tontería. Regulus había colocado sus manitas sobre su boca, convencido de que las palabras de Sirius no habían sido agradables. Walburga intentó reprimir una nueva risa.

—¿Soy feo? —se preguntó Orión, más a sí mismo que a su esposa.

—¿Feo es malo? —dijo Regulus con los ojos muy abiertos—. ¡P-pero Kreacher es bueno!

Walburga le negó a Orión, adivinando de dónde había sacado Sirius su arrogancia. Entonces sujetó a Regulus entre sus brazos, explicándole el significado de las palabras de su hermano mayor. Sin embargo, mientras miraba a su pequeño escucharla, y este seguía mostrándose sorprendido, la sonrisa de Walburga nunca desapareció.

Ella sabía que Sirius era un niño inquieto, risueño, hábil e ingenioso; capaz hacerla sonreír. Era perfecto y Walburga lo amaba más que nada en el mundo.

Sirius siempre fue su orgullo, aunque con el pasar de los años, eso acabó matándola de dolor. Porque el hombre rebelde que se fue de casa a los dieciséis, alegando odiar la línea de pureza de su familia, no era el niño que ella había criado.

«Tú no eres mi hijo» pensó Walburga, con lágrimas en los ojos cuando lanzó un hechizo para eliminar a Sirius del árbol familiar. «Mi Sirius me hacía sonreír, no llorar. Tú no eres nadie ni nada para esta noble y ancestral familia…»


Autora al habla: Durante su primera petición, Kristy pidió momentos acerca de los últimos integrantes de la familia Black, en distintas etapas de su vida. Decidí desarrollar la idea de esta manera: crear una serie de viñetas de Sirius, Narcissa, Regulus, Bellatrix y Andrómeda, abarcando su infancia, su adolescencia y al último su vida adulta. Kristy, quizás no sea mucho, pero me he esforzado muchísimo en cada uno de los detalles para esta historia. Realmente espero que la disfrutes y que te regale una sonrisa en aquellos días malos. Me ha encantado escribir esta historia para ti.

Sobre esta viñeta: A pesar de lo que muchos piensen, en el libro Kreacher narra que Walburga quedó muy lastimada tras lo que ocurrió con Sirius. De verdad pienso que Sirius fue un niño muy amado, pese a las ideas extremas de pureza que le inculcaron. Con el paso del tiempo, Sirius cambió, pero sin duda, en su momento, fue feliz con su familia. Quise abarcar eso.

¡Muchas gracias por leer y más gracias si alguien se anima a dejar un review para esta pequeña historia!

Un abrazo fuerte, de parte de la escritora perdida, PukitChan.