¡Hola! Aquí estoy de nuevo. Con mi segundo Klaroline, solo a que diferencia del primero, este será alrededor de tres capítulos.
Espero les guste. Besos a todos.
Disclaimer: Ningún persona que puedas reconocer me pertenece.
–No lo llames Stefan– Suplique casi por centésima vez.
–Caroline... –Arrastro las ultimas letras de mi nombre y separo sus ojos del camino solo para mirarme –Si no lo hago morirás– Sentencio y volvió a enfocarse en la carretera.
–Entonces déjame morir– Suspire y mantuve mi boca abierta inhalando la mayor cantidad de aire.
Me percate de como las manos de Stefan pretendían asfixiar al volante y como la velocidad de la camioneta iba en aumento. Pero eso fue lo último, mis ojos pesaban y realmente ya no tenía la fuerza para mantenerme alerta. Ya que más daba, iba a morir.
Estábamos en algún recóndito lugar de Edimburgo, decían que ahí era seguro para seres sobrenaturales y pensamos que era una buena idea pasear por ahí. En realidad solo estábamos de paso, no planeábamos quedarnos…No podíamos hacerlo. Pero al parecer solo bastan cinco minutos en el infierno para ser condenado.
Mis recuerdos ahora se encontraban confusos, distorsionados y empañados por manchas negras que se negaban a desaparecer, quizás el veneno me está infectando más rápido de lo normal. En algún lado había leído que cuando un humano es mordido por un perro con rabia, el lugar de la lesión es vital para determinar cuánto tiempo de vida le queda al paciente. Suponía que en mi situación aplicaba de la misma forma. Una mordida en la garganta era igual de rápida que inyectarme el veneno en la vena.
Muchos podían haberlo llamado mala suerte, por lo menos los testigos lo harán, pero de antemano sabía que esto no le sucedía a los vampiros…No a plena luz del día y menos si hay más vampiros presentes. ¿Casualidad? Quizás.
Fue casualidad que nosotros hayamos decidido recorrer Europa en el mismo siglo que Klaus decidió establecer su residencia en el viejo mundo y mucha más casualidad fue que el mismo día que visitáramos Edimburgo, una reducida manada de hombres lobo estuviera de paso para juntar provisiones y seguir su viaje hacia Australia…Si, conocía los detalles, habían tenido tiempo de sobra para contármelos. –No todos los días te topas con la "conejita" del Original– La voz de Mark (Uno de los hombres lobo) resuena en mi cabeza más alto de lo que desearía y me hace sobresaltarme en el asiento del copiloto, justo a tiempo para mirar un letrero indicando la proximidad a la ciudad de Glasgow. Mis manos se aferran al tablero y por un segundo soy capaz de moverme con agilidad e intentar abrir la puerta.
– ¡Detente Stefan!– Grito una y otra vez, mis manos sudan y la manija pesa como si fuera plomo, me dedico a golpear el cristal pero a decir verdad cada golpe duele como si se tratasen de balas humedecidas en verbena – ¡No quiero ir con el! ¡Por favor!– Mis gritos ahora son un bajo gemido. El tiempo se me agota y al parecer tendré que pasarlo junto a mi muy preocupado mejor amigo implorando por que detenga la marcha. Yo no puedo ir a Glasgow…Ahí se ubica Klaus, simplemente, no puedo. He pasado años huyendo de él, por no decir escondiéndome, inclusive antes de eso, cuando aún tenía la esperanza de volver a su lado él había sido el empeñado en esconderse de mí. Nuestra vida perfecta se había convertido en un caótico caso. Una mordida de hombre lobo no tenía por qué cambiar eso.
Stefan me mira de una forma suplicante y lo último que distingo antes de caer en la inconciencia es un agudo pinchazo en el brazo y a mi amigo retirando una aguja de mi piel. ¿Verbena? Quizás. Después de eso, todo es obscuridad.
Despierto sobresalta, agitada y terriblemente débil. Nunca un tráiler me ha atropellado pero de haberlo hecho, estoy casi segura que me sentiría de la misma forma. Me basta más de un minuto en concentrarme en mi entorno. ¿Dónde estoy? ¿Qué sucedió? Giro mi cabeza de un lado hacia otro y un dolor punzante me atraviesa el cuello, dispersándose por el resto de mi cuerpo, culminando en las puntas de mis extremidades, haciéndome gemir y casi implorarle a la nada que todo eso termine.
–Al fin despiertas, Love– Su voz viaja hasta mis oídos y la sensación que le sigue es mil veces más dolorosa que el veneno de hombre lobo consumiendo mis últimos estragos de vida. Estoy en su casa, estoy con el…Y no estoy a salvo.
Intento incorporarme y como puedo agudizo mis sentidos pero de antemano sé que Stefan no está. Mi visión se nubla y un par de lágrimas atraviesan mis mejillas, la combinación del dolor físico y emocional amenazan con romper mi psique. Su mano atrapa las mías y se sienta junto a mí en aquel amplio sillón. Quiero alejarme, quiero golpearlo, quiero hacerle saber por todo lo que pase debido a él. Pero al mismo tiempo quiero abrazarlo, besarlo y despedirme diciéndole todo lo que jamás he podido dejar de sentir. Es irónico que ahora vaya a morir literalmente en los brazos de quien se encargó de protegerme durante casi 50 años.
–Stefan ha mencionado tu negativa a llamarme. Me he de suponer que no quieres curarte– Susurra tan cerca de mí que su aliento golpea mi rostro y tengo que retirar mis manos bruscamente de su agarre para abrazarme a mí misma. Había olvidado cuanto me gustaba su voz, más que su voz, ese acento tan marcado que el aún conservaba de su vida humana – ¿Por qué Caroline? ¿Quieres morir?–
¡No! Obviamente no quiero morir. ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿La edad te ha consumido la inteligencia? Mis pensamientos explotan uno tras otro y la furia abraza a mi congelado corazón. Lo que no quiero es su ayuda. Ya no puedo vivir así. Ya estoy cansada de tener que rectificar que ni el, ni hombres lobo ni algún hibrido desertor están alrededor cada vez que visito un lugar. Es por su culpa que estoy así. Años atrás llegue a burlarme de la vida que llevaba Katherine Pierce, siempre huyendo de todo y de todos, ahora mi propia vida no era tan diferente. ¿La diferencia? Quien buscaba mi muerte no era Klaus, si no sus enemigos. Al parecer solo Stefan había recibido la noticia que Klaus y yo…. ¡Dios! ni siquiera puedo pensarlo, jamás lo he dicho en voz alta y pronto cambio el rumbo de mis pensamientos.
–He de morir si es necesario, no quiero deberte nada– Mascullo y mi voz tiembla, dejando un eco lastimoso.
–Caroline…–Comienza a decir con un suspiro y mi dedo índice se posa sobre sus labios, callando cualquier otra palabra que pudiera decir.
– ¿Dónde está Stefan? Quiero irme de aquí. No es necesario que seas testigo de mi muerte– Por segunda vez intento incorporarme pero solo consigo estar de pie un par de segundos antes de que mis fuerzas fallen y mis piernas se doblen. Solo evitando un duro golpe contra el suelo gracias a la rápida acción de los brazos de Klaus en torno a mi cintura. No lucho contra su agarre y no me reprimo cuando mis ojos miran su rostro. Mucho tiempo había deseado tenerlo frente a mí una vez más, solamente para contemplarlo. Pero ahora, esa imagen me causa mucho dolor. Pero no por todo lo que había pasado, sino por la certeza que no tendría nuevas memorias…No a su lado o al lado de cualquier otro.
Siento mis emociones hacia él, rasgar la jaula donde han permanecido por años y sintiéndome cada vez más y más débil, permito a mi cuerpo liberarlas. Sentados en el suelo, el sosteniendo mi cuerpo sobre su regazo y yo sintiéndome tan pequeñamente familiar.
–Cariño, bebe mi sangre– Implora metiendo un par de dedos entre los mechones de mi cabello, peinándolo y acomodándolo a su gusto –Por favor–
No tengo fuerzas para contestar y la verdad no sabría que decirle. Me limito a esconder mi cabeza en su pecho, tapando mi boca con la piel de su cuello cuando él acerca su muñeca a mis labios.
– ¡Caroline!– Gruñe evidentemente enojado y mis ojos se abren mirando su rostro de nuevo. Luce contrariado y… ¿Asustado? –No puedo dejarte morir, así tenga que obligarte, hare que bebas mi sangre–
Su amenaza suena tan familiar que no puedo evitar reír, situación que no dura mucho pues comienzo a ahogarme en tos, que posteriormente me hace llenar mis manos de sangre.
–Suerte con eso– Musito y lo que a continuación sucede pasa tan rápido, cuestión de milésimas de segundo, que apenas y soy consciente de todas.
Klaus me empuja fuera de su regazo con tanta fuerza que mi espalda truena al chocar con el suelo pero ni siquiera tengo tiempo de quejarme pues él ya se encuentra sobre mí, inmovilizando mis piernas usando las suyas y recargando todo su peso en mis caderas. Es doloroso, siento cada hueso, cada parte de mí como si se tratara de cristal y puedo jurar que estoy por romperme.
Mis manos en una reacción un tanto lenta se mueven contra su rostro, si no tengo la suficiente fuerza para quitarlo de encima, por lo menos le causare heridas superficiales, pero ese plan resulta fallido, pues en una acción, toma mis muñecas y las lleva sobre mi cabeza usando solo una de sus manos.
¡Oh! Había olvidado lo fuerte que es. –Siglos y siglos de existencia, Love– Su voz es un suave ronroneo en mis recuerdos. Recuerdos que se ven esfumados por la voz del Klaus que ahora me tiene aprisionada bajo su cuerpo.
– ¿Sabes? Pudimos hacer esto por las buenas, pero nunca funciona así para ti ¿Cierto? – Gruñe con un tono de voz que deja en claro cuan enojado esta. –Había extrañado esto de ti…E incluso de mí, el tener que someterte, luchar contigo para que algo se haga a mi manera– Mis ojos se fijan en los suyos y puedo jurar que es como si alguien me revitalizara. Había esperado tanto por que el llegase hasta a mí y me dijera algo así, que el hecho de que lo dijera ahora me hacía sentir viva, a pesar de estar al borde la muerte.
Abre su boca y cuando creo que esta por decir algo de nuevo…Sus labios se encajan en la piel de su muñeca y posteriormente la pega a mi boca. Aunque no quiera, su sangre atraviesa mis labios y se mezcla con mi saliva….Aunque no quiera deberle nada, ahora su sangre esta en mi sistema y yo viviré. Se mantiene en aquella posición por un par de minutos hasta que poco a poco deja de hacer presión en mis manos y piernas. Poniéndose de pie en un solo movimiento, me mira y puedo jurar que una sonrisa se esconde tras sus labios.
–También me da gusto verte de nuevo, Care– Musita y camina a grandes zancadas fuera de la estancia, dejándome en el suelo, esperando a que su sangre contrarreste los efectos del veneno de hombre lobo.
