Capítulo uno: Blossom Utonio.
"Why'd you only call me when you're high?"
"Hay muchos casos documentados donde el alcoholismo y el trastorno bipolar son concurrentes. Algunos expertos creen que los maníacos depresivos poseen una tendencia al uso del alcohol u otras drogas para lidiar con su depresión. Esto es especialmente común sobre aquellos que no fueron diagnosticados y no toman ninguna medicación específica para el trastorno bipolar. El alcohol puede empeorar los síntomas de la bipolaridad y debe ser evitado por aquellos afectados con esta enfermedad".
Brick se revolvió los pelos con desesperación, tratando de borrar aquellos condenados pensamientos que lo venían atormentando desde hace ya bastantes semanas. Un pensamiento que tenía nombre, apellido, y forma (una bien escultural, tendría que decir). Puso la gorra sobre su cara y quiso gritar con todas sus fuerzas, lo estaba volviendo completamente loco.
Se levantó repentinamente de la cama y tomó su chaqueta, colocándosela mientras bajaba las escaleras con rapidez.
— ¿A dónde vas? – Boomer sacó su vista de la televisión para dirigirla hacia él.
— A dónde sea.
El rubio se encogió de hombros y volvió a lo que estaba haciendo. Cuando salió hacia afuera el frío se le coló haciendo temblar sus huesos, pero con solo una respiración volvió a mantener su temperatura estable, tratando de combatir la dura y nevada noche de invierno.
Caminó sin rumbo, sabía que si volaba iba a tardar más en despejar su mente por lo que quería hacer las cosas lentas; además, el frío no lo favorecía en lo absoluto, lo dejaba como un cachorrito abandonado, y eso Brick lo detestaba. Odiaba ser débil.
Mientras se frotaba los brazos y se soplaba las manos, pudo observar cómo había llegado a un lugar que en lo absoluto le hubiera sido recomendado. Había bares, sicarios, putas y borrachos por todas partes; él odiaba ese ambiente, le parecía repugnante ver a la gente sin un toque de dignidad, aunque admitió que entrar en uno de esos antros, tomarse un trago barato y calar de un cigarrillo no le vendría nada mal para olvidarla. Por esto, decidió entrar al querido "Oogie Boogie", el bar favorito de su hermano mediano, no le sorprendería de nada encontrarlo ahí drogado a más no poder.
Se pidió cinco shots, sabía que no iban a ser suficiente para dejarlo con un coma etílico pero por lo menos recobraría el calor en su cuerpo, empezando por el ardor de su garganta a causa de la fuerza del trago. Se los tomó rápidamente y salió de nuevo a seguir con su recorrido, aquello había sido una pequeña munición para continuar, no estaba dispuesto a quedarse en aquél asqueroso lugar.
Estaba caminando por una calle hasta que escuchó una voz, débil y rota, que provenía de un callejón. Juraría que solamente no la podría reconocer en caso de que se quede sordo. Era la voz de la causa de su locura, la voz de aquella hermosa joven de diecisiete años, de la dueña del listón rojo y los cabellos naranja, de Blossom.
— Brick –volvió a darse vuelta y la vio, en el medio de la oscuridad.
Estaba tirada en el piso con las piernas abiertas, apoyada contra la pared del callejón. En su mano sostenía una botella de un whiskey barato, sus mejillas y su nariz estaban rosadas, sus labios quebrados, sus ojos hinchados y el maquillaje completamente corrido. Su cabello estaba despeinado y su ropa consistía en un jean y una campera de lo más fina, de la cuál debajo solamente tenía una musculosa; Brick sintió un escalofrío al ver la ropa de la chica, sabía que ella controlaba el frío y es por eso que no la afectaba, pero tampoco tanto.
— Blossom, ¿qué haces aquí?
— Ayúdame, por favor. Sólo ayúdame – pudo observar cómo lágrimas comenzaban a amenazar por salir. Su corazón se ablandó y sin más palabras la cargó en sus brazos.
Cuando llegó, entró sigilosamente cuidando que un Boomer dormido en el sofá del living no despertara. Subió a su habitación, escuchó como la superheroína se reía sin parar, por lo que con un "sh" la obligó a callarse, ésta le respondió tomándole del cuello y plantándole un beso agresivo y torpe, con sabor a Jack Daniels.
— No, rosadita. No, estás borracha.
No le respondió, simplemente lo dio vuelta, apoyándolo en la cama y sentándose en sus piernas. Se retiró aquella fina chaqueta con una sonrisa boba, dejando ver la musculosa que acabó siendo un sujetador de color blanco, con un pequeño dije de corazón colgando del centro.
— He dicho que no – si ésta situación se le hubiera planteado con ella sobria, creeme que se le hubiera tirado encima y le hubiera arrancado la ropa con los dientes.
— ¿qué pasa? ¿No me quieres? ¿Acaso ya no te gusto? – el varón se mordió la lengua y desvió la mirada hacia otro lado, ni siquiera se sentía caliente, lo único que lograba sentir era lástima por la joven que estaba al borde del llanto.
— ¡lo sabía, no te gusto! – intentó darle una cachetada pero una mano grande se lo impidió.
Estaba acostumbrado a esos cambios de humor, antes habían sido peores, llevándola al punto de un ataque de pánico, o de euforia, o de depresión, siempre variaba. Le sorprendió que haya sido tan light en éste encuentro, ya que al ver todas las botellas alrededor pensó que le saltaría a la yugular.
— Blossom, te amo más que a mi puta vida y me gustas más que una buena siesta en día de lluvia, pero me rehúso a siquiera tocarte con lo borracha que estás.
La susodicha se sonrojó a más no poder, largó unas cuantas lágrimas hasta que se acabo convirtiendo en un llanto descontrolado en el pecho del rowdy. Éste le acarició el cabello, consolándola, mientras le susurraba al oído. Jamás hubiera pensado que le confesaría sus sentimientos justo ahora, cuando al otro día no recordaría absolutamente nada de lo que había dicho.
Cosa que no pasó, porque ella no recordó nada excepto aquella frase, que la persiguió por un largo tiempo.
— Oye, mirame a los ojos, dejame cuidarte.
Aquellos ojos rosas se clavaron en él, no había brillo, no había nada. Le dedicó una sonrisa cansada y la sostuvo de la cintura para colocarla cuidadosamente a su lado. Se levantó y empezó a buscar ropa que podría prestarle, consciente de que se iba a quedar a dormir ahí y que sus hermanas no se enterarían de nada.
Como siempre.
No era la primera vez que esto sucedía, siempre pasaba. Brick salía a caminar en la noche o simplemente era llamado por la Powerpuff Girl, que en sus intentos de salir de su rutina de chica buena y perfecta acababa borracha abajo de un puente confesándole su amor. Sí, así de fácil. El rojo ya se lo había planteado, que no iba a creer en nada de lo que diría hasta que lo hiciera sobria, pero sabía que la joven era bastante reservada y un tanto difícil, más con aquella presión en sus hombros, por lo que se conformó con escucharla en ese estado. Al menos, se consolaba diciendo que los borrachos siempre decían la verdad.
Encontró una sudadera grande de color bordó y se la colocó encima. Luego, agarró unos pantalones que le quedaban pequeños y se los puso, tocando la suave y tersa piel de sus piernas con delicadeza, deleitándose de algo que sabía que no iba a poder disfrutar con ella siendo tan orgullosa (y sobria).
Brick estaba cansado de luchar con los vicios de su amada, él quería estar con ella, ¡mierda, sí! Era su mujer, la madre de sus hijos, la que amaba con fuerzas. Y ahora, justo cuando él quiere algo serio, ¿se la mandan así? ¡Maldito karma!
La llevó a la cama y la arropó entre las sábanas, viendo como sus párpados comenzaban a cerrarse y su respiración se volvía lenta y pesada. Había bajado sus defensas gracias al calor de la ropa por lo que su cuerpo respondió mejor al sueño, éste la miró fijo; pudo observar su pequeña y respingada nariz, sus pecas que adornaban sus mejillas, sus labios rosados y su piel pálida, que acarició sacándole una sonrisa.
— Te amo, Brick Him – le devolvió la mueca, pero suspiró resignado al verla caer profundamente dormida, tal y como había pasado anteriormente.
— Joder, nena, ¿por qué siempre me llamas cuando estás borracha?
