Disclaimer: El universo es de Jotaká, todos lo sabemos y nadie pretende lucrarse ello. Pero la trama es mía y de mi perro de tres cabezas, que, por cierto, es muy posesivo.
N/A: Todos acabamos volviendo a nuestros orígenes y mis orígenes en el fandom están muy unidos a Bellatrix y a la relación de esta con su primo Sirius. Así que aquí estoy, volviendo a ellos :) ¿Que qué puedes esperar de un James/Sirius/Bellatrix de Rachel? Pues sexo, violencia y amor-odio en cantidades ingentes :D
EN FAMILIA
I
Tabaco
Ver el humo saliendo directamente de la boca de Sirius es hipnótico. Es hipnótica la forma que toman sus labios, la manera en que cierra los ojos, la expresión casi sexual de su rostro. Es hipnótica la forma en que se lleva los dedos al cigarro y lo baja, la forma en que abre los ojos y te mira, con una ceja levantada y una sonrisa socarrona y el humo aún huyendo, sabiendo que si se queda demasiado tiempo, no tendrá escapatoria.
Sus besos son igual. Son como una tortura. A veces son lentos, cargados de fuerza, aprisionando los labios ajenos con los propios, no permitiendo que escape un solo suspiro, no dejando un centímetro de boca sin explorar. Otras veces son rápidos, cargados de furia, de miedo, de odio, su lengua picando aquí y allá, mordiendo labios, revolviendo cabellos, vengándose brutalmente de algo que ni puede que haya hecho él mismo y que seguro lleva el sello de su familia.
Bellatrix sabe que es difícil escapar. Bellatrix lo supo el día en que el Sirius de dieciséis años, pelo largo y mirada rebelde la acorraló contra la pared de Grimmauld Place la última Navidad que pasó allí, colocó las manos en su nuca y la besó. La besó con furia y odio y con todos esos sentimientos que sólo los Black saben guardar tan bien. Le rasgó la túnica, le arrancó la ropa interior y besó lugares que muchas veces habían sido besados, pero nunca como en aquella ocasión, nunca con tanta pasión, nunca con tanta ira acumulada en cada roce. Le hizo el amor sobre alfombra, con muchos jadeos y sudores, y con ella arañando y mordiendo y los dos atacándose una y otra y otra vez y susurrándose los nombres al oído, necesitándose y odiándose.
Bella también sabe, mientras observa desde la lejanía el pequeño callejón que les sirve de escondite, que ese Potter no podrá escapar. Y que tampoco Sirius podrá. Sabe que Potter, ahora que lo ha sentido, ahora que está allí, con los pies enterrados en la nieve y su conciencia enterrada bajo el beso de su primo, no podrá dejar de sentirlo. Sabe que le buscará en las noches frías, que se colará en su cama y le besará y querrá hacerse con él. Sabe que Sirius dejará que se acerque, que cuele las manos bajo su pantalón, que le dejará tocarle y que le tocará él, y que jadearán sin saber que Pettigrew les escucha y que algún día Remus lo hará también.
Pero también sabe que los Black son diferentes. Que no son como los demás. Que nadie será un Black y ningún Black puede ser sustituido. Sabe que la sangre llama a la sangre y que, algún día, por mucho que se niegue, volverá. Y entonces será Bellatrix quien le bese, quien golpee su espalda contra la pared, quien le mire con los ojos entrecerrados y decida cuando besar y cuando no y cuando tocar y cuando no. Entonces será ella, y sólo ella, la que se vengue.
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