Tus labios saben a chocolate.

Y ahí estaba yo, de pie, con los brazos rodeando el cuello del hombre de mis sueños, dejando que la música fluyera con su acompasado ritmo y permitiendo que mi cuerpo acompañara los sutiles movimientos del cuerpo de aquel que robaba cada uno de mis suspiros.

La velada había sido mucho más que maravillosa, con luz de luna iluminando nuestra aventura y las estrellas como testigos de nuestro encuentro… es curioso pensar en las tantas formas inesperadas en las que la vida puede sorprenderte.

Mi día no había sido precisamente memorable. Una jornada como cualquiera, con más contras que pros. Así que, buscando un escape del cruel mundo, me refugié, al salir del trabajo, bajo el cobijo de un imponente árbol, mirando el horizonte y escuchando el trino de las aves. La paz era tanta que el tiempo pasó sin que siquiera lo sintiera pasar, con esa su aletargada regularidad.

Estuve perdida en mi interior hasta que una afable voz me regresó a la realidad con un "se siente bien estar así ¿no cree?". Giré el cuello hacia el lugar del que provenía aquella voz y entonces lo vi. Con esos sus ojos azules y hermosa faz, disfrutando del mundo a mi lado.

Pocas veces me permito charlar con extraños, pero él… bueno… por algún extraño motivo a él parecía conocerlo de toda la vida. Los minutos pasaron y pronto se convirtieron en horas. Los colores del atardecer dieron paso a la oscuridad de la noche. La luna tomó en el firmamento el brillante lugar en el que antes había estado el sol y miles de estrellas perforaron con su luz el firmamento.

¿Quieres dar un paseo? – preguntó sonriente "por supuesto" gritó mi corazón pero mi boca dijo

Es un poco tarde, quizás sea momento de regresar a casa – su sonrisa se esfumó y entonces no pude negarme

Comenzamos a vagar por el pequeño entorno arbolado. Hablando de todo y de nada. No sé si caminamos mucho o poco, en realidad no importa, lo único que importaba en ese momento era la sensación de pertenencia y tranquilidad que lograba sentir en compañía de aquel extraño. La noche comenzó a refrescar y las horas sin alimento se manifestaron en un "melodioso" lamento de mi estómago. Él sonrió ante mi rostro avergonzado, se quitó la sudadera que llevaba y la pasó por mis hombros para resguardarme del frío y de un bolsillo sacó un chocolate que partió en dos.

Dos en uno – dijo – ayuda con el frío y el hambre

Entonces sugirió una idea un poco absurda y descabellada, pero increíblemente disfrutable.

¿Bailamos? – dijo sonriente

¿Sin música?

¿Pero no la escuchas? Cierra los ojos y presta atención la naturaleza te trajo serenata – sonreí y coloqué mis brazos rodeando su espalda, el tomó con delicadeza mi cintura.

El mundo se detuvo, o al menos así lo sentí. Creía que nada podía mejorar el momento, pero entonces en un delicado y fluido movimiento si mejilla se posó al lado de la mía, su rostro comenzó a descender acariciando mi rostro. Sentí su aliento cada vez más próximo y finalmente sus labios se posaron sobre los míos con una caricia incluso más delicada y fluida.

Cuando su rostro se alejó del mío me sentía flotar y en mi aturdimiento lo único que pude decir fue:

Tus labios saben a chocolate – él se echó a reír y como toda respuesta dijo

Ayudan con el frío… y el hambre, y te lo puedo probar – sonrió y de nuevo me besó… una y otra vez.