Una noche de tormenta.
Y ahí estaba yo, caminando sola en la negra noche que, de vez en vez, se veía iluminada por la intensa y fulgurante luz de un rayo, que parecía cortar el manto negro con sus deslumbrantes ramificaciones, y tras él, se escuchaba el ronco clamor del trueno. Todo parecía demasiado lúgubre y peligroso, pero estamos hablando de mí, Candy, creo que no debo hacer alusión a mi afán por meterme en situaciones extremas.
Mientras caminaba, en medio de esa negrura, pensaba "debí haberme quedado en casa, tumbada en el sofá frente al televisor, sin hacer nada. O si era acción lo que buscaba, pude agarrar la escoba y ponerme a barrer". Pero el aburrimiento me había vencido y sin saber qué hacer para distraerme decidí salir a dar un paseo. Debí caminar distraída, como siempre, porque llegó un momento en el que no sabía dónde estaba y lo peor, la iluminación era escasa, los callejones desolados y los ruidos apagados. Ni una sola estrella brillaba en el firmamento, sólo veía nubes de lluvia y nada más.
Comenzaba a sentirme compungida y perdida. "¡Oh, Albert, dónde te metes cuando te necesito!" De pronto el ruido intenso producido por un bote metálico al caer hizo que el corazón me latiera con fuerza y mi respiración cesara. "No tengo nada, ni un solo peso" grité asustada, esperando ver salir de algún lado al tirano ladrón que estaba por asaltarme, el tipo, ya lo imaginaba yo, sería tan grande y con una cara horrible, que no podría hacer nada por defenderme de él. Escuché pasos detrás de mí, "por favor no me haga nada" volví a gritar, pero al girar no había nadie, sólo un tonto gato que llevaba una lata vacía de atún en el hocico, y me miraba con cara burlona, casi lo vi disfrutar mi temor. Me reí de mi misma y me dije "mi misma, controla tus nervios y sigue buscando tu casa".
Encontré una calle más iluminada y me dirigí a ella. Seguía caminando y, por alguna extraña razón, mi mente volvió a alejarse de mis pasos "me gustaría ser ese súper héroe que tiene poderes psíquicos, ¿cómo era que se llamaba? Algo con X, de tener sus poderes intentaría hablar directamente a los pensamientos de Albert, cerraría los ojos, me concentraría, pondría dos dedos en cada lado de mi cabeza, pensaría en él y le pediría que viniera en mi auxilio, ya escucho mis palabras y su rápida respuesta… oh, pero ahora ¿quién podrá ayudarme? No, el chapulín colorado no".
En esas estaba cuando de reojo vi un elegante automóvil bajar su velocidad y emparejarse a mí. Ahora me daba cuenta de que la lluvia había empezado a caer y mis ropas estaban empapadas. "Creo, señorita, que una toalla no le caería mal" dijo una voz de hombre desde el coche. Asustada como estaba decidí ignorarlo e imprimí mayor velocidad a mis pasos, pero el coche era más veloz que yo. De pronto la puerta se abrió y una mano de largos dedos se cerró, aprisionando mi muñeca, y con un ligero movimiento me jaló hacia el interior. De inmediato comencé a gritar como loca. El hombre entonces giró mi rostro hacia el suyo. Asombro, eso fue lo que sentí… parecía que después de todo si era un poco como ese mutante del que no recordaba su nombre. Mis pensamientos habían viajado hasta Albert y lo habían llevado a mí. Me sonrió, me pasó un suéter por los hombros y entonces me di cuenta de que la de los poderes no había sido yo, el súper héroe era él, Albert, mi súper héroe personal.
