Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo solo los he tomado prestados para esta historia.
Capítulo 1:
Huida y Encuentro
Érase una vez un ángel y un demonio que sujetaron un hueso de la suerte entre los dedos.
Y su chasquido partió el mundo en dos.
(Laini Taylor, Días de Sangre y Resplandor)
El dolor que le recorría el costado derecho era terrible: una agonía punzante e igual de quemante que tomar una brasa ardiente entre los dedos, pero veinte veces más intensa. Sí, era un sufrimiento espantoso, y por más que intentara hacer presión sobre la herida o buscar una mejor posición para acomodarse, éste no desistía ni un poco, por el contrario, parecía ir aumentando paulatinamente.
Mordiéndose con fuerza el labio inferior para ahogar un gemido, Kuroko apartó con cuidado la tela de su empapado suéter para ver el estado de la herida. En verdad estaba metido en un lío. La laceración era profunda y seguía sangrando de forma profusa, sino hacía algo pronto iba a terminar desangrándose por completo antes de que pudiera regresar a casa. Tal vez, pensó desanimado, fuera un adecuado castigo por su pequeña insubordinación.
Lo que sí tenía claro era que la suerte no estaba de su lado. Kuroko sabía que si aquel desafortunado encuentro con aquella manada hubiese ocurrido durante las primeras horas de la noche, lo más probable es hubiera tenido una oportunidad de librarse de ellos casi ileso; pero el alba había estado demasiado cerca cuando lo atacaron y solo le había dado tiempo a defenderse lo suficiente para ganar algo de tiempo y huir de allí herido. Incluso en ese momento, horas después del enfrentamiento, la clara luz que se filtraba en su escondite y le hería los ojos, era un horrible recordatorio de lo débil que era su raza una vez llegaba el día.
¿Realmente merecía la pena morir tirado en un sucio y oscuro callejón de la ciudad por unas cuantas horas de libertad?, se preguntó. Si hubiese sido el mismo chico de una semana atrás lo más probable es que su respuesta hubiese sido una negativa absoluta, pero luego de todo lo sucedido días atrás y de lo que se había enterado, Kuroko no estaba dispuesto a convertirse en la marioneta de Akashi y, si ese era el precio que tenía que pagar por su intento de rebelión, pues lo aceptaría sin arrepentimientos.
El rápido sonido de pasos acercándose lo puso de inmediato en alerta, despertándolo por completo del leve sopor en que lo había sumido su desesperado intento por escapar del dolor y la pérdida de sangre.
Kuroko maldijo por lo bajo, sin poder creer que aquel grupo aún lo siguiera después del gran esfuerzo que hizo para poner la mayor distancia posible entre ellos. En verdad había estado convencido de haber escapado lo suficientemente lejos y ocultado lo mejor posible su rastro, sin embargo existía la posibilidad de que al perder tanta sangre y al ser ellos cazadores acostumbrados a perseguir presas le hubiesen hallado con facilidad. Si realmente le habían encontrado, estaría en problemas. Ya no tenía fuerzas suficientes para huir y mucho menos para hacerles frente. No pensaba resignarse y ponérselos fácil, pero tenía que aceptar que no podría salir vivo y victorioso de un nuevo enfrentamiento.
Haciendo caso omiso de la terrible punzada de dolor que lo recorrió cuando se agazapó en cuclillas detrás de unas cajas de basura apiladas de cualquier modo en el callejón, aguzó el oído lo suficiente para percibir hasta el más leve sonido de quienes venían acercándose. Una oleada de puro alivio lo embargó al darse cuenta de que su perseguidor era un solo individuo y no un grupo como había temido; aunque por lo pesadas y enérgicas que eran sus pisadas estaba seguro de que se trataba de un tipo grande y fuerte, algo que tampoco ayudaba mucho dada su actual condición.
Se mantuvo completamente inmóvil; expectante y alerta, guiándose más por puro instinto que por aquello que alguna vez le habían enseñado. Esperó paciente, y al percatarse de que el andar de su misterioso atacante se hacía cada vez más lento, Kuroko minimizó en lo posible el sonido de su propia respiración, haciéndola tan profunda como se lo permitía el dolor de la herida e intentando que luego escapara de forma silenciosa entre sus labios. Ya podía oírlo acercarse, con evidente cautela, hacia su escondite; una clara señal de que aquel extraño era consciente de que él estaba ocultándose allí. Kuroko sabía que si no hacía algo para evitarlo, lo capturarían en cualquier momento.
Dispuesto a defenderse a como diera lugar, Kuroko cerró los ojos concentrándose en percibir con claridad su aroma y determinar la posición exacta de su ubicación. La esencia cálida y dulce lo pilló desprevenido pues no era para nada lo que estaba esperando.
¿Su atacante era un humano? Ciertamente olía como un humano, podía reconocerlo, sin embargo…
—Vaya, vaya. Así que eres tú quien se escondía aquí.
Tan asustado como consternado, Kuroko levantó la mirada para observar al muchacho que estaba de pie frente a él. No se había equivocado, como pensaba era alto y corpulento; le sacaría con facilidad más de veinte centímetros de diferencia en altura. Y era joven, tal vez solo una par de años mayor que él, aunque Kuroko no podía estar muy seguro ya que la oscuridad del callejón ensombrecía parte de sus facciones y el rebelde cabello pelirrojo que le caía sobre el rostro inclinado hacía otro tanto, impidiéndole verle con claridad.
—Oye, niño, ¿estás bien? Si necesitas ayuda…
Antes de que pudiera siquiera pensar en lo que hacía, Kuroko se abalanzó sobre el desconocido, que en ese momento se estaba inclinando hacia él, y lo tumbó con fuerza en el duro suelo de cemento, sentándose a horcajadas sobre su pecho y sujetando sus brazos contra el piso para impedirle moverse. Notó de inmediato el ardor en el labio inferior, acompañado del regusto metálico de su propia sangre, cuando desenfundó los colmillos, así como la devastadora sensación de hambre que precedía a la caza. Sí, todavía faltaban muchas horas para que llegara el anochecer y la protección que éste le proporcionaba a su especie, pero si bebía sangre…
Kuroko liberó su agarre de uno de los brazos del chico y con rapidez sujetó fuertemente el cuello de su víctima, sintiendo casi con extasiada ansiedad el latido desenfrenado de su pulso y el vertiginoso correr de la cálida sangre en sus venas. Jamás, en sus diecisiete años, había bebido de alguien que no se ofreciera voluntariamente, aquel chico era su primera presa real, sin embargo estaba seguro de que lo normal en ese caso sería que aquel desconocido estuviera por lo menos un poco asustado; no obstante la mirada rojiza que lo veía de forma desafiante no parecía en absoluto temerosa de su ataque.
Desechando sus dudas e inseguridades, se inclinó hacia el cuello del muchacho para morderle cuando el dolor del golpe en el estómago le cortó la respiración. Al no tener fuerzas suficientes para debatirse, Kuroko vio cómo, sin poder hacer nada, se volteaban las tornas y esta vez era él quien terminaba bajo el peso del pelirrojo muchacho sentado sobre su pecho y con aquella mano de largos dedos envolviendo su cuello en una clara señal de amenaza. Un movimiento en falso y le aplastaría la tráquea.
—¿Qué demonios pretendías hacerme, vampiro? —le pregunto el desconocido con una fría calma que parecía hecha para congelar la sangre en las venas. Claramente estaba furioso—. ¡Contesta, maldición!
Resignado al saber que ya nada podía hacer, Kuroko le dijo la verdad:
—Sangre —murmuró—. Estoy… metido en un problema. Realmente la necesitaba y por eso te ataqué sin pensar, fue mi instinto. En verdad lo lamento mucho.
Si no se hubiera sentido tan mal como lo hacía en ese momento o si el desgarrador dolor de la herida le hubiese permitido un segundo de descanso, seguramente Kuroko se habría reído al imaginar la horrorizada expresión de Akashi si éste se enteraba alguna vez de que acababa de disculparse con un simple humano por haber intentado alimentarse de él. Sí, lo más probable fuera que su primo pensaría que aquel acto de arrepentimiento por su parte era una clara señal de traición a quien Kuroko era y a todo su clan. Y merecería un castigo ejemplar.
—¡Dios Santo! ¡¿Qué demonios es lo que te ha pasado?!
Volviendo lentamente a la realidad, Kuroko miró con curiosidad al extraño chico que en ese instante observaba, consternado, la gravedad de su herida. En algún momento, sin que él se diera cuenta, el muchacho lo había liberado de su peso quedándose arrodillado a su lado como un oscuro guardián; la preocupación que sentía por él era tan patente en sus ojos que Kuroko deseó tranquilizarle y decirle que todo estaba bien, sin embargo al intentar hablar se dio cuenta de que su respiración era tan irregular y entrecortada que fue incapaz de pronunciar una sola palabra.
Entonces comprendió lo que pasaba: estaba muriendo.
Un extraño entumecimiento empezó a apoderarse con rapidez de su cuerpo, pero en vez de tener miedo, lo recibió con alivio. El agónico dolor de la herida comenzaba a hacerse soportable y aunque le hubiese gustado haber hecho más en su vida prefería aquel final a tener que pasar siglos atado a un destino que no quería. Sí, morir de aquella forma era hasta cierto modo apacible.
—¡Eh, chico! ¡Mírame! —Kuroko abrió lentamente los ojos solo para encontrarse la molesta mirada del desconocido que, con una mano, le sujetaba fuertemente de la barbilla para obligarle a que lo mirara a la cara mientras con la otra palpaba su herida en un vano intento de frenar la hemorragia—. ¡No cierres los ojos! ¡Mírame, maldición!
—N-n-n… —odiando se propia debilidad, Kuroko notó como la frustración remplazaba la tranquilidad que momentos antes lo embargaba al ver lo desesperado que parecía el otro chico por ayudarlo. Deseaba decirle que no se preocupara por él, que ya había aceptado su destino, sin embargo ya ni siquiera tenía fuerzas suficientes para eso.
—Ni se te ocurra pensar en morir aquí —le espetó el pelirrojo muchacho con rotundidad—. Aún tengo un montón de preguntas que hacerte, vampiro —dijo el chico en el instante que se sacaba de algún sitio una pequeña cuchilla con la que se hizo un largo corte en la muñeca que luego le ofreció presionándola contra su boca—. Si es lo que necesitas para vivir, bebe.
El dulce olor de la sangre le exacerbó de golpe los sentidos, dilatando sus pulmones y despertando su casi extinto instinto de supervivencia. Kuroko entreabrió los labios lo suficiente para dejar que el cálido líquido se derramara dentro de su boca antes de pasar suavemente la lengua por la delgada línea del corte que el chico se había hecho para permitirle alimentarse.
Sin muchos miramientos, le enterró con fuerza los colmillos en la delicada carne de la muñeca notando como la sangre que inundaba su boca poco a poco iba deslizándose por su garganta. Al levantar la mirada se encontró con los rojizos ojos del muchacho clavados en él, completamente dilatados por el terror y la sorpresa. Una leve mueca de dolor crispaba sus labios, aun así él no había dejado escapar ningún sonido que lo delatara. Kuroko podía oler su miedo, al igual que la excitación que aquel acto terriblemente primario le provocaba y como poco a poco la fascinación iba haciendo presa del chico mientras bebía de él.
A pesar de que su instinto le ordenaba a gritos que lo tomara por completo, que consumiera hasta la última gota de su existencia, Kuroko, haciendo un enorme esfuerzo de autocontrol, apartó los labios de su sangrante muñeca y puso cierta distancia entre ellos. El desconocido lo miró asombrado, como si acabara de despertar de un extraño trance y no supiera que acababa de ocurrirle, y lo más probable es que así fuera. Él todavía era incapaz de controlar por completo sus habilidades y estás casi siempre se salían un poco de control cuando estaba alterado.
—Ya… Ya ha sido suficiente —le dijo Kuroko sintiéndose algo avergonzado por lo que acababa de ocurrir—. Muchas gracias.
—Yo… ¿Qué demonios? —pareciendo un poco espantado, el desconocido lo miró con los ojos abiertos como platos. Su expresión cambió nuevamente a una de enfado al comprender lo que había pasado—. ¡Hey, tú, pequeño idiota! ¡¿Estabas intentando ponerme bajo control con tus habilidades de vampiro?!
—¡No! —Se apresuró a justificarse Kuroko—. ¡Yo todavía no puedo…! —Muriéndose de vergüenza a causa de su incapacidad, clavó los ojos en el suelo para no ver la acusadora mirada del muchacho—. No lo hago a propósito. Yo… aún no puedo manejar mis habilidades y estás se descontrolan a veces. En verdad lo lamento.
La explosión de enfado y recriminaciones que Kuroko esperaba recibir no llegó. Al levantar la vista, vio al extraño chico poniéndose de pie y sacudiéndose la ropa lo mejor posible para eliminar los rastros de suciedad y manchas adheridas a ella; pensó en decirle que nada podría hacerse con las manchas de sangre, pero cuando aquellos ojos rojizos lo miraron desafiantes, prefirió quedarse callado.
—Venga ya, tenemos que irnos —le dijo el muchacho indicándole con un gesto que se pusiera de pie y lo siguiera.
¿Irse? ¿Adónde? ¿Acaso aquel desconocido quería que se marchara con él? ¡Era evidente que no podía hacer eso!
—Yo… estoy mejor. Creo que ahora ya puedo ir a casa… —balbuceó Kuroko sin saber muy bien que decir para no parecer un malagradecido. Era cierto que el chico le había salvado la vida, pero no le conocía de nada y luego de su encuentro con aquellos lobos la noche pasada no estaba muy seguro de en quien debía o no confiar—. En verdad agradezco todo lo que has hecho por ayudarme…
Se calló de golpe y contuvo el aliento cuando el desconocido se acercó hasta él y, sin mucha delicadeza, presionó su mano contra la herida de su costado. Esta ya había cerrado y no sangraba, pero la piel regenerada era todavía terriblemente delicada y el doloroso contacto le hizo ser consciente de lo débil e indefenso que aún se encontraba.
—Ni siquiera es mediodía, ¿sabes? Si no tienes cuidado todos mis esfuerzos por mantenerte vivo serán en vano —una leve sonrisa asomó a sus labios, y por primera vez desde su extraño encuentro, Kuroko se dio cuenta de que sin el gesto huraño el rostro de aquel chico era agradable—. Tengo alquilado un cuarto en un motel cercano. Puedes quedarte allí hasta el anochecer y, cuando te hayas recuperado lo suficiente, podrás ir a casa.
La idea de aceptar su oferta era tentadora. Durante las siguientes horas no tendría que volver a preocuparse de que lo encontraran y podría recobrar fuerzas suficientes para defenderse, si era necesario, en su viaje de retorno. Sí, aceptar el ofrecimiento de aquel desconocido era fácil pero, si se equivocaba…
—Tú —comenzó a decir Kuroko, un poco dubitativo— no eres un humano normal. Hay algo más en ti, puedo sentirlo. Conoces a los de mi especie y lo que hacemos y no parecías en absoluto atemorizado de mí. No eres para nada un humano corriente, ¿por qué? ¿Qué es lo que realmente eres?
El chico pareció un poco asombrado por sus preguntas, sin embargo rápidamente cambió su expresión y una sonrisa, más amplia que la anterior, se dibujó en su rostro acompañada de un brillo levemente juguetón y burlón en sus ojos.
—Bueno, si realmente deseas saberlo, tendrás que venir conmigo —repuso al tiempo que tendía una mano hacia él—. ¿Qué decides, vampiro?
Acallando sus dudas y sus miedos, Kuroko dio un paso y luego otro hasta llegar junto al muchacho, lo suficientemente cerca de la mano que éste le tendía. El día anterior, después de haber huido de su hogar, estaba decidido a comenzar a tomar sus propias decisiones y aquella era una prueba de su determinación. Confiar en ese extraño chico tal vez fuera un error, no sabía quién ni que era y mucho menos cuales podían ser sus intenciones, sin embargo estaba dispuesto a enfrentar ese riesgo. Su madre le había dicho en una ocasión que ninguna guerra se ganaba a menos que se estuviera preparado para correr riesgos y aceptar perdidas y en ese momento él lo estaba.
Quería su libertad. Quería poder elegir su vida. Quería poder tomar sus propias decisiones y cometer sus propios errores.
Al ver su gesto de determinación, el desconocido alzó una de sus rojizas cejas a modo de muda interrogación.
—Me he decidido —le dijo Kuroko con absoluta convicción y entrelazó fuertemente sus dedos con los del otro chico—. Voy contigo.
Lo primero, si han llegado hasta aquí, muchas gracias por leer y espero les haya gustado.
Una parte de mi sabe que debería estar avanzando más deprisa en mi otra historia en vez de comenzar una nueva pero durante mis obligados días de reposo mientras leí esta cita en un libro que estaba comenzando (la que encabeza el capítulo, si tienen curiosidad) y se me vino la idea a la cabeza para esta historia y luego mientras oía algo de música todo comenzó a tomar forma solo y bueno, terminé escribiéndolo.
Además, a diferencia de mi otra historia que de cierta forma es más "simple" y "dulce" por decirlo de algún modo, está será un poquito más oscura y me da la oportunidad de mostrar más personajes y más parejas aunque, obviamente, el KagaKuro es la principal de ellas. Más que nada este es un riesgo que quiero ver como resulta ya que todavía soy muy novata en esto.
Nuevamente muchas gracias por leer y la paciencia. Hasta la próxima.
