La vela en forma de nueve era lo único que iluminaba a los presentes. Mismos quienes cantaban el Feliz Cumpleaños al protagonista de dicha celebración.

Entre risas, empujones y griterío entraron todos, una vez la luz se extinguió. Había una torta que partir, y ellos qué comer.

Sólo él se quedó. Y ella le vio.

― ¿Qué te preocupa? ―Osó de preguntar.

Una mirada extraña le lanzó, inseguro. Pero aflojó. ―Debo decirle algo a Yura… Pero no sé cómo.

El cielo estrellado que lograba observarse desde aquel desolado patio les absorbió por unos instantes, llevándose con él el habla.

Sería tan genial sólo desaparecer como estrellas…

La pelirroja le miró unos minutos, insistente.

Casi no fue su intención que, al querer verle el chico, sus labios se rozaran y de manera estrepitosa se separaran.

― ¡Yo… yo… lo lamento! ―Un enorme miedo le invadió.

―No te preocupes. ―Importancia le restó. ―No le diré a nadie… Los accidentes pasan.

Un joven avergonzado. La jovencita osada. Uno viendo al suelo, y la otra al cielo, sabiendo que aquel accidente no era nada correcto.

―Tus labios son suaves.

―No saques el tema de la nada…

Sus miradas se encontraron nuevamente. Aún con aquella oscuridad, sus ojos se hallaban fijos en los ajenos.

Antes de que siquiera pudiesen reclamar, la distancia se acortaba de manera voluntaria.