"Sin Tenerte, Te Tengo."

Por B.B. Asmodeus.


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Fandom: Héroes.

Parejas/Personajes: Nathan/Peter. Matt/Mohinder. Amistad Nathan/Matt. Claire.

Sinopsis: Totalmente Universo Alterno. Peter Gennero es un solitario enfermero que cae redondito en los encantos de su nuevo vecino.

Categoría: Romance, Humor. Específicas situaciones sexuales en futuros capitulos. NC-17/M.

Advertencias: Hay un poco de Acosador!Nathan, Romántico!Nathan (de lo cual estoy nerviosa del resultado), Contento!Nathan (lo cual merece, el pobre), Misterioso!Peter y Deprimido!Peter. Eh, Superficial!Claire, con toque de Indiferente!Claire, porque aquí no se la va a pasar quejándose de todo. ¡Ah! Y flexible!Peter. Tentador, ¿eh?

Disclaimer: Nada es mío, pero Fuck you, Sr. Tim Matemos-A-Nathan-En-Cada-Final-De-Temporada Kring.


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i.

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lo que importa es mirarte

en silencio y saber

que, tal vez sin tenerte,

te tengo.

-enrique iglesias.

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Con un fuerte estruendo, resonando por todo su apartamento, Peter despertó en enorme sobresalto, su cerebro confundido, y todavía entumecido con sueño.

Otro estruendo se repitió, ahora escuchándose un poco más lejano. Peter tomó su almohada, colocándose sobre su cabeza, y volviéndose a recostar, rezando por tranquilidad.

Sin embargo, nadie estaba escuchando sus ruegos. Tres golpes más siguieron, uno tras otro, creando una destructora sinfonía en contra de sus deseos de volver a dormir. Peter gruñó con profunda frustración y abandonó la cama como un resorte, decidiendo que tendría que encargarse de este problema cara a cara. Quien fuera el culpable, estaba a punto de escuchar un río de groserías del tamaño del río Missouri. Tenía semanas sin poder descansar como una persona normal. Justamente cuando había estado seguro, que por fin dormiría por el resto de la semana en completa paz, a alguien se le ocurría desfilar tal cual terremoto humano por los pasillos del edificio.

Peter tomó la primera camiseta que se encontró, en camino a la puerta, notando que luz ya se estaba filtrando por las cortinas de la ventana de la sala. Peter tiró su cabello despeinado hacia un lado, aunque imaginándose que la batalla sería en vano. En verdad necesitaba un corte, y rápido, pero no había tenido oportunidad ni para eso, sus horas extras del hospital absorbiendo todo su tiempo.

Tras retirar la cadena de la puerta, con toda la indignación posible, Peter se preparó para arrancar cabezas, su boca abierta con la primera obscenidad en la punta de su lengua—

Y lo siguiente, que su cuerpo sintió, fue el helado piso, casi rompiendo su vértebra en dos.

" —dado!—Parkman!"

"¡Ooommmsss!"

Un fuerte olor a sudor comenzó a sofocarlo. Peter trató de gritar un furioso "¡Qué demonios!" que sólo resultó coherente en su cabeza, sus manos desesperadamente comenzando a jalar, y empujar, lo que fuera que lo estuviera atacando.

"¡Por todos los cielos, Parkman! ¡Lo vas a matar, muévete!"

"Es lo que estoy haciendo—"

El peso desapareció y Peter finalmente logró recuperar su aliento. El techo de su lobby lo saludó, una vez que sus ojos recobraron su balance, y mientras se concentró en regresarle la vida a sus pulmones, una voz -que encontraba muy familiar- comenzó a filtrarse a sus oídos.

"¡No sabía que estabas en casa, Pete! Con esos horarios locos que tienes juré que seguías en el hospital. Lo siento mucho—Oh, cielos, ¿estás bien? Estás luciendo algo azul, amigo—Oye, déjame ayudarte."

Parkman. El Detective que vivía a tres puertas de su apartamento, desde hacía dos años.

Peter lo iba a matar.

Pero, primero:

"¿Qué demonios estás haciendo, Matt?" El enfermero gruñó, aceptando la mano ofrecida y sobando su pobre trasero, simultáneamente. Matt había intercambiado su traje habitual por unos pants deportivos, tennis y una camiseta oscura, húmeda con sudor. Ah, de ahí había venido aquella peste. Ew.

"Ya te dije—¡No sabía que estabas en casa! ¡Deja de verme así, Peter! Lo juro—Si lo hubiera sabido, no hubiéramos hecho tanto ruido."

"Apenas está amaneciendo, Matt. ¡Me sorprende que todavía no haya salido el piso completo a lincharte!"

Matt giró sus ojos. "Oh, cálmate, princesa. Para tu información son casi las tres de la tarde."

Peter parpadeó confundido por unos segundos, para luego tomar el brazo del detective bruscamente. Efectivamente, el reloj deportivo anunciaba los sorpresivos dígitos 2:48, con un PM acompañado. "Wow." Había dormido casi diez, celestiales, horas seguidas.

"Sí, así que lamento interrumpir tu hibernación pero, los muebles godzilianos de Nathan no se van a mover por sí solos." Matt apuntó hacia el pasillo, y por primera vez, Peter notó un enorme sillón de cuero bloqueando su entrada, de arriba hacia abajo. Y donde, obviamente, Matt había estado recargando todo su peso, mientras ayudaba a adentrar el mueble, justamente al apartamento opuesto al de Peter.

Peter abrió su boca para preguntar por la identidad del nuevo inquilino, quien parecía estar remplazando a la Sra. Jones…

"No te atrevas a echarme la culpa, Parkman. Te dije que iba a contratar ayuda profesional pero, oh no, quisiste meter tu cuchara—"

"¡Porque, como el buen amigo que soy, me preocupé a que te fueran a cobrar hasta la risa! No contaba con que te estuvieras mudando de un maldito castillo—Oye, ¿qué estás haciendo?"

Peter tomó turnos en mirar a Parkman y al sofá, de donde parecía provenir la desconocida voz masculina "amiga" de Matt.

"¿Tú qué crees, Parkman? Intento meter esto, en lugar de estar quejándome como niña y estar asfixiando a mis vecinos con mi trasero…"

Matt se apresuró a su antigua posición, sus manos buscando enseguida por un buen ángulo, por donde agarrar el sofá. Peter se cruzó de brazos, a espaldas de Matt, inspeccionando también la altura y anchura del mueble, para encontrar una buena solución para este predicamento.

No porque fuera un buen vecino, sino porque quería volver a su cama lo más rápido posible. Preferentemente, en silencio.

Suspirando, Peter fue en busca de sus propios converse, y una vez que regresó, no le sorprendió saber que la situación seguía igual de… bueno, atascada.

Aunque, esta vez, una mano estaba saliendo de una esquina del sofá, casi tocando el suelo. Peter no pudo evitar preocuparse. "Ten cuidado, si intentas tomar todo este peso tu sólo, puedes lastimarte seriamente." Le dijo a la misterioso dueño de la mano, su cerebro, automáticamente, funcionando como enfermero.

"Sí, Nathan, no trates de hacerte el macho frente a las damiselas." Matt gruñó, mientras comenzaba a mover un extremo del mueble. "Ya estás muy viejo para Peter, de todas maneras."

"Tal vez estoy esperando a que Mohinder pase por aquí."

Peter sonrió, en parte al escuchar la cómoda manera en la que solamente mejores amigos podían discutir, y por otra, al escuchar sobre la No-Tan-Secreta obsesión que Matt cultivaba por el peculiar genetista del cuarto piso. Lástima que Mohinder parecía ser inmune -o ciego- a los intentos de seducción de cualquier persona. Luego, Peter frunció su ceño al reconocer una manera de cómo resolver el dilema. "Espera, Matt… Creo que aquí esta problema—Hay que girarlo un poco hacia la izquierda." Para el beneficio de todos, se hizo cargo de las direcciones por ahora, simultáneamente ayudando a Matt con la mitad del peso. "¿Ves ahí? Es por eso que no cabe—"

"Oh—¡Si, ya veo! ¿Escuchaste, Nathan? ¡A la cuenta de tres, a la izquierda!"

"De acuerdo."

A la cuenta de tres, el sofá fue girado, y con éxito, introducido. Cuidadosamente, Matt y Peter empujaron, mientras el pobre amigo de Matt se encargaba del otro flanco. Una vez que la carga fue depositada, justo en un punto donde no estorbaría en el camino de todas las cosas que todavía faltaban por traer, Peter se levantó, para dirigirse al que sería su nuevo vecino.

Y Peter casi se tragó su propia lengua.

Oscuros cabellos rebeldes, con ligeras ondas que tapaban una amplia frente. Gruesas cejas, que presentaban unos ojos tan intensos, que le provocaron a Peter unos enormes espasmos y, cielos, esas pestañas, tan elegantes, y por las que cualquier mujer mataría. Sin olvidar descartar esos ojos—

—Corrección, esos labios. Grandes labios, que se estaban convirtiendo en una de las sonrisas más radiantes que Peter jamás había visto. Dientes aperlados, y tan peligrosos como los de un tiburón.

"Mi héroe." Esos labios liberaron, una voz áspera dándole vida a cada sílaba. "En verdad lamento haberte despertado, y luego obligarte a ayudarnos. Debes saber que normalmente no soy tan abusivo." Una mano fue ofrecida, a juego con esa sonrisa y Peter solamente… no podía apartar su mirada del apuesto rostro. "Nathan Petrelli."

Peter estrechó su mano contra la de Nathan, sus ojos lentamente bajando y absorbiendo una figura elegante bien definida, resaltada con jeans y una camiseta, tan sudorosa, como la de Matt. "Peter. Ge-Gennero. Y no te preocupes por eso. Fue… mi- un placer." Definitivamente, un placer.

La palma cálida de Nathan apretó la suya. Peter nunca se había encontrado siendo el foco de tan intensa atención, en toda su vida. La mirada de Nathan parecía estar tan hipnotizada en él, como Peter en Natan. Hubo un instante donde Peter humedeció, ligeramente, sus labios y pudo jurar que las pestañas de Nathan bajaron como cómplices, junto con sus ojos, para seguir el camino que la lengua de Peter había trazado. Las rodillas de Peter amenazaron con traicionarlo.

Pero, entonces, Matt aclaró su garganta escandalosamente, y el conjuro fue destruido entre los dos, Nathan dándose la media vuelta de manera brusca, en cuanto sus manos se separaron. Peter echó un impresionante coro de obscenidades en su cabeza, en honor a Parkman, y no escondió su descontento de su rostro cuando encaró al mencionado.

Parkman estaba sonriendo de oreja a oreja. "Nathan, ¿puedo inaugurar tu baño? Toda esa cerveza parece estar haciendo efecto."

"Eres asqueroso, Parkman. Ve a consolarte con el pasto de afuera." Nathan respondió, mientras limpiaba su frente con un pañuelo que, Peter podía asumir, había sacado de su bolsillo.

"Gracias, bro'." Matt hizo completamente lo opuesto a lo ordenado y se dirigió al baño. Peter volvió a sonreír, al ver su interacción. Vagamente, Peter ya podía recordar el nombre Nathan salir de la boca de Matt, en algunas ocasiones, aunque no las suficientes, como para haber dejado huella en la ocupada mente del enfermero.

"Te ofrecería un café para ayudarte a despertar pero, me temo que todo lo que tengo por el momento es cerveza caliente." Nathan introdujo sus manos a sus bolsillos, una pequeña sonrisa en su rostro. Un mechón de su alborotado cabello, todavía indeciso entre ser lacio u ondulado, danzó con sutileza al frente de su rostro, ligeramente húmedo por el sudor… Y uno no podía evitar preguntarse cómo se sentiría su textura entre sus dedos…

Peter aclaró su garganta. "No te preocupes, y gracias pero, tengo que ir a trabajar en un par de horas. Así que…"

"Oh, sí. Matt mencionó que eres enfermero. Supongo que tus pacientes no te apreciarían bajo la influencia."

"Exacto. Puede que inserte una aguja donde no se debe." La suave risa que recibió antes su intento de broma se sintió con una victoria a su favor, así que decidió atreverse. "Pero…" Peter respiró hondo y se repitió así mismo que no fuera cobarde. Se podía notar, claramente, que Nathan estaba también interesado. "estoy seguro que podemos celebrar tu mudanza cuando tengas todo en orden." Peter conectó su mirada con el hombre, por más difícil y bochornoso que fuera. Para su alivio, Nathan asintió su cabeza de inmediato, su sonrisa creciendo.

"Suena bien. Prometo que tendré café la próxima vez."

Y eso fue todo. Peter tuvo que regresar a su apartamento, porque de hecho, tenía tan sólo unas horas para regresar al hospital y estaba en la urgente necesidad de un buen baño. Estaba tremendamente agradecido por no tener que seguir cubriendo las horas extras, que la enfermedad de un compañero había provocado, y si todo salía bien, no tendría que transcurrir mucho tiempo para volver a ver a Nathan de nuevo.

Vivirían uno enfrente al otro, después de todo.


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Una semana después, Peter estaba aprovechando su día libre para ir al mercado y encargarse de todos sus pendientes. Y si su ritmo cardíaco decidió acelerarse, cuando Peter caminaba de regreso a su piso, Peter lo ignoró.

No era como si hubieran planeado una cita.

"Buenas tardes, Peter." Una elegante voz le saludó, justo cuando llegó a su puerta. Casi arriesgándose a quedar chueco el resto de su vida, Peter volteó a ver al dueño de la voz, las bolsas de sus víveres resbalándose de sus brazos.

"¡Oh! ¡Hola, Mohinder! ¿Cómo estás?"

Mohinder sonrió gentilmente. "Con más manos libres que tú, por lo que veo. Déjame ayudarte." El hindú le ayudó con tres bolsas, lo suficiente para sacar su llave y abrir la puerta. Mohinder lo siguió hasta la cocina, donde se apresuró a imitar a Peter, depositando todo en el comedor.

"Gracias, Mohinder. Hace mucho que no te miraba por aquí. Todavía le estás dando lecciones de piano a Molly, ¿verdad?" Ocupándose con integrar todos los comestibles a su lugar indicado, Peter pretendió no notar la expresión de incomodidad que apareció en el rostro de su vecino de piso.

Mohinder aclaró su garganta después de notar que el silencio estaba creciendo demasiado. "Sí. Acabo de terminar una lección, precisamente. En poco tiempo, no me necesitará más. Molly está aprendiendo tan rápido." A pesar del intento de tratar de sonar orgulloso del prospecto, Peter podía notar la nostalgia en la voz del profesor. No era de sorprenderse, considerando que Mohinder adoraba a Molly Parkman como una hermanita. O hasta como algo más. Peter era casi un experto en leer entre las líneas, en encontrar el subtexto que las personas trataban de ocultar. Y era por ello, que Peter no podía comprender por qué no Mohinder aceptaba las tantas atenciones que Matt le había estado otorgando, desde su primer encuentro. Peter estaba consciente que Mohinder era bisexual, a pesar de sus pasadas relaciones con Edén y con Maya, y era innegable como el hindú parecía florecer cuando estaba en compañía de los Parkman. Siempre riéndose de las bromas sin chiste de Matt, siempre preocupado cuando Matt estaba adentrado en alguna misión peligrosa, y aceptando cuidar de Molly, cuando el detective estaba muy ocupado. ¡El hombre hasta cocinaba para ellos!

Era obvio que Mohinder los consideraba su familia, y aun así…

Mohinder seguía negándole una cita a Matt. Y según Matt, sin una excusa coherente. ¿Encontraba a Matt atractivo? Mohinder decía . ¿Quería salir con Matt? No. ¿Por qué, cuando aceptaba salir con mujeres, y hasta en una memorable ocasión, con Isaac Méndez? Razón desconocida.

Matt estaba tan traumatizado que pensaba que su obesidad era el problema. En más de una ocasión, Peter había tenido que usar su autoridad de enfermero para hacerlo aceptar que su peso no era el problema. Que ni siquiera estaba obeso, y que realizaba todo el ejercicio necesario durante su trabajo.

Peter suspiró, exhausto por tan sólo pensar en todo aquél melodrama. "Bueno, estoy seguro que podrás encontrar otro instrumento que enseñarle cuando acabe con el piano, ¿no? ¿Tal vez el violín? A ella le gustaría."

Mohinder asintió. "Sí, siempre está muy entusiasmada por aprender nuevas cosas. Pero, ¿qué hay de ti? Parece que has tenido mucho trabajo, se siente que no te he visto en meses."

Peter comenzó a doblar todas las bolsas de papel para guardarlas. Mohinder tomó asiento junto a él y le ayudó. "Lo sé, una de mis compañeros se enfermó y me ofrecieron sus turnos. Iban a pagar muy bien, así que no pude negarme. Pero, Dios, como me arrepiento ahora, siento como si tuviera cien años."

"Sí, yo también he aceptado todo el trabajo que ha podido caer en mis manos aparte del taxi. He estado impartiendo unas asesorías a estudiantes de universidad."

"Mohinder, ¡eso es grandioso! Por fin has podido trabajar con lo que en verdad te gusta." Peter sonrió sinceramente, dejando el café Folgers, la azúcar y la leche sobre la mesa, en lugar de guardarlos. "Voy a hacer algo de café, ¿quieres un poco?"

Mohinder se puso de pie, después de apilar las bolsas dobladas sobre la mesa. "Oh, no. Debo irme, ¿pero tal vez mañana? ¿Estarás libre o trabajarás?"

"Ah, de acuerdo. Estoy trabajando en la mañana, así que aquí estaré. ¿Vendrás a ver Molly?"

Para su sorpresa Mohinder respondió: "No. Molly y Matt irán a visitar a su abuela por unos días, en Los Ángeles. ¿A las cinco está bien? Puedo cooperar con una pizza si, ésta vez, prometes que la comerás."

Peter giró sus ojos, encaminando a Mohinder a la puerta. "Sí me gusta la pizza, pero soy italiano, ¿recuerdas? Tengo derecho a aborrecerla de vez en cuando. Aunque, no te preocupes, no he comido en mucho tiempo. Te veo a las 5."

Mohinder salió al pasillo, y pareció pausar un momento, como si estuviera meditando algo, y luego volteó a enfrentar a Peter, con una sonrisa que Peter pudo identificar como nerviosa. "Entonces, nos vemos mañana." Y había algo en su mirada que Peter no pudo descifrar, como si estuviera esperando algo más de parte de Peter.

"Sí, nos vemos."

Mohinder se fue, un nuevo ritmo en sus pasos y con una enorme sonrisa, dejando a un desconcertado Peter detrás.

Fue en ese momento, que Nathan decidió abrir su puerta, ésta vez engalanando un traje de vestir grisáceo, completo con corbata y zapatos recién boleados.

-Está intentado matarte, Peter exclamó intensamente en su cabeza. Este hombre iba a freír cada neurona de su cerebro, si seguía posando como escultura griega, hasta para ir a tirar la basura. "Nathan." Peter casi inhaló el nombre, sabiendo que estaba devorando cada centímetro del cuerpo de su vecino con su mirada, pero no encontrando la voluntad para detenerse.

Para su humillación, Nathan parecía leer su mente. Todos, y cada uno, de sus pervertidos pensamientos. "Peter." Nathan le imitó, recargando una de sus manos en el marco de la puerta, y la otra colocándola en su cintura. Estaba sonriendo con sus labios cerrados y vestía una expresión de serenidad. "¿Cómo estás? Luces un poco… perturbado."

Peter respiró hondo, tomando control de sus emociones. "Nah, estoy bien. Sólo… despidiendo a Mohinder." Como era su costumbre, Peter recorrió su mano por su cortina de cabellos, en un intento inútil por alejarlo de su rostro. En verdad necesitaba cortarlo, era anti-higiénico para su trabajo, pero siempre lo olvidaba. "Hacía mucho tiempo que no me lo encontraba."

"¿Mohinder? ¿El que trae a Matt como globo sin helio?" Nathan preguntó, frunciendo su ceño, el anillo plateado de su meñique resplandeciendo ante la luz del pasillo, y distrayendo por un momento a Peter, antes de procesar las palabras del dueño.

Cuando lo hizo, Peter no pudo evitar sonreír. "Ése exactamente. Aunque admito, se estaba portando algo… raro."

Nathan giró sus ojos. "Nada nuevo, entonces. Es un científico. Raro viene con el territorio." Sin perder su gracia masculina, el hombre bajó su brazo del marco de la puerta y antes de que Peter le diera una respuesta, un pequeño gritó se escuchó de los adentros del apartamento de Nathan, capturando la atención de ambos hombres, al instante.

Para su sorpresa, en vez de regresar a su apartamento para investigar, Nathan sólo liberó un enorme suspiro, posteriormente, llamando con una voz que resonó como temblor. "¿Claire? ¿Estás bien?"

¿Claire? Un nudo se formó en la garganta de Peter al reconocer el nombre de mujer. Oh, dios, ¿había estado equivocado todo este tiempo? ¿Había mal interpretado las vibras pulsando entre él y Nathan? Qué vergüenza, sí era así... Pero, no, ¡Nathan había estado coqueteando! ¡Peter estaba seguro! Además, cuando se había mudado, solamente Matt lo había estado acompañando, ¿cierto? Peter pudo haber jurado que todos los muebles habían lucido como los de cualquier hombre solterón, y Nathan no usaba ningún anillo de matrimonio—

—Una chica rubia, adolescente, apareció en el umbral, revelándose desde las espaldas de Nathan, su dedo pulgar introducido en su boca. La palabra "Culpa" tatuada en su frente, mientras mirada el suelo, y a consecuencia de ello, no notando la presencia de su vecino frente a ella.

Peter… parpadeó. Esperando a que todo tuviera sentido.

Nathan colocó sus manos en su cintura, en la clásica pose de padre a punto de dar el sermón de su vida. "¿Qué rompiste ahora? ¡Sólo te deje sola por cinco minutos! Y sácate el dedo de la boca."

Claire, como toda adolescente siendo acorralada, trató de defenderse con la táctica más vieja de la historia. "¡Papá, no fue mi culpa! Estaba sacando tus platos de la caja pero, unas de tus tazas están quebradas... Y no me di cuenta cuando metí la mano. Así que, más bien, ¡fue culpa de tus platos! ¡Me atacaron!" Claire prosiguió a enrollar el dedo en cuestión con la orilla de su blusa rosa, sus ojos fijos en Nathan, y ahora, cambiando su anterior táctica a una más clásica: los ojos de borrego a medio morir. "¿No tendrás… de pura casualidad… una bandita?" La buena actriz prosiguió a agregar un potente puchero.

Nathan no lució impresionado. Girando sus ojos, de nuevo, a los cielos, el hombre tomó la mano de Claire, para inspeccionar atentamente la herida. Fue entonces que Claire pareció notar finalmente que no estaban solos. "¡Oh, hola!"

Y algo se relajó en el pecho de Peter, al reconocer esa sonrisa que la jovencita le dedicó. Justo como la de su padre. "Hola… ¿Claire?"

Nathan se apresuró a intervenir, capturando la mirada de Peter por una mitad de segundo, para luego volver a la mano de la joven. "Esta es mi hija, como ya puedes imaginarte. Porrista de día, destructora de vajillas de noche. Claire, saluda a nuestro vecino, Peter Gennero—"

"—Acabo de hacerlo, papá—"

"—Y te tengo buenas noticias, tu herida ya se está cerrando. No vas a morir desangrada, después de todo. Ve a lavártela. Hay una botella de alcohol en el baño."

Claire volvió a meter su dedo a su boca, a pesar de las muecas de su padre. "Tengo hambre, ¿puedo ordenar una pizza?"

Jalando el dedo fuera de la boca de su hija, Nathan gruñó. "Sí, sí—Sólo no toques nada más de lo necesario. Shú-Shú." Nathan la ahuyentó, tomándola de los hombros para empujarla de regreso por donde había salido, rizos dorados volando por doquier. "Y no olvides llamar a tu madre."

"¡Gusto en conocerlo, Sr. Genero!"

"Igualmente, Claire." Peter sonrió, cruzándose de brazos y recargándose en el marco de su umbral.

Recibiendo a Nathan con una ceja alzando, y una pizca de esperanza en su corazón, que se rehusaba a morir. Nathan cerró su puerta tras de sí, sobando su frente con firmes dedos, su expresión atascada entre nerviosa e vacilante.

"¿Así que eres… padre?"

Nathan respiró hondo, como preparándose para ir a la guerra. "Sí. Viene desde Texas a visitarme cada fin de mes. Se quedará conmigo todas sus vacaciones de verano. Lo cual acabo de descubrir hace tres horas, cuando la encontré en mi puerta, sin previo aviso."

Peter chifló, apreciando la valentía de la jovencita por, no sólo recorrer tan larga distancia por sí sola, sino también por navegar las calles de una ciudad tan peligrosa y abrumadora como New York. Nathan, sin embargo, aparentó sentir todo, menos orgullo.

"Lo sé, casi la mato cuando la miré. Ni siquiera me llamó para recogerla del aeropuerto. Y apenas estoy terminando de desempacar..." Nathan se auto-interrumpió, cerrando sus ojos por un momento, para respirar profundamente. "Y su madre me va arrancar la cabeza cuando se dé cuenta, porque Claire no se molestó en avisarle antes de subirse al avión."

Peter hizo una mueca de simpatía. "Déjame adivinar, peleó con ella y como buena adolescente vengativa, quiso cobrárselas."

Nathan asintió. "Y ahora me usará de escudo para protegerse de las balas."

Peter no pudo evitar sonreír. "Tengo que admitirlo, tiene una buena estrategia." Nathan le dirigió una mirada asesina, más en broma que otra cosa y la sonrisa de Peter engrandeció. "Por lo menos estás del otro lado del estado, cualquier intento de arrancarte de la cabeza sólo podrá ser metafórico."

"Eso espero. Aunque eso no detendrá a Meredith de escupirme fuego por el teléfono." Nathan seguía amasando su frente en intervalos, sus ojos cada vez más, tomando un tono rojizo, y Peter sintió sus instintos por cuidar del bienestar de otra persona, activarse ferozmente. Nathan lucía exhausto.

"Oye." Peter le llamó gentilmente, tomando uno de sus brazos. "Ya sé que el trato era al revés pero, tú luces en necesidad de cafeína más que yo. ¿No quieres una taza? Estaba a punto de hacer un poco… Un descanso te hará bien." Peter apuntó hacia los adentros de su apartamento, y le agradeció a todos sus santos, por no haber olvidado pasar la aspiradora esa mañana.

Ambos se miraron un momento, sus ojos conectados intensamente y cada uno buscando por algo diferente. Una señal que indicara que esto era correcto. Peter apretó sus dedos sobre la fina textura del saco de Nathan, su corazón latiendo a mil por hora. Se preguntaba en qué Nathan trabajaba. Si el hombre guardaba más secretos dentro de su manga. ¿Qué clase de padre era? ¿Tenía más hijos? ¿Cuántas veces se había casado antes de llegar a este edificio? ¿Qué clase de vida había Nathan tenido?

Interrumpiendo sus meditaciones, Nathan aflojó su corbata carmín ligeramente. "Déjame libérame de esto primero, ¿entonces? No tardaré casi nada." Y sin esperar por una respuesta, Nathan se dio la media vuelta. Emparejó su puerta un poco más de la mitad, como si estuviera dándole la oportunidad a Peter de echar un vistazo, mientras se liberaba de su saco.

"Oh, puedes deshacerte de todo, si quieres." Peter murmuró, perdido en sus propias imágenes de como luciría Nathan debajo de esas camisas de algodón y pantalones de poliéster. Hasta que recordó que debería apresurarse en hacer el café. Con todo el arrepentimiento del mundo Peter se regresó a la cocina, también dejando su puerta dispareja. Una vez que dejó a la cafetera hacer su trabajo, pensó en algo para acompañar el café y decidió que unas galletas de avena estarían apropiadas.

Para cuando Peter estaba sirviendo el oscuro líquido en las dos tazas, que habían formado parte de una de las vajillas de su madre, un ligero toquido anunció la ansiada llegada. "¡Adelante, estoy en la cocina!"

Temiendo por lo que fuera que Nathan estuviera vistiendo le haría a su libido, el enfermero decidió ocuparse con encontrar cucharas, servilletas, y cualquier otro detalle, que pudiera ocurrírsele, mientras escuchaba pasos hacerse camino hasta su cocina. En cuanto sintió la presencia en el umbral, Peter se apresuró a comenzar cualquier tipo de conversación.

"Así que, ¿dejaste a Claire a salvo de cualquier objeto filoso?"

Nathan solamente rio, sus dientes asomándose por un segundo, y tomó asiento justo frente al de Peter, aceptando la taza caliente entre sus manos. Tras colocar por último la leche en la mesa, Peter por fin se sentó, absorbiendo el tono chocolate de la camisa que Nathan había escogido. Peter se encontró atraído, como imán, a la manera en que las mangas estaban enrolladas hasta la altura de sus codos, dejando al descubierto brazos, ligeramente, bronceados. Ahora que podía admirarlo cara a cara, con toda la calma del mundo, Peter pudo hacer unos rápidos cálculos respecto a su edad, llegando a la inmediata conclusión de que Nathan debía de estar entrando a sus cuarenta. No mucha diferencia de edad, entonces, ya que, Peter recién estaba estrenando sus treinta años. Con esa edad no debería de sorprenderle al enfermero descubrir que el hombre ya fuera padre.

"Todo está bien, Peter." Nathan respondió pacientemente, endulzando su café y robando una galleta del plato. "La logre amarrar al sofá sin dificultades." Pausando para morder su galleta, los ojos almendrados de Nathan buscaron los de Peter y, a pesar del calor que Peter sintió viajar a sus mejillas, se permitió aceptar la conexión que, peculiarmente, su invitado siempre estaba buscando por establecer.

Cuando Nathan le guiñó el ojo, un segundo después, Peter casi se quedó sin oxígeno. "Así que, ¿desde hace cuánto conoces a Parkman?"

Peter tomó un sorbo de su café. "Dos años. Desde que se mudó al edificio. Lo he ayudado con algunas heridas cuando no quiere ir al hospital. Y siempre estoy listo con una curita de Hello Kity, cuando Molly se mete en problemas."

Nathan sonrió. "Es una buena niña. No podía creerlo cuando Matt me pidió ayuda para adoptarla. Se acababa de divorciar y tenía todas las de perder."

Peter frunció su ceño con curiosidad. "¿Ah, sí?" Entonces, todas las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar. "Déjame adivinar… Eres un abogado."

"Bingo." Oh, bueno, eso respondía una pregunta. Ahora, sólo faltaban setecientas más.

Tomando ese lapso como punto de partida, Peter aprendió que Nathan y Matt habían, prácticamente, crecido juntos. Con voz baja, Nathan narró como provenía de una familia de abogados de sangre pura. Como, por tres generaciones, las familias Petrelli y Parkman habían trabajado juntas, los Parkman siendo representantes de una de las agencias de guardaespaldas más recomendada. Cuando los caminos de Nathan y Matt se habían cruzado, el padre de Matt había estado bajo el servicio del padre de Nathan, por casi veinte años. Había sido imposible no formar una fuerte amistad, a pesar de haber asistido a colegios diferentes, y con Nathan siempre viajando con su madre y su hermano, por el transcurso de su infancia. A pesar de que Matt, después de haberse mudado a Los Ángeles tras el divorcio de sus padres, y a pesar de cada uno echar raíces con sus respectivas esposas, en diferentes puntos del globo terráqueo—El vínculo había sobrevivido.

A pesar de todo eso, y más, Nathan y Matt se habían mantenido en contacto, su amistad nunca desapareciendo.

"Es tan irónico, no pude estar en su boda, ni él en la mía, pero siempre pudimos juntarnos para ahogar nuestras penas, después de finalizar nuestros respectivos divorcios." Nathan concluyó, su taza vacía y fría, pero sus mejillas cálidas con rubor, sus ojos brillando con nostalgia. "Después de divorciarme regresé aquí, lo ayudé a adoptar a Molly, y desde entonces Parkman ha sido como un chicle que no puedo despegar de mi cabello."

"Suena a toda una historia de amor." Peter no pudo evitar torturar al abogado, quien roló sus ojos con fastidio.

"No tú también. Tengo suficiente con Meredith, preguntándome si por eso fue que la dejé." Nathan exclamó, estirando sus brazos hacia atrás, haciendo tronar algunos huesos en el proceso y las puntas de los dedos de Peter ardieron con las ansías de tocar… "Además, Parkman no es, para nada, mi tipo."

Peter se compuso, al captar tan sutil sugestión. Abrió su boca—Pero, el mismo Nathan le interrumpió, acercándose como una fuerza de la naturaleza, frenándose sólo hasta que sus manos yacieran a un respiro de distancia de las de Peter. De esta manera, inclusive si no lo deseara, Peter no podía alejar su mirada de este imponente ser humano, quien parecía estar listo para conquistar, cada molécula viviente, en Peter. "Y si te atreves a preguntar cuál es mi tipo… entonces no veo razón de por qué estoy aquí, Peter."

Ojos almendrados, con reflejos esmeralda, descendieron hacia sus labios, y como reacción en cadena Peter los separó ligeramente, sangre circulando por su venas como si fuera fuego líquido, deseo tomando posesión de su razón, ignorando todas las voces de alarma de su consciencia… Rompiendo todas las normas que nunca en su vida se había atrevido a violar antes, permitiéndose ser consumido por este inmenso anhelo que estaba creciendo en su corazón, en vez de… huir, como siempre lo hacía.

Nathan eliminó la última pulgada que los separaba y cuando sintió su cálida respiración acariciando su rostro, Peter cerró sus ojos. Sus labios se tocaron, y el universo pareció detenerse.

Nathan atrapó su labio inferior en un húmedo abrazo que Peter correspondió, un delicado sabor a azúcar perdiéndose en el ritmo de su beso, evaporándose entre un suspiro extasiado que Peter dejó escapar, y que Nathan recibió con una aterciopelada caricia de su lengua. Peter gimió como un niño perdido, casi asustado con la intensa ráfaga de sensación que lo estaba abrumando. Sus sentidos parecían agudizarse con cada roce que los labios de Nathan infligían sobre los suyos; con cada centímetro de la boca de Peter, que se rendía antes la determinada búsqueda de la lengua de Nathan.

Por supuesto, que ése fue el momento en que el celular comenzó a vibrar en el bolsillo de Nathan.

Peter aventó su dignidad por la ventana y chilló en protesta cuando la hoguera de la boca de Nathan se separó de la suya. Nathan murmuró suaves disculpas, mostrando que también le resultaba imposible alejarse en los diminutos besos que comenzó a regar por el rostro de Peter, al mismo tiempo que intentaba de sacar el celular de sus jeans. El gesto tan delicado, marcando un camino desde la punta de su nariz hasta su mejilla. Sus mutuos jadeos chocando entre sus rostros, como pecaminosos secretos. Cuando, finalmente, un Blackberry se reveló triunfante en la mano de Nathan, Peter supo con certeza que el momento había terminado.

"Por supuesto que hasta ahora se dio cuenta." Nathan susurró, más para sí que para su acompañante, su previamente relajada expresión destruyéndose en un tormentoso ceño fruncido, al ver la pantalla. "Lo siento, Pete—Es la mamá de Claire." Con una última tierna caricia sobre su mejilla, Nathan volvió a colocar una enorme distancia entre los dos. Una distancia que se sintió como un abismo.

Peter dejó caer su cabeza hacia atrás, dejándola caer justo a la orilla de su silla, cerrando sus ojos, concentrándose en recuperar su aliento… tratando de no escuchar los murmullos provenientes de su lobby, la voz de Nathan encarnando un tono árido que era nuevo para sus oídos y que Peter deseaba nunca fuera usado en su contra.

Dirigiendo su mano a su regazo, Peter mordió su labio -ya- hinchado inferior, al encontrar la torturante evidencia, que solamente un simple beso había ocasionado. Diablos, como Peter deseaba que fuera la mano de Nathan en vez de la suya… apretándolo, tocándolo con la misma pasión, que ahora tenía a Peter sintiéndose como una bomba a punto de explotar.

Necesitando una distracción, Peter tomó los platos, tazas y cucharas al sink, abriendo la llave del agua caliente, el aroma a sábila del detergente, curiosamente, ayudándolo a relajarse después de unos minutos.

Tan dedicado estaba con su tarea que cuando Peter sintió un par de firmes brazos rodear su cintura, saltó como gato asustado. Una cálida risa chocó contra su cuello y Peter sintió sus mejillas enrojecerse. En venganza, Peter utilizó los residuos de agua de sus manos para arrojarle a su atacante una lluvia de gotas.

Nathan encontró refugio en su cuello, su pecho vibrando con otra suave carcajada contra la espalda de Peter. Con una agilidad envidiable, Nathan capturó su mano mojada entre la suya, sus respectivos relojes (Casio contra Rolex) haciendo un inesperado eco, en el momento en que sus muñecas se encontraron. Peter apenas y tuvo oportunidad de cerrar la llave del agua con su mano restante, antes de que se viera atrapado entre el sink y la fortaleza del cuerpo de Nathan, sus rodillas amenazándolo con tocar el suelo. Peter cerró sus ojos, sintiendo sus dedos húmedos entrelazarse con los de Nathan, sus manos unidas tomando una desconocida dirección en el aire, flotando libremente, de una manera que resultaba más íntima que el beso que acababan de compartir.

Una nariz fría se restregó juguetona contra la piel sensible de su cuello y Peter volvió a sorprender a su persona, al dejar caer su cabeza hacia atrás. Hacia la merced del hombro de Nathan, concediendo permiso total a la dominancia que Nathan ejercía con una sola caricia. Con el profundo timbre de su voz. Con la forma que sus ojos te examinaban. Con la manera con la que, ahora, mordía con delicadeza su cuello, robando la cordura de Peter con cada beso que le proseguía.

Mordida. Beso. Otra mordida. Otro beso.

Cuando Peter comprendió que estaba siendo marcado, un pequeño gemido escapó de sus labios, su mano libre encerrándose en un puño sobre la superficie del sink. Al escucharlo, Nathan detuvo sus intensos procedimientos, optando un momento por solamente hundir su rostro en el hombro de Peter, como si él también necesitara de un instante, para recuperar su aliento. Sus manos suspendidas, por fin, cayeron en silencio, con excepción de sus ligeros jadeos, hasta descansar en el estómago de Peter, la palma de Nathan acomodándose sobre la mano del enfermero, nunca cesando de sobar sus dedos juntos.

Peter sonrió. Deseó poder congelar este momento. Conservarlo, y perderse en él hasta que su corazón dejara de latir, y su cuerpo se desintegrara en cenizas.

"Me estás volviendo loco." Nathan murmuró contra su camiseta, y Peter no apreció la ironía que encerraba tal confesión. ¡Era Nathan quien lo estaba volviendo, a él, loco! "Desde que te vi… No he podido sacarte de mi mente."

Peter quería responder que él tampoco había podido dejar de pensar en Nathan, que sus ojos lo habían perseguido hasta en sus sueños, por los últimos dos días, y que no había estado tan asustado en su vida, como ahora mismo.

Pero, no lo hizo.

Lo que hizo fue voltear su rostro y suplicar, con una voz que no podía reconocer como la suya, un simple "Bésame." Lo que sí hizo fue liberar su mano de la de Nathan, para poder enredar su brazo alrededor de su cuello, queriendo acercar a Nathan contra él, hasta el último poro.


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"¿Estarás ocupado mañana?" Nathan preguntó, media hora después, sus labios tan rojos e inflados como los de Peter, caminando a la puerta.

Peter abrió su boca, listo para decir que tendría toda la tarde libre, cuando el rostro de Mohinder apareció en su mente. Su decepción debió de haberse colado fácilmente a su rostro, porque sin necesidad de articular su situación, Nathan sonrió, con aire de comprensión.

"Alguien ya se me adelantó, por lo que veo."

Peter sonrió con sincera disculpa en su mirada. "Es Mohinder. Le prometí verlo en la tarde y como no nos hemos visto mucho últimamente no pude negarme… Pero, juro que sí—"

"No digas más, Peter. No debes disculparte por tener amigos." Nathan le interrumpió, tomando el mentón de Peter, con dos de sus dedos. "Solamente tendré que llevarte a cenar otra noche." Y como si no pudiera evitarlo, Nathan lo besó suavemente.

"¿A cenar? Te refieres a… ¿cómo una cita?" Peter rompió el beso, no creyendo lo que estaba escuchando. "Una… ¿verdadera cita?"

Nathan le guiñó el ojo, una sonrisa tan feroz como la de un lobo, formándose en su rostro. "Por supuesto, Peter. Después de todo, soy todo un caballero." Con eso abrió la puerta y se fue, dejando a Peter boquiabierto, pánico invadiendo su ser.


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Continuará…

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