Capítulo
I
Jun Chiba
Far away from the memories of the people who care if I live or die –Starlight (Muse)
Acabar la carrera fue todo un logro para mí. El porqué era fácil, siempre me aburría de todo lo que había empezado y al final lo dejaba sin terminar. Aquello no me resultó tedioso por una simple razón, además de ser apática también soy muy cabezota y orgullosa. Cuando mi padre y mi hermano bromeaban con que nunca iba a poder acabarla me dije a mí misma que se iban a tragar sus intentos de piques como fuese. Y así es como he llegado al día de hoy, treinta de mayo.
Después de unos meses trabajando como profesora sustituta en uno de los colegios del lugar donde vivía, recibí la llamada de un amigo que me había conseguido un trabajo mejor del que tenía, la única pega consistía en que me lo encontró fuera del país. Mi amigo me dijo que, un amigo de un amigo tenía un amigo que conocía a alguien cuyo amigo necesitaba clases de inglés, y que él a la vez buscaba a alguien a quien no le importase impartirle esas clases.
Antes de decirle mi respuesta le pregunté cuál era aquel país al que quería llevarme, aunque la verdad fue una pregunta un poco estúpida pues Takuya, el nombre de mi amigo, era originario de la ciudad japonesa de Kioto.
Claramente Japón fue su respuesta.
Le dije que ya le llamaría mientras en mi interior ya sabía que iba a terminar aceptando esa oferta de trabajo. Aunque siempre estaba el miedo de que acabase cansándome de dar clases de inglés a ese hombre misterioso y decidiera volver a mi país de origen.
Así que aquí estoy, en el aeropuerto de Tokio, sin idea de qué hacer mientras espero a que mi amigo de Kioto venga a buscarme. Observo a la gente a mi alrededor y la gente a mi alrededor me observa a mí.
Las personas en Japón no suele mirar mucho a los que están cerca de ellas, pero cuando se trata de un forastero la cosa cambia. Aunque lo cierto es que mis ojos se asemejan un poco, no del todo, a los de los japoneses. Un tipo me saluda con la cabeza al ver que me he quedado mirándole. Le correspondo con una sonrisa. Me acabo de sorprender a mí misma, pues yo no suelo obsequiar tan fácilmente a nadie con una de ellas.
Me canso de esperar y voy a buscar una máquina expendedora, de esas que suelen estar en todas partes, necesito refrescarme un poco.
Cuando encuentro una miro los letreros sin entender demasiado. No sabía dónde me estaba metiendo el día en el que le dije a mi amigo que sí a su oferta de trabajo. Una chica se acerca a donde estoy yo, me pregunta algo en japonés y acto seguido me sonríe. Saca dinero de su cartera y pulsa uno de los botones de la máquina. Una bebida sale de ella. La japonesa vuelve a sonreírme y me tiende la botella que ha elegido, yo la cojo, algo anonadada ante aquel acto. For you, es lo que consigo entenderle a continuación, y me invita a que beba.
-Domo arigato –contesto. Ella asiente, me hace un saludo y se marcha.
Me llevo la bebida a los labios, y sin una pizca de miedo pego un sorbo. Está frío y sabe algo dulce, no sé lo que es pero es agradable así que continuo bebiendo.
Vuelvo a salir al exterior. Sigo sin ver a Takuya por ninguna parte. No me desespero, imagino que el tráfico le está dificultando el llegar a la hora que dijo que iba a venir a por mí.
Tarda un cuarto de hora, más o menos, en hacer acto de presencia saliendo de un taxi y llamando mi nombre.
Le sonrío en mi segunda sonrisa no forzada del día. Me da un abrazo y yo se lo devuelvo.
-Siento mucho la tardanza, Andrea, pero ya sabes, entre el tráfico y una cosa y otra –se disculpa. Yo niego con la cabeza quitándole importancia al asunto, no la merece-. Sé que estarás cansada, más el jet-lag y todo eso pero ¿qué te parece si te presento a tu alumno?
-Es genial, además no estoy, ahora mismo, por quedarme en casa tan pronto y, además, será mejor saber cómo llegar al sitio donde trabajo.
-No te preocupes, el chico y tú vivís en el mismo sitio, en Harajuku, así que no creo que te pierdas.
Me deja entrar mientras él pone mi equipaje en el maletero del taxi.
Minutos después el taxi comienza su marcha.
Observo la ciudad pasar delante de mis ojos a una velocidad constante, no reconozco las calles, y en menos de dos minutos ya me he perdido en la inmensidad de la ciudad y de las personas. Mi amigo me habla desde el asiento de delante pero yo no le atiendo, estoy demasiado ocupada manteniendo mi boca abierta mientras recorremos Tokio. A Takuya se le conoce por su paciencia, así que me lo repite de nuevo, esta vez yo le escucho.
-Espero que tu japonés haya mejorado, aunque solo sea un poco.
-Lo ha hecho, pero tampoco pienses que sepa hablar muy bien y con rapidez. De hecho, soy un poco lenta encontrando las palabras adecuadas –contesto con cara de culpabilidad-. ¿Por?
-Jun Chiba, al chico al que le das clase, no sabe nada de inglés. Vais a tener que arreglárosla a lo indio, al menos al principio.
-Lo que ocurre es que hace mucho que no practico, ya que nosotros últimamente solo nos comunicamos en español, así que en cuanto me acostumbre, todo arreglado.
El resto del camino estuvimos en silencio. A medida que nuestro destino se acerca mis nervios se hacen cada vez más notables. Mi estómago se contrae y comienza a dolerme. No lo muestro en mi exterior. No soy la típica persona que demuestra por fuera lo que verdaderamente siente interiormente. Solo mi madre es la única que consigue ver lo que se me pasa por la cabeza en todo momento. Parafraseando a los guionistas deSupernatural: "we have a more profound bond."
Harajuku aparece delante de nosotros poco a poco. El taxi para unos segundos después. Takuya le dice algo al conductor, le paga su viaje así como el mío y saca mi maleta mientras yo estoy embobada a causa de lo que hay a mi alrededor. El piso donde viviré a partir de ahora está a solo dos minutos de donde nos hemos bajado del taxi.
Mi amigo me conduce hacia las escaleras y al llegar al cuarto piso se para delante de una de las puertas. Saca una llave del bolsillo de su pantalón izquierdo y entramos en el apartamento.
El lugar es pequeño, la cocina está situada al lado de la entrada. Un mini baño a la derecha de esta, y un váter a continuación. La habitación-salón es el cuarto más grande de todos, pero no me importa demasiado, he vivido en residencias de estudiantes con menos que esto. Una puerta con ventana, por donde entra la luz que baña la estancia, da a la pequeña terraza donde se puede ver que hay un pequeño tendedero.
Después de observar todo con detenimiento dejo mi maleta apoyada en el suelo de madera y miro a mi acompañante, él sonríe de medio lado.
-Esto es –me dice como disculpándose ante lo pequeño de mi lugar de residencia en Japón.
-Suficiente.
-Sé que no es mucho, pero…
-No te preocupes, en serio, es más de lo que imaginé. ¿La lavadora está abajo, verdad? –pregunto, aunque ya sé la respuesta.
-Como siempre. ¿Recoges la maleta luego y bajamos a ver a Jun-chan?
-Bien me parece.
Salimos del apartamento. El de Jun Chiba está solo un piso más abajo, yo vivo justo encima de él.
Llamamos a la puerta, se oyen unos ruidos dentro y segundos después el que seguramente es el chico al que le voy a enseñar inglés aparece ante Takuya y yo. Chiba es un hombre pequeñito, debe no medir mucho más de metro y medio. Por su altura y la forma de su cara aparenta tener pocos años más que yo, aunque luego descubro que tiene casi treinta y cinco. Su pelo es de un extraño color castaño, lejos del habitual negro de los japoneses, lo lleva cortado de una forma peculiar, pero le queda bien de ese modo. Unas gafas de pasta negras decoran su cara redonda. Le dice algo a mi compañero que no entiendo hasta pasado un rato. "Dare da?", lo que ha dicho, o más bien preguntado, significa "¿quién es?".
-Kimi wa "Andorea" –contesta Takuya, lo que me da una pista para entender la pregunta anterior.
Como mi nombre parece difícil para el japonés pronunciarlo bien decidimos que puede llamarme Akiko.
Alguien grita desde el interior de la casa, y nuestro anfitrión nos invita a entrar.
Nos quitamos los zapatos dejándolos en la entrada.
El que había gritado antes resulta ser uno de los amigos en común de Takuya y Jun, llamado Mitsuo Ikari. Este es poco más alto que el anterior pero más bajo que yo. Su pelo negro y lo tiene cortado de forma parecida al otro chico que acabo de conocer. Al igual que el otro lleva gafas negras de pasta. Según lo que puedo averiguar más tarde Hitsugi adora viajar a España y por ello es que sabe un poco de mi idioma. Acaba siendo el único, (a parte de Shiroyama), que me llama por mi verdadero nombre y no por Akiko.
Estamos algo así como una hora hablando en la habitación-salón y luego decidimos bajar al barrio así yo puedo visitar un poco de la ciudad.
Harajuku siempre ha sido uno de mis barrios favoritos de Tokio, quitando el hecho de que nunca pude visitar la ciudad anteriormente, así como Shibuya. Mires por donde mires ves tiendas dedicadas al anime y al manga, y cosplayers te rodean por todas partes. Si el paraíso existe, el mío tiene que ser como Harajuku.
Kuroganes, Yunos, Kiritos, personajes de Vocaloid, Armins… Chicas vestidas de lolitas y estudiantes de preparatoria llenan el lugar.
No puedo evitarlo y acabo entrando en varias tiendas, compro unas figuritas así como tres tomos manga en japonés, por supuesto.
Cuando se hace de noche vamos a comer ramen. Jun repitió dos veces y yo me pregunté dónde era que se metía todo aquello sin explotar.
A eso de las nueve de la noche nos separamos. Mitsuo coge el metro hacia su casa. Los tres restantes esperamos a que llegue el taxi que Takuya ha pedido después de negarse varias veces a quedarse a dormir, me asegura que nos vamos a ver pronto y el vehículo desaparece entre el tráfico.
Jun comienza a andar hacia nuestro edificio y yo le sigo.
Ninguno de los dos dice nada en todo el camino de vuelta. Cuando llegamos al piso de él, me invita a entrar.
Mientras yo espero en el salón mi nuevo amigo hace té. Me da una taza y yo hago un gesto de reverencia con la cabeza dándole las gracias. Es él el que rompe el hielo antes de que a mí se me ocurra primero.
-¿Desde cuándo conoces a Hikari-san? –pregunta refiriéndose a Takuya.
-Hace tres años o así –contesto después de pensar un poco las palabras correspondientes en japonés-. Yo estaba aprendiendo el idioma, y él se presentó voluntario a enseñarme un poco. Todo lo que sé es gracias a Takuya.
-Yo te puedo ayudar un poco más, si quieres. Tú me das inglés y yo a ti japonés… -dice al principio para sí mismo y luego levanta la voz.
-Oh, ¿harías eso? La verdad es que me gustaría, porque como ves me trabo un poco al intentar hablar.
-Trato hecho, entonces –sonríe y bebe té. Yo recuerdo que el mío descansa en la mesa que tengo delante.
Cuando me voy a dormir son las tres de la madrugada; hemos estado hablando, riendo y haciendo el idiota durante mucho rato. Me he dado cuenta de que echaba de menos pasarlo así. Me alegra haber encontrado un trabajo como este y un "estudiante" igual que Jun.
Nada más llegar a mi apartamento mi móvil comienza a sonar. Es mi madre que, al no estar acostumbrada a la diferencia horaria entre España y Japón, ha esperado a que sea por la tarde en casa para informarse cómo me ha ido en mi primer día.
-Mamá, son las tres de la mañana, estaba a punto de irme a dormir –digo nada más contestar al teléfono.
Ella se disculpa inmediatamente cuando se da cuenta de su pequeño error.
-Te llamo mañana por el mediodía mejor. El viaje bien, ¿no? ¿Y qué tal Takuya?
-Bien, mamá, todo bien, no te preocupes. He hasta conocido al chico al que le doy clase, es buena persona, así que todo genial. Hasta mañana.
Tiro el móvil encima de la cama sin mirar tan siquiera donde es que ha caído. Dirijo mi mirada hacia mi maleta sin deshacer que me devuelve la mirada desafiante. Hago un bufido. Decido darme la vuelta dándole la espalda, me quito los vaqueros y me tumbo en la cama sin correr las sábanas. El calor de Tokio es insoportable y eso que estamos en marzo.
Cierro los ojos y, aunque pienso que no voy a poder dormirme tan fácilmente como me gustaría, el cansancio puede conmigo y acabo quedándome como un tronco.
A pesar de todo, cuando me despierto en mitad de la noche me da la sensación de no haber dormido lo suficiente, busco a tientas mi móvil entre las sábanas de mi cama y lo acabo encontrando pegado a la pared, miro la hora, solo he dormido una media hora larga. El jet lag ha comenzado a hacer su efecto.
Me levanto pues sé que ya no voy a dormirme otra vez.
Quiero escribir algo, y como mi ordenador está aún en la maleta acabo por vaciarla del todo, y en el momento en el que enciendo el portátil las ideas que, hace unos minutos, rondaban por mi cabeza han desaparecido junto con mi sueño.
El "maldito Facebook", como lo llamo yo siempre, es lo que abro, a continuación. Me asusto cuando veo que en mis mensajes tengo unos veinte, todos son de mis amigos. La mayoría me preguntan si estoy loca y solo dos de me desea sea mucha suerte. Me río en bajo ante la osadía de mis amigos, yo me pregunté lo mismo hace unos días, pero llegué a la conclusión de que si había encontrado un trabajo tan lejos era por alguna razón. (Y en cierto modo no iba tan desencaminada, pero eso ya es otra historia.)
La mañana llega y me encuentra dormida encima del teclado de mi ordenador, noto la marca de cada una de las teclas en mi mejilla derecha, duele, demasiado.
Me encamino hacia la nevera y cuando la abro recuerdo que no tengo nada de comida en ella. Mis tripas hacen un ruido de descontento.
Recuerdo que debajo de donde vivo hay un 7-11 así que, por mi propio bien, decido ir a comprar comida. Ni me molesto en vestirme y colocándome las zapatillas de la calle encima del pijama me dirijo hacia la calle por las escaleras.
Me encuentro a Jun en la tienda, el japonés me mira de arriba abajo y sonríe al ver mi apariencia casera. Él va en pijama, igual que yo, pero en lugar de converse lleva sandalias en sus pies.
-Ohayo. Veo que te estás acostumbrando muy rápido a los hábitos japoneses –por supuesto que se refiere al hecho de que haya bajado a comprar en pijama.
-Konnichiwa, Jun-chan –le saludo antes que nada-. Siempre había deseado venir a Japón y comprar leche con mi pijama de vaca.
Hacemos la compra juntos y nos separamos cuando llegamos al tercer piso. Quedo con él en empezar las clases en media hora o así mientras desayunamos.
Caliento agua para el ramen instantáneo después de colocar mi compra en los muebles de la cocina, y el timbre suena avisándome que Chiba ya está aquí. He dejado la puerta abierta así que mi amigo entra en mi apartamento sin esperar a que yo salga a abrir.
Comemos el ramen mientras yo le explico la primera lección que le voy a enseñar de inglés. El chico está algo verde en el idioma, pero pone atención a todo lo que le explico y su mejor empeño en hacerlo bien.
Una hora después cambiamos posiciones y es ahora él quien me da las clases a mí. El idioma japonés me resulta algo más fácil que a Jun el inglés, pues más o menos tengo una buena base gracias a Takuya.
A las once de la mañana decidimos acabar. Mi amigo trabaja y yo debo ponerme a escribir.
