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El amanecer de un nuevo día
…
Lincoln continuó acariciando la espalda de su hermana mientras lloraba en su pecho. Había tenido que repetir esto durante muchas noches con todas sus hermanas, incluyendo a las mayores. Realmente estaba agotado de ésta rutina, pero tenía que mantenerse fuerte por todas sus hermanas, las que aún le quedaban al menos.
Lucy respiró con dificultad mientras se sorbía los mocos. Lincoln pasó su mano por su flequillo y dejó al descubierto sus profundos ojos azules por un momento mientras la contemplaba. Su hermana amante de lo oculto siempre se mantenía seria y ocultaba sus emociones, pero en el fondo estaba tan afectada con todo esto como todos. Y Lincoln sabía que era cuestión de tiempo para que aquellas emociones la rompieran, había estado pendiente de ella para cuando ese momento ocurriera. Sabía que no podía forzar a Lucy a dejar salir lo que guardaba en su corazón, por lo que tenía que estar ahí cuando ocurriera.
Esa noche ocurrió.
Lincoln había notado como Lucy parecía quebrarse en la cena, y supo que había llegado el momento cuando se levantó de la mesa sin decir nada y se dirigió a su habitación. Cruzó los ojos con Lori y esa simple señal bastó para que ella entendiera. Ella también había visto las señales, y sabía que esto era algo de lo que él tenía que hacerse cargo. Lori asintió con la cabeza y Lincoln siguió a Lucy hacia arriba.
La encontró llorando sobre la cama de Lynn mientras abrazaba su pelota de futball. Lincoln se acercó a ella en silencio y la abrazó con cariño. Lucy tardó unos minutos en devolverle el abrazo, pero finalmente se rompió y comenzó a llorar con todas sus fuerzas sobre su pecho.
-La extraño. –La voz de Lucy no era la misma voz profunda de siempre, era la voz de una niña de doce años que extrañaba a su hermana mayor. –La extraño mucho, Lincoln. Quiero que regrese… Siempre me molestó escuchar sus ronquidos, pero ahora sólo sueño con el día en que vuelvan a despertarme.
-Yo también. –Le respondió. Lynn fue su hermana más cercana, y con quien mantenía una conexión que no podía explicar. Aquella chica marimacho siempre había sido una abusiva con él, pero también lo había protegido, cuidado y asegurado de hacerlo fuerte para el mundo que había afuera. –Realmente la extraño. –Aun podía recordar el aroma de su cabello y el tacto de sus manos mientras se abrazaban frente al autobús que la enviaría al campamento deportivo femenino.
Todavía podía sentir los dos últimos golpes que le dio antes de continuar con su despedida. Se suponía que sólo serían tres semanas…
De haber sabido que sería la última vez que la vería… Entonces no la hubiera dejado ir. La hubiera mantenido en sus brazos y jamás la hubiera dejado escapar, no importa cuánto lo golpeara o gritara, no la hubiera soltado hasta que el autobús se marchara.
En lugar de eso, vio como los saludaba tras el vidrio de la ventana y se alejaba.
-Anoche soñé con ella… –Lucy murmuró. –Fue horrible, Lincoln. Ella… ella extendía su mano hacia mí, y no tenía dedos. Lynn necesita sus dedos para jugar, pero ya no los tenía. –El pequeño cuerpo de Lucy comenzó a temblar. –Su estómago estaba abierto y… y parecía que algo había estado masticando sus órganos. Donde debería estar su ojo derecho había un hueco sangrante. –Se sujetó ambos lados de la cabeza. –Y me pedía ayuda… No tenía lengua, pero me pedía ayuda. Estaba sufriendo Lincoln. Lynn estaba sufriendo. Algo… algo se la estaba comiendo.
-Shh. –Lincoln la abrazó más fuerte mientras colocaba su cara cuidadosamente contra su pecho. –Está bien, Lucy. Sólo fue un mal sueño. Yo también tuve pesadillas todo el primer mes… y se pusieron peor cuando… ya lo sabes.
Lucy asintió. Lo que había sucedido los meses siguientes había sido trágico para toda la familia. Todos ellos tuvieron que estar más unidos que nunca, pero con el paso del tiempo su número comenzó a disminuir sin que pudieran hacer nada para evitarlo.
-Estás con nosotros, Lucy. –Lincoln tomó su mejilla y la hizo observarlo. Le sonrió con amabilidad y amor. –Estamos aquí para ti, Lucy. No hace falta que te contengas con nosotros. Puedes llorar en mi hombro cuando quieras y todo lo que quieras. Te amamos, Lucy. Lo sabes, ¿Verdad?
-…Lo sé. –Lucy se acurrucó en su pecho. –Gracias Lincoln. –Sollozó un poco. –Eres un buen hermano mayor.
La miró tristemente mientras se mantenía abrazándola.
¿Lo era?
Se veía tan indefensa.
Acaricio unos cuantos mechones de cabello negro. Esa nueva marca de tinte parecía durar más, pero Lincoln podía sentir su cabello más áspero de lo que debería ser. Le gustaba más la otra marca. Sí, tenía que teñírselo cada semana, pero al menos podía sentirse como cabello real. Soltó sus mechones y levanto su flequillo.
Sonrió ante el rostro dormido de Lucy. Con el paso de los años, sin lugar a dudas se convertiría en una mujer hermosa. Pero por ahora no era más que una niña que echaba de menos a sus hermanas. Ésta noche por fin pudo sacar toda la tristeza acumulada después de tantos meses. Ya no más lágrimas derramadas por accidente, o cortes en los brazos para poder sacar algo del dolor de su cuerpo. Lucy por fin había sacado todo lo que tenía en su pecho, y mañana quizás lo repitiera. Y él estaría junto a ella.
Bajó lentamente su cabeza y besó su frente con delicadeza. Mantuvo sus labios unidos a su pálida piel por un minuto, perdiéndose en los recuerdos de cuando eran jóvenes y todo era alegría. Siempre creyó que esos momentos durarían para siempre. Eran una familia grande y unida, ¿Por qué no mantenerse así? Porque no. Era una respuesta de mierda, pero era la verdad.
Aquel olor de tinte comenzaba a marearlo, ¿Cómo podía soportarlo Lucy? Mañana tendría que encontrar una forma de convencerla de cambiar de marca. Se separó con cuidado y volvió a ocultar sus ojos con su cabello. No quería despertarla ahora, por lo que sólo acomodó su cuerpo sobre la cama con el máximo cuidado de no despertarla y le quitó lentamente sus zapatos.
La vestimenta de Lucy no había cambiado mucho en todos esos años. Su hermanita aún disfrutaba de usar vestidos oscuros de manga corta y medias de rayas blancas y negras. Lincoln le quitó las medias con delicadeza y la metió debajo de las cobijas. Aquellas cobijas subían y bajaban mientras el aire entraba y salía del cuerpo de su hermanita. Ella estaba viva, estaba ahí. La expresión de Lincoln se volvió agria al pensar que casi podría haberla perdido el último mes.
No lo hubiera tolerado.
-¿Las gemelas ya están durmiendo? –Susurró sin levantar la vista de Lucy.
-Lloraron un poco, pero ya están bien. –Lori habló desde la puerta. –Están durmiendo juntas, creo que tienen miedo de despertar y no encontrar a la otra. –Suspiró con cansancio. –Era más fácil cuando no dejaban de pelear por cualquier tontería, ahora están de acuerdo en llorar al mismo tiempo.
Lincoln cerró los ojos para despegarse de la imagen de Lucy, si seguía viéndola no podría separarse de ella. Tenía que dejar de lamentarse el error de hace un mes y usarlo como una lección para no repetirlo otra vez. Movió su cabeza y dirigió su atención a Lori, su hermana de veintiún años lo miraba con una pequeña sonrisa.
Lincoln le devolvió la sonrisa y se dirigió hacia la puerta. Aquella joven frente a él había renunciado a la universidad para poder mantenerse junto a su familia en estos tiempos de crisis. Lincoln supuso que creyó que serían unos cuantos meses, pero todo eso importó poco cuando la tragedia volvió a golpearlos una segunda vez… y luego otra… y otra… y…
No. Ya no quería pensar en eso.
-Has crecido mucho, Lincoln. –Pasó su mano por detrás de su espalda y lo acercó más hacia si misma. –¿Sabes? Tú también puedes llorar si quieres. No tienes que cargar con nuestras penas tú solo. Si quieres llorar… mi puerta está abierta. –Su sonrisa vaciló. –Ya lo hiciste por mí antes. –Volvió a sonreír. –A veces siento que me estas quitando el puesto como hermana alfa.
A veces él también se sentía mucho mayor.
Lincoln no le respondió, pero la abrazó fuertemente antes de llegar a su habitación. Desde hace unos meses parecía haberse vuelto más pegajoso con todas sus hermanas. Cualquiera diría que son las hormonas adolecentes que lo hacen perder el control y acercarse a toda figura femenina que lo deje restregar su cara contra su pecho o cualquier otra parte de su piel. Pero no con Lincoln. Aquel joven adolecente de quince años que siempre puso la felicidad de sus hermanos sobre la propia, jamás podría hacer algo que incomodara a sus hermanas.
Necesitaba de aquel contacto. Lincoln necesitaba saber que aún estaban ahí con él. No quería perder a ninguna de ellas, y no quería separarse de ellas sin que supieran lo importantes que eran todas en su vida. En cualquier momento podrían… o él podría… No, no podía pensar así otra vez. Fue por pensamientos como ese que casi pierde a Lucy el último mes.
Cada mes era más difícil, y tenía que mantenerse centrado si quería lograrlo.
-Te amo, Lori. –Susurró mientras mantenía su cabeza en el pecho de su hermana mayor. –Si quieres regresar a la universidad, estoy seguro de que mamá y papá entenderán. Ellos quieren lo mejor para ti, y puedo asegurarte de que las cuidaré a todas en tu ausencia.
Lori le devolvió el abrazo. –No los dejaré, Lincoln. No me alejaré de ustedes, mucho menos ahora. –Lincoln aguantó las ganas de suspirar en la derrota, sabía que diría eso. Lori siempre pondría a su familia sobre todo, incluso sobre su teléfono y su novio. Eso lo animaba, pero a la vez lo frustraba. Sería más seguro para Lori regresar a la universidad.
-Gracias. –Se separó con cuidado de su hermana mayor. –¿Lily puede dormir contigo esta noche? Me gustaría tener un tiempo a solas.
Lori suspiró. –Lincoln, ya hablamos de esto. No tienes que enfrentarlo todo tú solo. Cargar con tantas penas sólo te hará daño, hermanito.
Se rio un poco. –¿Y si quiero estar sólo para cierta actividad masculina que incluye servilletas de papel y revistas ocultas bajo la cama? –Levantó una ceja.
-Te diría que eres un idiota, te daría una bofetada y me alejaría de ti, pero sé que no eres de esa clase de chico, y si lo eres, nunca se lo dirías a tu hermana mayor, Lincoln. –Puso las manos sobre sus caderas mientras lo miraba con el ceño fruncido.
Entonces los dos se rieron. Era agradable reír un poco después de tanto drama.
-Sólo necesito un tiempo a solas, Lori. Gracias por quedarte con nosotros tanto tiempo. –Abrió la puerta de su habitación. –Te amo. –Le repitió con una sonrisa mientras entraba a su cuarto.
-También te amo, Lincoln.
Al cerrar la puerta de su habitación dejó que su sonrisa se desvaneciera. ¿Sería esa noche? Miró a Bun-Bun sentada cuidadosamente sobre la almohada de su cama. Su amiguita de felpa lo miraba fijamente en la puerta con sus grandes ojos blancos con puntos negros. Su pequeña camisa purpura tenía una rasgadura que dejaba al descubierto su pequeño pecho de tela. Leni lo hubiera reparado si se lo hubiera pedido, pero le daba demasiada vergüenza hacerlo… ahora era tarde.
-Hey, Bun-Bun. –Lincoln se sentó con cuidado sobre la cama y bajó la cabeza. Se mantuvo en esa posición durante un tiempo mientras mantenía su mente en blanco y esperaba. –¿Sera ésta noche, Bun-Bun? –Le preguntó suavemente mientras esperaba. No hubo ninguna respuesta de parte de su compañera.
Levantó la cabeza y miró el reloj de súper héroe sobre la mesa. Ese reloj ya le parecía demasiado infantil para él, pero era el único que tenía, y no quería molestar a sus padres con un nuevo reloj. Los gastos ya eran apretados antes, y aún siguen siéndolo… aunque ahora era por la terapia. No iba a exprimir más billeteras por un nuevo reloj. ¿Qué importaba como se viera? Lo importante es que diera la hora.
Las once en punto. Había estado consolando a Lucy por alrededor de dos horas y media. El tiempo parecía volar cuando consolaba a sus hermanas. Se mantenía con ellas hasta que liberaban todas sus frustraciones, su tristeza, e incluso su ira, finalmente tenía que soltarlas con un beso y por lo general tenía que arroparlas y quedarse con ellas hasta que estuvieran profundamente dormidas, o dormir junto a ellas hasta el día de mañana.
¿Eso era todo lo que podía hace? Quería regresarles la felicidad de antaño, pero le era imposible hacer nada más de lo que ya hacia.
-Realmente soy un inútil.
Se mantuvo sentado en su cama por lo que le parecieron segundos. ¿Debería ir a ver como están las gemelas? Ya podía ver a las pequeñas de diez años abrazadas juntas. Ahora que Lola había dejado de usar mascarillas, era difícil distinguir a ambas cuando se enterraban bajo las cobijas. ¿Podría darles un vistazo rápido? Podrían haber despertado y estar asustadas. Temerosas de ser las siguientes… Lana le había dicho eso hace una semana, de como Lola tenía miedo de perderla. Antes de que todo iniciara, Lola había dicho lo feliz que sería cuando ya no tuviera que compartir habitación, pero ahora estaba temerosa de separarse de Lana.
Debería revisarlas.
Miró su reloj: ya era media noche.
Hasta ahora no había nada fuera de lo común…
Ya viene Lincoln.
Cerró sus ojos y bajó su cabeza hasta enterrarla entre sus piernas. Por supuesto que viene, cada mes es lo mismo, las fechas eran distintas pero la hora era la misma. Siempre puntual, listo para saltar sobre sus seres queridos mientras duermen y jamás dejarlos ir.
Lincoln, tienes que prepararte.
Aquella voz diminuta se acercó a él. Lincoln levantó la cabeza y vio a su pequeña amiga de felpa arrastrarse sobre sus cobijas hacia él mientras lo miraba con sus grandes ojos, orejas algo dobladas y camisa sucia. Tenía que lavarla por la mañana, pero tenía miedo de que el agua pudiera terminar de romper lo que quedaba de sus costuras.
La tomó del cuello y la sentó en sus piernas mientras enderezaba sus orejas; una cayó hacia adelante y la otra se inclinó hacia la izquierda cuando las soltó. Lincoln acarició su cabeza con suavidad mientras trataba de controlar todos sus miedos.
Ellas te necesitan, Lincoln.
-Lo sé. –Asintió con la cabeza mientras la levantaba y le daba un pequeño beso en la frente. –Sé que tengo que hacer, Bun-Bun. No tengas miedo, no volveré a cometer el mismo error.
Esta vez no contesto y la dejó con cuidado sobre la cama. Caminó hacia su escritorio y abrió el segundo cajón de la derecha; estaba repleto de papeles con dibujos extraños y otros perturbadores de siluetas de niños y niñas que parecían estar bailando en un cementerio, o simplemente levantando cuchillos como si fueran espadas y haciendo un juramento como los caballeros de la época medieval. Lincoln pasó sobre todos ellos y sacó el pequeño frasco del fondo.
Pastillas de cafeína. A sus catorce años era todo lo que podía comprar, y aún así tenía que mentir cada vez que un tipo obeso o una señorita con modales exagerados le hacia preguntas sobre las pastillas. Sería más seguro comenzar a alternar farmacias cada mes, de esa forma podían pasar tres meses antes de tener que regresar a la primera y así sucesivamente.
Sacó dos pastillas de un color barroso y dejó que se disolvieran debajo de la lengua mientras aguantaba aquel sabor repugnante al que ya se había acostumbrado. ¿Cuántas veces seria este mes? ¿Dos? ¿Tres? ¿Siente? ¿Veinte? Hace tres meses no lo consiguió, y las consecuencias fueron…
Está cerca, Lincoln. Muy cerca.
Lincoln tragó las píldoras sin terminar de disolverse bajo su lengua y sacó el portafolios de debajo de su cama. Se había asegurado de que Lola lo viera meter una revista porno hace unos meses para que creyera que no eran más que esas cosas que los adolecente quieren mantener en secreto, hasta ahora no lo había usado para chantajearlo, pero estaba seguro de que cuando su ánimo mejorara lo haría sin pensarlo dos veces.
Giró el candado hasta dar con la contraseña adecuada y abrió el portafolios sin dificultad alguna. Lo saludó la imagen de una chica vestida de conejita que lamía una paleta de fresa mientras otra abrazaba sus nalgas y parecía estar a punto de lamerla. Lincoln no la había abierto desde que la compró, y dudó que alguna vez lo hiciera, esas cosas dejaron de importarle hace tiempo. Su mente adolecente había encontrado algo más importante que masturbarse con mujeres desnudas o usando trajes exóticos.
Hizo la revista aún lado y sacó una linterna de mano; comprobó las baterías en un pequeño medidor que tenía en la parte trasera, todavía estaban a la mitad, serían suficientes para toda la noche, pero se llevó un par de baterías de emergencia, nunca estaba de más tener una o dos baterías de reserva. Lo siguiente que sacó fue una pequeña pistola de aspecto extraño, parecía ser uno de los artículos de Lisa: estaba hecha con un material ligero y tenía algo ovalado y repleto de cables como culata. El cañón era un pedazo de titanio aplanado y tenía un medidor en la empuñadura totalmente lleno. Se aseguraba de cargarla cada mañana cuando salía el sol.
El último artículo que sacó de esa valija fue la pistola de su padre. Aquella pequeña arma 9mm. la había robado de la pequeña caja oculta en lo profundo del armario, sus padres nunca se habían dado cuenta, y si lo hacían pensarían que la vendieron hace tiempo. Su padre ya había mencionado que la vendería de todas formas, era cuestión de sacar el tema de la venta cuando preguntara por ella y era todo, no tenían razones para pensar que mentía.
Miró a su amiga de felpa y la abrazó con cuidado contra su pecho. Tomó la silla de madera sintética fuertemente con su mano y la arrastró fuera de la habitación junto con él.
Sería una larga noche.
El pasillo estaba sumamente oscuro y silencioso. Desde la primera tragedia, toda la casa estaba en un mortal silencio y mientras las tragedias sucedían toda la casa se había convertido en un cementerio. Era como si todos sus integrantes estuvieran permanentemente de luto.
Lincoln colocó la silla contra la puerta y se sentó en silencio. Colocó a Bun-Bun sobre sus piernas y sacó su pequeño celular negro. Aquel celular fue un regalo de su padre hace unos años, cuando lo cambió por uno mejor. Su padre le ofreció cambiarlo más de una vez, y Lori incluso le ofreció su antiguo celular cuando lo cambió por uno mejor, aún así, Lincoln prefería el anticuado. No le interesaban mucho los teléfonos modernos.
Aun eran las doce. La noche acababa de iniciar.
Está aquí.
Bun-Bun se arrastró más cerca de su vientre con pequeños temblores. Lincoln acarició su cabeza con ternura mientras le daba fuerzas; a ambos. De no ser por Bun-Bun, seguramente hubiera perdido a toda su familia hace tiempo. Era su mejor amiga y la única que lo mantenía cuerdo en aquellas noches de pesadilla que no parecían tener un final.
¿Con quien más podría contar? Aunque dijera la verdad, terminarían enviándolo nuevamente con esos doctores, entonces le darían pastillas que le darían mucho sueño y lo seguirían mandando con más doctores que harían exactamente lo mismo. Finalmente lo dictaminarían como un demente sin remedio y lo encerrarían en una habitación acolchada donde sólo podría recibir visitas mensuales de sus padres… Y todo lo que escucharía es como sus hermanas desaparecen una a una.
Pero claro, ellas no son las únicas. Los niños y niñas desaparecen todos los días sin dejar rastro. Algunos niños aparecen enterrados en parques, bosques o montañas, a otros los encuentran en las esquinas de calles oscuras sin dientes y ofreciendo mamadas a cambio de unas monedas, otros simplemente se escapan de casa por cualquier razón estúpida y aparecen al siguiente día llorando y pidiendo perdón.
Otros jamás regresaban.
Está en el baño.
Bun-Bun señaló la puerta del fondo con su pequeña patita.
Lincoln no perdió tiempo en correr tan rápido y silenciosamente como sus piernas le permitían. Abrió la puerta del baño y encendió la linterna. Aquella bombilla ultravioleta tenía tanta intensidad como los rayos del sol, si tan sólo hubiera podido convencer a sus padres para intercambiar todas las bombillas de la casa por aquellas bombillas seguramente lo tendría más fácil.
Algo gruñó de dolor y se escuchó el chapoteó de algo corriendo sobre el agua. Lincoln pasó la linterna por cada parte del baño y al no ver nada cerró la puerta y regresó a la silla frente a su puerta. Se mantuvo atento en caso de que alguna de sus hermanas se levantara. No tenían que levantarse porque lo escucharan, también podrían levantarse para ir al baño o tomar un poco de agua. Esos momentos eran críticos, ya que Lincoln no podía dejarlas sola mientras bajan a la cocina ni podía separase de la puerta del baño mientras atendían sus necesidades.
Está en el cuarto de Lisa.
Lincoln desvió sus pasos y corrió hacia el cuarto de Lisa. Nuevamente abrió la puerta con velocidad y alumbró cada rincón de la habitación vacía. Pasó su linterna por la pizarra, los juegos de química, los planos y maquinas que parecían llenar la habitación, hasta que la luz terminó sobre la cama vacía de su hermana genio. Nuevamente escuchó un gruñido de dolor y algo pareció hundirse en aguas estancadas mientras un olor repugnante comenzaba a inundar el cuarto. Lincoln cerró la puerta con velocidad y la mantuvo sujeta.
Cerró los ojos mientras colocaba la luz de la linterna contra la cerradura y escuchaba pequeñas garras rasgar la madera desde el interior. No había sido lo suficientemente rápido, y ahora estaba enfadado. La puerta tembló un poco mientras los rasguños aumentaban y algo trataba de girar el pomo de la puerta desde dentro. Lincoln la sujetó con toda sus fuerzas hasta que los temblores comenzaron a disminuir y la puerta dejó de temblar.
Está muy molesto, Lincoln. Ten cuidado.
Lincoln giró el pomo de la puerta y la abrió con un empujón mientras presionaba un botón sobre la linterna y la luz comenzaba a salir con más intensidad. Sacó la pistola de aspecto extraño y la equilibró sobre su otra muñeca mientras retrocedía un paso.
Se fue.
Bajó el arma con un suspiro y se acercó a la puerta de la habitación vacía. Antes de cerrarla contempló aquella cama vacía. Lisa había intentado dar con una explicación de todo lo que le había ocurrido a la familia. Aquella niña que jamás demostraba lo que sentía y siempre quería utilizar un aspecto científico con todo lo que rodeaba al mundo, había llorado entre sus brazos y compartido la cama con él más de una noche mientras que por el día utilizaba cada neurona que el regalo de la naturaleza le había concedido sólo para encontrar a sus hermanas.
Lincoln había pensado tanto en decirle la verdad, pero sabía que su hermana no le creería y estaría más que dispuesta a ayudarlo con sus problemas mentales. Una noche, mientras vigilaba, Lincoln no la encontró en su cama. Sólo encontró una nota sobre el escritorio que les hubiera dado esperanzas a todos de volver a ver a sus hermanas. Lincoln la destruyó en cuanto vio el dibujo de los cuatro niños formando un círculo sobre aquella perfecta letra.
Su celular tembló un poco cuando marcó la una. Lincoln lo sacó y volvió a configurarlo para que vibrara cuando dieran las dos. Se sentó en la silla y esperó.
¿Por cuánto tiempo más tendría que hacer esto? Le hizo esa misma pregunta a Bun-Bun, pero jamás respondió. Incluso ahora se mantiene callada cada vez que lo menciona. ¿No lo sabía? De ser eso se lo hubiera dicho, y si lo sabía y no le decía nada era porque a Lincoln no le gustaría la respuesta. Bun-Bun era realmente atenta con él, pero a veces desearía que le tuviera más confianza con las malas noticias.
Lily.
Lincoln corrió hacia el cuarto de Lori y abrió la puerta sin preocuparse por el ruido. Alumbró el cuarto sin preocuparse por pasar la luz sobre Lori y Lily. Las dos temblaron un poco cando la luz pasó sobre ellas, pero rápidamente volvieron a dormir. El sonido de un gruñido se escuchó y un pequeño chapoteo de algo alejándose se escuchó en la habitación. Lincoln suspiró con calma y retrocedió.
Le dio una mirada a su hermanita pequeña antes de salir. La pequeña Lily había crecido mucho. A sus cuatro años ya hablaba y podía decir palabras difíciles sin problemas. Cuando cumplió dos años y sólo pudo decir Po-Po, habían temido que no pudiera decir nada más. Luego las sorprendió al decir el nombre de Lincoln sin ninguna dificultad. Finalmente comenzó a decir el nombre de todos. En ese tiempo se habían turnado para enseñarle nuevas palabras hasta el punto de asfixiarla, fue cuando Lily decidió regresar al Po-Po por unos meses antes de volver a decir nada más.
Lily durmió con él los primeros meses y todavía seguía metiéndose a su cama por las noches. Aquella noche parecía estar profundamente dormida, por lo que no tendría que volver a romperle el corazón al pedirle que regresara con Lori. Sonrió mientras la veía en las sombras. Con su cabello rubio, dientes blancos y rostro hermoso, era una niña realmente linda. Quizás era hora de tomar una o dos clases de boxeo para mantener alejados a los idiotas.
Cerró la puerta en silencio y regresó a su silla.
Está abajo.
Lincoln se levantó con un suspiró y se paró en el primer escalón de las escaleras. Podía escuchar algunas cosas revolviéndose en la cocina, y otras en el salón. Una pequeña puerta pareció abrirse mientras escuchaba los pasos de algo moviéndose… y luego escuchó más pasos en distintas partes de la casa. Pronto escuchó pasos en todas las habitaciones del piso de abajo. No se dejó engañar otra vez, y se mantuvo quieto mientras alumbraba el final de las escaleras.
Los pasos se callaron y se escuchó el chapoteo de algo hundiéndose en el agua.
La luz del baño se encendió y pudo escuchar el grifo de la regadera abriéndose. No se movió de su lugar. Se quedó viendo el final de las escaleras sin parpadear mientras los sonidos a su alrededor aumentaban.
Se aleja.
Se separó de las escaleras y regresó a la silla. La luz del baño estaba apagada y la regadera no emitía sonido alguno.
Su celular vibró, y Lincoln lo configuró para que sonara en la próxima hora.
Puso otra pastilla de cafeína dentro de su boca y la mantuvo debajo de su lengua mientras aguantaba aquel asqueroso sabor amargo y esperó a que se disolviera completamente antes de tragara. Sintió como raspaba su garganta, en ese momento no deseaba otra cosa más que toser y desprenderse de aquella cosa que bajaba hacia su interior. Lo aguantó hasta que la sensación se detuvo y sólo quedó el sabor amargo de la cafeína pura.
Las gemelas.
Lincoln salió corriendo nuevamente y entró al cuarto de las gemelas. El olor que sintió casi lo obliga a retroceder, pero en lugar de eso alumbró debajo de la cama y luego el armario. Las puertas del armario se cerraron lentamente mientras las alumbraba. El olor se desvaneció como si nunca hubiera estado ahí en primer lugar y Lincoln pudo respirar tranquilo.
Lola y Lana dormían abrazadas una a la otra. Aquellas dos niñas de diez años ya no se peleaban tanto como antes de todo esto. Antes de que la tragedia las golpeara, las dos habían comenzado a discutir por temas más importantes que galletas y princesas. Como quien tendrá el control remoto o la última rebanada de pizza. Las dos seguían siendo niñas después de todo, era normal discutir por esas cosas.
Aunque era un poco molesto escuchar a Lola hablando sobre chicos lindos que visitaban el certamen, ella aun esperaba conocer a un príncipe encantador a sus diez años de edad. Y Lana no dejaba de burlarse de eso mientras la perseguía con un sapo mientras se reía y decía que era un príncipe hechizado.
Había deseado que dejaran de discutir por cualquier cosa, pero ahora lo extrañaba mucho. Cuando vio a Lola temblar un poco quiso entrar y arroparla mejor, tal vez darles un beso en la frente para ahuyentar sus miedos, pero no podía perder ni un minuto. Con la culpa acumulándose, cerró la puerta.
Está en el baño, Lincoln. Apúrate.
Lincoln corrió hacia el baño, se detuvo cuando vio como la puerta se abría levemente y la alumbró con su linterna. Los gruñidos se escucharon más fuetes que antes y Lincoln volvió a sacar la pistola de aspecto extraño. Apuntó con cuidado y esperó mientras mantenía la puerta alumbrada. La puerta se cerró, pero en lugar de bajar la linterna aumentó la intensidad de la luz y se acercó con cuidado. Al llegar tocó el picaporte y notó que estaba algo húmedo y a la vez pegajoso. Con el asco entrando en su interior abrió la puerta y jaló el gatillo del arma dos veces. Dos rayos de luz iluminaron la oscuridad que inundaba todo el baño y se escuchó un grito de dolor formado por varias voces desiguales y cortadas. Algo cayó al piso y comenzó a arrastrarse rápidamente hacia las sombras con pequeñas garras.
Lincoln esperó mientras iluminaba todo el baño y finalmente cerró la puerta.
Verificó la batería del arma, ya casi estaba a la mitad de su potencia. Sólo tenía ocho disparos con esa pequeña pistola, y no podía desperdiciarlos. Le quedaban seis.
Cuando llegó hacia la silla esperó hasta que su celular volviera a vibrar y volvió a configurarlo.
La habitación de Luna.
En cuanto Bun-Bun le dio el aviso, pudo escuchar como alguien comenzaba a tocar suavemente la pequeña batería de su hermana. Lincoln tenía que callar ese sonido antes de que cualquiera de sus hermanas lo escuchara y saliera corriendo hacia ese cuarto. Con pasos decididos entró al cuarto de Luna y Luan con la linterna a toda su intensidad. Alumbró los instrumentos y estos dejaron de emitir cualquier sonido. Lincoln caminó hacia ellos y los desconectó todos juntos. Alumbró debajo de la cama y el sonido de chapoteos se escuchó nuevamente.
Ambas camas estaban vacías. Sus hermanas pasaron a ser dos caras nuevas en volantes pegados contra postes de luz y supermercados. Habían repartido muchos de ellos por toda la ciudad, y muchas fotos por el Internet. Había idiotas que decían que Luna había decidido seguir a una banda, y que la próxima vez que la vieran seguramente estaría embarazada del hijo de cualquier idiota que le diera techo y comida por unas entradas.
Estúpidos. Ellos leían sobre Luna y sus gustos musicales, y todo lo que podían hacer era relacionar a su hermana con aquellas fans locas que se acostaban con quien sea y consumían drogas tratando de imitar a sus ídolos. Pero Luna no era como el estereotipo que todos se habían formado sobre las fanáticas. Luna era una artista que perseguía un sueño, y era muy buena en lo que hacia. Su banda había llegado a ser muy conocida en Royal Woods, y pese a que sus padres protestaron sobre su sueño de seguir la música como carrera, Luna continuó persiguiendo su sueño.
Ella estaba en el buen camino para llegar a ser una de las mejores estrellas de rock de este tiempo.
Dejó todo atrás para mantenerse junto a ellos en estos momentos de crisis. Al final, también se fue. Y las personas parecían más concentradas en seguir historias y rumores falsos sobre droga y sexo que en conocer a la verdadera Luna.
Con Luan fue muy diferente. Ella trató de seguir su sueño de ser comediante, pero sus chistes no fueron tan bien recibidos como ella esperaba. Las cosas se complicaron mucho cuando intentó un nuevo enfoque e incluso cambiar su rutina. Los sueños de su hermana comediante parecían no ir tan bien como con Luna. Ambas habían decidido vivir juntas antes de regresar, y mientras que una estaba en acenso, la otra parecía ir cada vez más en declive.
Había momentos buenos, aquellos momentos que le daban esperanza y parecían que se quedarían para seguir mejorando, pero hubo muchos más malos. Cuando ambas regresaron, Luan trató de mantener la sonrisa y una actitud alegre, pero la alegría no era tan bien recibida en esos momentos. Lincoln la encontró una noche llorando en la cocina con una de las botellas de vodka que su padre ocultaba detrás de la alacena mientras destruía toda una rutina que ella consideraba una mierda.
Lincoln no le impidió beber un poco, pero alejó la botella cuando sintió que fue demasiado. Finalmente la abrazó y dejó que descargara toda su pena y frustración con él. Ese era su talento después de todo, absorber las penas y el dolor de sus hermanas para que ellas pudieran volver a brillar. El momento de regresar a la cama llegó cuando Luan le dio un beso de un minuto en los labios, cosa que mañana negaría recordar y fingiría que no pasó nada.
Lincoln pensó mucho si hubiera sido mejor empujarla, no quería que Luan creyera que se aprovechó de ella, pero tampoco podía lastimarla más de lo que ya estaba. Tal vez debió empujarla, a la mañana podrían hablar de eso cuando estuvieran solos y terminarían con un abrazo y su relación fraternal como siempre había sido. Cuando se dio cuenta de que Luan fingía que nada había pasado fue un alivio, podría ahorrarse todo eso y seguir como siempre.
Ella fue la siguiente en irse.
Cerró la puerta de ambas y regresó a la silla.
-Lucy… Lucy… Despierta, Lucy.
Lucy se removió en las cobijas y abrió lentamente los ojos. Lo primero que vio fue el fondo negro que cubría la parte superior de su cama mientras dormía. Había crecido acostumbrada al vacío infinito que estaba sobre ella. Aquella imagen siempre le recordaba lo precaria que era la vida y la oscuridad del fin.
Ahora le desagradaba. No soportaba el vacío, porque sería recordar que la cama junto a ella estaba totalmente vacía. Hace un año que había estado vacía, y Lucy no podía tolerar voltear su rostro para ve absolutamente nada. Siempre creyó que si su corazón pudiera latir, entonces latiría velozmente por la emoción de no tener que despertar por los ronquidos de su hermana.
Daría lo que fuera por volver a escuchar esos ronquidos.
-Lucy… ven conmigo, rápido.
-¿Lynn? –Se enderezó velozmente ante la voz familiar de su hermana. –¿Lynn? ¿Eres tú? –Era imposible. Tenía que ser otro sueño. Su hermana no podría estar ahí de todos los lugares. Era solo su mente que nuevamente disfrutaba de torturarla.
-Rápido, Lucy… Tienes que venir conmigo. Él se acerca.
No. No era una ilusión de su mente. ¡Era Lynn! Lucy saltó de su cama en ese momento y miró hacia todos los lugares. Algo en su interior le gritaba que debía estar asustada y gritar, pero en lugar de eso podía sentir una extraña emoción que la invadía. ¿Realmente era Lynn?
-¿Lynn? ¿Eres tú? Por favor, Lynn. Dime que eres tú. –Su voz, antes profunda, ahora sonaba como la de una niña de doce años desesperada.
-Soy yo, Lucy. Vine a salvarte.
-¿Salvarme? Por favor, Lynn, dime donde estás. Yo… te extraño. –¿Era un espíritu? ¿Eso significaba que su hermana estaba…?
-No. Estoy aquí, Lucy.
Lucy vio como el armario era abierto desde el interior por una pequeña mano blanca.
-Ven conmigo, Lucy. Tenemos que escondernos.
-Lynn… –Lucy se acerco a aquella mano que ahora se extendía hacia ella. ¿Era su hermana? Cualquier pregunta, duda o temor desaparecieron en cuanto vio aquella mano que abría sus palmas hacia ella. La invitaban a seguirla. ¿Ahí es donde estaba? ¿Había estado en el armario todo este tiempo? ¿Por qué nunca la buscó ahí? ¿Qué tipo de hermana era? Tendría que haber buscado mucho mejor. –Por favor, no te vayas.
-No me iré de tú lado, princesa de la noche. ¡Corre! ¡Él viene! ¿Puedes escucharlo?
Y Lucy lo escuchó.
Detrás de la puerta escuchó grandes pasos y gruñidos inhumanos que se acercaban, garras que parecían rasgar las paredes mientras los gritos de cientos de niños hacían eco dentro de su oído. Algo monstruoso que helaba su ya congelado corazón se acercaba a su puerta. Era algo hambriento de la inocencia que sólo poseían los niños, algo que quería manchar cada parte de su ser y finalmente comérsela hasta que no fuera nada más que huesos.
-Corre, Lucy. ¡Corre!
Y Lucy corrió. Corrió hacia la mano extendida de su hermana en el armario.
La puerta de su habitación se abrió antes de que pudiera llegar hasta su hermana.
-¡Lynn! –Gritó con fuerza mientras veía como los ojos rojos de aquella criatura se iluminaban y una luz brillante golpeaba el armario donde su hermana se ocultaba. La voz de su hermana se convirtió en un gruñido y la piel de su mano se volvió totalmente gris, aquella mano parecía totalmente podrida y húmeda, algunos insectos parecían haberse comido gran parte de su carne mientras los huesos de dos de sus dedos; anular y pulgar, eran totalmente visibles. Un olor nauseabundo la hizo caer al piso y perder la conciencia.
Lincoln atrapó a Lucy antes de que su pequeño cuerpo impactara contra el piso. Eso había estado cerca, hace un mes se había distraído y apenas llegó para ver como los pálidos dedos de su hermana rozaban los dedos de ese monstruo. Sólo un segundo más tarde y no podría sostener a Lucy como lo hacia ahora. La levantó con cuidado y la devolvió a la cama.
Mañana no recordaría nada de lo sucedido; nunca lo hacía.
Una pequeña lágrima salió de su ojo, Lincoln la tomó con su dedo índice y la llevó dentro de su boca. Aquella lágrima era fría y salada. Lincoln trató de obtener un poco más de fuerzas a través de aquella lágrima y poder continuar con esto.
-Lucy… –Susurró. –Lynn no querría que la siguieras. –Le dijo con suavidad mientras besaba su frente. –Ella querría que te quedaras aquí con nosotros. Te amamos, y no podríamos soportar tu perdida. –Pasó un dedo por sus suaves labios mientras la miraba dormir profundamente. –Te amo. –Susurró nuevamente mientras se alejaba de ella. –Por favor… no me dejes.
Las cinco. Sólo faltaba una hora para que todo esto terminara, entonces podría regresar a su cama y dormir una hora antes de tener que empezar el día. Quizás mañana tuviera que repetirlo, o pasado mañana. No importaba. Mientras estuviera vivo no permitiría que nada ni nadie se acercara a sus hermanas.
Miró fijamente la habitación de Lori. Hace meses cometió el error de pensar que sólo tenía que preocuparse por las jóvenes, creyó que los jóvenes adultos como Leni estarían bien, y quizás fuera así. Pero su hermana mayor… ella aún seguía pensando como una niña. Lincoln tendría que haber tomado eso en consideración y haberla protegido con más fervor.
Llegó a tiempo para ver la mirada de terror de su hermana mientras era arrastrada debajo de la cama y su cuerpo se hundía en un mar oscuro y pestilente. Con Leni se fue uno de sus máximos apoyos… y "eso" lo sabía, es por eso que había ido por ella después de las otras.
Detrás de ti, Lincoln.
Lincoln se levantó de la silla y la apartó de su cuarto. Sacó el arma de luz y apuntó frente a él mientras empujaba la puerta.
No puedes hacer nada.
Aquellas palabras vinieron de todas y ninguna parte a la vez. Lincoln las escuchó junto al sonido de las garras que se arrastraban para finalmente hundirse en las sombras. Lincoln alumbró todos los lugares de su habitación, y al no encontrar nada la cerró y volvió a colocar la silla frente a ella.
Se retira. Tiene mucha hambre, y sabe que no obtendrá nada aquí.
Lincoln suspiró con alivio, pero también con culpa. Por la mañana una madre despertaría para encontrar la cama de su hijo totalmente vacía y sin rastro alguno de su pequeño bebé. Dejó que algunas lágrimas escaparan de sus ojos mientras mecía suavemente a Bun-Bun en sus piernas y esperaba. Podía ser una trampa, ya lo había intentado antes. Podría regresar en cuanto se metiera a la cama.
No se movería de ahí hasta las seis de la mañana.
NA: Nueva historia. Estoy probando algunos nuevos enfoques que espero puedan notar mientras la leen.
PS: Si hay emparejamiento, será secreto.
