DISCLAIMER: la historia no me pertenece, los personajes son de Stephanie Meyer y la trama es de un libro el cual será dicho al final de esta historia, yo solo me adjudico la adaptación
Bella Swan es enfermera del equipo de urgencias del 061 de Sevilla. Su vida transcurre entre el trabajo y su relación secreta con Jacob Black, el mejor amigo de su hermano y médico de su equipo, relación que este no parece dispuesto a formalizar. Edward Cullen, miembro del equipo alfa del Team Six de los Seals, acaba de regresar de Afganistán. Su vida y la de Bella se cruzan tras ser apuñalado en la calle. Se trata de un hombre joven, corpulento, con una poblada barba y unos espectaculares ojos verdes. Un hombre cuyo torso y alma están marcados por profundas cicatrices. Desde ese encuentro, Bella no podrá dejar de pensar en el americano. Pero Edward se prohibirá a sí mismo sentir algo por la joven enfermera. Está a punto de enfrentarse a la misión más importante de su vida y, por nada del mundo, quiere ponerla a ella en peligro. Los Vulturi son la más peligrosa organización criminal de toda Europa. Son salvajes, despiadados, se financian con la prostitución y el tráfico de seres humanos, y Bella está a punto de caer en sus redes, sin imaginar las consecuencias.
Prólogo
Tres hombres corrían por la arena tirando del muchacho que apenas podía sostenerse en pie. Tropezaba una y otra vez a causa de la debilidad y el entumecimiento tras seis meses encerrado en aquella diminuta cueva. Sus pies sangraban y estaban llenos de llagas, le habían sido arrebatadas las botas para dificultar cualquier intento de huida a través del desierto, pero la adrenalina liberada ante la llegada de sus salvadores le impedía sentir ningún tipo de dolor.
El teniente Cullen oteó el horizonte una vez más acuclillado sobre una colina.
Odiaba la visión nocturna de sus gafas, ese resplandor de efecto fantasmagórico le producía una incómoda sensación de irrealidad, pero era el único modo de moverse por dentro de las cuevas de Darra i Bum en el corazón de Afganistán.
La luna se alzaba sobre las escarpadas montañas y el viento se colaba por los entresijos de su pesado uniforme mientras recorrían el mar de arena y piedras en dirección a las coordenadas en las que, en tan solo veinte minutos, estaría aguardándolos el equipo de recogida.
La suya era una carrera contrarreloj, en cualquier momento el resto de insurgentes que custodiaban las cuevas tomarían conciencia de que el muchacho había sido rescatado y saldrían en su búsqueda. Aquella misión era la culminación de seis largos meses de trabajo, primero para encontrarle y, posteriormente, para llegar hasta él, en una operación ordenada desde las más altas esferas de la Casa Blanca.
A Edward Cullen no le importaba quién había dado la orden ni qué motivos políticos podían haberla provocado, a él solo le preocupaba entregar al rehén sano y salvo, así como proteger la integridad de sus hombres. En definitiva, cumplir la misión que le había sido encomendada al equipo Alfa del SEAL Team Six del que era el máximo responsable.
Una ráfaga de disparos rompió el silencio, seguida por un sonido de motores.
Alguien acababa de descubrir los cadáveres de los dos vigilantes que custodiaban al soldado Ben. Los mismos que durante meses habían disfrutado arrancándole una a una las uñas de las manos y los pies y hacían ahora en el suelo, ahogados en su propia sangre.
-Trece minutos para la recogida- advirtió el teniente Cullen a sus hombres presionando el botón del comunicador que llevaba en el pecho.
El sonido de un jeep que se acercaba a toda velocidad los puso en alerta, mientras comenzaban a distinguir el ruido lejano del helicóptero que se aproximaba para recogerlos en aquella planicie en mitad de la nada.
Ya habían recorrido los doce kilómetros que los separaban del punto de encuentro cuando el teniente Cullen, apodado Parkur por sus compañeros fue consciente de que no lograrían marcharse sin evitar el enfrentamiento. Hizo señales a sus hombres mediante su código secreto, indicándoles que se ocultasen tras una gran roca que dividía en dos la ladera de la colina.
El soldado Ben tiritaba y lloraba como un niño pequeño sujeto por dos de sus libertadores. Cullen en su fuero interno temía que la inestabilidad del muchacho acabase por ponerlos en peligro a todos.
-Escúchame, hijo, vamos a sacarte de aquí de una vez. Pero no te muevas, no llores y no respires a menos que yo te lo diga. Si me haces caso regresarás a casa, sano y salvo, ¿entendido?
-Sí, señor- balbució entre lágrimas, tratando de contener el aliento y la tiritera que sacudía su cuerpo enjuto. Cullen no pudo evitar pensar que no era más que un crío, un crío asustado.
El helicóptero comenzó a disminuir su altitud. En breve subirían al joven a la cesta metálica mientras los cinco SEAL's que conformaban el dispositivo treparían por las cuerdas a la vez que este se elevaba.
Los disparos enemigos no se hicieron esperar. Gran Oso y Halcón respondieron con sus rifles MK43 provocando una nube de fuego cruzado y arena, y Billy arrojó a su orden dos botes de humo.
En el momento indicado, la cesta apareció ante ellos como una gran piñata roja ansiosa de ser abierta, y el sargento Cricket introdujo en ella al muchacho, asegurándolo en el interior mediante correas.
-Nos largamos, ¡vamos!, ¡vamos!- apremió a sus hombres presionando de nuevo el comunicador mientras la cesta ascendía.
Los gritos provenientes de la nube de humo hicieron saber a Halcón que había acertado en al menos tres ocasiones el objetivo de sus disparos. A la señal de su superior abandonó su puesto y descendió la pequeña duna en dirección al helicóptero que los sacaría de allí. Sin embargo, Gran Oso, un par de pasos más adelante, parecía no haber oído la orden.
-Gran Oso, no me jodas, sal de ahí- repitió una y otra vez, pero este no se movía de su lugar entre las rocas, disparando hacia el enemigo.
Su dispositivo debía haberse averiado justo en el peor momento. Ordenó a Halcón y Billy que comenzasen a ascender por las cuerdas dispuesto a ir hasta él.
-Espera, voy yo, Parkur- dijo Cricket, y se encaminó veloz hacia el lugar.
Corrió entre las dunas hasta alcanzarle, tocó a Gran Oso en el hombro y le hizo una señal de retirada. Ambos comenzaron a correr hacia él.
Y entonces la vio, en el horizonte, en la dirección opuesta a sus hombres, su silueta se recortaba sobre la duna. La figura de una niña. Una niña menuda cuyo rostro no podía apreciar con sus gafas de visión nocturna. Las levantó para asegurarse de que no veía un fantasma, pero la niña había desaparecido.
Miró en todas direcciones, volvió a colocarse las gafas y entonces distinguió una silueta humana que se materializaba entre la nube de polvo a espaldas de sus hombres. Les gritó por el comunicador tratando de avisarles mientras echaba a correr hacia ellos, apuntando al individuo con su pistola semiautomática. El insurgente alzó la mano a la vez que gritaba, parecía llevar algo en ella.
El teniente le apuntó y el disparo fue certero, justo entre los ojos, pero no lo suficientemente rápido como para evitar que lanzase el objeto que portaba.
-¡Granada!- gritó con toda su alma justo antes de que el estallido le ensordeciese. Gran Oso se arrojó por la ladera de la duna al oírle y esquivó la metralla que incluso a Cullen, a pesar de la distancia, se le clavó en los brazos y las piernas. Pero el sargento Cricket voló por los aires a causa la onda expansiva que incluso cimbreó el helicóptero.
-Bajad la cesta de nuevo- ordenó Cullen al piloto a través de su comunicador incorporándose a pesar del dolor lacerante de los proyectiles que lo habían rasgado.
-No creo que continúe con vida, señor. Y veo acercarse dos vehículos más…- respondió el piloto.
-Baja esa puta cesta de una vez, Fenton, es una orden. Un SEAL jamás abandona a un compañero. O nos vamos todos o morimos juntos —ordenó con un aliento de voz, corriendo hacia su amigo.
Al alcanzarle, el panorama fue desolador. Había sangre por todas partes, sobre todo en sus piernas, convertidas en un amasijo de piel y huesos.
-James, vamos, contéstame- pidió arrodillándose a su lado.
-Sácame de aquí, Parkur. No quiero morir- balbució.
-No te vas a morir, joder- dijo sacándose el cinturón. Un segundo después,
Gran Oso los alcanzaba sano y salvo e hizo lo mismo con el suyo, utilizando ambos para cortar las hemorragias mediante un torniquete en cada muslo.
Pasaron cada brazo de Cricket sobre sus hombros y echaron a correr hacia la cesta de metal, cuando el ruido de varios vehículos que se acercaban les decía que contaban con poco más de un par de minutos para largarse de allí.
…
Edward despertó empapado en sudor. El corazón le golpeaba en el pecho con violencia. Miró a través de la diminuta ventanilla del avión, y la visión del horizonte azul, en la conjunción del mar y el cielo, le ayudó a calmarse. Respiró hondo y se enderezó en su asiento observando en derredor, nadie parecía haber percibido su malestar.
Una vez más aquella horrible pesadilla que llevaba meses atormentándolo había regresado, haciéndole revivir cada minuto y cada sensación de aquella fatídica noche.
Solo que en esta ocasión había aparecido un elemento que le desconcertaba.
Era la primera vez que soñaba haber visto a aquella niña sobre la duna. Una niña que jamás estuvo allí. Su cerebro estaba jugándole una mala pasada, burlándose de él y de su capacidad de autocontrol.
El frío teniente Cullen, condecorado SEAL de la US Navy, oficial en jefe del equipo de élite T6 y conocido por su agilidad y destreza física, temblaba como un mocoso al pensar en que aquella niña fuese real y no un producto de su mente.
Real no en Afganistán, sino en el lugar al que se dirigía ansioso por obtener las respuestas que necesitaba oír, si no quería perder la cordura.
Y si chicos y chicas... he vuelto con una nueva historia, espero que la disfruten tanto como yo, en esta no habrá un día en especifico que suba los capítulos, pero tratare de que sean bastante seguidos. También recordarles que al final de la historia se mencionara el titulo y la fabulosa autora de esta historia.
Sin mas por el momento me despido.
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