¡Feliz cumpleaños, ShadowLights!
¡Hoy ya cumples un año más desde el día que naciste! Seguramente, antes de leer esto, hayas recibido el obsequio, jiji.
Creo que no tengo más palabras que decir que aquellas ;)
Como ya lo hablamos, este mes de "Shulio" será el mes de ShadowLights, tu mes. ¿Qué tal si vamos con la primera parte de este obsequio de cumpleaños?
¡Let's go!
Declaraciones: Los personajes de Digimon son propiedad de Toei Animation...excepto los Ocs.
What are you waiting for?
¿Brillará el amor?
—¡Mami! ¡Poromon me golpeó!
Una niña corría por el frío suelo del departamento de cuatro habitaciones… más el baño. La niña era de muy baja estatura, no llegaba ni al metro. Sus ojos color canela, grandes y curiosos, la hacían ver más parecida a su madre; pareciera que con ellos podría ver el mundo Digital entero. Llevaba un pequeño jardinero rosado y, bajo esta prenda, una remerita de mangas largas color verde agua con lunarcitos blancos. Su cabello negro, heredado de su padre, la hacía ver más madura cuando su madre le armaba el rodete. Con sus cuatro añitos ya sabía que sus padres eran jóvenes y que era raro tener padres jovencitos, pero, de suerte, ella aún no sabía de dónde venían los bebés.
—¡Voy!—gritó su madre desde la cocina.
La madre estaba ya con los pelos alborotados, la tenía harta aquel Poromon, que molestaba a su hija más de dos veces a la semana. Desató las cuerdas que recorrían sus caderas para que el delantal no se le cayera. Lo reposó en la espalda de una de las cuatro sillas de su pequeño departamento. Respiró hondo, retirándose los lentes de sus ojos para empañarlos con su frío aliento y los terminó limpiando con la manga de su suéter de algodón azulado. Caminó hacia el pasillo para encontrar a su hija, despeinada pataleando al pequeño digimon de plumas rosadas.
—¡Me tienen harta! ¿Por qué son tan difíciles los digimons de ahora? Wormmon básicamente me odia desde el día que empecé a salir con tu padre. Hawkmon tiene un problema de plumaje… no sé ¡Se le caen cada dos por tres! Y ahora tú, Poromon. Siempre están peleando… ¿No pueden arreglarlo como personas civilizadas?—preguntó mientras se agachaba a la altura de su hija para hacerle nuevamente las dos coletas.
—¿Civilizadas?—preguntó inocente la niña al no entender la palabra.
Miyako le sonrió y se llevó una mano a la cara—Ignórame, sólo estoy histérica, sabes cómo soy, cielito.
La niña sonrió y abrazó a su madre en señal de un asentimiento. Poromon se sonrojó y le hizo una reverencia en señal de disculpa, que Miyako le devolvió con un pulgar arriba. Las dos, digimon y niña, corrieron hacia el cuarto de la última a seguir jugando, esta vez, sin peleas.
La cocinera de la casa, si se le puede llamar así a alguien que hace la comida tres veces por haberla quemado a los dos primeros intentos, volvió a su lugar de trabajo para volver a cocinar la ansiada cena que comería junto a su familia. Se llevó una mano al estómago al sentir un pequeño dolor.
«¿Por qué pasa esto? Hace tiempo que no me sentía así… la última vez fue cuando… cuando estaba embarazada de Junko… ¿será… será que me volví a embarazar?»
La heredera del amor y la pureza se sostuvo la cabeza sentándose en la primera silla que encontró.
—No, no Miyako. No puede ser posible…—se intentó convencer a si misma pero, recordó aquella noche de pasión junto a su marido.
Dejó caer su cabeza sobre la mesa provocando que un escalofrío recorriera su mejilla al hacer contacto con la madera barnizada. Dejando que sus cachetes se deformen con la superficie de la tabla, haciendo que sus anteojos se resbalen de sus orejas y caigan cuidadosamente a la mesa, sin ninguna ralladura. Respiró profundo y cerró sus ojos canelas para ponerse a pensar mejor.
«Aquella vez todo era diferente, Miyako. Sólo tenías 17 años, ahora ya tienes 21, puedes con tu segundo hijo, ¿no?»
Desconfiando de ella misma, abrió nuevamente sus ojos buscando la respuesta en algún punto de la casa… pero, ¿cómo se enfocaría en un punto si no llevaba sus anteojos?
—Estúpida vista—murmuró por lo bajo para que las palabras no lleguen a los oídos de su hija.
Se sentó correctamente en la silla y se colocó sus redondos anteojos. Suspiró y se levantó del asiento, no sin antes acomodarla en su lugar, por supuesto. Miró de reojo el horno. La comida. Corrió hacia él, como si estuviera lejos ya que sólo estaba a un metro de él, y lo apagó a toda prisa. Abrió la puerta de éste y dejó que el vapor inundara su cocina con el dulce aroma del Teriyaki. Preparada, con los guantes de cocina, sacó delicadamente el cristal donde la comida reposaba.
—Sólo falta esperarlo. Espero que no llegue tarde—murmuró recordando que faltaba un integrante para la cena —Dos integrantes, Miyako—se corrigió así misma.
Dejo reposando el Teriyaki en la mesa. Volvió a la sala para sentarse en el amplio sofá blanco. Delicadamente, tomó las patas de sus anteojos y los retiró lentamente de sus orejas. Los dejó en la mesa ratona que tenia al frente de ella. Pensando en el cuarto nuevo integrante humano de la familia Ichijouji, dejó que sus brazos descansen en su regazo mientras miraba el techo.
«Necesito una siesta, con esto del bebé y que él tenga que trabajar más duro… ¡Maldita pobreza!»
Mientras sus pensamientos agobiaban su mente, la pequeña Junko y Poromon seguían jugando en la habitación de la primera.
—Poromon… ¿crees que papá y Wormmon vengan temprano hoy? —preguntó la niña con un tono melancólico.
Odiaba ver que su padre no llegaba para la cena y que su madre tenga que dormirse en el sofá esperándolo… no le gustaba ver a su padre cansado. Hoy, Junko, tenía las esperanzas de que su padre vuelva temprano ¿esas esperanzas se harán realidad?
—¡Amor!
Una dulce voz sonó por el departamento de la familia Yagami. Aquella voz representaba honorablemente un cierto optimismo.
—Ya voy, linda. Estoy jugando con Akari— respondió una masculina y divertida voz.
La peli-turquesa, ya adulta de 23 años, negó con la cabeza, su marido no cambiaba nunca. Camino hacia la habitación que compartían los dos juntos. Al entrar, no vio a ninguno de los dos, ni a su marido ni a su gato endemoniado.
—¡Te atrapé!—gritó alguien por detrás de ella.
Unos brazos morenos la rodearon por la cintura y unos labios se plantearon por su delicado cuello produciéndole ese cosquilleo que le agradaba. Rió dulcemente haciendo que él tenga más ganas de besarla. Él llevo su pulgar hacia la mejilla de ella acariciando con cuidado como si fuera porcelana, frágil y delicada.
—¿Quién es mi princesa?—le susurró al oído provocando que ella riera.
Estaba a punto de contestar hasta que se acordó de algo: el gato… o la gata mejor dicho.
—Akari. Akari es tu princesa, Taichi—respondió ofendida, cruzada de brazos.
El mencionado se sorprendió y sonrió de lado. Su esposa le tenía muchos celos a ese gato desde que Yamato se lo había obsequiado de cumpleaños a Taichi.
Muchos se preguntaron ¿Yamato? ¿Yamato compró un gato para Taichi? La respuesta del rubio era sí pero, para Taichi, la respuesta era "es que me olvide del cumpleaños de mi mejor amigo, encontré un gato en la calle y lo recogí para regalárselo… ah cierto, debo decir que yo no quería regalarle nada, Sora me obligó". Sí, aunque parezca extraño, Taichi, no confiaba de Yamato, ya estaba planeando la venganza de cumpleaños para él, una jaula para encerrar a Takaishi no vendría mal, ya que el rubio menor se la pasaba mucho tiempo con su hermanita. Desde el día que Hikari decidió mudarse con Daisuke y Takeru a un departamento, ellos solos, los tres, Taichi había decidido cambiar el nombre del gato por Akari para no sentir la ausencia de su hermana, anteriormente la gata se llamaba Yamata…
—¿Celos por aquí?, ¿celos por allá?—preguntó divertido el moreno.
—Celos los tuyos con Sora—contestó ella a carcajadas.
¿Sora? ¿Qué tenía que ver la pelirroja con el gato, Hikari, Daisuke, Takeru y Yamata… Yamato?
—What?— preguntó el moreno confundido.
Los zafiros purpuras de la chica brillaron con un brillo un poco… malévolo.
—¡Admítelo! Tienes celos de Sora… se nota desde acá—señalo su cabeza— que le tienes rencor por llevarse a tu mejor amigo ayer.
Taichi miró para abajo, un poco ofendido y un poco confundido.
—Oh… lo dices por ayer… ¡Eh! ¡Yamato y yo estábamos felizmente gozando de ver televisión y la bruja de tu mejor amiga se lo llevó, Ameka!—gritó a la defensiva el moreno.
Ameka rió, recordando el programa que su esposo y el rubio. El programa era tan estúpido que hasta el gato lo estaba viendo.
«Gata, Ameka. Es una gata»
—¡Hola! ¿Amechii? ¿Estás ahí?—le preguntó el moreno mientras movía su mano delante de los ojos púrpuras de la chica para llamar su atención.
La chica negó con la cabeza para sacar el pensamiento del gato de su mente. Gata.
—¡Era una programa sobre gatitos!—le gritó ella.
— ¡Ameka! no es verdad… era un documental—admitió éste cabizbajo.
La peli-turquesa, ofendida por la corrección de su esposo, arrugó la nariz y levantó su puño… como queriendo matar a alguien.
—¡Juro que mataré a Akari!—gritó a todo pulmón haciendo que el gato maulle a lo lejos.
Taichi tragó saliva, temiendo por la vida de su dulce gatita, abrazó más fuerte a Ameka para que no se le escapara de las manos.
—¡Espera mata gatos! No saldrás de esta prisión que te rodea—le susurró al oído, provocando el sonrojo en las mejillas de su amada.
Ameka se dio la vuelta para mirar los chocolates que su esposo tenía como ojos. Se mordió el labio intentando contener las ganas de besarlo apasionadamente. Llevó sus manos hacia el cuello de él, rodeando aquella parte sensible de Taichi que, con un solo suspiro, podría generar pequeñas carcajadas en el moreno. Enredó sus dedos por las hebras de cacao, haciendo que se enreden y formen más nudos de los necesarios. Él la tomo de los muslos y la cargó hacia la mesa para terminar ella sentada en el frío cristal y él terminara parado frente a ella.
—Taichi…—intentó susurrar ella pero, ya era demasiado tarde, los labios del chico hicieron contacto con los suyos mezclando sus lenguas para así conseguir el más profundo amor que querían.
—Ame…—Suspiró él entre sus labios.
Las inocentes manos de la chica se dirigieron a los botones de la camisa blanca de él. Uno por uno. Desabrochó cada uno de ellos y dejó el dorso de Taichi al descubierto, notando su perfecto cuerpo. Con uno de sus dedos, Ameka recorrió la piel morena de él acariciando el torso con cuidado y dedicación como si estuviera gozando de cada caricia que ella le brindaba a él.
Con un salvaje movimiento, Taichi recostó a Ameka en la mesa quedando él arriba de ella. Metió una de sus manos por debajo de la blusa y recorrió la espalda de su amada con cuidado. Con unos pequeños movimientos circulares recorrió su espalda, acariciando la frágil y humectada piel de ella.
—Taichi…l-la gata—intentó decir Ameka entre besos.
El chico se paró de la mesa para buscar a la gata. La encontró al lado de ellos, observando la escena. Taichi sonrió y lo acarició pero, algo impactó contra su mejilla.
—Ame-Ameka—dijo al sentir la mano de ella.
— ¡Ya! ¿Puedes dejar al maldito gato? ¡Juro que lo boto a la basura en este instante!—le gritó con cierto remordimiento.
Taichi asintió. Se abrochó la camisa y alejó al gato de la mesa.
—Por cierto amor… ¿me acompañas?—preguntó más calmada Ameka.
El moreno no entendió la pregunta, pero, al darse vuelta para mirar a su esposa, vio las toallas azules en sus manos. Asintió como si fuera un niño emocionado cuando le regalan un dulce. La persiguió hacia la puerta del baño para entrar y bañarse juntos… como todos los días, algo normal para ellos, una rutina.
En el departamento Yagami-Motomiya-Takaishi, una castaña acababa de llegar a su ansiado hogar que compartía con sus dos mejores amigos.
—¡Llegué!—gritó esperando que le alguien le conteste.
Y fue así. Rápidamente dos chicos corrieron hacia ella y la abrazaron, aplastándola por completo. El rubio la abrazaba de un lado y el granate del otro. No tardaron en besar las mejillas de ella. El heredero de la esperanza besó la mejilla derecha y el otro la izquierda. Ella se ruborizo al instante y no tardó en repartir abrazos entre ellos.
«Mis criaturas»
Al terminar de saludarlos, como todos los días, caminó hacia la cocina perseguida por los dos hombres enamorados.
—Daisuke, ¿cocinaste?—preguntó la castaña con gracia.
El mencionado asintió y dirigió a los dos a la mesa donde había tres platos con Ramén. Takeru se sentó junto a la castaña y Daisuke en la punta, junto al rubio.
—¿Cómo estuvo su día?—preguntó curiosa la castaña.
El rubio solo suspiró y miró su regazo, pero, el de peli granate, sonrió alegremente.
—Muy bien, Hikari. Vinieron muchos clientes al restaurante y mi jefe me dio un aumento—comentó Daisuke.
Hikari sonrió y asintió al comentario como diciendo "Qué bien, me alegro por ti". Dirigió la mirada a Takeru y le tocó el hombro.
—¿Y tú? ¿Cómo estuvo tu día, Takeru?—preguntó preocupada ella.
El rubio la miró. Miró esos ojos rubíes que lo volvían loco. Amaba aquel cabellos castaño claro que le recordaba a las hojas amarronadas que caen en invierno, sólo que ella… no era fría. Ella era cálida, brindaba calor con cada sonrisa del día.
—Nada en especial, Hikari—le contestó sonriente.
Hikari. Hikari es como le decía desde que se mudaron los tres al departamento. Ya no usaba el Kari o el Hika. Sabía que ella le molestaba su nombre completo, lo sabía pero, desde que se mudó con Daisuke y ella, la sentía alejada, como si su gran amistad ya no importara.
—¿Takeru?
Ella no era tonta, sabía que algo rondaba en la cabeza del rubio. Desde hace ya tiempo lo notaba deprimido.
El rubio no contestó, desvió la mirada hacia otro lado.
—Amigo, ¿Te encuentras bien?—preguntó Daisuke, mientras apoyaba una mano en el hombro del rubio.
El portador de la esperanza lo miró con los ojos entrecerrados. Se paró bruscamente de su asiento, haciendo que Hikari se asuste y retroceda su silla. Daisuke, al ver los ojos rubíes asustados, apretó fuertemente la piel del portador de la esperanza.
—¡¿Qué haces?!—le gritó éste.
—¡¿Puedes dejar de dar lástima?! ¡Siéntate y come sin asustar a nadie, por favor!—le gritó el peli-granate mientras lo obligaba a sentarse, apretando más fuerte el hombro del rubio—No sé qué es lo que te suceda desde un tiempo, pero puedes confiar en nosotros, Takeru.
El rubio, sorprendido, miró a Hikari quien estaba mirándolo en un gesto de suplica. Desvió aquella mirada para ver su propio regazo.
—No me pasa nada—murmuró a regañadientes—estoy perfecto.
El tono en lo que lo decía era un poco frio. Hikari ladeó la cabeza para un lado.
«Takeru… ¿qué es lo que pasa?»
Daisuke soltó el hombro de Takaishi y se sentó nuevamente en su asiento. Le dio un vistazo a Hikari. Si, Daisuke Motomiya seguía enamorado de aquella niña que lo volvía loco en su adolescencia. Por idiota había dejado pasar la oportunidad que Takeru le dio en un largo tiempo… nunca se olvidaría del susto que se había llevado aquel día en que el rubio...
—+—
—¡Hikari!—había gritado en ese entonces Daisuke—¡Ah! Takeru, eras tú Pensé que eras Hika…
El rubio, confundido, lo miró con cara de poco amigos.
—¿Tengo cara de chica?—preguntó Takaishi a sus 13 años.
Daisuke, con cierto miedillo, negó rápidamente con las manos.
—Nonononono, no era eso a lo que me refería… pensé que eras Hikari, porque ella siempre anda por aquí… y tú nunca estas aquí.
Era verdad. Takaishi nunca había estado en aquel lugar, cerca de los árboles de Sakura. En cambio, Hikari si y, tanto el rubio como Daisuke, sabían que ella paseaba por aquellos árboles todos los días.
—No te importa el porqué…—murmuró Takeru con cierto tono depresivo.
Daisuke, confundido, ladeó la cabeza para un lado intentado buscar el por qué Takaishi cambió de ánimo tan rápidamente.
—Daisuke...—lo llamó el rubio y lo miró a los ojos.
El granate podía jurar que aquellos ojos azules estaban a punto de romper en llanto. Lágrimas tenían ganas de salir, aunque, ciertamente, no se imaginaba a Takeru llorando o lagrimeando.
—Di-dime—contestó asustado el peli-granate.
Takeru se acercó a Daisuke. De a poco llevó sus manos a su propio cuello, sacando una pequeña cadena de plata con el dije de la esperanza. Hikari se lo había regalado.
—Ten… espero que tengas las esperanza de que ella te ame—le contestó un poco ruborizado.
Daisuke agarró el colgante con sus manos y lo miró detenidamente ¿Por qué Takeru le entregaba su esperanza?
—Acaso… ¿te declaraste a ella?—le preguntó un poco preocupado.
—No… pero, se que ella te ama a ti, Daisuke, a mí solo me toma como un amigo, espero que entiendas como tratarla, por favor.
El rubio empezó a caminar hacia otro lado pero, a Daisuke no le gustaba ganar esta 'batalla' de amor así de fácil.
—¡Takaishi!—le gritó provocando que el nombrado detenga su caminata —No puedes rendirte así de fácil ¡Eres un idiota si pierdes tus esperanzas!
Pero el otro se dio la media vuelta y sonrió de costado.
—Nunca dije que me rendiría, Daisuke. Sólo espero que cuando yo vuelva, ganes, sino… tendré que vencerte de algún modo—rió divertido el rubio, rascándose la cabeza.
El granate, que casi le agarra un paro cardíaco tras la 'supuesta' rendición del rubio, sonríe de un lado y levanta un pulgar arriba.
—Nunca cambias, eh—le dijo en un grito mientras guiñaba un ojo.
Estaba a punto de marcharse tal y como Takeru lo estaba ya haciendo pero, se acordó de algo.
"Solo espero que cuando yo vuelva ganes"
—¿Volver? ¿Volver de dónde? Acaso… ¿se va?—murmuró para sus adentros.
—¡Takeru!—le gritó nuevamente, corriendo hacia el rubio.
Cuando llegó lo dio media vuelta y lo agarró de los hombros.
—¡¿A dónde rayos piensas irte?!—le gritó.
El rubio, al ver la preocupación de Daisuke, parpadeó un par de veces. Era raro que Daisuke se preocupe por él. Era raro que Daisuke no quiera que el rubio se vaya. ¿Dónde quedó el chico que quería sacar a Takeru del medio?
—Da-Daisuke…—murmuró con miedo.
Miedo. ¿Miedo a qué? Será que tendría miedo a la respuesta que el sacaría en un leve suspiro junto al viento.
No, no era ese miedo.
Tenía miedo de que Daisuke le diera una golpiza, ya fuera por ser un completo idiota o porque se iba de Odaiba.
—¡Contestá!—le volvió a gritar.
El rubio dirigió su mirada al suelo sin saber que decir pero… ¿por qué le resultaba difícil decirle a dónde se iría?
«O a dónde huiría, mejor dicho»
Sacudió su cabeza para ambos lados queriendo sacar aquel pensamiento de su mente, no quería creer que huiría, aunque fuera cierto…
—¡Dije que contestes!—La voz de Daisuke retumbo por las paredes de los edificios, haciendo que algunas personas volteen a observar la escena.
Takeru tragó saliva, al sentir las miradas penetrantes de los demás. Miró con detenimiento los ojos chocolates del moreno. Azul vs marrón.
—No es nada, Daisuke. Sólo me iré por un tiempo—contestó apretando sus dientes.
El mencionado, con un rápido movimiento, agarró brutalmente la camisa del rubio y la jaló para sí, haciendo que Takaishi adelante un paso y termine con sus manos en los hombros del chico, para evitar caerse.
—¡Esa no fue mi pregunta, Takeru! —gritó sin percatarse de que alguien se encontraba atrás de él.
—¡Daisuke!
El grito de la castaña, que se encontraba a su espalda, hizo que suelte a Takeru y voltee a verla, olvidándose por completo del chico que hace segundos estaba entre sus manos, acorralado mediante una pregunta que nunca fue contestada…
—+—
Luego de aquel momento, Takeru había huído antes de que Hikari lo salude o diga algo al respecto. No se supo más de Takeru hasta que los demás interrogaron a Yamato, quien dijo que Takeru volvería pero nunca dijo a donde iría.
Daisuke no había aprovechado la oportunidad de declararse a Hikari en aquel tiempo, no por cobarde ni porque el tiempo no le alcanzaba, sólo por esperar a Takeru. Se había enfadado tanto con el heredero de la esperanza hasta que volvió… pero, nadie quiso preguntarle a donde se había ido al enterarse de que Natsuko había muerto en aquel viaje.
—Takeru… no quise incomodarte.
Hikari había apoyado su mano en el hombro del rubio y le dedicó una dulce sonrisa. Él sabía que podía confiar en ella. Él sabía que la había tratado mal. Él sabía que ella sólo lo quería ayudar pero, a veces las cosas se nos van de las manos. Llevó sus manos a la cara y apoyó sus codos en el cristal de la mesa. Con un largo suspiro dejó caer sus mejillas a la mesa.
—Lo sé… siento haberte tratado mal, Hikari—dijo con cierto arrepentimiento.
Ella sonrío para un lado y acarició su espalda. Daisuke, más aliviado, le dio un suave bocado a la comida.
—No te preocupes, entiendo que hayas tenido un… olvídalo.
No queriendo incomodarlo de nuevo, rió al final para no mencionar más nada del tema. Se sentó mejor a la mesa y comenzaron a comer. Cada uno con su estado de ánimo. Alegre, deprimido y confundido.
¡Espero que te haya gustado el primer capítulo, Li! Dentro de poquísimo tiempo actualizare.
Para quien no conozca a Ameka, es la enamorada de Taichi en VolvemosalDigimundo. Si, escribí un Taimeka :D
¡Happy Birthday!
