¡Hola! Gracias por entrar a leer mi fic(?). Esta historia se me ocurrió luego de leer la última actualización del manga; espero que no, pero puede ser que haya spoilers (nada grave, tampoco es una revelación del manga ni nada). Para esta historia, por favor piensen en el Jean de pelo largo(?).
Disclaimer: Los personajes son de Isayama Hajime. Si fueran míos, sería un todo con todos.
Disfruten.
Terminó de empacar y dejó su mochila a un costado. La noche era fría y, si se dejaba llevar, casi se sentía como esos viejos y olvidados días de entrenamiento.
Sintió dos manos acariciar su cabello y una bajó hasta posarse en su hombro.
―¿Estás preocupado? ―Cuestionó cuando sintió el mentón del otro en su hombro libre.
―Nervioso, más bien. Planeamos todo meticulosamente, pero…
Jean se giró y lo abrazó fuerte. Dentro suyo había un revoltijo de sentimientos; sentía que saldría bien, pero también que no; que todos volverían, excepto por alguien. No quería pensar mucho en las variables, eso lo distraía, provocaba que no viera lo obvio, sus singulares técnicas y su tecnología, además del elemento sorpresa… Si es que Eren no lo había arruinado todavía.
Jean quiso decirle todo eso a Armin, repetirle por enésima vez, pero sabía que él también estaba al tanto, o incluso sabía más que él por ser parte de la inteligencia detrás del plan.
―Todo saldrá bien ―dijo simple y en voz alta, algo que ambos necesitaban oír.
Una a una, vieron cómo las luces afuera de la carpa iban apagándose. Jean rompió el abrazo y Armin cerró la mochila del otro.
―¿Listo? ―El castaño asintió sin mirarlo ―. Vayamos a dormir, entonces.
Se quitaron las botas y los arneses; Jean se quedó con su camisa abotonada puesta y mientras Armin se cambiaba la suya, se acostó.
El rubio se acercó, sopló la vela que los iluminaba y se acostó a su lado. Tantas noches habían pasado así; no les alcanzaban los dedos para contarlas, pero eran pocas, muy pocas para su gusto.
―Cuando volvamos ―comenzó Jean, apoyando su cabeza en el hombro de Armin y mirándolo ―, hay que visitar a mamá. Creo que te extraña más que a mí.
Cuando, a Jean le encantaba hablar así, pensaba Armin. Él nunca decía "si sobrevivimos" o "en caso de que regresemos"; era su forma de sobrellevar el miedo, asumir que todo saldría bien.
―¿Ah, sí? ―Armin pasó un brazo debajo de la cabeza de Jean y lo abrazó ―. Tendremos que llevarle algo.
Jean acercó su mano a la nuca del rubio y lo besó, acariciando suave sus labios y haciendo círculos en su piel con los dedos.
Armin acercó su mano libre a la mejilla de Jean. Otro hábito de Jean, desde hacía algunos años, era llorar en silencio. No había hipidos, ni espasmos, ni nudos, ni respiración entrecortada. Solo lágrimas.
Entonces Armin secaba sus lágrimas, correspondía sus besos y lo estrechaba en sus brazos. Muchas cicatrices decoraban sus cuerpos, pero ninguna era tan grande como las de sus corazones.
Como que era medio corto(?)
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