Hola a todos!

Vengo en esta ocasión con una nueva traducción. El Fanfiction original fue escrito por CreepingMuse, quien amablemente me ha dado su autorización para traducirlo.

He aquí el link a la versión original en ingles: s/7875804/1/Breaking-Point

Agradezco también a Sthefynice por pedirme traducir esta historia. Espero que la disfrute al igual que todos los demás quienes la lean.

Aclaraciones: No soy dueño de Vampire Diaries ni ninguno de sus personajes. Tampoco soy autor ni dueño de este Fanfiction, cuyo autor es CreepingMuse. Soy solo el autor de la traducción.

El fic se centra en la temporada 3, entre los capítulos "The Reckoning" y "Homecoming". Contiene contenido para adultos, y de acuerdo al autor era la primera vez que escribía escenas explícitas.

Disfruten y dejen reviews acerca de la traducción.


Era una mala idea. Una muy mala idea. Elena rondaba la entrada de la casa. Una y otra vez alcanzó el pomo de la puerta, y cada vez perdió el valor. Debería alejarse en ese momento y olvidar esa horriblemente estúpida idea.

Su teléfono vibró y ella lo buscó. Un nuevo mensaje de texto de Damon. "¿Está rota la puerta de enfrente?". Elena suspiró. Ahora no tenía opción. Tenía que entrar. No había manera de que ella fuera a correr y parecer gallina frente a Damon. Sin mencionar las incesantes burlas y tormentos que tendría que soportar si se fuera sin explicación. Abrió la puerta y entró a la casi apenas iluminada.

Había un fuego encendido en la chimenea, como siempre, y Damon se hallaba tendido sobre uno de los sillones, con un vaso de bourbon colgando de entre sus dedos. "Oh, así que la puerta si funciona." Dijo Damon sin voltear a verla, con su mirada enfocada en las llamas. "Me empezaba a preocupar. Aunque me hace preguntarme por qué estuviste de pie en el porche sin entrar. Creo que es un nuevo record".

Elena se sentó pesadamente en un sofá, permaneciendo tan lejos de Damon como fuera posible. "Estaba pensando," dijo. No era muy tarde. Podría manufacturar otra excusa para estar ahí. Nueva información sobre los Originales, solo comprobando como estaba él. Algo más. Cualquier otra cosa. No tenía que decirle lo que en verdad quería.

"Eso nunca es bueno." Finalmente él se volteó para mirarla, frunciendo el entrecejo. "Cuando estás pensando, usualmente tienes algún plan. Y eso generalmente termina mal. Dime que no tienes un plan."

"No lo llamaría un plan, exactamente. Solo… una idea." Elena comenzó, pero se detuvo, tragando fuertemente. Era una idea atroz. No había manera de que aquello pudiera terminar bien.

Damon arqueó una ceja, mirándola con un repentino interés. "Tu corazón está palpitando como un martillo. Debe ser una idea de los mil demonios."

Elena se secó las palmas húmedas sobre su falda. "Bueno, Caroline me estaba contando de su papá, y como puede resistir la compulsión."

"Si. Aunque da una buena actuación de compulsión. Me engañó," dijo Damon, tomando un trago de bourbon. "Le dijo floja a mi técnica. Hmph."

Elena no pudo evitar sonreír frente al orgullo herido de Damon. Quizás aquello no sería tan malo. Damon era su amigo, después de todo. Podía confiar en él con algo como aquello… ¿no? "Así que pensaba… si el señor Forbes puede aprender cómo combatir la compulsión, ¿por qué yo no?".

No era muy seguido que Elena podía sorprender a Damon, pero ahora sí que había llamado su atención. Sus cejas se alzaron, sus labios se separaron. Sus ojos se deslizaron sobre ella, primero por su cuello, luego su muñeca, donde su mirada se detuvo sobre un brazalete de verbena hecho a mano. "Estás usando verbena. ¿La estás bebiendo?" preguntó.

"No", admitió ella.

"Eso sí que es estúpido", dijo Damon. Rápido como una serpiente, alcanzó y quitó el pequeño brazalete tranzado de su brazo, lanzándolo hacia un lado antes de que su piel comenzara a silbar. Elena sintió un pánico desesperado, sintiéndose casi desnuda sin el talismán. Quería lanzarse por el brazalete sobre sus manos y rodillas y nunca, apretarlo contra su pecho y nunca dejarlo ir. "Si no fuera tu amistoso vecino vampiro, ya estarías jodida," dijo Damon.

Elena se dio una sacudida mental. Estaba bien. Sabía que tendría que abandonar la verbena tarde o temprano en aquel pequeño ejercicio. Mejor sacarlo del camino de inmediato. "Dejé de beberlo para que pudiéramos practicar, Damon. Digo, ¿qué pasaría si un vampiro me agarrara y me tuviera amarrada por algunos días hasta que la verbena saliera de mi sistema? Como lo hiciste con Liz. O con Bill." Negó con la cabeza, apretando los puños con determinación. Tenía razón acerca de aquello. Por mucho que todo eso la asustara, sabía que era lo que tenía que hacer. "Es la única forma en la que puedo estar verdaderamente a salvo. Puedo aprender a combatirlo."

"Practicar," dijo Damon, sin creérselo. "Quieres practicar el combatir la compulsión. Conmigo." Vació el vaso de bourbon, dejando el cilindro de cristal vacío sobre la mesa de café. "Entiendo por qué no le estás pidiendo ayuda a Stefan, además del hecho de que no es de confianza en este momento, apesta en la compulsión." Elena no tenía idea de cómo era la destreza de Stefan en la compulsión, aunque si sabía que beber sangre animal había debilitado sus habilidades. Pero el simple hecho era que ella no podía confiar en Stefan en ese momento. Había un tiempo en el que ella podría haberle confiado su vida, cuando la idea de buscar a Damon por ayuda le hubiera parecido risible, pero todo era diferente ya. "¿Por qué no le pides a Caroline que te ayude? Apuesto a que aquella pequeña maniática del control amaría ayudar." Dijo, con una pequeña sonrisa nada agradable.

"Ella no es muy fuerte con su compulsión. No aún. Pero tú, sí." Dijo Elena.

"No según Bill Forbes. Pero la adulación si te llevará donde quieres." Se fijó en ella con aquella mirada de otro mundo, aquella que parecía ver a través de ella. Elena se obligó a permanecer sentada, quieta, sin temblar bajo aquella mirada extraordinaria. Más fuerza de voluntad. "Aunque hay otra razón. Dime," dijo.

"Con Caroline, sería muy seguro," dijo ella, finalmente. "No es que crea que tú me harías daño-Sé que no me harías daño," corrigió. "Pero tiene que haber un riesgo. Y sé que me forzarás. Caroline no." Ella confiaba en Damon. No había duda de aquello. Si no lo hiciera, jamás hubiera llegado hasta ahí con aquella petición loca. Pero tenía que haber consecuencias reales por ser compelida, o nunca aprendería. La debilidad relativa de Caroline para compeler combinada con su amabilidad significaría que Elena nunca sería llevada al punto de quiebre. Y era solo cuando tuviera algo que perder que ella aprendería a pelear contra el control mental.

Damon lo consideró, en silencio, sin ninguna expresión en su rostro. ¿Creía que era una niña tonta que jugaba con cosas que no entendía? ¿Creía que era una idiota por pedir ser compelida? ¿O simplemente pensaba en lo que le haría cuando estuviera bajo su control? Aquella idea envió un escalofrío por su columna.

"Te daré una oportunidad de alejarte. Levántate y márchate, y pretenderemos que esto nunca pasó." Su voz era grave e inusualmente seria, sin ningún rastro de burla. "Pero si te quedas, no habrá vuelta atrás. No me detendré. Ni aunque supliques, ni aunque llores. Ni aunque me pongas esos ojos de cierva. Serás mía hasta que puedas detenerme. Y aquello podría tomar mucho, mucho tiempo. Harás cosas que no te gustan. Harás cosas que te harán querer gritar. Porque tienes razón; es la única forma en que aprenderás, no al ser controlada para pararte en una pierna y hacer estúpidos trucos humanos. No te lo haré fácil, no habrá palabra de seguridad. ¿Entiendes en lo que estás metiéndote?" preguntó, inclinándose hacia ella.

¿Entendía realmente en lo que se metía? No. No en realidad. Pero sabía que tenía que tratar. "¿Realmente crees que puedes ayudarme a detener la compulsión? ¿O haces esto solo para jugar conmigo?" preguntó.

"Oh, sí puedo ayudarte. Pero esto no es algo que vas a dominar hoy. O mañana. O la próxima semana. Será una larga travesía. ¿Puedes manejarlo?" preguntó él, inclinando la cabeza levemente hacia un lado. Ella podía oler su aliento, endulzado con bourbon.

"Necesito hacer esto. Y sé que puedo confiar en ti," dijo ella, tanto para beneficio propio como el de él. Porque estaba aterrada. Damon era completamente impredecible. Y si ella lo dejaba liberar su verdadera naturaleza vampírica, causar un caos con su mente y controlar su cuerpo, no sabía lo que realmente podría pasar. Y mientras ella estaba determinada a luchar con todo lo que tenía, la idea hizo que su corazón se acelerara y el calor se esparciera por su cuerpo, con un millón de pequeñas mariposas danzando a través de sus venas.

Damon sonrió. Se puso de pie, moviéndose hacia las botellas, tomando su tiempo para elegir y servirse una generosa cantidad de trago. Elena se obligó a permanecer quieta, a respirar calmada y profundamente. Se concentró en sonidos familiares: el gentil clink de cristal contra cristal, el suave splash del alcohol dentro del vaso.

"Dime lo que sabes acerca de la compulsión," dijo Damon.

"La mayoría de los vampiros solo pueden controlar humanos, aunque los originales pueden hacerlo con otros vampiros. La verbena puede detenerlo." Ella juntó las cejas, pensando. "Creo que tienes que hacer contacto visual para que funcione, ¿no?"

"Sip. Así que una de las maneras más simples de combatir la compulsión es cerrando los ojos. Siempre intenta eso primero. Claro que, un vampiro podría simplemente decidir arrancarte los párpados," dijo Damon, mientras se acercaba para sentarse junto a ella en el sillón, con sus rodillas casi tocándose. "¿Qué más?"

"La compulsión puede hacer a las personas hacer lo que sea, incluso suicidarse." El olor de la carne quemada la agobió mientras recordaba a Isobel tirar su colgante y estallar en llamas. No. No quería pensar en aquello. Empujó la memoria lejos. "La compulsión puede romperse si la persona controlada se convierte, o si el vampiro que lo controla muere, incluso por un minuto. Como lo que pasó con Elijah," dijo.

"¿Y has sido compelida alguna vez Elena?" preguntó Damon.

"Solo una vez. Cuando Elijah me secuestró en esa aterradora casa antigua. Me hizo decirle donde estaba la Piedra Lunar," respondió, abrazándose a sí misma, templando. "creo que aquella fue la única vez, pero creo… creo que tal vez no lo sabría, ¿verdad?"

"Tal vez," dijo Damon, mirando su trago. "Dime como se sintió cuando Elijah te controló."

"¿Qué pasa con todas las preguntas? Seguramente tú sabes cómo es," dijo Elena.

Damon la miró, con brusquedad. "Lo sé. Pero esto no se trata de mí. ¿O no? Si vamos a hacer esto, necesitamos saber cómo es para ti. Cada persona es diferente. Algunas personas son muy fáciles de hipnotizar; como Caroline, por ejemplo. Dios, podría haberla hipnotizado dormido." No exactamente tranquilizador. Los moretones en el cuello de Caroline, el miedo en sus ojos… "Y otras personas son mucho más difíciles. Jeremy, por ejemplo. Una nuez difícil de abrir. Por mucho que los recuerdos de Vicky lo lastimaran, no quería dejarlos ir. Así que estoy tratando de averiguar dónde encajas."

"Oh. Nunca pensé en cómo se siente, la verdad. Estaba tan asustada, pero entonces cuando él me miró, él era todo lo que yo podía ver. Y sabía que si sólo le decía lo que quería saber, todo estaría bien. Sabía que decirle estaba mal, que causaría problemas, pero incluso así, tenía que decirle. Así todo estaría bien," dijo ella.

Damon se inclinó, considerando aquello. "Hm. Hm, hm, hm."

"¿Qué diablos significa eso?"

"El hecho de que te dieras cuenta de que decirle estaba mal es una buena señal. Un vampiro poderoso como Elijah, es un milagro que no escupieras toda tu vida en el segundo en que te miró a los ojos. Quizás no seas completamente inútil, después de todo," le dijo, con un respeto sin mucho entusiasmo.

"Cielos, gracias."

"Por supuesto, ese es el nivel más simple de compulsión; hacer que alguien te diga algo que no quieren. Desde ahí se pone más complicado y difícil de resistir; hacer que alguien haga algo contra su voluntad, hacerlos ver algo que no está ahí, hacerlos sentir algo que no es real," dijo él.

"¿Espera, pueden hacer eso? ¿Podrías compeler a alguien para enamorarse o algo así?" preguntó Elena. Que idea tan horripilante.

"Teóricamente. Es algo difícil de mantener. Lo más complicado de todo es engañar las emociones de alguien. El cuerpo y la mente son estúpidos, pero el corazón es algo más engañoso. Mayormente lo he usado para hacer que alguien no esté asustado. Es muy útil," dijo.

"Es asqueroso," opinó Elena.

"Como sea. Es útil cuando tu cena no deja de gritar," dijo Damon. "Muy bien. Eso fue Compulsión 101. Es hora de aplicar la teoría."

El miedo se extendió a través de Elena. Comenzando en su coronilla y bajando por su columna como líquido caliente. "Espera. ¿Ahora? No hablamos acerca de ninguna forma de detenerlo. Y-yo no sé qué se supone que debo hacer," reclamó Elena.

"Se supone que debes recordar quién eres y qué quieres, Elena," dijo él, dejando su trago de lado. "Es la única esperanza que tienes."

Llegó sin aviso. Un momento estaban hablando como lo habían hecho miles de veces, y al siguiente ella estaba congelada en su mirada, con esos ojos cristalinos teniéndola cautiva. Su voz era como un suspiro, suave y gentil. "¿Tienes miedo?"

Una pregunta tan razonable. ¿Por qué intentaría combatir una pregunta así? "Lo tengo, pero no de ti. Tengo miedo de no tener el control," murmuró ella. Se sentía como si estuviera hablando en sueños, sus palabras saliendo sin esfuerzo.

"Chica lista. Te gusta siempre tener el control, ¿no? Te gusta siempre ser la que sostiene las cartas," dijo Damon.

"Por supuesto. ¿No lo hacen todos?" preguntó ella.

Él rio suevamente. "Supongo. Pero tú ya no lo haces, Elena. No cuando estás conmigo." Sus ojos se apartaron de su rostro por un momento y el miedo regresó, repentino y visceral.

"Dios, esto fue un error. Debería…" se puso de pie, estupefacta. No. No podía soportarlo. Él podría obligarla a revelar cualquier secreto, todo lo que sentía… sobre él, sobre Stefan. Podría hacerla hacer cualquier cosa, incluso amarlo. Se tambaleó hacia la puerta, pero ahí estaba él frente a ella, y todo lo que podía ver eran esos ojos otra vez.

"Tú pediste esto. ¿Recuerdas?" Sus dedos acariciaron su mejilla. "Estoy tratando de ayudarte. Sea lo que sea que pase, quiero que recuerdes eso."

"Lo recordaré," repitió Elena. Y supo que era verdad, incluso fuera del cálido e insultante consuelo en su control.

"Dime cómo te sientes cuando te toco," dijo Damon, marcando un camino con su mano por su mejilla, bajando por su cuello, con solo las puntas de sus dedos tocando su piel de la forma más ligera.

"Cálida. Protegida," dijo Elena.

"Protegida, esa es nueva," dijo Damon con una suave risa. "¿Es todo lo que sientes? ¿Qué tal cuando te toco aquí?" Su mano se movió hacia más abajo, con sus dedos cerrándose en la orilla de su falda, levantándola lentamente.

Elena emitió un chillido indignado, yendo a apartar su mano. "¡Damon, no puedes hacer eso! ¡Basta ya!"

"Basta. Puedo tocarte donde yo quiera, Elena," dijo Damon, y la mano de Elena se retiró de la de él. Trató de apartarse de él, de alejarse, de defenderse de alguna manera de aquella mano que subía por el interior de su muslo, mientras la falda subía, pero no pudo. No podía contraer ningún músculo. Sintió sus mejillas arder con vergüenza… y algo más. Una sensación que Elena no había sentido en meses, no desde que Stefan se había marchado. Bueno, una sensación que solo sentía cuando despertaba de noche, con sus muslos empapados y su cuerpo doliente por un amante que desaparecía en el momento en que abría los ojos.

"Dime lo que sientes cuando hago esto," ordenó Damon mientras su mano subía inexorablemente, deteniéndose donde su pierna se convertía en su trasero, sujetando la carne con su mano.

"Siento que quiero que te detengas," dijo Elena, con su voz temblando.

"Mal. Eso es lo que piensas. Dime cómo se siente tu cuerpo," dijo él, con sus ojos presionando los de ella, obligando a la respuesta a salir de ella. Repentinamente ella ya no estuvo rodeada de calor, no quería responder aquello por afecto o devoción. Tenía que responder para poder respirar, para aliviar aquella presión de sus ojos sobre ella.

"Caliente." Tragó un respiro cuando la horrible, implacable presión disminuyó solo un poco. "Encendido."

"Mhm. Eso creí." Unos dedos largos acariciaron la suave tela de sus bragas, acariciándola a través del delgado material. Ella tembló bajo su caricia. Había pasado tanto tiempo… "¿Aún quieres que me detenga?" susurró Damon.

"No," suspiró ella. "No quiero."

"Lo sé." Pero de pronto su mano se apartaba, su frío tacto alejándose de ella, y ella lo miró con ojos llenos de confusión. "Vas a ir a casa y terminarás el trabajo. Te tenderás en la cama con tu tierno osito de peluche, y vas a acariciarte y a provocarte y a follarte a ti misma hasta que te corras. Pero mientras lo hagas, te imaginarás que era yo." Se inclinó, con sus labios acariciando su oreja. "¿Y cuándo te corras? Gritarás mi nombre." Damon se retiró, sonriéndole con suficiencia, y ella pudo sentir todo el peso de sus palabras aplastándola. "No le dirás a nadie lo que estamos haciendo. Y volverás mañana a esta misma hora y me dirás cómo estuvo." Sonrió con autosuficiencia. "Ve. Diviértete."

Elena se marchó mecánicamente, incapaz de pensar hasta que estuvo en el coche, camino a casa. Entonces los temblores comenzaron, todo su cuerpo convulsionaba con miedo y deseo. ¿Qué había hecho?