Grandes esperanzas
Mei, te escribo esta carta pensando que quizás nunca llegues a leerla. Tengo tantas emociones revolvíendose en mi interior que crean un alboroto que no se explicar. Quiero decirte tantas cosas, algunas de ellas ya las sabes. Pero a la vez que siento estas ansias profundas de hablarte también siento que debería alejarme y siento que no debería escribirte. Me duele escribirte, y me dolería no hacerlo.
Este pedazo de papel debería acabar roto y en la papelera, hecho mil pedazos, para que nadie pudiera leerlo. Solo yo lo recordaría. Pero, Mei, te pienso en cada instante. Pronuncio tu nombre con gritos ahogados dentro de mi mente, en lo más profundo. Quiero decirles que se callen de una vez pero están tan lejos que no puedo llegar, allí solo has llegado tú. Allí donde nadie más llegará jamás.
Cuando escribo tu nombre siento que con cada letra puedo darte vida, puedo crearte y te percibo más cerca. Cada trazo de las letras de tu nombre me hace pensar en todo lo que hemos vivido juntas. En todo lo que quería vivir contigo. En todo lo que llegué a creer que podríamos vivir juntas.
Ha pasado un año desde que nos conocimos. El tiempo ha pasado tan rápido, y aún así siento que te conozco de toda la vida. Aunque estaba equivocada, aún no te conozco del todo. Quiero conocerte, o quizás debería decir, quería conocerte. Por completo. Ahora ya no estoy segura si podrá ser.
Mi querida hermana pequeña, o al menos así tendría que haberte visto desde el principio. Si hubiera sido así quizás todo habría sido más fácil. Pero no podemos elegir los sentimientos que se crean en nuestro interior; o eso estoy llegando a comprender. Sentimientos como los que ahora nacen en mi como el querer pedirte de rodillas que vuelvas, querer gritarte que a pesar de todo solo a tu lado he sido verdaderamente feliz. Pero intentaré madurar y aceptar tus decisiones. Quiero llegar a madurar y ser un poco más como tú, de la misma manera que tu me dijiste que querías ser como yo. Si ambas aprendimos algo la una de la otra quizás puedo decir que todo esto valió la pena.
Ahora entiendo que me enamoré de ti en el instante en el que te conocí, pero no lo supe reconocer, o no quise reconocerlo hasta más tarde. Aunque tuvimos un complicado y desagradable comienzo pronto descubrí que estabas cargada de responsabilidades y una presión familiar inimaginables, las cuales te han llevado a separarte de mi finalmente. Pero ese es el camino que has elegido por ti misma, o eso quiero creer. Si es así, entonces estoy orgullosa de ti y espero que en ese camino encuentres la felicidad. Espero que nos podamos encontrar algún día y que entonces me puedas decir que eres feliz. Espero con ansias ese día.
Me alegro de haberte conocido, Mei.
YUZU
Han pasado años desde que le escribí la carta a Mei. La mandé pero tal como pensaba no obtuve ninguna respuesta. En aquel momento no necesitaba una respuesta, tan solo me conformé pensando que algún día podría volver a verla, aunque ese día aún no ha llegado.
Mei se marchó de casa despué de escribirme su carta en nuestro diario. Creía que no se habría marchado de la ciudad, pero Tokyo es inmenso así que las posibilidades de que nos encontraramos otra vez no eran demasiado grandes. Ella dejó de atender a las clases en nuestra escuela, aunque me dijeron que seguía formando parte del consejo estudiantil. Momokino se convirtió en la presidenta del consejo y de vez en cuando nos encontrábamos por los pasillos y me comentaba algo sobre Mei, ya que seguían en contacto por el bien de la escuela. Mei había sido lo único que nos unía así que no nos vimos después de las clases durante el resto de nuestros periodos escolares en la escuela Aihara. Seguí teniendo contacto con las demás compañeras, sobretodo con mi mejor amiga Harumin. No se que habría pasado sin ella, ha sido mi apoyo todo este tiempo. Una verdadera amiga de las que se encuentran pocas veces en la vida.
Después de que Mei basicamente desapareciera de mi vida, Mamá también se encontrba algo sola, la casa se quedó muy vacía. Así que yo intentaba pasar tiempo con ella también, pero ella también podía entender que de alguna manera había perdido a mi hermana y estaba bastante deprimida, así que comprendía que pasara mucho tiempo con Harumin y me quedara a dormir en su casa. Muchas veces era mi madre la que me sugería que lo hiciera. Ellas dos han sido mi apoyo principal, aunque no se si han podido entender o entiende lo que ha significó Mei para mi. Ni siquiera yo lo entiendo a veces, no fue una relación que se pueda explicar con definiciones comunes de familia o amistad o amor. Mei y yo fuimos todas esas cosas, y a la vez ninguna de ellas. Era demasiado joven para entender que nuestra relación no podría evolucionar, que nadie nos aceptaría. ¿Cómo iba alguien a aceptarnos si nisiquiera nosotras mismas podíamos definirnos? Nuestro final era previsible, solo ahora me doy cuenta de eso.
Pero ahora ya he reecho mi vida. Soy estudiante universitaria, me estoy especializando en la literatura. Después de que Mei se fuera empecé a escribir todos mis sentimientos, y acabé desarrollando interés por la lectura y la escritura que sorprendió a todo el mundo a mi alrededor. Incluso a mi misma. Mi madre casi lloró de felicidad al saber que quería estudiar algo así, creo que siempre pensó que acabaría de estudiar a los 18 y encontraría una porquería de trabajo para toda la vida. Así que gracias a las ganas que le eché a la hora de estudiar que aprendí de Mei, hoy puedo estar orgullosa de mi misma y hacer que mi madre se sienta orgullosa también. Además sacó buenas notas y estoy entre las 20 mejores de mi curso. Nunca la primera, ¡pero eso ya me satisface!
Qué más os puedo contar de mí... Hoy es mi cumpleaños, ¡ya van 21!
Lo celebraré con mis amigos de la universidad; y por supuesto Harumin. De camino al apartamento que comparto con Harumin, donde ibamos a celebrarlo, pasé por una pastelería que no estaba muy lejos de mi antigua escuela. Mis instintos que son a veces un poco dramáticos y masoquistas me llevaron a querer acercarme a la escuela. Había pasado tiempo desde que había visto ese edificio.
"Escuela privada femenina Udagawa"
"...¿Udagawa?", pensé, y mi corazón dio un vuelco inesperado. "Será que finalmente se casó..."
Intentando no pensar más en eso llegué al apartamento, pero me encontré con las luces apagadas.
"Ya tendrían que estar todos aquí..."
De repente se encendieron las luces, y vi a todos mis amigos.
"Sorpresa!", gritaron.
La que gritó fui yo, interiormente, cuando vi a una de las personas dentro de el grupo que tenía delante de mis ojos. Se me abrió la boca pero no salió ningún sonido.
"Feliz cumpleaños Yuzucchi!", gritaba Harumin con su sonrisa enorme de siempre, con su brazo reposado en el hombro de una chica que pensaba que no vería nunca más. Su brazo estaba alrededor de los hombros de Mei, como si ella fuera el regalo, la sorpresa.
"Felicidades, Yuzu.", dijo su voz, con su peculir tono frío y distante pero con esa calidez oculta. Su voz tenía algo más, era más compleja que la última vez que la había escuchado hacía años. O quizás era el efecto que se creaba en mi mente, al no haberla escuchado en tanto tiempo.
Harumin estaba esperando que me alegrara, o eso parecía indicar la expresión de su rostro.
Quizás no era una casualidad que hubiera pasado por la escuela ese día, o que algo en mi me había hecho querer ver la escuela. Justo hoy había pensado en Mei más de lo normal. Pero no pensaba que la vería, mi corazón no estaba preparado para eso. Todo lo que me había costado olvidarla, lo que me había costado recuperarme de haberla perdido. Ahora de repente estaba delante mío, como si nada hubiera pasado.
"M..¿Mei?", dije casi sin voz. Sentí como unas lágrimas estaban apresurándose para caer por mis mejillas. `
Antes de que pudieramos hablar, antes de que pudiera acercarme a ella, mis amigos simplemente se aceraron y me abrazaron, al imaginar seguramente que estaba llorando de felicidad. Entonces lloré abiertamente, y les dije que era de felicidad. Odio mentir. Mei no se unió al abrazo, pero intentó esbozar algo parecido a una frágil sonrisa en su cara. Su mirada estaba algo cansada, pero casi no podía notar el paso de los años en su piel.
Harumin seguía sonriendo y dijo algo así como "¿Te gusta tu regalo verdad?", señalando a Mei, la cual parecía un poco incómoda con el comentario. Pero yo creía conocer a Mei, y si ella no había cambiado nada en estos años seguro que había ido por voluntad propia. Aunque Harumin era muy buena convenciendo cuando algo se le metía entre ceja y ceja.
"Pues eso es todo lo que te vamos a regalar!", dijo Nao.
"No es verdad!", respondió Rina.
Harumin me entregó una caja forrada de papel de regalo rojo brillante, la cual me habría alegrado de recibir en otras circunstancias.
"Gracias, Harumin.", tomé la caja con una mano, mientras con la manga de la otra me limpié las lágrimas.
"Yo también te traje algo." Dijo Mei, sorprendiéndome.
Yo no podía creer nada de lo que estaba pasando. Era una caja muy pequeña que casí cabía en la palma de su mano.
"Puedes abrirlos después! Me muero de hambre.", dijo Setsuko.
Mei guardó el regalo en su elegante bolso en vez de entregarmelo o dejarlo en la mesa como yo hice con el otro regalo.
"Harumin nos contó la historia. Tendréis muchas cosas de las que hablar, ¿no? Después de tanto tiempo...", dijo Rina con su voz delicada y aguda.
"Pues...si, la verdad.", reí de manera nerviosa, evitando a toda costa la mirada de Mei.
Y así la fiesta pasó, y todos marcharon excepto mi compañera de piso, a la que tenía que interrogar. Mei me dió su regalo y mis manos temblaban, intenté disimularlo pero seguro que ella se dió cuenta, ella parecía estar buscando y esperando mi mirada, y yo se la devolví un segundo nada más para agradecerle que hubiera venido y agradecerle el regalo.
Tantas cosas pasaron por mi cabeza, quería decirle que se quedara, que me diera su número, pedirle que fueramos a tomar el té las dos juntas para ponernos al día. Mi corazón empezó a latir con fuerza esa noche desde que la ví y no paró. Cuando nuestras manos rozaron para coger el regalo mi corazón parecía explotar. Entonces, antes de que pudiera decir nada ella empezó a marchar también con los demás pero Harumin la paró.
"Mei! Yuzucchi tiene muchas ganas de hablar contigo, ¿por qué no os quedáis un rato hablando? Yo voy a ir a la tienda a comprar comida para desayunar mañana.", dijo Harumin, como la excusa más mala que he escuchado en la historia del universo.
Y así, repentinamente, nos quedamos las dos solas, en la puerta del apartamento.
Yo seguía evitando la mirada profunda de Mei, sintiéndome estúpida, y como una adolescente enamorada otra vez.
"Qui ¿quieres entrar?", le dije con voz temblorosa.
"Yuzu, ¿estás bien? Me has ignorado toda la noche... Aunque es mi culpa por aparecer así, sin decir nada. Te pido disculpas.", empezó a hablar, y su lenguaje aunque formal y distante, hizo que me derritiera por dentro. Al fin y al cabo su voz tenía ese efecto en mí.
La miré directamente, nuestros ojos se encontraron. Se me cayó la llave.
"sisi, ¡estoy bien!", sonreí, fingiendo. Realmente una parte de mi estaba rebosante de alegría pero entonces recordé el cartel de la escuela.
Me agaché para coger las llaves y abrí la puerta. Mei entró detrás mío y cerró. Se me hizo extraño entrar así con ella, sin que hubiera nadie más, siendo una casa distinta, sin que mamá estuviera ahí. ¿No estaré soñando? Seguramente me despertaré pronto de este sueño, dulce tortura...
"Yuzu, ¿quieres abrir mi regalo?", preguntó con un tono de voz suave.
"eh, si claro. Ahora lo abriré.", lo saqué de uno de mis bolsillos.
"Que seráaa, que seráaa", dije, fingiendo que mi nivel de emocion era mucho más bajo de lo que realmente era.
Abrí la caja y vi un anillo. No cualquier anillo. Sino el anillo que yo le había regalado, el anillo de compromiso... De nuestra relación.
Ahora simplemente estaba aún más confundida.
"Mei...No entiendo nada... Lo siento, tendrás que explicarme..." dije, mirando al suelo, sintiendo que las lágrimas iban a derramarse otra vez.
"Quiero explicartelo todo.", dijo Mei, con un tono de voz algo cambiado, no sabía decir exactamente en que.
Entonces sentí una mano, un tacto muy familiar que no había sentido en años. Su mano levantó mi cabeza agarrandome suavemente la barbilla, haciendo que nuestros ojos se encontraran. Estaba peligrosamente cerca.
"Nunca te he olvidado, Yuzu."
Sentí ese contacto y casi no pude reacionar.
"M-Mei!..."
Entonces estudié su mirada más profundamente, y vi la misma expresión que recordaba haber visto las primeras veces que la vi a punto de llorar; cuando hablamos del profesor que quería aprovecharse de ella, cuando yo no me daba cuenta de toda la carga que ella tenía e intentaba convercerla de que fuera más libre, cuando le hablé de su padre sin saber su historia. Esa mirada penetrante profundamente triste, pero que intentaba no aparentarlo.
Era como si hubieramos vuelto al principio, como si nada hubiese cambiado. Pero todo había cambiado.
"Felicidades...", le dije, con la voz más seca y menos emocionada que encontré en mi interior.
"Pero es tú cumpleaños y no el mí-"
"Por tu matrimonio.", la corté.
Al decir eso su mirada se volvió más distante, hicimos algo de distancia las dos a la vez.
Quizás eso era lo único que se nos daba bien, pensé amargamente.
"Gracias.", respondió, tardando mucho en contestar.
Entonces Mei empezó a evitar mi mirada también. ¿Qué tipo de comunicación íbamos a tener así?
Entonces recordé el anillo.
"¿Porqué me has devuelto el anillo? Quiero decir, puedo entender los motivos pero... No sé porque ahora."
Hubo una pausa llena de un incómodo silencio.
"¿Te invitó Harumin?"
"Sí, Taniguchi-san me invitó, pero yo también había pensado en..."
Sentía cada miligramo de peso de ese anillo y de su caja.
"¿En qué?..."
Nuestras miradas se encontraron de nuevo.
"Creo que te debo una explicación. Bueno, aunque no te la debiera, te la quiero dar."
"No, Mei, tranquila, no me debes ninguna explicación.", aunque por dentro me moría de ganas de escuchar todo lo que creía que me tenía que decir, y mi yo interior, mi yo del pasado se apareció en mi mente para decirme que sí, que realmente Mei me debía una explicación; al fin y al cabo había cortado nuestra relación con una carta. No se había enfrentado a mi hasta ahora.
"Mei, lo que más me importa saber ahora mismo es si eres feliz."
"Yuzu...", dijo casi sin voz, antes de darse la vuelta. Caminó hacia la ventana y se quedó mirando hacia fuera.
"La verdad es que yo...", continuó.
Yo me acerqué, lentamente, con cada paso que daba intentaba recorrer los días, los meses, los años que habíamos estado separadas, como si cada movimiento me acercara más a los recuerdos que tenía de ella. Con cada paso que daba la miraba, mientras ella me daba la espalda, y quería pensar que aquella era la Mei que conocía, o la que estaba a medio camino por conocer.
Sin pensarlo, al haberme acercado lo suficiente, puse mis manos en sus hombros. Quizás ellas solas pensaron que Mei necesitaba ser reconfortada.
"Mei...Me gustaría saber que te ha llevado a venir hoy aquí... Me gustaría saber porque te fuiste.", decía con mi voz entrecortada. Me recordó a cuando le pregunté sobre cual había sido el significado de nuestro beso, el que ella inició justo después de haber despedido a su padre.
Una de sus manos alcanzó la mía, en su hombro. Nuestros dedos se entrelarazon con naturalidad, como si no hubiera pasado el tiempo. Nuestras manos se recordaban a la perfección. Pero había algo más; ya no eramos unas niñas, ahora eramos adultas y yo estaba intentando madurar y hacer mi vida. Ya no era tan inocente como antes, pero cerca de Mei me sentía como una adolescente otra vez.
Mi primer amor, mi gran y único amor, había vuelto. Estaba tan cerca pero tan lejos.
Noté como su mano apretó la mía, entonces se dió la vuelta y sin poder ver su cara, se dejó caer sobre mi cuerpo escondiendo su cabeza en la melena que me caía por el hombro.
"Lo siento, Mei. No quería presionarte, podemos hablar en otro momento. Tranquila, estoy aquí.", dije, casi sin darme cuenta que estaba imitándome a mi misma, como aquella vez. "Me tienes aquí, siempre he estado aquí.", decía acariciándole la cabeza mientras la escuché sollozar y sentí como mi camiseta se humedecía en el hombro por sus lágrimas que ya no estaba intentando frenar.
"Me alegro tanto de verte, te he echado mucho de menos. Ni te imaginas.", seguía diciéndole ahora en susurros, mientras la abrazaba más aún, sintiendo que ella no solo aceptaba sino que buscaba más mi contacto.
"Lo puedo imaginar. Yo también, Yuzu.", respondió al igual en un susurro, entonces me observó de cerca con su mirada profunda, y se separó lo suficiente como para agarrar mi cara suavemente con sus manos. Entonces noté el contacto frío metálico de su anillo. No era el anillo que yo le había dado, era un anillo de boda. De su boda con otra persona, con un hombre. Alguien cuyo lugar yo no había podido alcanzar. Pero ahora ella estaba llorando en mis brazos.
"Me llegó tu carta, aunque nunca la respondí.", dijo, a lo que no respondí. Yo solo me concentraba en abrazarla, con mis brazos alrededor de su cuerpo para que no pudiera huir otra vez.
"Como decías en la carta, yo solo fui feliz contigo, Yuzu."
Y con sus manos agarrando mi cara, se acercó a mi, y sentí sus labios contra los míos.
Pude sentir algunas lágrimas en su rostro que aun no se habían desvanecido, sentí la calidez y la suavidad de esos labios con los que había soñado despierta todas las noches. Lo que más había deseado, y lo que más había temido, lo que más feliz me había hecho y a la vez algo que me había herido profundamente; todo estaba ahora delante mío.
Sentí como cada célula de mi cuerpo reaccionaba y se despertaba, y se encendía.
Recordé mis propios pensamientos, cuando vi a Mei mientras el profesor estúpido la besaba forzosamente. Y pensé: "¿Son así los besos?"
Sus labios se habían aferrado a los míos pero no se movían, solo parecían disfrutar del contacto. Entonces lentamente separé los míos y la busqué, busqué los labios de Mei como la había buscado a ella en cada segundo en mis fantasías. Mis manos libremente viajaron hasta su cintura y la atrajeron más hacia mi, a la vez que mis labios degustaban cada beso que me estaba regalado su boca. Nuestros labios intentaron compensar el tiempo perdido, que había sido muy largo.
Ahora lo volví a pensar, como en aquel momento. ¿Son siempre así, los besos? Algo que te devuelve una parte de ti que estaba muerta, algo que despierta partes en ti que no sabías ni que existían. ¿Eran todos los besos así?
Y como en las últimas ocasiones que nos habíamos besado, sentía que eran los únicos momentos donde yo tomaba el liderazgo, donde Mei se dejaba llevar.
Entonces nos separmos para tomar aire, y su mano acarició cada milímetro de mi cara, como si me memorizara.
"Te he traído el anillo para que...algún día puedas darme una segunda oportunidad.", dijo, de repente, con su voz aún llena de la pasión repentina de ese beso.
Y así mi vida volvía a convertirse en un torbellino fatal de emociones complejas y pasiones prohibidas.
