He tenido un periodo de bloqueo monumental, y ni hablar de la falta de tiempo. Pero cuando la inspiración me viene (que desafortunadamente no siempre es para la historia que debo seguir) la aprovecho. Y es precisamente lo que ha ocurrido con esto. Es una pequeña idea que fue inspirada por ejem. Clarina. Me explicaría pero mejor que lo lean ;)
PD: Gracias a MissMariFranco por todos tus comentarios, me diste la motivación para seguir escribiendo este capítulo que ya estaba en peligro de no ser terminado.
Disclamer: Los personajes no son míos. Solo los pido prestados ;)
Tú mi Naturaleza y Yo Tu Humanidad
—No podrás convencerme —repitió por décima vez y se rio mientras caminaba hacia la habitación, intentando escapar de la insistencia del hombre.
—No estoy intentando convencerte, amor. Te estoy rogando que vayas conmigo, que es diferente. —Intentó mantenerse lo más serio posible para no comenzar al reír por la situación y por lo que estaba diciendo.
La mujer se detuvo de repente y sus labios dibujaron una leve sonrisa al escuchar esas palabras, pero que desapareció al girarse cuando lo miró a los ojos. No habría manera que la convenciera de salir ese día; era su día libre y no quería hacer más que tirarse en el sofá con una cerveza y ver el juego de hockey.
—¿Ahora estás rogando? —preguntó divertida a punto de soltar una carcajada.
—No quiero ir solo, además, mi jefe quiere conocerte.
Jane suspiró y cruzó los brazos.
—Ya conozco a tu jefe.
—Sí pero él no te conoce en persona. Y sabes que este evento es una buena oportunidad para que me den ese ascenso que he estado esperando por meses.
—Te lo mereces. No necesitas ir a un evento para demostrarlo. Yo no necesito ir.
—Solo esta vez. Te lo prometo. Después de este evento no tendrás que ir a otro… aunque solo por un año.
—Gabriel… —Nadie mejor que ella sabía que una vez que el hombre comenzaba a insistir de esa forma no se libraría de él. Así que la opción que le quedaba era negociar.
—Solo una hora. Habrá una pequeña conmoración y justo al lado, adivina qué.
—¿Hmm?
—¡Habrá una exposición de arte! Y tu madre me ha comentado que te gusta el arte.
—Eso lo dice porque me gustaba dibujar cuando tenía diez años. ¿Acaso la exposición está supuesto a ser un incentivo? Porque si lo es, está teniendo el efecto opuesto —Se dejó caer de espaldas sobre la cama con otro suspiro.
—Vamos Jane… solo esta vez y… Hay algo más.
—Déjame adivinar… Quieres que use ese vestido negro que has estado intentando ocultar por una semana.
El hombre abrió la boca preparado para negarlo pero ahora ya no tendría sentido hacerlo. Angela se lo había advertido; había sido mejor dejarlo en su casa, así Jane no lo encontraría.
—Sí. Aunque ya sé que dirás que no, al menos tenía que intentarlo.
—No iba a decir que no.
—Ya sé. Espera. ¿Qué? ¿Estás hablando en serio?
—Solo por esta vez. Después de hoy no habrá más eventos formales de este tipo por mínimo tres meses. Y nada de vestidos por el resto del año.
—Pero Jane, apenas es verano.
—Ya falta poco para el otoño. Ahora me vestiré antes de que cambie de pensar.
—¡Gracias amor! —La besó en los labios con una sonrisa de oreja a oreja.
Jane lo siguió con la mirada hasta que la puerta del cuarto baño se cerró y escuchó el agua de la bañera. Sabía perfectamente dónde había escondido el vestido. Aunque se había sorprendido por no haberlo encontrado antes. Si no hubiera sido porque estaba revisando cada rincón de la habitación, buscando desesperadamente unos documentos, nunca lo hubiera encontrado. Se agachó delante de la cómoda y abrió la última gaveta, ahí, debajo de un sobre amarillo y en una bolsa transparente estaba el vestido. Era consciente de que rara vez usaba vestidos, pero… ¿Ir tan lejos para esconderlo? No le iba a prender fuego si lo hubiera llegado a ver en su armario. En los años que llevaba de detective, el contenido de su armario se había convertido a no más que pantalones, más blusas de colores solidos de lo que le gustaría tener, y alguna que otra chaqueta, en resumen, ropa de trabajo.
—Señora Isles, ya se solucionó el problema con el espacio reservado. El señor Mavin le manda sus agradecimientos.
—Gracias por solucionarlo, Ella. —Cruzó los brazos, echando un vistazo a la exposición. Sabía que debió ocuparse de la lista personalmente; el error cometido casi les cuesta uno de los coleccionistas más fieles que tenía, Mavin. Pero ahora todo estaba marchando como siempre: a la perfección. Todos los años organizaban una exposición especial para el alcalde en Boston, que resultó ser unos de sus admiradores más fieles y amante del arte.
Su mirada se detuvo en la mujer que intentaba mantener una conversación con uno de los invitados, pero era evidente que estaba nerviosa y posiblemente no estaba prestando atención ni a una palabra de lo que el hombre estaba diciendo.
—Nunca la he visto tan nerviosa —comentó Ella.
Constance la miró de reojo antes de sonreír.
—Es su primera vez, después de todo. —Su mirada se enfocó esta vez en el cuadro al final del pasillo.
—Por fin.
—Así es. —Y no había sido fácil convencerla.
La mujer las miró por encima del hombro, como si las hubiera podido escuchar hablar sobre ella. Le dijo unas palabras al hombre y le dio la espalda, caminando hacia ellas.
—Hija… Necesitas relajarte un poco. Los comentarios que me han dado han sido muy positivos.
—No puedo evitarlo. No me siento cómoda compartiendo mis pinturas, madre.
—Es solo una y anónima —añadió Ella.
—No ha sido anónima —murmuró Constance con disgusto en sus labios. Aún le costaba entender por qué Maura no quería compartir sus cuadros. O por qué no quería reconocer ese.
—No puede creerlo —dijo una Ella atónita—. Ahora regreso. —Tenía que confirmarlo con sus propios ojos, ella misma se había ocupado de colocar los nombres de cada artista; estaba segura que el cuadro de Maura estaba como anónimo.
—Va a disgustarse cuando vea que has cambiado lo que ha hecho, sabes cómo se pone cuando hacen eso —le advirtió su madre.
—No creo.
—El que no tenga una placa con tu nombre, o con 'anónimo' no lo hace menos anónimo.
—Soy consciente de eso, madre. —Simplemente no quería nada alrededor del cuadro.
—¡No lo puedo creer! ¡Maura!
La rubia sonrió sin poder evitarlo.
—Lo siento, Ella… pero el artista tiene la última palabra.
—¿Sí? ¿Desde cuándo es así que no me he enterado? Solo te lo permitiré esta vez porque por fin ocurrió un milagro de Dios y te has animado, o te hemos obligado; no lo tengo muy claro, a exponer uno de tus trabajos. —Bebió un poco del vino blanco que había agarrado en el camino y se situó entre las dos mujeres antes de hablar en voz baja—. ¿Han notado la morena aquella? —Constance y Maura miraron a Ella y esta les hizo un gesto con la cabeza en dirección al pasillo—. La morena. No se ha movido en un buen rato.
—Es la primera vez que la veo —comentó Constance. Nunca la había visto en las anteriores exposiciones que habían hecho en Boston—. ¿Tú la conoces, Maura?
Maura pareció no haberla escuchado porque no le respondió. Bueno, sí la había escuchado pero como si hubiera estado a kilómetros de ella y no justo a su lado. Su madre y Ella tenían razón. Había notado a la mujer antes, cuando estaba hablando con el hombre que no se callaba, pero sí, la había visto caminando alrededor. Parecía no importarle mucho el arte ya que apenas había pasado varios segundos observando cada cuadro.
—¿No la conocen? —preguntó casi en un susurro, como si estuviera hablando consigo misma.
—Es lo que acabamos de decir, cariño —contestó su madre—. Parece que le interesa mucho tu cuadro.
—Iré a hablar con ella —dijo, decidida.
—¿En serio? —preguntaron las dos mujeres, mirándola incrédula.
Maura las miró confundida.
—Ya sabes… Por todo eso de que te empeñas en no querer que nadie sepa que ese cuadro es de ni más ni menos que de la hija de Constance Isles.
—Dije que hablaría con ella, no que le contaría mi vida y mis secretos.
—Ujum —Ella bebió otro sorbo de vino.
Constance simplemente sonrió.
Jane se levantó de la silla lo más rápido que pudo, ni siquiera dio tiempo a que los aplausos cesaran. Le había dicho que solo sería media hora ahí y otra media hora en la exposición. Media hora escuchando temas de políticas y cuestiones del FBI que a ella no le interesaban para nada. Era uno de los precios a pagar, suponía, por estar casada con uno de ellos.
—Me dijiste que sería media hora. ¿Sabes lo aburrido que ha sido eso?
—Tengo una buena idea —respondió Dean, suspirando. Para él también había sido aburrido y mucho. No esperaba el momento para la exposición, ahí estaría su jefe y podría hablar con él. Algo que no podía hacer durante las diversas presentaciones que dieron.
—Una hora y media, casi. ¿Dónde está esa exposición de arte? —preguntó mirando hacia la derecha y la izquierda.
—A la derecha. Pensé que no querías ir.
—Es a lo que viniste, ¿no? Por lo menos habrá bebidas.
—Ya te dije que no habrá cerveza.
—Y yo te dije que… Oh. —Las palabras se ahogaron en su garganta al poner pie dentro del espacio reservado para la exposición. Momentos antes pensaba que estaba muy elegante con el vestido negro, pero ahora, mirando a los demás interesados en arte, especialmente las mujeres, se sentía fuera de lugar—. No me habías dicho que era una exposición para millonarios —dijo en voz baja.
—No lo es —susurró el hombre, cruzando su brazo con el de ella para guiarla.
—Claro —dijo y viró los ojos—. Oh, espera —descruzó sus brazos y detuvo a unos de los muchachos que llevaba una bandeja con bebidas.
—¿Dos? —preguntó Dean.
Jane sonrió y acercó la copa a su nariz, tenía una buena aroma. Estaba claro que no era cerveza, pero igual bebió un sorbo, cerró los ojos y no los volvió a abrir hasta que el trago se había deslizado por su garganta.
—Guau… Vale. Había agarrado una para ti pero cambié de pensar, esto está muy bueno.
—¿Eres consciente de que estás bebiendo vino?
Jane se mostró sorprendida por un segundo.
—Míralo de este modo: Es uno de esos momentos en que dicen que la ignorancia es una dicha porque aunque esto sea un vino, está demasiado bueno.
—Eso es cierto. —Caminaban uno al lado del otro, observando varios de los cuadros—. Constance siempre sirve las mejores bebidas, es muy probable que en esas dos copas ya te hayas bebido trecientos dólares.
—¿Estás bromeando?
—No.
En ese momento otro muchacho caminaba cerca de ellos y Jane aprovechó para entregarle las copas vacías y agarrar otra más.
—¿Qué? No me mires así, Gabriel. Tengo que aprovechar y definitivamente necesito más de dos copas después de la hora y media de mi tiempo perdido.
—No lo has perdido, mira toda esta arte. Esta vez se han decidido por los cuadros.
—Hablas como si no fuera tu primera vez en uno de estos eventos.
—Y no lo es —dijo con una sonrisa—. He venido los dos últimos años. Y sí, sí te he invitado… solo que en las dos ocasiones te negaste a venir, hasta la tercera. Y ya ves, aquí estás disfrutando de un buen vino y buena arte.
—No sé si esto sea buena arte. —Hizo una mueca, observando el cuadro que tenían enfrente de ellos en ese momento—. ¿En serio? Eso parece que lo hizo un niño de cinco años, cualquiera puede dibujar un par de círculos de diferentes colores.
—Shhh baja la voz que podrías tener el artista a tu lado o detrás de ti.
Jane suspiró y miró a ambos lados, asegurándose de que no hubiera nadie cerca.
—Y ese, ¿en serio? —Ladeó la cabeza, intentando buscando alguna razón que la hiciera entender el por qué una pintura como esa estaba en una exposición como esta.
—No lo pienses mucho.
—Es lo contrario de lo que hago.
—Lo sé —comenzaron a caminar hasta llegar al final del pasillo—. Talvez necesitas mirar las obras con otros ojos.
—¿Acaso tú me enseñaras el arte de apreciar… "este arte"?
—Yo no, pero alguien más… capacitado podría. Entiendo estos cuadros tanto como tú, pero no vocalizo mi confusión.
Jane se rió y bebió otro sorbo de vino. Bebía poco a poco, así le duraba más.
—¡Dean! —Gabriel se giró al escuchar que lo llamaban y sonrió al ver que se trataba de su jefe. Había estado esperando este momento toda la noche.
—Ahora vengo amor —le dijo a Jane pero esta no escuchó.
—Esto sí es arte —susurró Jane al quedar frente a frente a un cuadro distinto a todos los otros. Este sí tenía sentido, al menos para ella. Cruzó los brazos y se detuvo a observar cada detalle de la imagen. Bebió lo que le quedaba de vino y de su garganta emergió un sonido de apreciación. Miró hacia los lados antes de decidirse a dar un paso adelante, acercándose un poco más a la obra maestra. Era su primera vez en una exposición y no estaba segura si estaba bien acercarse tanto, las otras personas a su alrededor mantenían una distancia prudente de las obras. Pero ella necesitaba acercarse para, estudiar más de cerca cada detalle.
—¿Terminó con la copa, señora? —preguntó el muchacho con la bandeja en la mano.
—¡Oh, Dios! ¡Me has asustado! —exhaló con fuerza. Estaba segura que le llamarían la atención.
—Lo siento, señora.
Jane frunció el ceño. El muchacho no podía tener más de veinte años, tal vez diecinueve.
—Sabes qué…
El muchacho tragó en seco. Jane sonrió para sus adentros; no podía terminar la noche sin intimidar al pobre muchacho, al menos ponerlo nervioso.
—¿Señora? ¿Cuántos años crees que tengo? —dijo en un tono serio, el mismo que usaba en sus interrogaciones.
—Lo digo por respe… No tanto, creo… Digo —comenzó a tartamudear.
La mujer se rió y agarró otra copa de vino.
—Anda, anda. —Misión cumplida.
En ese momento se dio cuenta que Gabriel ya no estaba a su lado. Miró alrededor pero no lo encontró entre la multitud de gente. Aparte de eso, en lo único que podía pensar era en el cuadro; así que se giró hacia él, mientras bebía otro sorbo.
—De quién eres… —susurró al no encontrar la placa que todas las otras obras tenían.
Alguien detrás de ella aclaró la garganta.
—Cariño ayúdame a buscar la maldita placa. Esto es muy injusto —dijo, mirando por el lado del cuadro a ver si encontraba alguna firma. Ya era hora de que Gabriel regresara. Sí, era consciente que había venido aquí por cuestión de 'negocios' pero, ¿dejarla sola de esa forma?
—¿Cariño, no me escuchaste? —Esta vez se giró y quedó paralizada al ver que la persona que tenía enfrente no era Gabriel, sino una mujer que estaba boquiabierta, y no era para menos—. Oh. Lo siento. Pensaba que era otra persona. —Intentaba explicarle pero se sentía tan apenada que podría jurar que sus mejillas estaban sonrojadas.
—Jane —dijo abruptamente.
La mujer pestañó varias veces.
—Me llamo Jane, Detective Rizzoli —le extendió la mano por costumbre y se mordió el labio al darse cuenta.
La mujer la miró a los ojos, luego su mano y de nuevo a sus ojos. Por un instante Jane pensó que no la tomaría, no le extrañaría, así eran estas personas con aires de superioridad porque tienen más dinero. Se había encontrado con muchos así, esos que piensan que porque tienen un padre abogado o dinero se creen invencibles. Pero para su sorpresa, sintió un firme agarre que fue seguido por una suave voz.
—Maura.
—Maura —repitió Jane sin soltar su mano, mirándola a los ojos—. Perdón —susurró al darse cuenta que aún sostenía su mano.
La rubia sonrió y se giró para mirar el cuadro. En ese momento Jane la miro a ella. Si antes pensó que su vestido negro no estaba al nivel de elegancia que había en ese lugar, ahora estaba segura que no lo era. Maura tenía que ser uno de ellos. Cada movimiento suyo era elegante, hasta la forma con la que giraba la copa de vino tinto que movía en forma circular entre sus dedos. Pero aunque fuera uno de ellos, tenía un aire de simplicidad que de una extraña forma le agradaba. El diseño de su vestido no era tan diferente al suyo, aunque su color era un rojo como el mismo vino que ahora bebía.
—Viene del evento entonces. ¿FBI?
—Sí y No —contestó al instante, dirigiendo la mirada de regreso al cuadro—. Solo detective de Boston.
—¿Y usted? ¿Amante del arte? ¿FBI?
—Doctora. —La miró de reojo y sonrió— Y amante del arte.
En ese instante Jane se reprochó el no tomarse el tiempo para arreglarse un poco más el cabello. Maura tenía su pelo recogido en una coleta hacia al lado que caía por su hombro, cubriendo la piel que el vestido de un solo tirante no hacía. Definitivamente no se había pasado el peine una o dos veces, como Jane lo había hecho.
—¿Entonces podrías ayudarme? —preguntó, dejando a un lado sus pensamientos de inseguridad.
La mujer la miró y asintió.
—¿Por qué este cuadro no tiene una placa como todos los demás? —preguntó, apuntando con sus dedo índice al cuadro, lo cual hizo que Maura dirigiera su mirada a su cuadro una vez más.
—Es un anónimo —dijo.
—Ya me di cuenta de eso y es muy injusto. Es el único cuadro que me gusta.
Maura intentó controlar las emociones que corrió por todo su cuerpo al escuchar esas palabras.
—¿Por qué? —Se limitó a preguntar, intentando mantenerse indiferente.
—Bueno. —La morena suspiró y estudió el cuadro por varios segundos antes de contestar— No me lo tomes a mal pero no sé absolutamente nada sobre el arte. Este tiene sentido, todos los otros no capturan mi atención… en cambio este… es hipnotizante, siempre que lo miro encuentro algo nuevo. Y el significado…
Esas últimas palabras hicieron reaccionar a la rubia, adornando sus labios con una sonrisa… ¿Acaso a morena podría deducirlo?
—No creo que sean parejas, aunque por un instante lo pensé así… pero creo que es más que eso —decía, observando a las dos mujeres.
La sonrisa de Maura se amplió.
—Es la forma con la que la sostiene por la cadera; es un gesto muy íntimo… —Miraba una de las mujeres, la del vestido verde y cabello oscuro hasta la cintura con flores casi en cada mechón—. Aun no entiendo el por qué la máscara —susurró. Era una máscara verde de pico, pero no como esas de la peste, se asemeja más a uno de halcón—. Es tan elegante su pose, aunque la esté sosteniendo.
—¿Está a su merced? —preguntó la rubia.
—No creo.
Maura tomó otro sorbo de vino y se lamió los labios, mirando a la mujer de reojo. Era una sensación nueva; que una desconocida estuviera tan interesada en su arte y lo más importante… que la entendiera.
—No hay rechazo. La está dejando sostenerla pero tiene los pies en la tierra… No sé si me explico bien. —La miró riendo nerviosa. No se le daba bien esto del arte.
—Te entiendo.
—¿Qué crees que signifique?
—Está en los ojos del espectador. ¿Qué significa para ti?
—Evitas contestar —dijo.
—Ya tengo seguro que eres una buena detective.
Jane sonrió pero decidió no empujarla más y tomó varios segundos para formular su respuesta.
—Parecen estar en el bosque, rodeadas de naturaleza… eso lo digo por las aves y las mariposas y… —tomó una pausa para organizar sus pensamientos y sus ojos se abrieron como platos de repente y miró a la rubia como si hubiera descubierto un tesoro—. Vas a pensar que estoy loca pero creo que lo tengo.
"Interesante" pensó Maura.
—Y qué sería eso, detective.
—Ella es la naturaleza. —Señaló a la mujer con la máscara— Y esta es nosotros. —Señaló a la otra mujer en un simple vestido blanco.
Maura la miró boquiabierta y su copa casi resbala entre sus dedos.
—¿Estás bien? Perdiste el color por un segundo ahí. ¿Fue una suposición muy tonta, cierto? Sabía que no se me daba bien esto.
—No… Ha sido una suposición muy buena. —Susurró lentamente para no decir que sí, que de eso de trataba exactamente—. La naturaleza tiene control sobre nosotros, la humanidad. Nos asusta con su lluvia, tornados y terremotos. Como si jugara con nosotros. Ella nos controla. —Las dos dirigieron sus miradas hacia la mujer en verde—. Vivimos en ella, envejecemos con ella… en una forma somos sus esclavos. Pero ella —Se atrevió a rozar con su dedo la mujer en blanco—. Ha encontrado formas para dominarla, destruirla; destruimos sus bosques, envenenamos sus océanos. Y también controla la naturaleza, tal vez la sostiene porque no le queda otra opción que servirle. Tal vez la de blanco tiene sus brazos al lado de su cuerpo porque siempre espera a que la naturaleza arregle la destrucción que ha causado; que limpie sus océanos, sus heridas… sin pensar que algún día la naturaleza le puede dar la espalda. —suspiró tomando una pausada—. No es más que una carga ingenua y destructiva.
—La de blanco… —susurró Jane, hipnotizado por las palabras de la mujer.
—Sí. Tal vez por eso tenga esa leve sonrisa en sus labios, ¿Será por la belleza de la naturaleza? ¿Por las bellas flores en su cabello o los pájaros que vuelan a su alrededor y que piensa que siempre estarán ahí?
—Está ciega a la destrucción que causa.
Maura la miró sorprendida, era justo lo que iba a decir a continuación.
—La conoce, sabe que siempre habrá una oleada en el océano y que siempre estará la fragancia de sus flores —continuó Jane.
—Ella es su ama, a la naturaleza no le queda otra opción que intentar sostenerla y arreglar el daño que ha hecho la humanidad…. Pero ella también es esclava de la naturaleza, la necesita para vivir, para respirar… para beber y comer la comida que solo la naturaleza le puede dar.
—Guau… Tenemos que hacer esto otra vez.
Maura se aclaró la garganta, temiendo que haya dicho de más y se haya delatado a sí misma.
—Me gusta esa idea… aunque no sabremos si no hablamos con el artista—. Frunció el ceño y Maura sonrió—. Lo cual me lleva a lo de antes… ¿Por qué no tiene placa?
—Pueden haber muchas razones para eso…
—Lo quiero… Me pregunto si lo puedo comprar —se decía a sí misma.
—No creo que puedas comprarlo.
Jane mal interpretó sus palabras y la miró seriamente.
—¿Por qué no puedo permitírmelo? Tengo din…
—No lo decía por eso. No está a la venta.
Jane gruñó y cruzó los brazos otra vez.
—Injusto —dijo entre dientes.
—Pero pued…
—¡Amor! No vas a adivinar lo que acaba de pasar.
Maura cerró la boca.
—Imagino que te dijo que se lo pensaría —Gabriel la miró boquiabierta. Sí que era una buena detective—. Te presento a Maura. —Los dos dirigieron su atención a la mujer—. Maura te presento a Gabriel, mi esposo. Gabriel esta es Maura, doctora y amante al arte.
—Un gusto —dijo Maura sintiendo una repentina punzada en su pecho.
—Te dije que encontrarías a alguien más apto —le dijo Gabriel a Jane y Maura. Maura, que no había apartado su mirada del anillo en la mano de Jane, el mismo que había fallado en notar antes, los miró confundida.
—Me había dicho que alguien más 'capacitado' me enseñaría más de este mundo del arte.
—Entonces creo que has encontrado a ese alguien —sonrió amablemente y Jane le devolvió la sonrisa.
Esto es un simple "preview" significando que es el primer capítulo y ¿tal vez el último? Déjenme saber en los comentarios si debería seguirlo o no.
