Prologo
Cuando los años se repiten.
Un estruendoso ruido se escuchó desde la cocina, y con susto se levantó precipitadamente de la cama. ¿Que era eso? Se preguntó en un murmullo mientras se vestía con sus ropas casuales. Corrió para salir de la habitación y un mareo la hizo quedar estática en el umbral de la puerta, sosteniéndose del marco. Tomó un hondo suspiro, comprobó sus mareos debido a la anemia y se dispuso a caminar nuevamente. Estaba preocupada por escuchar lo que nunca escuchó en la mansión Sakamaki: Algo romperse por accidente.
Bueno, no es que ella no haya roto alguna que otra taza, pero que se rompan a causa de los vampiros era una sorpresa algo preocupante.
Escuchó unas voces agudas que no reconoció, con sus hombros tensos de los nervios. ¿Visitas, acaso? Se preguntó mentalmente mientras que con discresión husmeaba las escaleras. Nadie, perfecto. Bajó cuidadosamente, con sus ojos rosados estudiando cada detalle de la sala principal. Un destello morado llamó su atención, y vio la cabellera de Kanato. Pero...
...¿Era tan pequeño? Imposible.
Estaba en posición fetal, apoyado en una de las paredes del lado derecho. Ocultaba su rostro entre sus rodillas y abrazaba con fuerza sus piernas, con Teddy a un lado. ¿Kanato era tan pequeño? Parpadeó, con la esperanza de ver si era algo producido por su vista. Pero no lo era. Bajo rapidamente las escaleras, sin hacer ruidos con las puntas de sus pies, estando a metros de él.
- ¿Kanato-kun? - preguntó, con la voz teñida en preocupación.
Él vampiro mostró su rostro, y el corazón de Yui dio un vuelco.
Tenía siete o más años de edad, con su rostro algo redondo y de porcelana. Sus mejillas rosadas y aquellos ojos que ahora no tenían ojeras debajo de ellos, parecía llorar. Labios temblorosos y pequeños, ideales en el rostro de un niño. Llevaba una camisa blanca y unos pantalones con tiradores. Aquel no era Kanato-kun, aquel no era su vampiro de 17 años de edad. Pero... era identico.
- ¿Quien eres tú? - dijo una voz aguda y cantarina, aquella provenía del pequeño a sus ojos.
Se quedó sin habla, como si fuese una estatua con sangre caliente y corazón latente.
- Kanato, ¿Quien es ella? - otra voz aguda, diferente, provenía detrás de ella.
Se dio la vuelta, sorprendida por lo que estaba viendo en ese momento. Un jovencito de cabellos castaños largos hasta los hombros, con ojos verde esmeralda curiosos, adornados de unas largas pestañas. Una camiseta verde y unos vaqueros le vestían. Tendría siete años también, pero parecía más alto que el anterior. Su tipico lunar debajo de sus labios estaba allí, y es como si viera a...
- ¿Raito-kun? - murmuró, sin poder apartar sus ojos de aquellos niños.
El niño que tanto se parecía a su vampiro pervertido abrió sus ojos con sorpresa, para luego mostrar la pequeña sonrisa. El corazón de Yui golpeó su interior, aquella sonrisa en ese rostro de niño la desarmaba completamente. De pronto se abrieron las puertas de la entrada y la luz se dejó ver por todo el lugar, iluminando la mansión de un solo golpe. Yui parpadeó, acostumbrandose a la cegera.
- ¡Reiji, mamá tampoco está! - gritó aquel niño.
Sin duda, él era el mayor de todos ellos. Tendría nueve o diez años. Su cabello rubio estaba despeinado y su flequillo casi oculta sus bellos ojos azules. Era adorable, y mucho más alto que los demás. Su piel de porcenala como la de los otros niños, y vestía ropas elegantes pero simples... como un conde de la epoca victoriana. La sangre casi se le va del rostro cuando Yui lo vio, y vio como el clon en miniatura de Shu avanzaba con preocupación hacia la sala. Sus ojos se encontraron y...
...no podía creer absolutamente nada de lo que estaba pasando. Los tres se reunieron frente a ella, mirándola con duda en sus ojos.
- ¿Quien... eres tú? - otra persona volvió a preguntar, y luego apareció también ante sus ojos dos niños.
De verdad... esto no estaba pasando.
- ¿Re-Reiji-san...? ¿Subaru...kun? - apenas podía hablar, la sorpresa la había enmudecido.
El niño alto tenía cabello oscuro, peinado hacia un lado y cayendo el flequillo por sus ojos exóticos. Llevaba lentes, y una camisa blanca con chaleco de traje y corbata, a juego con unos pantalones negros. La miraba con desconfianza y sus manos se posaban en sus caderas. Definitivamente era Reiji, era su vampiro de clase alta y modales refinados.
Cuando giró la vista al otro niño, su corazón volvió a golpear su interior.
Cabellos blancos, brillantes, que ocultaban uno de sus ojos rojos. Parecía triste y temeroso, abrazandose a si mismo y mirandola con desconfianza también. Llevaba una camisa blanca y arriba una chaqueta negra, desgastada, y unos pantalones negros. Su mente no le encontraba nada de sentido a aquella imagen, la de un niño de que se pareciera a Subaru... tan debil y temeroso.
- ¿Como sabes nuestros nombres? - dijo alta otra voz detrás de ella, diferente a las demás.
La verdad la golpeó con la fuerza de un puñetazo al darse la vuelta y ver orbes esmeraldas, brillantes y que tanto admiraba.
Cabello rojizo despeinado, desordenado con estilo, llevaba su flequillo a los lados y sus ojos verdes brillantes la observaban con curiosidad. Llevaba una camisa con unos cordeles en la parte abierta de esta, y unos pantalones bordó oscuro. Su mirada le dio a entender quien era, aquella persona que conoció por primera vez, aquella persona que probó por primera vez su sangre, la persona que...
Sus ojos se llenaron de lagrimas.
- Ayato-kun... - lloró, mirando el niño que estaba en las escaleras.
Su vista se desvaneció, envolviéndola en un terciopelo negro como la noche.
La cabeza le dolía a montones, y sus mareos estaban siendo mucho peores que los de ayer. Se sentía cansada pero con energía suficiente para estar allí, despierta. Con los ojos cerrados, pudo ver que había despertado en un lugar mullido. ¿Habrá tenido un mal sueño? Todavía veía en su mente los rostros de sus vampiros de niños, de como la miraban cada uno de ellos. Se removió y sintió algo calido a su lado, que la abrazaba con fuerza.
- ¿Ayato...? - murmuró, somnolienta. Él era el único que hacía eso...
- ¡Ne, Ayato, ya despertó! - la voz aguda como en sus sueños volvió a sus oídos.
Abrió con sorpresa sus ojos, mirando hacia el techo.
¿¡Había sido un sueño!? Si, solo un sueño... ¿¡No!? Se giró, y de nuevo le dio una patada su corazón.
De nuevo estaban allí, todos ellos de niños. La miraban preocupados, y uno de ellos la abrazaba con fuerza. Bajó su mirada vio a Kanato aferrado a ella, durmiendo. Parecía que había llorado, y su corazón la pateó otra vez. Ella también quería llorar.
- ¿Qué haces en nuestra casa? - preguntó Shu de niño, adelantándose hacia donde ella estaba. - ¿Y los sirvientes? ¿Y nuestros padres? - volvió a preguntar.
¿Padres? ¿"Que hacía en su casa"? Su cabeza dio vueltas y tenía que mantenerse estable para no aplastar al niño que se había pegado a su cintura. Alguien olisqueó el ambiente, y al girarse vio a Raito quedarse sorprendido.
- Ella... - murmuró, mirando a Ayato que estaba sentado en el suelo. - Ella huele a mamá.
Todos se quedaron en silencio.
- ¿Quien... eres tú? - murmuró el niño que estaba aferrado a su cintura.
Bajo la mirada, y aquellos ojos parecidos a joyas moradas la miraron con curiosidad y sorpresa.
- Yo... yo soy...
Fin: Prologo
Continuará!
Review = Amor eterno a ti
