AYUDANDO A LA COMUNIDAD
-¿Ayuda a la Comunidad?,-susurró el rubio con un ápice de histeria en la voz. Aquello debía ser una broma-. No estarás bromeando, ¿eh, Snape?,-dijo intentando que su rostro permaneciera impune ante lo que acababa de escuchar-.
-Me temo que no. Si quieres terminar tus estudios en Hogwarts tendrás que ayudar durante todo el Curso. Puedes decidir diferentes opciones,-añadió mientras le tendía un panfleto con unos magos que al chico le parecieron que tenían cara de petardos estúpidos con poca vida social-.
-Hospitales..., ayudas a sin techos, huérfanos, comedores sociales,-fue leyendo en voz bajita-. ¿Ayuda a alumnos de primero?,-dijo con voz más alta e interrogación en la voz-. No me hace gracia la broma, Severus,-añadió poniéndose aún más serio-.
-Te repito que no es ninguna broma,-dijo el profesor poniéndose de pie-. Dumbledore hace las reglas, y ha creído conveniente introducir estos créditos extra en el último año escolar, para hacer vuestra formación más..., amplia. En todos los aspectos,-finalizó uniendo las yemas de sus dedos de forma escalofriante-. Tienes hasta la última hora de la clase de hoy para elegir una de las opciones. Aquí tienes tu formulario,-le tendió una hoja de color amarillento llena con un montón de letras, que Draco supuso serían el final de su felicidad en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería-.
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Hermione Granger giró la oxidada y pesada llave en la vieja cerradura. Le llegó el olor a polvo y papel mientras inspiró fuertemente. Aquel sutil aroma le encantaba y relajaba en demasía. Allí se sentía a gusto, segura. Sabía que nada ni nadie la encontraría en aquel recóndito lugar de Hogwarts. Era su escondite secreto y preferido de todo el Castillo.
Había vuelto a discutir con Ronald. Era imposible razonar con aquel cabezón pelirrojo. ¿Cómo era posible que antaño hubiera estado colada por él? Eran simplemente incompatibles, y últimamente usaba cualquier excusa estúpida para discutir con ella. Tal vez fuera posible que ella no fuera la misma Hermione de hace unos meses, pero había habido cambios en su vida tras la derrota de Voldemort. Había estado a punto de morir, y aquella experiencia le había calado muy hondo. Ya no era la niña soñadora que esperaba expectante a que Ron se diera cuenta de que ella estaba a su lado. No. Ahora aprovechaba el momento, aunque aún utilizara algunos de sus momentos para encerrarse en los libros para ella no era un desaprovechamiento, pues le encantaba.
-Ronald Weasley, por mí puedes irte al infierno,-dijo cerrando la puerta tras de sí y comenzando a ojear libros sobre hechizos que estaba segura no aprendería en las clases, pues eran demasiado avanzados-.
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-Snape me ha dicho que tengo que elegir, ¿puedes creértelo? Creí que podría firmarme algún papel excusándome de tamaña estupidez, pero parece ser que la caída del Lord Oscuro le ha trastornado la cabeza. Las cosas ya no será como antes,-suspiró Draco dando un golpe sobre la mesa de la Sala Común de Slytherin-.
-Igual que a todos, Draco. Las cosas apestan últimamente,- Blaisse sonrió apenado-. ¿Cómo se supone que voy a estar en contacto con enfermos? ¡Tienen hechizos y maldiciones que pueden propagarse por el aire! Incluso quieren que ayudemos a los muggles… Cada fin de semana podremos salir para hacerlo. No fue tan caritativo cuando le pedí salir para encontrarme con Maggie. Me perdí lo que probablemente habría sido el mejor polvo de mi vida,-dijo el chico con sus enormes ojos azules brillando con fuerza-. Maggie…,-susurró levemente-. ¿Qué será de ella, por cierto?,-y se fue raudo a buscar su agenda, seguramente para buscar la dirección de la chica y mandarle una lechuza-.
-Déjame que ojee de nuevo esa lista,-el rubio se la arrancó a Pansy de las manos sin la menor de las delicadezas-. Oh, vamos, ¡no seas tan quejica, Pansy! ¡Te la devolveré!,-dijo al ver como su amiga se iba lloriqueando ante su poco tacto-. ¡No eres la única que sufre aquí!, ¿sabes?,-añadió levantándose de mal humor con la lista en su poder hacia la Biblioteca-. Allí podré pensar sin que nadie me moleste…
Cuando Draco llegó a la Biblioteca se sentó en la única mesa que quedaba libre, la que estaba más cerca de la señora Pince. Se enfurruñó al darse cuenta de que no tenía escapatoria posible. Ninguna de sus estratagemas le serviría para librarse de aquello. Tembló levemente al pensar lo que habría dicho su padre de estar vivo. Había caído en la Gran Batalla Final, aquella de la que Cara Rajada y Dumbledore el amigo de las buenas causas habían salido prácticamente sin un rasguño.
-Muchas gracias señora Pince,-escuchó una voz a escasos metros de su asiento, y el sonido de una pesada llave cayendo sobre la mesa de roble de la bibliotecaria-.
-Muchas gracias a ti, querida. No tienes la menor idea del trabajo que me ahorras. Debería haber más alumnos como tú, implicados en los libros y la ayuda en el Colegio.
-Es un placer, señora Pince.
-Aquí tienes tu papel sellado, tal y como acordamos,-recitó la señora-. Ya te quedan menos horas de ayuda a la Comunidad, querida.
Escuchó una leve risa, ronca. Jamás habría admitido aquello públicamente, pero aquella voz le producía un leve levantamiento en sus más bajas partes. Aún recordaba la vez que había cantado frente a todo el Colegio. Cuando se enteró estuvo burlándose de ella durante semanas, hasta que la escuchó. Una voz grave, casi ronca, sensual y sexy que jamás podría haber soñado. Su voz se transformaba cuando cantaba. Había ganado el Concurso de Jóvenes Talentos del Colegio. Si no hubiera sido Hermione Granger habría acudido tras el escenario y habría hecho que cayese bajos sus encantos masculinos, pero tenía una imagen que mantener. Volvió a la realidad cuando escuchó de nuevo su risa grave. Tuvo que morderse el labio inferior para contenerse, y suspiró aliviado cuando escuchó como sus gráciles pasos se alejaban de él a una velocidad increíble.
Se recolocó la corbata levemente, pues la llevaba aflojada sobre los cuellos de la camisa, que tenía levantados. Se peinó despreocupadamente introduciendo los dedos de su mano izquierda entre su cabello y se aclaró la voz levemente. Debía utilizar todos sus encantos si quería conseguir su objetivo.
-Buenas tardes señora Pince,-dijo el chico sonriendo abiertamente. Aquel gesto, tan raro en la cara del Slytherin, hacía que pareciera un angelito caído del cielo. Era la misma cara que usaba con su madre siempre que quería conseguir algo de ella, y siempre lo conseguía-.
La mujer le miró por encima de las gafas, como si no le conociera. Tal vez fuera posible, pues el rubio no solía pasar mucho tiempo en la Biblioteca.
-Hola querido. ¿Necesita ayuda?,-entonó la anciana recolocándose las gafas de nuevo-.
-Me parece haber escuchado lo contrario, señora Pince, que es usted la que necesita ayuda con todos estos increíbles y antiguos libros, tan llenos de conocimiento que quitan la respiración,-dijo pasando su sonrisa de modo "encantador" a modo "seductor". Pudo escuchar como la señora allí presente tragaba saliva sonoramente.
Le costó más de lo que había imaginado, pero cuando terminó el día Draco tenía en su poder un papel que le acreditaba para ayudar en la Biblioteca como Servicio Comunitario. No tendría que ayudar a enfermos, a pobres, ni a muggles, ni a huérfanos, y lo mejor de todo es que no tendría ni que salir del Castillo.
-A veces es tan difícil ser yo…,-susurró sonriendo levemente-. Aunque la que más pena me da es Granger. Creo que sí que le va a ser realmente difícil ser ella este próximo curso,-dijo dibujando una sonrisa maliciosa en su angelical rostro
FIN DEL CAPÍTULO
En un principio esto iba a ser un One-shoot, pero pensándolo detenidamente me he dado cuenta de que necesitaba más espacio para que todo tuviera sentido. Así que después de terminar las clases y con más horas libres al día he decidido ponerme con un nuevo Fanfic.
Espero que os guste tanto como a mí escribirlo.
Un besosote.
Joke.
