Disclaimer:
Todo el mundo de Harry Potter y los personajes que os resulten conocidos, son de J.K. Rowling, y yo no saco dinero escribiendo esto (sería un trabajo genial, pero los abogados de la Rowling, de la Warner y de todo el mundo que realmente saca dinero con Harry Potter se me comerían con patatas)Spoliers:
La acción de este fic sucede durante el 5° libro, aunque la idea general me surgió antes. Lo que pasa que al leer el 5° se me han roto un poco los esquemas, y puede que tenga que variar todo, ya veré conforme vaya escribiendo...Reviews, please ^_^
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Con su llegada, todos los silenciosos mortífagos que formaban el círculo comenzaron a hablar entre ellos, a lanzar sonidos de exclamación y a mirarlo de forma descarada. Sin prestar atención a la algarabía que se había formado con su llegada, ocupó su lugar en el círculo, con una inclinación de cabeza, saludó a Malfoy y tras arrodillarse se demoró en sacudir el polvo acumulado en los bajos de su túnica y en sus botas negras.
Desde su ingreso en los mortífagos había hecho esos mismos gestos cuando llegaba al círculo y ese día, tras casi catorce años de no haberse reunido sumados a una reunión inicial en la que Lord Voldemort había recuperado su poder y estuvo a punto de asesinar a Harry Potter, Snape decidió seguir con sus rituales tradicionales, y comportarse como si la semana pasada hubiese sido la última reunión a la que asistiese. Poco le importó el hecho de que todos le mirasen con asombro y que claramente estuviesen hablado y haciendo conjeturas para ver si era o no un traidor a la causa. Tampoco le dio importancia a que Malfoy no respondiese el saludo como antaño, y es que llevaban más de 10 años sin dirigirse la palabra, excepto para asuntos escolares de su hijo Draco. Siguió sacudiéndose, aunque realmente esta vez sus ropas luciesen impecables, ya que la aparición había sido de lo más exacta....
- Veo, mis queridos mortífagos, que estáis de muy buen humor esta noche – Voldemort sonreía de manera bastante peligrosa, y comenzó a hablar mientras el más oscuro de los silencios amanecía en la solitaria explanada en la que se habían reunido esa noche. Como solía pasar, nadie le había oído llegar, y nadie le vería marcharse. La luna lucía como sangre en el horizonte, y las estrellas se apagaban poco a poco por la acción de las nubes. Las botas del Tenebroso eran ridículamente pequeñas para su estatura, del mejor cuero negro y con unos ribetes de metal. Paseaba en el interior del circulo de personas arrodilladas y cubiertas de capas negras, con máscaras blancas que sólo permitían ver los ojos y labios de sus portadores.
En la mayoría de los casos, los labios temblaban y los ojos eran incapaces de enfrentar la vista al monstruo que paseaba con tanta arrogancia. Era alto y de constitución fuerte, con una capa gris plata cayendo por sus hombros como una corriente de agua, lo que le daba aspecto de vaporoso. Su cabeza, al igual que sus pies, era terriblemente desproporcionada con el resto del cuerpo.... pero al contrario de los pies, la cabeza era extremadamente grande, redondeada como una luna llena y prácticamente sin pelo, pero cubierta de una extraña pelusilla que más parecía el musgo de un vegetal que una cabellera. Los ojos eran rojos, pero no hermosos como lo serían dos rubíes, sino obscenos, como dos charcos de sangre. En el lugar donde tendría que ir una nariz humana, había dos ranuras para respirar, como las que tiene una serpiente. Cada vez que daba un paso, respiraba con fuerza, como si pudiese detectar el olor de cada uno de los que estaban arrodillados, como si pudiese oler su miedo.
La boca era, de lejos, la zona más hermosa de todo el cuerpo del individuo. Su voz era poderosa, grave pero no desagradable. Sus labios eran gruesos y bien trazados, de una perfección casi infantil, rojos y suaves, y los dientes eran una larga hilera de perlas blancas, rectos y de pequeño tamaño. Excepto, claro está, los colmillos, que eran los de una Cobra, afilados, punzantes y con la capacidad de producir veneno. Prosiguió su paseo como un tigre en una jaula y se detuvo frente a uno de los grupos que habían estado hablando y señalando a Snape. Su boca volvió a abrirse para continuar la frase que había dejado colgando tanto rato:
- Si..., estáis de un humor excelente, en serio. Tanto es así que habéis preferido poneros a charlar tranquilamente en lugar de esperar en silencio a que YO dijese lo que tengo que decir.... – más de una garganta se apretó en el cuello de su dueño, sobre todo las de aquellos que podían ver a menos de un metro de distancia las botas de su señor – Nadie tiene que pedir disculpas?
Ante este añadido, todos los mortífagos lloriquearon como niños, suplicando la clemencia de su maestro ante semejante atrevimiento que habían tenido. Voldemort salivaba de placer ante la mansedumbre de sus seguidores y tras escucharlos un rato y golpear a algunos, físicamente o mediante hechizos, cruzó las manos en el aire para indicar que se callaran.
Siguió caminando hasta llegar donde Snape estaba inclinado, lanzándole miradas de reojo pero sin atreverse a enfrentarse a él directamente. Lord Voldemort, para sorpresa del resto, se inclinó e hincó una rodilla en el suelo para situarse a la altura de Severus. Cogió entre sus pálidas y huesudas manos la fina cara del maestro de Pociones, y la alzó para que sus ojos se encontrasen.
Severus pensó que simplemente con el gesto que Voldemort había hecho se iba a morir. El corazón parecía querer salirse del pecho, y una gota de sudor frío bajo por su sien derecha para perderse por la parte trasera de la oreja. No quería mirar tan de frente esos ojos, pero las manos que le sujetaban le impedían mirar a cualquier otro sitio, así que se decidió a enfrentarlos.
Eran realmente hipnóticos, y Severus temió por primera vez que el plan de ser espía de Dumbledore fingiendo estar de parte de esos ojos se iba al garete nada más empezar a ejecutarse.
- Snape, ¡Qué agradable sorpresa! Es un placer verte por aquí – a Severus no le pasó desapercibido el tono con el que Voldemort había dicho la palabra placer - ¿Cómo te ha ido todo este tiempo? Me han dicho que eres profesor en Hogwarts, Jefe de la Casa de Slytherin....¿no es cierto?
- Así es, milord – Snape hizo un intento de reverencia, impedido por las manos que le atenazaban fuertemente la cara.
- Vaya, vaya, la última vez que nos vimos sólo eras un aspirante a profesor sustituto, y ese viejo de Dumbledore tenía sus dudas respecto a ti... – La verdad no era totalmente esa, pero era lo que Snape y Dumbledore habían acordado que el primero le diría a su "Señor" . Bendita occlumancia!!! Snape tenía tanta capacidad para cerrar su mente que más de un historiador recordaría en el futuro su labor en la Guerra con el nombre de "El principe de las Mentiras"
- Es cierto, Lord Voldemort, señor.
- Jefe de Slytherin – Voldemort sonreía – es un gran honor el que se te ha concedido.
- Así es, Lord Voldemort, lo hago lo mejor que puedo, sigo todas las reglas impuestas por... – Voldemort alzó una mano, señal de que no le interesaba lo más mínimo lo que Snape le estaba contando.
- Y dime, ¿cómo es que no viniste a nuestra anterior reunión? Si hasta Harry Potter pudo venir...
- Señor, cuando recibí su llamada estaba en el palco de profesores del Torneo de los Tres Magos, y ví como Potter se desvanecía con la copa, así que me imaginé que fue un plan brillante por vuestra parte, pero no podía excusarme o todo el mundo hubiese sospechado de mí.
- Vaya, vaya, me esperaba que dijeras eso, aunque no me suena del todo convincente, la verdad....
- Tenéis que creerme, mi señor! Es la verdad – su voz se iba apagando, hasta convertirse en su susurro – yo nunca os mentiría...
Voldemort soltó su cara y se levantó. Tras hacerlo, estampó la metálica suela de su bota contra el rostro de Snape. Con un leve sonido de sorpresa, el mortífago cayó al suelo y levantó la vista hacia el monstruo que le observaba con una expresión de furia. Severus notaba el sabor metálico de la sangre en las comisuras de sus labios, el picor en su nariz que producían las venas rotas y cómo su labio inferior palpitaba mientras que la sangre cubría todo el corte. La blanca máscara se había partido por la mitad, así que la apartó de su rostro y la dejó en el suelo. Pudo ver la parte interior teñida con su sangre. Con sumo cuidado, separó los labios para articular una excusa, una suplica,.... pero todo parecía inútil, y cerró los ojos, dispuesto a sufrir lo que iba a venir.
- ¿Nunca me mentirías, Snape? - La grave y sedosa voz parecía estar envenenada, y así era: Severus pudo ver como los colmillos de Lord Voldemort empezaban a segregar una sustancia blanquecina que goteaba por las comisuras de sus labios hasta su barbilla - ¿Entonces no fuiste espía de Dumbledore y saboteaste nuestros planes, y entregaste a unos cuantos compañeros? ¿Entonces porque fuiste exculpado?
- Fue una excusa, mi señor! Os lo juro! Otros dijeron que usted los sometió a un Imperius, y yo dije que lo que hacía era espiarle! Yo no quería ir a Azkaban, señor, por eso mentí en el juicio! Fue fácil hacerle creer a Dumbledore que le estaba ayudando a él en vez de estar de vuestra parte... Teneis que creerme! Sólo fue para no tener que ir a Azkaban!
- ¿En serio? ¿No irías a Azkaban por tu señor? – La cara de Snape se ensombreció al darse cuenta que su mentira había llegado a un callejón sin aparente salida - ¿No harías ese sacrificio por mi?
- No, mi señor – El silencio se podía cortar con un cuchillo, y la cara de profunda sorpresa de Voldemort podía haber sido hasta desternillante, de no ser por el hecho de que hubiese llevado a una muerte atroz al aventurado que se hubiese reído.
- ¿Qué tú qué...? Tú.. ¿no irías a Azkaban por el mago mas grande de todos los tiempos, por TU SEÑOR? – Voldemort no cabía en sí del asombro. Ni en sus más remotos sueños hubiese imaginado que uno de sus mortífagos, por muy traidor que fuese a su causa, se atrevería a decirle algo semejante.
- No, mi señor... – La voz de Snape era un hilo, prácticamente imperceptible, hasta que una determinación nació en él y levantó la vista hacia el mago que estaba de pie a unos pasos de él y prosiguió – podéis pedirme lo que más os complazca, podéis torturarme hasta la destrucción si eso os hace feliz u os produce placer, podéis actuar de mi juez y decidir sobre mi vida o mi muerte.... Pero Azkaban no. Es demasiado.
"Demasiado",
repitió su cerebro mientras esperaba la respuesta del Señor Tenebroso. Al menos en este caso, Lord Voldemort no podría acusarle de mentir. El mayor temor de Snape había sido, desde que tenía uso de razón, la cárcel. No concretamente Azkaban, sino más bien el temor de no ser libre, de estar retenido contra su voluntad.... Para él, eso era peor que la propia muerte, más doloroso aún que la tortura más cruel jamás inflingida. Un falso concepto de esa idea de libertad le hizo unirse a los mortífagos.Y la traición a Voldemort se debió a que Severus pronto se dio cuenta de cómo el Señor Tenebroso también le estaba privado de esa libertad......
- Demasiado – repitió Voldemort, los ojos chispeantes y sonrisa divertida. Tras un silencio casi eterno, se acercó lentamente al rostro cubierto de sangre para luego alejarse repentinamente y seguir caminando dentro del círculo de personas arrodilladas – Suficiente. No me convence al cien por cien, pero el hecho de que hayas venido amerita una oportunidad. Te será encargada una labor para ponerte a prueba.
- Gracias, mi señor, no os decepcionaré – Snape contempló maravillado al Señor Tenebroso, que había decidido perdonar su vida tras uno de los momentos más críticos. Lo que pasase en ese momento por la mente del bífido, sólo el lo conocía, y Severus volvió a sentir temor al registrar sus ultimas palabra y ver su sonrisa maliciosa. "Para ponerte a prueba" retumbaba por su cabeza, encerrando sensaciones de un futuro incierto.
Lord Voldemort se acercó a Lucius Malfoy y susurró algo a su oído. Su boca seguía chorreando ese líquido blanco y corrosivo, y Lucius no pudo evitar un gesto de desagrado que afortunadamente Voldemort no vio. Acto seguido, empezó a hablar de la supremacía de los magos frente a los muggles, la opresión que habían sufrido sus antepasados hace siglos y otros temas de discurso que motivaban a los espectadores. Voldemort solía dejar alguna casa vacía o abandonada preparada para que tras las reuniones los mortífagos se pudiesen aparecer allí y emborracharse a placer, cenar, tener sexo o hacer lo que les viniese en gana.
Era un buen estratega, y sabía que tenía que tener a sus hombres contentos y motivados, aunque era bien cierto que algunos de ellos no necesitaban motivación alguna. Cuando estuviesen completamente borrachos, repetirían las consignas que él les estaba dando en ese momento, y el odio hacia los muggles, los mudblood y la gente de Dumbledore se arraigaría en ellos cada vez con más fuerza, volviéndolos así más leales.
Tras casi una hora de palabrería, Voldemort indicó con un gesto a Lucius, Severus, Nott y otros dos encapuchados que Snape no conocía que aguardasen allí. Después despidió a los demás indicándoles donde aparecerse para relajarse y charlar animadamente. Les dijo que por ahora no tenía ninguna misión para ellos, pero que en torno a 8 o 10 días más tarde, volvería a llamarlos.
Snape estaba ahora realmente asustado. Se había quedado sólo con cinco personas más, pero se sentía más amenazado que cuando estaban todos los mortífagos. Era irracional, pero su corazón volvió a latir con rapidez. Se acercó a los demás, arrodillándose junto a Nott. Voldemort esperó pacientemente a que todos los demás mortífagos se desaparecieran y sus ojos se demoraron un rato más en el horizonte, donde la luna estaba cada vez más roja y más baja. En tres horas no habría luna, y en cuatro o cinco el sol se alzaría de nuevo.
- Bueno – comenzó Voldemort – como supongo que no querreis pasar aquí mucho más tiempo, os diré lo que tengo pensado para cada uno de vosotros....
Caminó lentamente hacia ellos, con una estudiada pereza. Cogió por los hombros a uno de los encapuchados que Snape no reconocía y lo obligó a incorporarse. Snape cayó en la cuenta de que debía ser muy joven, ya que tenía formas finas pero vigorosas. El sujeto temblaba, y Snape predijo que Voldemort le aplicaría la maldición Cruciatus para enseñarle a comportarse frente a su presencia. Pero no fue así.
- SSsssssss , cálmate mi pequeño gorrión sssshhhh – Voldemort había rodeado con sus repugnantes brazos el cuerpecito y lo estrechaba contra si, dejando que apoyara su cabeza en su hombro, cerca de su cara de globo blanco – No pasa nada. Tú irás con mis más eficientes servidores, y luego iré a verte...
Haciendo un gesto a Lucius y Nott hizo que éstos dejasen de mirar la escena y se levantasen a su lado. Voldemort le entregó al mortífago aún tembloroso a Malfoy y éste lo recogió entre sus brazos, de forma bastante más torpe que su Señor. Severus no podía cerrar la boca, extasiado ante la imagen que acababa de presenciar. Nunca había visto al Lord Oscuro comportarse de forma tan dulce y caritativa con alguien, y mucho menos usar apodos como "gorrión" . Tras unas instrucciones en voz baja a Nott, los tres se desaparecieron sin previo aviso, y Voldemort se volvió hacia los dos hombres que aún estaban allí, arrodillados y separados por el hueco que los otros tres dejasen. Snape podía notar como el hombre arrodillado a unos metros de él lo miraba de reojo de vez en cuando, y volvía su vista a Voldemort cuando él le devolvía la mirada.
- Bueno Snape. Te voy a dar una última oportunidad. En el pasado me traicionaste, aunque sólo fuese negándome. Pero he de reconocer que antes me serviste con disciplina y eficacia, y eso dice mucho en tu favor.
- Gracias, señor.
- ¿Estamos entonces en el mismo bando, Snape?
- Por supuesto, mi señor. Haré lo posible para que vos logreis vuestros objetivos – Añadió, intentando dar confianza y determinación a sus palabras. Voldemort le dirigió una sonrisa de réplica y se acercó a él.
- Mi querido muchacho – el tono recorrió la espalda de Severus como una gota fría, ante eso, no se podía evitar tiritar – No se trata de mis objetivos, sino de NUESTROS objetivos.... hay un matiz importante, por eso le he asignado a él acompañarte – señaló al otro hombre – porque sé que tenéis un objetivo en común, que lo será también de mi causa, y además, podré comprobar tu lealtad imponiéndote una labor que te gustará.
Snape inclinó la cabeza y notó el cuerpo del otro mortífago a su lado. Había recorrido la distancia que les separaba y ahora sus brazos y sus piernas se rozaban, y Severus sintió sensaciones contradictorias. No quería regresar a su vida de mortífago. La vida que Dumbledore le había proporcionado, su perdón... era suficiente motivo para que el anciano mago tuviese su lealtad, y dispusiese de su vida para su causa.
Pero la persona que estaba a su lado, que sentía su contacto... Voldemort había dicho que tenían un objetivo común.... ¡No podía ser cierto! ¡No era posible que tuviese una labor que le gustase, ni que el hombre a su lado tuviese algo en común con él! ¿No era posible, cierto? Miró a los ojos de Voldemort, que se burlaban de él. Lava ardiente que se le reía, que se enfrentaba a sus preguntas con una sonrisa afirmativa.
Voldemort se dio media vuelta y caminó hacia el infinito. El mortífago de su lado se atrevió a incorporarse levemente y a susurrar:
- ¿Mi señor? – su voz era pastosa, desagradable, y llena de miedo.
- ¿Sí? – la sonrisa de Voldemort era malvada.
- No nos habéis dicho que hacer, mi señor
- ¿No? – Voldemort retrocedió unos pasos hasta estar casi encima de ellos – Pensé que vosotros solos encontraríais cual es vuestro objetivo común, pero veo que tendré que deciros yo todo: Vuestro objetivo, antes de la próxima reunión del círculo, será asesinar a Sirius Black.
La noticia impactó a Snape, para luego llenarle el corazón de una dulce amargura. Su sueño dorado desde los 16 años sería matar a Black, y el hacerlo supondría retomar la confianza de Voldemort. Su cabeza divagaba, y cuando vio al Lord Oscuro desaparecer, no pudo más que sentarse en el polvoriento suelo y pensar en su misión. No quería traicionar a Dumbledore, pero matar a Black....
Recordaba la noche del torneo de los tres magos, cuando se descubrió que Moody había sido suplantado por Barty Crouch. Recordaba como el perro negro se había transformado ante sus ojos en Sirius, y la mirada de desprecio que le había lanzado, respondiendo a la suya propia.
Recordaba su mano húmeda y repugnante estrecharse en la suya, y mientras que Severus había decidido obedecer a Dumbledore, Black había apretado su mano con todas su fuerzas, hasta hacerle daño en los nudillos. No iban a cesar las hostilidades, eso estaba claro.
Recordaba el dolor de sus nudillos: un dolor mínimo comparado con el que Voldemort le pudiese infligir, un dolor casi absurdo, de no ser por el hecho de que se había producido con el mayor de los odios y desprecios....
Su cuerpo se estremeció al frío de la madrugada, ya sin luna. Sorprendido, notó una manta caer sobre sus hombros y deslizarse alrededor de su cuerpo. Había olvidado a su compañero por completo hasta que hizo aparecer la manta y se la echó por encima. Después de un incómodo silencio, decidió agradecérselo.
- Gracias.
- De nada. A mi también me humillaba, ¿sabes?
Severus se sobresaltó y se giró para encararlo. No se había dado cuenta hasta ahora de quién era su compañero. Se había quitado la máscara, pero por sus palabras supo quien era antes de girarse. Allí, un hombre muy bajito, de pelo entre rubio y gris y con una calva incipiente en la parte trasera de la cabeza. De nariz puntiaguda y sonrisa babosa, bastante relleno tirando a gordo.....
Y con ojillos pequeños y vivos como una rata.
- A mi también me humillaba. Siempre, siempre, a todas horas – repitió el individuo sin dejar de sonreírle a Snape
- ¿Pettigrew?¿Peter Pettigrew? – La respuesta era tan obvia que a Snape le pareció ridículo haberlo preguntado. Y como única respuesta, los ojos del animago parecieron agrandarse.
Era obvio que se trataba de él.
