La melodía del navegante
I.
Alfred corrió hasta la colina, la visión de la gran costa atlántica cada vez más cerca. De vez en cuando, necesitaba sentir la agradable brisa del mar sobre su rostro, y dejar que el fresco aroma inunde sus pulmones.
Desde esa colina podía observar con claridad la llegada de los barcos hasta el puerto: los pescadores descargando su preciada mercancía, los barcos de madera que transportaban diversos alimentos. Su verdadero interés, sin embargo, era presenciar la llegada de una nueva flota inglesa en el horizonte, que usualmente consistía en enormes galeones trayendo hombres, mujeres y especias. Excepcionalmente, los barcos traían regalos, mapas y a Arthur.
"¿Puedes escucharlo, América?"
Alfred observó por sobre su cabeza a la figura alta de Arthur. Inglaterra era al menos un metro más alto que él, y siempre sonreía, amable.
"Si pones atención, podrás escuchar mi himno."
"¿Qué es un himno, Inglaterra?"
"Es algo que expresa sentimientos positivos, a través las palabras y la música. Si pones atención, América, ¿podrás escuchar el himno de este navegante?"
La vigilancia desde la colina se prolongó hasta el atardecer. Antes de que anochezca, sin embargo, Alfred sabía que sería un día más sin Arthur al lado de él.
Alfred piensa que esta larga espera podría reducirse si él así lo quisiera. Aunque Arthur diga que hay una inmensa cantidad de océano entre ellos, Alfred cree que debería correr y zambullirse en el mar, hasta ser uno con las olas. Luego, en la otra orilla, caminaría victorioso, hasta encontrarse nuevamente entre los brazos de Arthur.
Pero ésta, como muchas otras, es una noche más para tener pesadillas. Inglaterra no está cerca y es difícil dormir sin una mano que espante el mal sueño. Eran largas horas de soledad, profundas como el mar que mantenía a Arthur lejos. Alfred se acomodó en el alféizar de la ventana, observando la lluvia caer. Pensando en cómo guiar el camino de Arthur hasta casa.
"No llores, América. Mucho menos por mí."
"¿Por qué no?"
Arthur acarició suavemente su mejilla. "Porque no es necesario. Las lágrimas no fueron necesarias cuando mi alma era solitaria, y mucho menos ahora, cuando te tengo a ti."
En sus sueños, Alfred escucha su nombre. Parecen ángeles susurrando. Alfred les pide por un único deseo, volverse más fuerte para buscar entre el océano, hasta encontrar a Inglaterra entre las olas.
"¡Me gusta el color del océano Inglaterra!" dijo Alfred con alegría.
"¿Por qué?"
"Tiene el mismo color que tu bandera, ¡me recuerda a ti!"
"Pero, ¿Has visto el azul del cielo?" Inglaterra se agachó para quedar a la misma altura del pequeño norteamericano. Alfred divisó el cielo despejado sobre ellos.
"¿No crees que el cielo es de un color aún más hermoso?
Los dos estaban el uno frente al otro, sobre el muelle de madera.
Arthur puso una mano en su hombro. "Espero que los escuches, América, el himno. Vendrá desde las costas de Inglaterra. Será la promesa de un corazón a otro, de dos almas que se unieron por el océano."
"¿Vas a volver, lo prometes?"
Arthur sonrió. "Cada ola es una promesa."
Notas: luego posteo la segunda parte n_n Ojalá le haya gustado a quien lo lea.
