Bueno, mi primer fic yaoi -de TMNT, pq de Digimon y Medabots tengo varios XDDDD-. Este capítulo actúa a modo de introducción: ya se irán viendo las cosas conforme avanza :).
Ni que más decir... ¡nos leemos en el foro! n.n
ENTRE LA LUZ Y LA OSCURIDAD
Chap 1. El accidente
El eco de la tormenta se alcanzaba a escuchar aún en el resguardo del subterráneo. Yo estaba sentado en el medio de mi cuarto. No meditaba, solo… descansaba. ¿De qué? Realmente no había hecho demasiado en los últimos días. Aún no cenaba y ya era bastante tarde, pero… no sentía el más mínimo apetito. Miré el reloj de pared; las doce y media. Lentamente me puse en pie. Mis hermanos ya debían estar dormidos. Salí de mi habitación y empecé a recorrer la guarida, como una especie de centinela fantasma. Abrí el cuarto de Miguel Ángel… como lo había imaginado: dormido. Con un pie colgando, un brazo sobre la cabecera y un osito de peluche a un lado. Siguió el cuarto de Rafael. Nada anormal. Su sueño era tan profundo que ni rayos ni truenos lo despertarían. Salí con sigilo. Me detuve unos instantes, recargado en la pared. En las tuberías se alcanzaba a oír el ruido de la lluvia. Me agradaba ese sonido. Me recordaba cuando era muy niño, y me hacía el valiente para que mis hermanos no tuvieran miedo con los truenos. Miguel Ángel, particularmente. Ahora ya eran perfectamente capaces de cuidarse solos… ¿Por qué seguía velando por ellos, como cuando eran pequeños? Quizá por que en el fondo, seguían siendo unos niños…
Un sonido diferente interrumpió la paz monótona del ambiente. No tenía que preguntar que sucedía. Donatello estaba encerrado en su laboratorio desde hacía días, interrumpiendo muy de vez en cuando para comer algo frugal y seguir trabajando. Los otros respetaban su área de trabajo casi religiosamente, así que nadie en realidad tenía idea de qué diablos estaba tramando su mentecita en esos momentos. De vez en cuando oíamos un ligero martilleo, ruido de cristales y piezas metálicas, o uno que otro comentario que el aspirante al premio Nóbel se hacía a si mismo casi sin darse cuenta. No era nada anormal; lo hacía desde los ocho años y no parecía querer detenerse jamás.
Dediqué una mirada fugaz a la puerta del laboratorio. No le veríamos la cara en días. Creo que lo dije en voz alta. Resignación. Solté un suspiro, preso de una muy extraña melancolía. Decidí ir a dormir de una vez, sintiéndome súbitamente somnoliento…
Acababa de quedarme dormido cuando un sórdido estallido de cristales me hizo despertar en un sobresalto.
Hasta la fecha no sé cómo lo hice, pero en una sola acción, me había puesto de pie, había tomado mis katanas, había encendido la luz y me encontraba frente al laboratorio.
No se oía nada más.
-¿Don?.¿Estás bien?.¡Donatello!
Esperé un segundo la respuesta. No hubo tal. Luego tiré la puerta de una patada.
Una enorme nube de humo espeso me recibió como una cachetada. Una nube mareante e irritante. En cuanto respiré un poco de ese aire viciado sentí que la habitación se estaba poniendo al revés.
Comencé a toser groseramente.
Una sola idea me hizo abrirme paso. Tenía que encontrar a mi hermano. Entré con movimientos bruscos, tratando de ignorar que la cabeza me daba vueltas, pensando en sacar de esa cámara de gas a Donatello a como diera lugar.
Lo hallé inconsciente, recargado sobre la mesa de trabajo.
"¡Maldita sea!"
Lo tomé en brazos y salí tirando todo lo que se interponía en mi camino. Las piernas me temblaban por efecto de aquel químico y apenas si podía ver. Cuando sentía que ya no podía dar un paso más, unos brazos fuertes prácticamente me succionaron fuera de ahí. Luego todo se puso negro y no supe más de mí.
Desperté un par de minutos después. Disfruté los dos segundos antes de comprender que hacía sobre una colchoneta en el suelo.
Afuera de la guarida.
Lo primero que noté fue lo torturante que se había vuelto respirar. Sentí un ardor tremendo que empezaba en mi nariz y acababa en mi pecho. La sensación de quemarme vivo a cada bocanada de aire… Y encima unas náuseas…
Miguel Ángel estaba hincado a un lado mío. Con un gesto nervioso susurró: "¿Estás bien?"
Creí que la respuesta era tan obvia que no merecía el esfuerzo de hablar.
Sin embargo, quería saber sobre los demás.
Miguel pareció entender lo que quería decir con esa mirada interrogante, así que me dio un resumen rápido. "No te preocupes. Abril viene en camino; Raph se encargó de hablarle. Él, Splinter y yo estamos bien, aunque algo mareados por el gas. Y Donatello…" Hizo una pausa y se volvió hacia el lugar donde Splinter y Rafael se hacían cargo de mi hermano. "Estará bien, eso creo… Ustedes respiraron mucha de esa cosa…"
Asentí. Cerré los ojos, que para estas alturas me ardían más de la cuenta.
-D-donde…
El esfuerzo de hablar me raspó la garganta como una lija. Hubiera querido gritar. Miguel me tapó la boca torpemente.
-No hables. Splinter dice que no debemos forzar la garganta, mucho menos tú. Descansa, Leo.
Luego se puso de pie y se añadió a mi hermano y al maestro Splinter, quienes estaban junto a Donatello. Aún no había despertado, aparentemente. Que dolor. Que maldito dolor. Traté de hacer más lenta y baja mi respiración, aplicando mi entrenamiento en artes marciales.
Aún así, que maldito dolor.
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No supe ni a que hora me quedé dormido.
Abril me despertó cuando me subieron a la Van. "Tranquilo, voy a llevarte a casa. No pueden estar en la guarida hasta que hayamos quitado esa cosa. Vas a estar bien, lo prometo."
Noté que al otro afectado lo habían puesto al lado mío.
Que pálido se veía.
En las comisuras de sus labios, de sus ojos y de sus fosas nasales había unos sedimentos color ocre. No parecía estar respirando. Moví su mano hasta hallar la de mi hermano. La tomé con fuerza. Podía sentirse un pulso débil, pero constante. Aquello fue el mejor de los alivios.
Cuando volví a despertar, ya estábamos en casa de Abril.
Tirados en el suelo de un cuarto que yo no conocía.
En todo mi cuerpo había paños húmedos, incluso sobre mi rostro.
Estaban fríos. Se sentían bien.
Los rayos se reflejaban en la pequeña ventana. Podía verlos a través de la manta de cielo que cubría mis ojos.
Traté de incorporarme, pero una mano como un resorte me devolvió a mi posición original.
-No te muevas y por favor, no hables.
Era Raphael. Sólo hasta entonces reparé en su presencia.
-Abril dice que te quedes quieto hasta que ella vuelva.
¿A dónde habría ido? Bueno, después de todo, ella había trabajado como asistente de laboratorio. Debía saber como contrarrestar los efectos de esa nube venenosa.
Me quité el trapito de la cara y busqué con la vista a los demás. Donatello estaba a un lado mío, cubierto de igual forma. Splinter estaba en un rincón, según pude ver, secándose el pelo, como si acabara de salir de la ducha.
-Miguel Ángel se está dando un baño.- Me aclaró Raphael cuando notó mi búsqueda.
Todo lo que se alcanzaba a ver, era producto de la luz que se filtraba por la puerta, proveniente de otra habitación. Las cosas se veían bastante borrosas. A señas, le pedí que encendiera la luz.
-Lo lamento, Leo, pero eso irritaría aún más tus ojos… por favor, trata de dormir.
Negué con la cabeza, sintiéndome frustrado por no poder hablar.
-Esa cosa… lo que fuera, quema los ojos… Así que Abril nos pidió que nos mantuviéramos a media luz… También por eso son los trapos húmedos…
Claro que quemaba… no solo los ojos sino todo el cuerpo. No era necesaria la explicación.
Clavé la vista en la ventana. La lluvia la azotaba con furia. De vez en cuando se estremecía y vibraba por el estallido de un trueno. Aunque suene raro, me resultaba tan relajante verla…
Abril me despertó cuando ya estaba por amanecer.
En sus ojos se pintaba el desvelo.
Me indicó que me quedara quieto y con sus dedos pulgar e índice separó mis párpados del lado izquierdo. Depositó unas gotas del frasquito que traía en las manos y sin más repitió la operación en mi otro ojo.
Ardió un segundo, y después, como por arte de magia, desapareció el dolor persistente.
Ella sonrió.
-Eres buen paciente. Miguel Ángel no se dejaba…
Sonreí. Pero no podía contestar nada.
Splinter y Raphael ya no estaban ahí.
Miguel, por lo visto, había vuelto a quedarse dormido, con su osito deshilachado en brazos.
Abril estaba inclinada sobre Donatello, al parecer repitiendo el procedimiento efectuado en mí. Sin embargo, apenas la primera gota hubo caído en el ojo izquierdo de mi hermano, éste apartó el rostro y soltó un grito mientras se aferraba a la sábana de debajo de él…
Ella estaba desconcertada.
-¿Qué sucede?.¿Te duele mucho?
Él asintió en un rictus de dolor.
Me sentí muy extrañado. Donatello nunca ha sido quejumbroso para los medicamentos, y ciertamente ése en particular no era para tanto…
-Escucha, sólo pondré una en tu otro ojo… Y ya te dejo,.¿Está bien?
Él se quedó quieto y luego asintió.
De nuevo lo vi retorcerse en su lugar, con una expresión de profundo dolor…
Probablemente sus lesiones eran más profundas que las mías. Sentí lástima por él.
Mi hermano. Mi loquísimo hermano. ¿En qué nos habías metido esta vez?
