Se sentía un completo idiota.

Y eso sólo hacía que la rabia en su interior creciera, y no lograra otra cosa que morderse el labio inferior con tanta fuerza que ya no lo sentía, o en realidad, ya lo había lastimado tanto que ni se molestaba en preocuparse por sentir el dolor o no. Tontamente se tocó los labios con los dedos, para ver si tenía ya sangre. Resopló, mitad risa mitad insulto cuando se dio cuenta de que allí, encerrado en aquella pequeña habitación, en la oscuridad, no veía absolutamente nada.

Se refregó el rostro con ambas manos, con fuerza, limpiándose con violencia las lagrimas que aun caían impunes por sus mejillas. Se odió un poco más cuando notó que le costaba juntar los codos por delante de su cuerpo.

Si, Judal se odiaba a si mismo, más que nunca.

Y es que aún – pese a las explicaciones desesperadas e indignadas al mismo tiempo que los vejestorios de la Organización le daban – no entendía cómo había sucedido aquello. Era tan irrisorio e inverosímil que resultaba estúpido e imposible de creer, salvo por el hecho de que estaba pasando.

Se levantó, molesto, notando que le costaba caminar. No le dolía nada, pero sentía las piernas demasiado…livianas.

Todo culpa de esos infelices de Sindria…o mejor dicho, de ese enano maldito de Aladdin, que tenía esa estúpida y muy molesta costumbre de usar magia que desconocía, o que no sabía en realidad revertir. Como en este caso.

Con una mano temblorosa, deteniendo su andar, se animó a tomar su varita. No sabía como había llegado hasta Kou después de aquello, ni cuanto tiempo había pasado desde que lo había hecho, hasta que los viejos le habían dicho que no sabían cómo revertir aquello, ni tampoco cómo demonios había logrado escabullirse en esa pequeña habitación – que desconocía su procedencia, porque no conocía a ciencia cierta en qué parte del palacio se encontraba, con lo perdido que estaba – sin que nadie lo viese.

Le tembló aún más cuando apuntó frente a él, a la pared, donde había visto un espejo de cuerpo completo ni bien había entrado y cerrado a canto. Suspiró, asqueado por sus nervios.

Una leve luz surgió de su varita en forma de rayos pequeños, indefensos, pero con la suficiente potencia como para iluminarse a sí mismo y a su alrededor.

Gimió, consternado.

Como la otra mano también le temblaba, le costó elevarla y llegar hasta su pecho. Se palpó a si mismo, en un intento por demostrar que aquello no era real. Joder.

Tenía tetas. Y bastante grandes, como para no notarlas ya a distancia.

Volvió a gemir lastimeramente, y otra vez más, cuando notó que su voz también había cambiado. Se había afinado demasiado, al igual que sus facciones faciales.

Lo que el reflejo del espejo le enseñaba era nada más ni nada menos que una mujer. No él.

Después de varios minutos allí parado, y un poco más calmado, comenzó a inspeccionarse más de cerca y con un poco más de objetividad, en el refugio de la soledad que le brindaba aquel sitio. Su cintura se había estrechado aun más, y pese a que los músculos de su abdomen estaban menos desarrollados, éste se mantenía aun plano. Giró en redondo, notando que se sentía de por si más liviano, y también percatándose con horror de que el pantalón casi se le cae…le quedaba grande. El top que siempre usaba también, pero como ahora tenía pechos, no se notaba. Se acercó un poco más al espejo y se sonrojó, pese a lo idiota del acto. Se estaba tocando lo que eran sus propios pechos, qué había de malo en eso? Se los había imaginado más blandos, más flácidos, pero eran bastante…firmes? No sabía si esa era la palabra.

Sonrojándose aún más, se subió un poco la tela que los cubría. Por el peso o la gravedad, la tela cedió hacia arriba de repente, y sus nuevos pechos quedaron al descubierto en todo su esplendor. Por inercia se cubrió a si mismo, riéndose luego de lo estúpido que parecía haberse vuelto de repente. Se cubrió otra vez, pensando que había una parte mucho peor en todo aquello, y estaba cubierta por los pantalones negros. Maldición.

Qué iba a hacer? Jamás había oído de ningún tipo de magia que lo cambiara a uno de sexo, mucho menos como revertirla…el enano idiota estaba exactamente igual que él, pese a que había sido él quien había provocado aquello. Había huido tan rápido de Sindria que había dejado a medio mundo con la boca abierta, y ahora, con la mente un poco más en frío, notaba cuánto se había equivocado. Tendría que haberlos asesinado a todos, sólo por el hecho de que lo habían visto así. Sinbad incluido.

Cómo iba a salir de allí? Mejor dicho, con qué cuento y con qué coraje iba a cruzar esa puerta? Ya podía oír a Kouha como si lo tuviese delante suyo, riéndose a mandíbula batiente, al muy canalla. Por lo menos no había perdido sus poderes…eso hubiese sido mucho peor, intentó consolarse. Cómo y aun más apremiante…cuándo iba a recuperar su cuerpo?

Cuando bajó un brazo mientras seguía contemplándose, notó que sus pulseras también le quedaban grandes. Enormes, por no decirlo. Se le resbalaban por la muñeca. Frunció el ceño, molesto. Es que algo más se le iba a caer?

Se sobresaltó con espanto y horror al notar que alguien había la puerta. Pero cómo, si él la había cerrado…

La luz cegadora del sol lo iluminó; se hallaba de espaldas, pero aún así, el reflejo en el espejo lo dejó momentáneamente ciego, obligándolo a taparse los ojos con un brazo. En el movimiento brusco, volaron varias pulseras, y se maldijo brutalmente.

- Ah, Oráculo! Lo siento, no sabía que…O…Judal, eres tú?

El aludido volvió a gemir, y al oír el sonido femenino en su voz, el visitante inoportuno gimió a su vez, sorprendido.

- Pero qué demonios…?

Judal no podía creer su suerte…de entre todas las personas que lo podían haber encontrado en aquella situación, justo tenía que ser él.


Hola!

Bueno, este es un pequeño juegoXD diganme a quién les gustaría que Judal se encontrase, o mejor dicho...quien les gustaría que descubriera a nuestra adorada Judal en esas condiciones?

El que más votos tenga ganará! animense!

Nos leemos!