Renuncia: todo de la perra de Hiro Mashima.
Advertencia: Spoiler del manga, ¿muerte de personaje?
A Lucy siempre le frustró ser tan débil e inútil en muchas batallas, un estorbo o alguien que debían proteger.
Se esforzaba al máximo, aunque no valiera nada su esfuerzo, pues sus amigos continuaban avanzando también. De uno u otro modo terminaba atrás, observándolos luchar con orgullo y salir victoriosos. Eso, más que nada, le dolía. Por ello, al ver que la vida de su yo pasado peligraba no dudó dos veces en interponerse entre ella y Rogue, recibiendo el ataque que cobraría su existencia.
Sí, probablemente fuera una idea tremendamente estúpida, era más fácil empujar a la rubia y llevarla a otro lugar, mientras Natsu las protegía a ambas, como siempre hacia, como debía ser. Pero no quería causar más problemas, necesitaba ayudar a alguien, por lo menos una sola vez. Sentir la alegría de salvar a otro y el poder que esto acarrea. Aun en los escasos segundos que le quedaban antes de desplomarse, y no volver a levantarse.
Segundos en que los sonrientes rostros de sus amigos caídos la observaron de lejos e insipientes lágrimas cayeron una a una por sus mejillas, sabiendo perfectamente que jamás los vería otra vez. De nuevo, algo en su corazón dolió. Pues su debilidad, su falta de fe, en ese mundo tan horrible del que venía, ocasionó su muerte. Cada una de sus muertes, y ella no pudo evitarlo. Se quedó ahí temblando, llorando, suplicando que una fuerza mágica y distante los salvara y no fuera más que una cruel pesadilla. Aunque no fue así, y ella lo supo perfectamente.
¿Pero gracias a su sacrificio la Lucy actual continuaría viviendo, no? Al menos, al menos fue valiente al final. Sin embargo, no valía lo mismo, sin él a su lado, consolándola entre tanta desesperación insana, no era lo mismo.
Pensó que de nada serviría ya continuar luchando, porque ni Natsu, ni Erza, ni Happy o Gray, sus amigos, vivían. Sufría tanto por ese pensamiento tan real que al verse a mitad de un prado, cuando ella claramente recordaba haber muerto y sin la más mínima idea de que hacia allí, Lucy se desconcertó de sobre manera.
Sus temores volvieron, sus inseguridades, y justo cuando creía perder ante la tristeza, la soledad, ellos aparecieron, y sonrieron extendiendo su mano y pata respectivamente, acompañados por un camino de luz. Apretujándole el corazón con sus cálidas palabras.
«¡Ven aquí!»
«¡Todo el mundo está esperando!»
Al verlos, una vez más, frente a ella, con ese optimismo tan suyo, Lucy no logró contener el llanto.
Lágrimas de conmoción y alegría descendieron, cual cascada de angustia, y lloró. Lloró como nunca y corrió hacia Natsu y Happy, tomando la mano del primero para sólo llorar más, pues había olvidado lo cálida que era. Natsu ensanchó su sonrisa y la guió, directo al sol que salía del horizonte. Y las lágrimas no hicieron otra cosa más que aumentar en intensidad, al distinguir varias siluetas que conocía y quería con fervor.
Ahí, frente a ella, estaba Fairy Tail. Su Fairy Tail.
Riendo, cantando, viviendo.
Extendiendo los brazos para recibirla en un abrazo y nunca volver a soltarla, jamás. Desbordando felicidad, con cada gota de agua que dejaba en su camino, Lucy continuó avanzando. Con la diferencia de que ahora esbozaba una sonrisa. Segura de que ese no sería el final, sino el comienzo de otra gran aventura.
Lista para decir su último adiós a esta vida, y un primer hola al paraíso. Aunque ella ya había visto el cielo, se encontraba con sus amigos desde un principio.
