¡Hola! Antes que nada gracias por entrar a esta historia y darle una oportunidad : )
Aclaraciones sobre el fanfiction (para no crearles confusiones innecesarias):
**Todos los acontecimientos de este fanfiction tienen lugar en los años de universidad de Aomine y compañía, para comodidad mía y al mismo tiempo, evitar los spoilers del manga y demás.
**No hay parejas yaoi ni nada por el estilo. Si bien me gusta el yaoi y he leído fanfictions de esta serie con tal temática, no la aplicaré en mi historia; aunque haré bromas y parodias al respecto.
**Además de comedia/romance/drama, se podrán apreciar algunos partidos de basquetbol levemente descritos (porque no soy una experta en básquet ni nada por el estilo, además de que creo que no se me da este tipo de narrativa XD).
Solamente me queda decirles que espero que disfruten de este fanfiction y que le den una oportunidad, ya que después de todo, el primer capítulo nunca nos dice demasiado de la historia. ¡Nos estamos leyendo, excelente inicio de semana! :3 No olviden expresarme su opinión, quejas o demás. ¡Au revoir!
Capítulo 1
Nuestro primer encuentro: Las impresiones que perduran
Era imposible no escuchar todos aquellos gritos, ese barullo que siempre acompañaba a cada uno de los partidos de temporada en donde vitoreaban sin esfuerzo alguno a su equipo favorito. Simplemente se trataba de la ardiente pasión que empezaba a despertarse conforme las manecillas del reloj se acercaban al inicio de la competencia. Esa tarde se desarrollaría uno de los partidos más ansiados y espectaculares de la temporada.
Una vez más los aficionados volvieron a gritar, encorando el nombre del equipo favorito. Se trataba de la Universidad de Tokio, una de las más prestigiosas escuelas tanto en ámbito académico como deportivo. Era tanto respetada como admirada, especialmente porque dentro de su equipo se encontraban aquellos tres novatos considerados como verdaderos prodigios. No obstante, tampoco se debía subestimar a los contrincantes. Después de todo, la Universidad de Hokkaido lo había hecho mejor de lo que la gente esperaba.
—Como saben este es el primer juego de la temporada de invierno, por lo que deben de dar su mejor esfuerzo desde el inicio. No debemos permitir que nos intimiden ni mucho menos. Saben lo que tienen que hacer, ¿no es verdad?
—No tienes que repetirlo –masculló alguien con enfado. Odiaba esos sermones.
—Por cierto, ¿dónde se encuentra él? –todos guardaron silencio sepulcral. Nadie iba a hablar sin importar lo que la entrenadora les dijera.
—Más le vale que esté aquí antes del tercer cuarto –sentenció.
No tenía problema alguno con correr a toda prisa, para él no significaba nada más que un mero calentamiento, sin embargo, existía algo que le hacía hervir la sangre de pies a cabeza, haciéndole fruncir inevitablemente el ceño. ¿Cómo se supone que reaccionara ante una bajeza como ésa?¿Es que ni siquiera poseía el valor moral de decírselo de frente, optando por la puerta de los cobardes? Sí, eso simplemente le fastidiaba enormemente.
Incluso con ese enfado presionando sus pasos, continuaba avanzando sin detenerse a tomar un poco de aire. No comprendía por qué había salido corriendo en el preciso instante en que recibió aquella noticia. Sencillamente era una completa estupidez lo que estaba haciendo. ¿Iba a perderse los primeros cuartos o posiblemente todo el partido, por algo tan insignificante como eso? Alguien como él podía lidiar con un hecho tan simple como ése sin problema, o al menos es lo que deseaba pensar en ese preciso instante en que sus pasos se dirigían a toda marcha hacia la estación del metro.
—¡¿Pero quién demonios te crees para hacer un estupidez como ésta, eh?! Tsk…Ya tendrás que escucharme cuando llegue…¡Más te vale que cierres tu bocota y escuches lo que tengo que decirte…!
¿De quién había sido la brillante idea de transitar por los pasillos de aquel alto edificio en lo que parecía ser una búsqueda frenética donde las manecillas del reloj amenazaban sobre el éxito de tan vital misión?¿Es que aquella mujer no tenía un poquito de consciencia considerando que ya pasaban de las diez de la noche? Para ella ni la hora ni el día eran excusa para no cumplir con las vitales responsabilidades estudiantiles.
Aunque tampoco es como si alguien osara meterse con aquella chica de cabello tono chocolate. No cuando iba literalmente custodiada por aquellos dos altos e intimidantes chicos que rozaban casi los dos metros de altura. Unos que preferían estar en cualquier otro lado que acompañándole para que literalmente les estampara el rostro contra uno de esos gruesos libros de texto que tanto aborrecían tocar.
—¿Qué demonios estamos haciendo aquí, eh Riko? –preguntó con malhumor el pelirrojo mientras le miraba de forma acusadora.
—¿Todavía tienes el descaro de preguntar? –le miró con total molestia-. Mañana los dos tienen un examen importante, ¿lo olvidan? Y si se les había pasado, deben mantener un cierto promedio tanto para conservar su beca escolar como para poder seguir jugando en el equipo –recriminó a los dos por igual.
—Da igual. Lo pasaré de todas maneras –agregó sin mucha importancia el moreno.
—Lo dudo…Justamente tienen examen en la materia que peor se les da…¡Inglés! No puedo creerlo, sencillamente no puedo entenderlo –se decía a sí misma con plena incredulidad-. ¡De Aomine-kun lo creo, pero de ti Kagami-kun!
—Con el lápiz de la suerte de Midorima todo quedará resuelto…-Daiki no dijo ni una palabra más, la mirada envenenada de la castaña junto con esa aura de asesino serial le hicieron callar de golpe. Ya había tenido la oportunidad de probar uno de sus lindos amarres de luchadora profesional.
—Claro que no. Además no son horas para que estén molestándolo.
—Tampoco para que estemos afuera buscando dónde estudiar –volvió a hablar Taiga.
—Kagami-kun, cállate –sentenció la chica sin más miramiento-. Por suerte tengo a alguien que se le da muy bien el inglés, por lo que le pediré de favor que se encargue de uno de los dos. No puedo hacerme cargo de dos idiotas a la vez.
—¡Ey!
Una parte de ellos agradecía que no tuvieran más que avanzar unos cuantos metros más antes de llegar al departamento correcto. Pero a la vez les fastidiaba la idea de que debían ponerse a estudiar a esas horas de la noche en que preferían estar durmiendo. Maldecían el momento en que la noticia del examen llegó a los oídos de Riko.
La chica tocó un par de veces antes de que escuchara que alguien ya se dirigía a abrirle sin tardanza alguna. La puerta se abrió de inmediato, dejando rápidamente a la vista a la persona que se encargaría de instruir a uno de los chicos por el buen camino del inglés.
—Lamento haber llamado tan de repente y de noche, pero realmente requiero de tu ayuda –comentó con cierta pena la chica. Se le veía tan inofensiva y linda que costaba trabajo pensar que hace una hora atrás los había sacado a patadas de sus casas para obligarlos a estudiar.
—¡Riko! –le saludó entusiasta, echándosele prácticamente encima.
Y no es que esos dos chicos fueran unos rotundos pervertidos, no, era sólo que la pose en la que habían terminado aquel par de chicas era demasiado sugestiva; al menos así era como ese par la apreciaban.
—¡Axelle, a mí también me da gusto volverte a ver, pero…!¿Podrías pararte?
—Disculpa, sólo me emocioné un poco por verte, Riko –le sonrió cándidamente tras ponerse de pie.
Había dos cosas que de inmediato llamaban la atención al posar la mirada en aquella chica. Primero, aquellos vivaces ojos carmesí, tan rojos como la grana y al mismo tiempo, tan intensos como esas frías joyas denominadas como rubí. Segundo, el tono de su cabellera resaltaba entre la oscuridad de la noche; después de todo se trataba de un llamativo rubio dorado.
Su flequillo se ladeaba hacia la izquierda, mientras algunas hebras del mismo caían justo en medio de su sien, tocando su nariz. El resto del cabello yacía en capas cortas hasta su espalda baja.
Portaba un short corto y una blusa de tirantes, ambos de tono azul pastel y hechos de franela.
—¿Podemos pasar? –cuestionó la castaña por mera cortesía. Ya se encontraba entrando.
—Kagami Taiga –se presentó el pelirrojo.
—Aomine Daiki –secundó el peli azul.
—Daishi Axelle, encantada en conocerlos –les saludó con tranquilidad. No parecía importarle que unos completos desconocidos vinieran a tales horas de la noche a irrumpir en su apartamento.
Muchos hombres seguramente matarían por entrar en el departamento de una chica y apreciar aquellos secretos que únicamente se conocían a voces. Quizás hubiera sido su caso en algún momento de sus vidas. Pero en ese preciso instante estaban cuestionándose realmente si estaban o no dentro del apartamento de una chica universitaria.
Si bien las cosas lucían en aparente orden, se notaba a leguas que aquella chica no era muy propensa a colocar todo en su sitio. En cierto modo, se notaba el desorden a leguas.
Y cuando pasaron cerca de la sala sencillamente no se convencían del todo si esa rubia vivía sola o poseía un compañero de cuarto aficionado a los videojuegos. Después de todo, la tele mostraba una partida de un juego en pausa mientras el control estaba botado sobre el suelo.
—¡Ustedes dos, ¿qué creen que están haciendo?! No hay tiempo que perder…Perdona, Axelle, son unos idiotas y no saben comportarse como personas civilizadas –añadía con resignación. Ellas por su lado habían llegado prácticamente a la habitación de la blonda.
El tono azul cielo de las paredes congeniaba de maravilla con el blanco de todos los muebles, incluyendo el de la cama. Allí las cosas lucían en un orden aceptable. Sin embargo, la mirada de los dos altos chicos se posicionó de inmediato en uno de los estantes; allí había una gran cantidad de pequeñas cajas con nombres bastante empalagosos. ¿Acaso se trataban de más juegos?
—¡Kagami-kun, Aomine-kun! –llamó otra vez la chica. Les indicó claramente que tomaran asiento en el alfombrado suelo, justo frente a aquella mesa de madera rectangular. Ella ya se encontraba al lado de su amiga.
—¿De quién me haré cargo, Riko? –miró a la castaña y ella simplemente le señaló al serio moreno, mismo que le lanzaba una mirada no muy amistosa.
—¿Qué es lo que se te dificulta, Aomine-kun? –le interrogó la chica. Como respuesta lo único que obtuvo fue el libro de texto de inglés del moreno-…Inglés Nivel Avanzado…Recuerdo estos libros, eran como los que daban en mi curso.
—…Se trata de los verbos frasales…
—Siempre son un dolor de cabeza –estipulaba la rubia al tiempo que examinaba el cuadernillo.
—Te recompensaré después –le guiñó el ojo Riko.
—Celebraremos cuando ellos hayan pasado con buena nota –soltó burlonamente. Ambas rieron de manera amena, pero a ellos eso no les dio muy buena espina que digamos.
Decir las cosas era mucho más simple que hacerlas. Pero es que ninguna de las dos se pensó que aquel par de hombres no tragaran el idioma sin importar lo fácil que se lo pusieran. Sencillamente aquello no les entraba ni a vuelta de rueda. La desesperación pronto se impregnó en sus rostros y más cuando contemplaban la hora que era.
—¡Si serás imbécil Kagami! –le gritoneó por décimo octava vez la castaña. Es que a Taiga simplemente la gramática no le entraba sin importar cuántas veces le golpeara para conseguirlo.
—Repasemos nuevamente. No es tan difícil como te imaginas que es…Si esto no funciona creo que tendremos que recurrir a usar eso…-sentenció seriamente la chica. Ya hasta había sujetado su largo cabello en una alta coleta-. Pero primero comamos algo, me estoy muriendo de hambre –oración que hizo sonreír a Taiga; él también moría de inanición.
—Creo que no estaría mal tomarnos un momento de descanso. Para recompensar la intromisión, yo misma les prepararé algo –se ofreció candorosamente Aida. Actitud angelical que causó un estado de palidez extrema tanto en Taiga como Axelle; ellos conocían el sazón de esa mujer y si cenaban algo hecho por ella morirían.
—No te preocupes Riko. Ya hay comida preparada, solamente hay que calentarla y estará lista –comentario que hizo feliz al pelirrojo y apagó el entusiasmo de la chica. Su vida estaba por delante.
—¿Dónde está la cocina?
—Yo te llevo –agregaba la otra muy campante. Pronto aquel par de glotones se fueron de allí, dejándoles en completo silencio.
—¿Por qué tienen que ser tan cabezotas para esta materia? –se preguntaba a sí misma antes de estampar su cabeza contra la mesita. La verdad es que tenía unas ganas de aventarse por la ventana ante el caso perdido que tenía frente a ella.
—Creía que Bakagami era el único con amigas extranjeras –mencionaba sin demasiada importancia Aomine mientras se dejaba caer de espaldas en el suelo. Estaba agotado mentalmente hablando.
—Ella y yo nos conocemos desde la secundaria. Fue justamente cuando ella llegó a Japón…Desde entonces somos muy buenas amigas. Sus padres viven en Francia, así que ella se las ha apañado sola durante todo este tiempo.
—Ya se están demorando.
—Tienes razón.
Sin más reparo tuvieron que ir hasta la cocina, donde se toparon a aquel par de chicos totalmente concentrados en la faena de calentar la comida y preparar un poco más, por lo que todo el sitio se hallaba invadido por carne, verduras, variados productos alimenticios y un delicioso aroma a comida casera.
—Jamás me canso de ver a un hombre cocinar, especialmente si es comida japonesa –agregaba sonriente Axelle mirando de reojo a su compañero de cocina. Ella se encontraba preparando tranquilamente un fondue de queso.
—Tu refrigerador quedará completamente vacío si ocupamos todo.
—Despreocúpate, mañana iré a comprar la despensa. Además la comida sabe mejor cuando la preparas en compañía de alguien –agregó con normalidad-. Y sinceramente muero de hambre.
—Todo lo que tenías preparado es muy…occidental –comentó sin despegar su mirada de la sartén.
—Me disculpo por ello, pero no he encontrado a nadie que tenga paciencia para enseñarme a cocinar comida japonesa, por lo que preparo lo que sé hacer –suspiró con desánimo-. Pero suelo salir a cenar los fines de semana comida japonesa.
—No es muy complicado.
—Lo sé, pero…lamentablemente yo aprendo con el ejemplo. Y requiero que alguien me muestre paso a paso la elaboración de cada platillo. Es algo fastidioso –mencionó con cierta pena-. Pero tú eres muy talentoso. Ese yakisoba se ve delicioso –halagó.
—No es para tanto -agregó con cierta vergüenza.
—Ey ustedes dos, lucen muy acaramelados cocinando –agregó Riko con cierto malhumor clavando su fría mirada en aquel par, más que nada porque ya le habían hecho esperar bastante rato. Les fue imposible no sentir aquel escalofrío en toda su médula-. ¿Ya casi terminan?
—S-Sí, ya está todo listo –se defendió la rubia señalando la mesa del comedor. Había prácticamente de todo; incluso los platos estaban en posición, para que sólo se sentaran y degustaran su cena.
—Ustedes siéntanse y empiecen a comer…-agregaba el otro con nerviosismo.
La cena pasó rápidamente entre comentarios bromistas y uno que otro ofensivo por parte de la castaña hacia aquel par de chicos. No había absolutamente nada malo en relajarse y pasar un buen momento, el problema era que habían invertido demasiado tiempo en aquella tarea y ahora enfrentarían una cruel realidad.
—¡Tienen que aprender todo lo necesario en cuatro horas! –dictó Riko mirando a aquel par que empezaban a cabecearse sobre la mesa de estudio.
—Increíble que hayamos pasado cuatro horas en el comedor –dijo Axelle a la vez que revisaba los ejercicios que le había dejado al moreno-. Tienes que volverlos a hacer, Aomine-kun –miró al chico, ya había caído en el quinto sueño.
—No importa qué método uses, despiértalo –estipulaba Rika al tiempo que jalaba las mejillas del pelirrojo para que no se durmiera también.
Axelle se desplazó hacia donde yacía el dormido chico y le observó con detenimiento durante unos cuantos segundos. Realmente estaba profundamente dormido, aunque conservaba una respiración apenas perceptible.
—No puedo hacer lo mismo que Riko, porque prácticamente somos desconocidos…Pero si uso esto podría funcionar –soltó tranquilamente. Ya había jalado lo que parecía ser un juguete de gato, de esos que agitabas en frente de ellos y éstos intentaban tiernamente pescarlo-…Aomine-kun tienes que despertar…
Lo aceptaba, era divertido pasar aquel juguete sobre la mejilla del moreno ya que hacía gestos graciosos ante la comezón que dicho producto le causaba. Y al mismo tiempo intentaba atraparle a la vez que se mantenía dormido.
Sin embargo, su diversión duró poco. El moreno se había despertado y le miraba con el ceño fruncido; estaba claro que se había molestado un poco.
—Sé que quieres dormir, pero tienes un examen que pasar en unas horas, Aomine-kun –señalaba la chica observándole calmadamente-. No creo que un chico tan seguro de sí mismo quiera ver una linda F en su boleta de fin de semestre, ¿verdad?
—Ya lo dije, aprobaré ese estúpido examen -¿acaso estaba desafiándole mientras insinuaba que era un engreído de lo peor? Eso simplemente le enfadó.
—Bien, esa actitud me agrada Aomine-kun –le ofreció una sonrisa ladina-. Te aprenderás todos esos verbos frasales aunque sea lo último que haga en este país.
Los pasillos de aquella enorme y prestigiosa universidad siempre se encontraban en constante actividad, incluso a horas tempranas de la mañana. Es como si la mayor parte del alumnado hubiera preferido tomar los horarios matutinos antes que ir por las tardes y perderse toda la diversión que había en la ciudad por esas horas del día.
Pero aquello era algo que no tenía importancia para aquel par de chicas que conservaban entre sus manos un vaso de café. El sueño las estaba asediando y debían mantenerse despiertas unas cuantas horas más ya que sus clases darían inicio en poco y todavía les quedaba una larga jornada estudiantil.
—…¿Riko-chan? –interrogó entre con miedo e incredulidad aquella recién llegada peli rosa que había pasado curiosamente por allí con calma.
—¿Momoi? –admitía que estaba sorprendida de encontrarse con esa mujer, esa misma chica que fue un verdadero dolor de cabeza cuando se enfrentaron a la Academia Tōō durante la Winter Cup-. No pensé que fueras a asistir aquí.
—Yo tampoco, Riko-chan –sonrió campantemente.
—Bueno, es como recién ha dado inicio el período escolar y aquí hay numerosos campus…Es algo complicado percatarse si todos vinieron aquí o se fueron a estudiar a otro lado.
—¿Y qué estás estudiando, Riko-chan? –cuestionó con curiosidad.
—Derecho –respondió con orgullo-. ¿Y tú?
—Educación –soltó felizmente.
—Igual que Taiga –murmuró la castaña.
—¿Y quién es ella? –sus ojos rosáceos se postraron en la desconocida chica.
—Me llamo Daishi Axell, encantada.
—Soy Satsuki Momoi, el placer es todo mío. ¿Se desvelaron?
—No dormimos en toda la noche –respondieron al unísono. Aquellas ojeras respaldaban sus palabras.
—Casi puedo imaginarme…el motivo…
—¡Riko, hola! –saludó vehemente un chico bastante alto y de cabellos castaños. Se trataba del carismático Teppei Kiyoshi.
—¡Teppei! –le saludó alegremente la aludida-. Nuevamente nos veremos las caras.
—¿Así que tú eres Teppei Kiyoshi? –preguntaba emocionada Axelle. A lo que el chico simplemente asintió-. He escuchado muchas cosas sobre ti, eres excelente en lo que haces. Estoy feliz de poder conocerte al fin –ya hasta había estrechado las manos del joven-. Perdona, mi nombre es Daishi Axelle.
—E-Es un placer también –respondió apenado. Era la primera vez que alguien se mostraba tan entusiasta por conocerlo-. ¿Te gusta el basquetbol?
—Es de mis deportes favoritos –contestó de inmediato-. Pero soy pésima para él, de modo que me limito a ver los partidos.
—Con trabajo duro y práctica todo es posible, Daishi-san.
—Eso no se lo discuto Kippei-san.
—¿Kagami-kun, aún no sale de su examen, verdad? –aquella pregunta simplemente hizo a todos mirar en todas las direcciones posibles. ¿De dónde había provenido aquella voz?
—¡Kuroko-kun, no metas esos sustos, ¿quieres?! –recriminó Riko. Tetsuya continuaba sin ser detectado hasta el momento en que dijera algo.
—Tetsuya Kuroko, de la Generación de los Milagros –enunciaba Axelle-. La universidad se ha llenado de personalidades bastante únicas. Mi nombre es Daishi Axelle.
—Gusto en conocerte, Daishi-kun.
—¿Y por qué no te comportaste del mismo modo con Aomine-kun y Kagami-kun? Sabías que los dos son unos malditos prodigios.
—Lo siento, es que me concentré mucho en que debía enseñarles inglés que pasé de ello totalmente. Además se ve que no son del tipo de chicos que les gusta que les digan lo que ya saben.
—¿Es que no pueden dejar de ser tan ruidosas? –mascullaba malhumorado el alto moreno. Al fin había salido de su infernal examen de inglés y ahora lo que menos quería saber era de la escuela.
—Más te vale que hayas aprobado ese examen, ¿entendido? –Aomine sintió esa miradita helada y simplemente le ofreció una socarrona sonrisa.
—Dai-chan –saludó animadamente Momoi-. Suponía que formabas parte del desvelo de Riko-chan.
—¿Cuál fue la nota? –interrogó con cierto temor Axelle tras ver que el chico llevaba consigo una hoja sospechosa en su mano derecha.
—Salió mejor de lo esperado…-el examen marcaba una deslumbrante C+.
—Bueno, al menos no reprobó…-mencionaron las dos fatigadas chicas al unísono.
—…Kagami-kun…-todas las miradas se le fueron encima al pelirrojo-. ¿Cómo te fue a ti?
—Sobre eso…Me quedé dormido sobre el examen…-soltó sin tapujo y sin pena alguna. Era como si se sintiera orgulloso de algo como eso. Y esa simple acción hizo enfurecer completamente a Riko. Todos allí sabían lo que iba a ocurrir y no iba a ser agradable para el pelirrojo, claro está.
