1. Sam

Sam Carter no lo podía negar: estaba nerviosa. Después de medio año sin verle, ir a Washington a una reunión a la que asistiría Jack O'Neill le provocaba ansiedad. Prefería enfrentarse a un batallón de Jaffas que reencontrarse con él.

Realmente, no sabía si eran amigos, compañeros de armas o qué. La indefinición de su relación le daba dolor de cabeza. Habían pasado mucho juntos en el SG-1, pero nunca habían mantenido una estrecha relación de amistad. Nunca se lo habían permitido. Ambos sabían que no podían ser amigos íntimos porque ninguno de ellos hubiera sido capaz de mantenerse ahí. Sin embargo, en los últimos meses que estuvieron trabajando en el SGC, esos límites que ellos mismos se habían impuesto se habían empezado a desmoronar por culpa de las circunstancias. Su ruptura con Pete y, sobre todo la muerte de su padre, había hecho que se acercaran más que nunca llevándoles a forzar al máximo esos límites. Aunque los tuvieran que respetar porque las ordenanzas de las Fuerzas Aéreas eran claras al respecto, estaban llegando a un punto sin retorno en que no tendrían más remedio que aceptar que lo suyo era más que una amistad y actuar en consecuencia.

Después, no sabía qué había pasado. Justo antes de que ascendieran al General, habían pasado unos días de descanso en su cabaña de Minnesota junto a Daniel y Teal'c. Pero, a parte de la cálida amistad que compartían en ese momento, no habían dado ningún paso más. Quizás fuera algo decepcionante visto ahora, porque esperaba que las cosas cambiaran entre ellos durante esos días. Alejados del SGC, sin la rigidez propia de la base y compartiendo un permiso, la consecuencia lógica hubiera sido que los dos se hubieran relajado lo suficiente como para haber hablado abiertamente de lo que sentían el uno por el otro. Sin embargo, todo había continuado como siempre, con los dos dando cuidadosos rodeos para no abordar el tema. Nada más volver se encontraron los traslados, con lo que no tuvieron tiempo de hablar de lo que no había pasado. Ahora, tenía la sensación de haber perdido una oportunidad de esas que solo se presentan en la vida en contadas ocasiones.

Desde entonces no se habían vuelto a ver. Hacía de eso seis meses. Apenas habían intercambiado algunas llamadas telefónicas y algunos e-mails comentando los progresos de este o aquel proyecto, sin haber ido más allá de las típicas palabras de cortesía y preguntando superficialmente cómo iban las cosas. El General debía ser una persona muy ocupada ahora que lo habían ascendido a Jefe del Departamento de Seguridad Global, apenas tendría tiempo para temas personales. Ella no iba a molestarlo con tonterías, se había dicho, y más en estos momentos que parecía que habían descubierto un nuevo y poderoso enemigo: los Ori. Además, todavía debía de andar un poco despistado adaptándose a su nuevo mando. Algo que sabía de primera mano porque ella se encontraba en el mismo caso.

Sam contaba con hacer trabajo teórico en el laboratorio y, en algún momento, ayudar en algún proyecto de investigación, más empírico, como el destinado a mejorar la eficacia de los generadores de naquadah o descubrir cómo funcionaba cualquier aparato extraterrestre que se encontraran los equipos del SGC. Sin embargo, no había sido así. Los Ori lo habían trastocado todo. Ahora se volvía a trabajar contrarreloj para adaptar tecnologías goaul'd y asgard a los nuevos modelos de naves interestelares que se estaban construyendo a marchas forzadas para proteger el planeta de la nueva amenaza. En resumen: armas más potentes, naves más rápidas, escudos más resistentes.

En esos momentos de tensión era cuando más echaba de menos a Jack O'Neill. No tenía a nadie que entrara en su laboratorio y la invitara a ir a tomar un trozo de tarta para que se despejara un poco y pudiera ponerse a trabajar de nuevo con fuerzas renovadas. No tenía a nadie que con su visión más práctica y sencilla de las cosas la ayudara a dar un nuevo punto de vista al problema que tenía entre manos. No tenía a nadie que la animara haciéndola reír cuando se le presentaban los escollos más importantes ni que apuntalara su confianza, dándole su total respaldo seguro de que podría superarlos. Desde que se habían separado, no había tenido un punto de apoyo que le diera equilibrio como él había hecho durante ocho años. Ahora se sentía incompleta, insegura y, a veces, vacía. Trataba de que no se le notara y, como en el Área 51 no había nadie que la conociera tanto como Daniel, Teal'c o el General, nadie se había dado cuenta. Por eso, la reunión de esa tarde la ponía tan nerviosa, porque él sí lo iba a notar, él sí se iba a dar cuenta de su inquietud. También era una de las razones por las que no atendía las demandas de Cam de volver al SGC, porque allí también la conocían, aunque no tan bien como su antiguo equipo, y acabarían dándose cuenta de que algo no iba bien.

En la sala de reuniones, había varios oficiales de alta graduación que formaban corrillos esperando la llegada del General O'Neill. Ella había entrado y saludado brevemente a los pocos que conocía. Una fórmula de cortesía porque realmente no los había visto nunca en persona, solo a través de videoconferencia como mucho y por razones de trabajo. Un ambiente frío para la presentación, justo lo contrario de lo que necesitaba para calmar sus nervios.

El proyecto de mejora de las armas de las naves terrestres era lo que la había traído allí. En aquel momento, estaban centrados en la serie MARK. Todavía quedaban muchos detalles por pulir y muchas simulaciones por hacer, pero la urgencia por la aparición de los Ori hacía que le hubieran pedido un informe preliminar de cómo iban las investigaciones y las posibilidades de desarrollo. Había muchas preguntas y no había conseguido dar con todas las respuestas. Ella y su equipo seguían trabajando, pero todavía faltaban semanas para conseguir un prototipo fiable, más avanzado que el anterior modelo de la serie. Volvió a ordenar las carpetas que iba a repartir con los informes y miró el reloj. El General se estaba retrasando, sin duda algún tema en su apretada agenda que se había alargado más de la cuenta.

Escuchó unos pasos firmes que se acercaban por el pasillo y todo el mundo se giró para ver a Jack O'Neill y a su ayudante, un joven Mayor, entrar por la puerta. Todos se pusieron firmes al verle, pero él rápidamente les ordenó que adoptaran la posición de descanso. Vió como charlaba con unos y con otros brevemente mientras la observaba de reojo, con curiosidad, hasta que finalmente se acercó a ella.

- ¿Coronel? - le dijo serio.

- ¿General? - le respondió Sam igual de seria. Sin embargo, se dió cuenta de que aunque el tono de su voz era serio, sus ojos brillaban y que una media sonrisa se dibujaba en su cara durante unos segundos antes de volver a su máscara habitual. Para cualquiera que no lo conociera bien hubieran pasado desapercibidos esos cambios sutiles, pero ella había aprendido a interpretar todos sus gestos: estaba muy contento. Ella también se alegraba mucho de verlo.

- Siento el retraso ¿Vamos a entenderla cuando hable, Carter? - bromeó.

- Haré todo lo posible, señor. - dijo respondiendo en el mismo tono ligero, aunque menos nerviosa. Eran los efectos que las bromas del General solían tener en ella.

- Lo sé, no me cabe la menor duda – Y añadió en un tono más bajo que solo ella podía escuchar: – Déjelos boquiabiertos. - Y Sam vió, por un momento, como volvía el brillo a sus ojos. Entonces, Jack O'Neill le sonrió tímidamente y se dió media vuelta para sentarse en su silla, en el otro extremo de la mesa. La confianza sin fisuras que le seguía demostrando actuó sobre ella como un bálsamo, templando sus nervios, serenándola. Era como si siguieran en el SGC, como si nada hubiera cambiado, a pesar de los seis meses que llevaban sin prácticamente hablarse. No ha sido tan difícil verle de nuevo, pensó, no sé a qué venían tantos nervios. Estuvo a punto de sonreír al darse cuenta de que sus nervios habían desaparecido. De hecho, ahora estaba más tranquila de lo que lo había estado en meses.

Y empezó la presentación.