aqui estoy otra vez, se que he desaparecido pero no se preocupen que terminare cada una de mis historias a su debido tiempo, lamentablemente he tenido problemas personales, que como quien dice nunca termina uno y entran otros... bueno espero que me comprendan y sepan esperar, aunque no se preocupen pues es muy seguro que esta historia se la que primero termine...
los personajes son de S.M. y la historia es una adaptacion de Peny Jordan,,,,,,,,, espero que les guste
El amor puede lastimar tanto que tu lo permitas...
—¿De modo que lo hiciste, por fin? ¿Presentaste tu renuncia y te fuiste?
—Sí —murmuró Bella, frunciendo un poco el ceño como si las palabras la lastimaran físicamente.
Su amiga y vecina hizo una mueca de conmiseración. Era diez años mayor que Bella y la conocía desde hacía cuatro años, cuando ésta había comprado la casa contigua a la suya, y en el fondo sintió el deseo de lanzar una exclamación de alegría. James Saunders, el jefe de Bella, podría ser en lo exterior un ejemplar rubio de magnífica masculinidad, pero por dentro era un hombre frío e implacable. Esa era la opinión bien razonada de la vecina, pero Bella siempre se había negado a escucharla, a prestar oídos a cualquier crítica al hombre para quien trabajaba y al que amaba.
—Bien, ya sabes lo que pienso —dijo ahora a Bella—. Creo que fue lo mejor que pudiste hacer.
La boca de Bella se torció en una mueca de tristeza. Era una mujer alta, esbelta, con veintiseis años de edad y actitud apacible que enmascaraba una mente aguda y eficiente. Su apariencia reflejaba su personalidad. Su rostro era un fino óvalo; sus facciones, elegantes y bien proporcionadas. Sólo su boca, con su inesperada turgencia, denotaba que por debajo de la calma exterior podía esconderse una mujer de apasionado temperamento.
—No fue precisamente una decisión calmada y tomada por mi propia voluntad.
El dolor en su voz hizo que Rosalie, su vecina, apartara la mirada con indignada compasión.
¿Cómo podía James Saunders haber tratado a Bella de manera tan vil después de todo lo que ésta había hecho por él, trabajando para él como una esclava, ayudándolo a convertir su negocio en el éxito que era ahora y amándolo con la esperanza de… Aunque Bella siempre había reconocido que James no correspondía a su amor, en su fuero interno Rosalie sospechaba que él debía haber adivinado lo que la joven sentía y, en consecuencia, por decencia y compasión, debió haber sugerido a Bella a años antes que sería más sensato si buscaba trabajo en otra parte. En vez de ello, había permitido que se desarrollara entre los dos una intimidad que, aunque no fuera de tipo sexual, hacía que la joven alimentara la esperanza en cuanto a que algún día ocurriera el milagro de que James correspondiera a su amor y la convirtiera en su mujer.
Pero el milagro nunca sucedió y la semana anterior James entró con toda calma en su oficina y anunció que estaba comprometido y pronto se casaría.
Bella quedó devastada, pero cuando Rosalie le sugirió que presentara su renuncia e iniciara una nueva vida, la joven se rehusó, aduciendo que si lo hacía perjudicaría el negocio que Tanto trabajo le había costado a James construir.
—Tenías razón —decía ahora Bella con aire desdichado—. Debí tener la sensatez de presentar mi renuncia cuando James me anunció que él y Victoria se casarían. Pero, tonta y ciega que era, no tenía idea de que Victoria también quería mi puesto.
El día anterior Bella fue a trabajar como de costumbre. James estaba fuera, pues había ido a visitar algunos clientes y, aunque Bella se sintió incómoda al principio cuando Victoria entró en la oficina, no sospechó el verdadero motivo de la visita de la otra mujer sino hasta que Victoria le dijo una serie de cosas que la obligó a tomar la decisión de dejar su trabajo y alejarse definitivamente de James.
—¿Qué fue con exactitud lo que te dijo? —preguntó Rosalie, percibiendo la necesidad que Bella tenía de explayarse.
Estaban sentadas en la impecable cocina de Bella. Rosalie había ido a visitarla, sospechando que algo andaba mal desde que vio que la joven llegó a media tarde, antes de lo acostumbrado, estacionando su auto sin mucho cuidado y entrando en su casa casi corriendo.
Rosalie la siguió entonces, ansiosa por averiguar lo que estaba mal y prestar su apoyo si era necesario.
Bella se encogió de hombros, inclinando la cabeza sobre la taza de café que sostenía entre las dos manos. Su cabello era sedoso, del tono del chocolate amargo.
Rosalie, quien la había visto anteriormente haciendo sus tareas domésticas con el cabello sujeto en una cola de caballo y el rostro sin maquillaje, se asombró al ver lo joven y vulnerable que parecía sin afeites.
También sabía que a pesar de su aire de eficiencia y seriedad profesional anhelaba una familia, hijos… Cuando hablaba de su hermana mayor y sus dos hijos, el rostro se le suavizaba y sus ojos chocolates tomaban un tono oro.
Mientras Bella clavaba la vista en su café, se estremeció ligeramente.
¿Qué había dicho Victoria? Incluso ahora, apenas podía soportar el recordar lo que Victoria Thomas le dijo cuando Bella entró en la oficina de James, con los rojísimos labios en una especie de puchero, su cabello fuego y su falda demasiado corta y estrecha. Y, sin embargo, era obvio que James la encontraba atractiva. Mucho más que eso. Bella tragó saliva, obligándose a acallar las emociones para concentrarse en responder la pregunta de Rosalie.
—Bien, básicamente me hizo saber que tanto ella como James eran conscientes de mis… mis sentimientos por él, que de hecho encontraban un poco divertido que yo pensara que había logrado ocultarlo. Como ella señaló, no hay algo más patético que una secretaria enamorada de su jefe, en especial, cuando no hay la menor esperanza de que él corresponda a ese amor.
Bella hizo una pausa mientras Rosaline bufaba de indignación y sacudía la cabeza.
—Bien, es bastante cierto, aunque yo me engañé creyendo que James y yo éramos más socios que jefe y empleada.
—¡Socios! —La interrumpió Rosaline, incapaz de seguir controlando su ira—. ¡Pero si tú prácticamente le administraste el negocio! Sin ti…
Bella le sonrió con tristeza.
—Ojalá eso fuera cierto, pero con toda honestidad debo admitir que fue la habilidad James para las ventas y su intuición, las que hicieron prosperar la empresa. Yo sólo trabajé tras bambalinas. De cualquier manera, como Victoria me indicó, no sería conveniente para mí permanecer trabajando con James ahora que estaban comprometidos; ella podría reemplazarme muy bien en la oficina e James había decidido que lo mejor para todos era que yo buscara otro empleo. Me dijo que podía quedarme hasta fin de mes si quería.
Bella hizo una pausa. Rosaline apretó los labios y volvió a mover la cabeza con indignada incredulidad.
—¿Qué podía yo hacer? Por supuesto, le dije que me iría de inmediato. Eso fue ayer. Sólo fui hoy para limpiar mi escritorio y dejar en orden algunas cosas.
Se mordió el labio inferior. Estaba tratando con todas sus fuerzas de no derrumbarse. Había sido una entrevista tan inesperada, tan humillante, cuando creía haber pasado ya por todo el sufrimiento posible.
Desde antes, sabía que James salía con Victoria, por supuesto, igual que había sabido de todas las otras mujeres con las que tuvo amores durante los siete años en que trabajó para él. La abrumó el dolor cuando James le dijo que se casaría con Victoria.
Bella siempre creyó que Rosaline era la única que sabía del amor que abrigaba por James. Poco después de cambiarse a la casa contigua a la de Rosaline, ésta la había encontrado hecha un mar de lágrimas porque James acababa de cancelar la invitación a cenar que le había hecho a Sara como celebración previa a la Navidad, sólo para poder salir con su "amiguita" en turno.
Ni siquiera los padres o la hermana de Bella sabían de su amor imposible; o, al menos, eso suponía. Ahora se preguntaba si lo habían adivinado y guardaban silencio por compasión.
Se merecía el desprecio que Victoria le manifestó, reflexionaba ahora con amargura. Era, después de todo, ese ridículo estereotipo de la mujer simple, sin atractivos especiales, enamorada como una colegiala del jefe encantador y apuesto. Pero al menos ahora había roto ese molde al presentar su renuncia.
—Bien, pues si quieres mi opinión, te libraste de un bribón —declaró Rosalie sin ambages—. Sí, ya sé que no te gusta que nadie critique a James, pero por una vez voy a decir lo que pienso. Creo que te ha utilizado, se ha servido de tu talento, de tu capacidad, de tu dedicación, y ahora…
—Y ahora que se ha enamorado de Victoria ya no hay sitio para mí en su vida —la interrumpió Bella con tono mesurado—. Y pensar que todo este tiempo creía haber ocultado mis sentimientos. Al principio, cuando obtuve el empleo con él… bien, tenía entonces diecinueve años y la cabeza llena de sueños.
La joven parecía hablar más para sí que para su vecina.
—Acababa de llegar a Londres, de Shropshire, porque quería mejorar mi capacitación, mis oportunidades de obtener un empleo de primera. Al principio me sentía muy abatida… llena de nostalgia por mi terruño. Compartía el apartamento con otras tres chicas, trabajando medio tiempo por las mañanas y asistiendo por las noches a una escuela para incrementar mis conocimientos de computación, y entonces conocí a James. Estaba tomando el mismo curso de computación. Él tenía entonces veinticinco años y acababa de establecer su propio negocio. En realidad era vendedor y lo que le urgía era alguien que dirigiera su oficina. Cuando me ofreció el puesto, acepté con entusiasmo. Siempre fue un jefe generoso en lo económico. Luego, cuando murió mi abuela, usé el dinero que me legó para comprar esta casa. Ya no sentía nostalgia de mi pueblo. Había hecho amigos y una vida propia aquí aunque no me atrevía a reconocerlo ante nadie, ya había admitido que mi amor por James era lo que me mantenía trabajando para él. Como una tonta, nunca perdía la esperanza.
Y él te permitió alimentar esa esperanza, pensó Rosalie con acre sagacidad, pero no lo dijo. Consideraba que Bella ya había sufrido demasiado para agobiarla aún más.
—¿Entonces qué harás ahora? —preguntó Rosalie con suavidad.
—Irme a casa —dijo Bella, sonriendo con triste ironía cuando vio la expresión de su vecina—. Sí, qué tontería, ¿verdad? Soy una mujer de veintiseis años que ha vivido siete en Londres y, sin embargo, sigue considerando Shropshire como su casa. Tengo algunos ahorros. Puedo dejar esta casa, si es necesario, y tomarme unos meses libres, darme tiempo para reflexionar… —sacudió la cabeza, consciente de que una de las razones por las que estaba tan decidida a irse de Londres era que tenía miedo. Miedo de que una que se desvaneciera el sentimiento de humillación y de ira, pudiera renacer en ella el deseo de ver otra vez a James, de buscar cualquier pretexto para encontrarse con él. No, no quería convertirse en objeto de burla y desdén, y por eso se iba, temerosa de su propia debilidad.
Cerró los ojos cuando su visión se empañó por las lágrimas, borrando la imagen mental que se acababa de formar de James y Victoria juntos, riéndose de ella, la hermosa cabeza rubia de James echada atrás, sus azules ojos risueños, su expresión de cruel desprecio. Bella se estremeció de repente, extrañada de que le fuera tan fácil conjurar esa imagen; sin embargo, si alguien le hubiera sugerido que James pudiera ser cruel, duro, deliberadamente malicioso e hiriente, ella habría refutado eso de inmediato como un infundió. No obstante… a través de los años hubo ocasiones en que incluso su indeclinable devoción decaía, se tambaleaba un poco cuando él tomaba una decisión o hacía algún comentario que a ella le parecía un poco menos generoso y humano de lo que esperaba.
Siempre supo que James era ególatra, pero lo atribuía a una infancia rodeada de halagos y satisfacciones, si bien jamás lo creyó capaz de lastimar a alguien a propósito. ¿Se había equivocado? ¿Se había negado todos esos años a ver la realidad? Volvió a estremecerse, haciendo que su vecina la mirara con preocupación.
—Sí, creo que deberías irte a Shropshire —dijoRosalie con firmeza—. Aunque sé que voy a echarte mucho de menos.
Bella le ofreció una sonrisa triste y cariñosa.
—Sé que probablemente no sea el momento oportuno para expresarte algo que quise decirte hace mucho tiempo —continuó Rosalie—. Soy mayor que tú, Bella, y conozco mucho de la vida. Sé lo que sientes porJames Saunders, o al menos lo que crees sentir por él, pero con toda honestidad dime, ¿te has permitido alguna vez averigua si podías interesarte en otro hombre, enamorarte de alguien que no fuera James?
—¿Permitirme? Pero…
Rosalie la interrumpió.
—Enamorarse es fácil; amar es algo más difícil y seguir amando a alguien en medio de las vicisitudes cotidianas es incluso más difícil… pero mucho más profundo y satisfactorio. Yo sé, por las cosas que me has dicho y por la forma en que tratas a mis hijos, que te gustaría tener niños —continuó Rosalie—. Ya sabes lo que deberías hacer ahora, ¿verdad? Deberías borrar de tu mente a James Saunders y buscar un buen hombre con quien tener hijos.
Bella no pudo evitarlo y se sonrojó.
—No puedo apartar de mi mente a alguien con un simple acto de voluntad, ni casarme con un hombre a quien no amo, no importa cuánto desee tener una familia.
Por supuesto, Rosalie tenía razón. Bella quería hijos. A veces, de hecho, ese deseo era James intenso que resultaba casi doloroso… pero lo que Rosalie le sugería era impensable.
—Yo no estaba enamorada de Emmett cuando me casé con él —le confió su vecina con tono apacible, dejándola perpleja. Jamás había conocido a otra pareja, aparte de sus padres, y siempre supuso que se habían casado muy enamorados—. Y, lo que es más, él tampoco estaba enamorado de mí. De hecho, los dos habíamos sufrido una decepción amorosa reciente. Hacía algún tiempo que nos conocíamos y existía entre nosotros una buena amistad. Una noche conversamos y descubrimos cuántos intereses compartíamos, incluido el deseo de sentar cabeza y formar una familia, necesidad que no compartían las personas de las que nos habíamos enamorado. De modo que hablamos de ello, comenzamos a salir juntos, para ver si eso podría dar resultado, y luego, cuando descubrimos que nos llevábamos tan bien como era nuestra esperanza, decidimos casarnos. No porque estuviésemos enamorados, sino porque ambos pensábamos que nuestra relación podía prosperar, resultar dichosa. Nunca me he arrepentido de esa decisión y creo que Emmett tampoco y… ¿sabes otra cosa? —dirigió a Bella una sonrisa luminosa—. No sé como ha sucedido, pero ha surgido entre nosotros un pequeño milagro y ahora nos amamos profundamente.
—Te envidio, Rosalie, pero no creo que yo…
—Escúchame. Tú y yo nos parecemos en muchos aspectos. Deja de desperdiciar tu vida con un hombre que no puedes tener, y que te lastimaría si viviesen juntos. No pases el resto de tu vida llorando lágrimas de decepción. Decide qué es lo que quieres en realidad. Aprovecha el tiempo que pases en casa de tus padres, para reflexionar sobre lo que realmente es importante para ti. Está bien, podrías decidir que estoy equivocada, que un esposo, un hogar y una familia no son las cosas que deseas en realidad para alejar tus sueños de enamorarte, de ser amada. Pero podrías descubrir cosas inusitadas sobre tus verdaderas necesidades.
