LA SERIE/MANGA DE BLEACH LE PERTENECE A TITE KUBO

LA HISTORIA DE FONDO NO ME PERTENECE YA QUE ES UNA ADAPTACIÓN DE ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS DE LEWIS CARROLL


Capítulo 1: A la siga del Chappy y el encuentro con el Ratón

Era extraño, bueno, todo era muy extraño.

¿En dónde demonios estoy?

Se preguntó para sí Rukia, mientras un desconocido la tomaba del brazo para seguir bailando.

Llevaba puestas unas ropas extrañas para su costumbre, sacadas de otra época. Además, todos esos extraños bailando a su alrededor la hacían sentir de cierta manera algo sola. No sabía a quién preguntarle acerca de lo que estaba ocurriendo.

De pronto una mano la tomó con demasiada brusquedad, aunque sin quererlo, mientras seguían moviéndose al ritmo de la música. El individuo la elevó unos veinte centímetros del suelo, poniéndola en una posición algo extraña para una danza.

Rukia giró la cabeza hacia arriba, observando al torpe que la sujetaba de esa manera tan estúpida.

– ¿Sado? –primero lo observó con confusión ¿qué hacía Sado en un lugar como éste? Y bailando con ella además. Pero luego, percatándose de pronto de quién se trataba, lo miró con una poco disimulada mueca de alegría– ¡Sado!

Todos se detuvieron a observarlos, aunque Rukia no les dio importancia.

– ¡Al fin! ¡No sabes cuánto me alegro de verte, Sado! –continuó aliviada, pero al instante su preocupación volvió– Por cierto, ¿sabes en dónde demonios estamos?

El gentío acoplado a su alrededor soltó un estridente "¡Oh!" acompañado de muchas muecas de terror. La confusión de Rukia no se hiso de esperar, ¿qué les pasaba a todos?

– ¿Cómo se atreve a tutear al señor Yasutora? –comentaron sin disimulo unas señoras.

– ¡Y ese vocablo! ¿Cómo es que pudieron invitar a una mocosa de tal calaña a la fiesta del Lord?

– ¿¡Eh!? –una venita comenzó a palpitarle en la sien a Rukia. Sus manos se hicieron un puño mientras toda su ira se le iba subiendo a la cabeza. ¿Cómo se atrevían esas viejas chismosas a insultarla?– ¿"Tutear al señor Yasutora"? ¿"De tal calaña"? ¡¿"MOCOSA"?! ¡¿Pero quién se creen ustedes que son?!

Ante el comentario, las señoras lo único que hicieron fue aumentar su indignación. Y el husmeador público a su alrededor vociferó más "¡Ohs!" cargados de mucha más saña que antes.

En un principio a Rukia no le importó. Después de todo no tenía nada de qué avergonzarse. Sin embargo, cuando más de alguno comenzó a gritar "¡Sáquenla de aquí!" y peor que eso, "¡Guardias, guardias!", el instinto de Rukia le hiso mover los pies rápidamente, corriendo en busca de una salida.

¿Adónde podría dirigirse? Ese lugar le era completamente extraño y además estaba atestado de gente.

Comenzó a empujar a medio mundo. No se le hacía tan difícil ya que se le alejaban al tacto, con un marcado gesto de repugnancia, pero se le alejaban.

Estaba en eso cuando de pronto, de al final de toda esa muchedumbre, pudo distinguir por sobre las cabezas de la gente algo que se le hiso familiar. Si su vista no le fallaba, se trataba de un par de… de… ¿Orejas de conejo?

– ¿¡Cha-chappy!? –exclamó Rukia, poniéndosele como estrellas los ojos.

Las orejas parecieron haberla escuchado, porque de la nada, comenzaron a sudar y a correr como si no hubiera un mañana.

– ¡Espera, Chappy!

Gritó desesperada, empujando con más insistencia a la muchedumbre. Pero la gente comenzó a dejar de rehuirla para empezar a bloquearle el paso. Todos estaban en su contra.

–Maldición… –murmuró furiosa, mientras sus manos se hacían un puño por la impotencia– ¡Chappy!

Lloriqueó, antes de que el hombre que la había sostenido torpemente antes, nuevamente la tomara y la hiciera un ovillo en sus manos.

– ¡E-espera! –le dijo mirándolo consternada– ¿Qué es lo que vas hacer, Sado? ¿No pretenderás…? –El moreno comenzó a tomar vuelo– ¡Espera! ¡Sado!

Y la lanzó.

Esto se me hace familiar…

Pensó mientras volaba por los aires.

Rukia pudo ver la cara de sorpresa de todos los presentes. Más "Ohs" se hicieron notar junto con caras de sorpresa y admiración.

Finalmente Rukia aterrizó en el suelo y la gente comenzó a aplaudir. Un poco extrañada por lo último, se dio la vuelta para mirar a Sado: estaba rodeado por el gentío, siendo felicitado.

Sus miradas se cruzaron y él le dedico un levantamiento de pulgar.

– ¿Qué demonios…? –una gotita de sudor se le deslizó por la nuca, antes de que un chispazo la hiciera reaccionar– ¡Cierto! ¡Chappy!

Volvió a concentrarse en su objetivo. Las hermosas orejas se veían a través de unos arbustos corriendo (más bien escapando de ella).

Comenzó a correr y las orejas a su vez, parecía un laberinto el bosquecito ése. Ambos comenzaron a aumentar la velocidad, parecían estar jugando al atrápame si puedes… Hasta que, de pronto, las orejas se perdieron de su visión.

–Eso fue… ¡Shunpo!

¡Claro! Todavía tenía su shunpo.

Cerró los ojos y de un solo paso veloz, pudo atravesar todo el bosque, justo para ver cómo los últimos vestigios de las orejas se introducían dentro de una madriguera. Junto a un árbol.

–Maldición –dijo rendida.

Pero… Aún quedaba un chance…

Se acercó despacio a la madriguera, con intención de solamente echar un vistazo.

– ¿Señor Chappy? –Comenzó a decirle al agujero– Mi nombre es Kuchiki Rukia –empezó mientras se acercaba un poco más, con cuidado de no caerse–, soy su fan N°1 –introdujo la cabeza adentro del agujero–. ¿Señor Chappy? –Y se adentró un poco más, sin lograr ver nada, allí dentro solo había oscuridad– ¿Le molestaría darme su autógrafo?

No hubo respuesta.

Rukia comenzó a palpar el interior de la madriguera. Metió hasta el hombro su brazo y notó que se extendía en línea recta.

Bien

Pensó antes de arremangarse la falda e introducirse al interior.

La mejillas de Rukia estaban sonrosadas ¡Al fin conocería a Chappy! Era como un sueño…

¿Sueño?

La situación era muy extraña, sin duda… Y conocer a Chappy… ¡más extraño aún! Y eso que no había contado lo ocurrido en la fiesta esa.

Esto es extraño… Demasiado extraño… Será mejor que regrese

Pero antes de que pudiera cumplir con su propósito, la madriguera se torció bruscamente hacia abajo. Tan bruscamente que Rukia no tuvo oportunidad de aferrarse a nada y mucho menos detener su inminente caída.

Caía y caía… parecía como si la madriguera no tuviese fondo alguno.

Un montón de cosas pasaban a su alrededor, mientras movía los brazos desesperadamente, en un intento por esquivarlas.

– ¡Aaaaaah! –casi había chocado con un paraguas– ¡Un momento!

Rápidamente tomó por el bastón la sombrilla y la utilizó como escudo para todo lo que se le venía encima: libros, estantes, extraños artilugios…

Pero de pronto chocó con algo demasiado duro, una superficie plana de dentro de la cueva ¿Había llegado al fondo? Pues no, solo rebotó y la hiso enderezarse para seguir cayendo.

Y así siguió por un buen, buen rato.

–Esto no acaba nunca… –comenzó a quejarse Rukia.

Justo en el momento en que terminó de decir eso, sus pies de pronto encontraron el anhelado suelo. Aterrizando suavemente por acción del paraguas.

Rukia miró a su alrededor: ¿Era normal que todo estuviera de cabeza?

Y antes de que se diera cuenta había caído bruscamente desde el entretecho al piso.

Rukia se sobó un chichón que le salió mientras se ponía de pie, eso había dolido.

Cuando al fin se hubo incorporado, comenzó a dar un vistazo a su alrededor: se encontró con un vestíbulo redondo, atestado de puertas en sus paredes.

¿Por dónde se habrá ido Chappy?

Miró a todos lados y pudo vislumbrar una mesita de tres patas, de cristal macizo.

– ¿Are? ¿Y esto? –se acercó a la mesa y pudo distinguir una llavecita de oro.

La deslizó entre sus dedos por algunos momentos. Luego de meditarlo unos segundos se encogió de hombros y comenzó a probar con todas las puertas. Ya nada podía ser más extraño ¿no?

Recorrió todo el vestíbulo pero ninguna puerta le hizo a la llave.

–Y ahora qué…

Dijo después de sentarse resignada en el piso.

Fue ahí cuando se dio cuenta de algo que no había visto antes: una cortina.

Se puso de pie, se acercó a ella, la deslizó y…

– ¿¡Es una broma!?

Detrás de la cortina había una puerta, pero no cualquier puerta, una puerta enorme. Tan enorme que Rukia no alcanzaba si quiera a girar el picaporte.

Saltó para intentar alcanzar la perilla, pero fue inútil.

Estaba en eso cuando de pronto escuchó una risa detrás de sí.

– ¿¡Quién está ahí!? –preguntó con voz firme, intuitivamente quiso tomar su katana, pero se dio cuenta de que no la traía consigo.

Hubo un largo silencio.

Después de unos minutos, y con recelo, volvió a concentrarse en lo que estaba haciendo.

Saltó lo más alto que pudo, pero siguió siendo inútil.

–En verdad eres enana, Rukia… –dijo una voz entre risas ahogadas.

Esta vez no cabía ninguna duda, alguien estaba allí.

Rukia se dio la vuelta y corrió en dirección de la fuente del sonido. Había sobrepasado la mesa cuando la voz volvió a hablar:

– ¡Maldición! ¡Voy a llegar tarde! –y luego se oyó un portazo.

Supo que ya se había ido.

Con desconfianza se encaminó hacia la puerta otra vez, pero se dio cuenta de un repentino cambio: encima de la mesa de cristal, había ahora una cajita, también de cristal.

Rukia la abrió y vio en ella un comprimido de Soul Candy, con la palabra "COMEME" impresa en él.

– ¿Eso no es lo obvio? –y, llevándose el comprimido a la boca, pensó en que pronto se transformaría en shinigami y podría salir del lugar.

Sin embargo…

–Qué extraño. No siento como si mi alma se hubiera salido de mi gigai… –se miró por todos lados, no había cambiado en nada–Por dónde, por dónde…

Dijo mientras miraba a su espalda y a su en frente. Pero debió más bien haber mirado hacia abajo… o hacia arriba.

–Maldición, no funcio-

– ¡Ah! –Interrumpió alguien de pronto.

Rukia abrió grande los ojos, había escuchado un grito procedente de ¿abajo? Miró en la dirección del sonido y se sorprendió al notar lo alta que era.

– ¿¡Ah!? –esta vez el grito procedía de ella.

Fue una mezcla entre emoción y miedo lo que sintió Rukia en ese momento ¡Al fin era alta! Cuántas veces se había burlado Ichigo de ella por su estatura. Ahora incluso podría aplastarlo con un solo paso.

Sonrió burlona por la ocurrencia.

– ¡Ey, tú! ¡La gigantona! – ¡Gigantona! Rukia no podía sentirse más feliz.

Observó alegre hacia abajo, no podía ver al dueño de esas palabras pero se limitó a contestar, con dulce voz:

– ¿Qué sucede, pequeño? – ¡Le había dicho a alguien pequeño! ¡ELLA a alguien más! Era como un sueño…

– ¿Eh? ¿Pequeño? ¡¿Quién te crees?!

De la nada Rukia sintió que alguien le mordía en el tobillo, lo que le hiso sacudir fuertemente el pie.

Fue entonces cuando pudo ver por fin de quien se trataba:

– ¡Hitsugaya Taicho!

Rukia lo atrapó en el aire, por la fuerte sacudida de su pie el pobre había salido volando hasta su actual altura.

Abrió la palma de su mano y su impresión no se hiso esperar.

–Hitsugaya Taicho… –comenzó despacio– ¿Por qué es un ratón?

– ¡Cállate! –Dijo enfadado– Eso mismo quisiera saber yo… –su voz sonó más melancólica esta vez, pero de inmediato volvió a su semblante de antes– Más importante que eso ¿Sabes cómo salir de aquí, Kuchiki?

Lo único que se le vino a la mente a Rukia fue la llavecita de oro de antes.

–Creo que sí.

–Bien –hubo unos cuantos minutos de silencio–. ¿Y?

– ¿Y qué?

– ¿Cómo piensas sacarnos de aquí? –la regañó con su vocecita chillona de ratón.

–Bueno… hace un momento tenía una pequeña llave de oro. Aunque no recuerdo donde la dejé…

– ¿Te refieres a esa? –interrumpió el Ratoncito Hitsugaya, apuntando hacia la mesita de cristal.

– ¿Are? ¿Cómo llegó ahí de nuevo?

–Eso no es lo importante. Cógela pronto antes de que se te vuelva a perder.

Obedientemente Rukia hiso lo que el Capitán le pedía: con cuidado se agachó hasta la mesita y con el Ratoncito Hitsugaya en la mano, deslizó la llave hasta sentirla en su palma derecha, compartiendo lugar con el Capitán.

– ¡Auch! ¡Ten más cuidado, ha caído en mi cabeza!

–Lo siento.

–Olvídalo –dijo frotándose su pequeña cabecita–. Sólo preocúpate de abrir la puerta.

–No puedo…

– ¿Cómo que no puedes? Tienes la llave ¿no?

–Sí, pero con estas manos.

La llavecita era una hormiga en comparación al tamaño de Rukia, con unos dedos tan grandes le era imposible sujetarla.

–Ya veo… –el Ratoncito Hitsugaya meditó por unos momentos. Luego, con mirada decidida, miró a Rukia–: Déjamelo a mí.

Rukia no entendía el porqué del aire tan solemne del Capitán, pero de todas formas asintió con la cabeza, despacio y seriamente.

–Sí.

Dijo, y levantando su mano hacia la cerradura, dejó al Capitán que abriera la puerta.

Primero escucharon el rechinar algo ronco de los engranajes, pero después de un ligero "clic" la cerradura cedió.

Se miraron ambos sonrientes y en seguida Rukia giró el picaporte, esperándose encontrar con la salida del extraño lugar en el que se hallaban.

Sin embargo…

–¡AAAAAH!

–¡AAAAAH!

CONTINUARÁ…


Notas: ¿Qué tal? Ojalá que no les haya parecido muy aburrida mi adaptación :/

Eh… No se me ocurre nada más ._. Así que ¡Gracias por leer! :D