Oxford University, años 60

Charles Xavier soltó la pluma de tinta azul y decidió que le convenía un poco de aire fresco. Llevaba ya varias horas encerrado en su despacho -sin contar que la noche anterior no había dormido- y se veía incapaz de aguantar cinco minutos más.

Pasear por el campus de la Universidad era gratificante. Uno podía observar los grupos de estudiantes jóvenes y sus intentos por pasar desapercibidos de los profesores o llamar la atención de las chicas. Otra cosa buena del campus era el aspecto que tenía en otoño. El verde de la hierba, la mezcla de los dorados, ocres y naranjas de los árboles, y el juego de luces que el sol hacía sobre las hojas caídas.

Un soplo de aire fresco le trajo recuerdos del pasado: una flor seca, la fotografía olvidada, un chocolate caliente, una niña pequeña…Raven.

Raven. Su hermana adoptiva. Habían estado mucho tiempo juntos, desde aquel primer encuentro en la cocina. Demasiado tiempo juntos. Y la unión no estaba siendo nada positiva para Raven. Su amiga azul pedía demasiado del corazón de Charles, que sólo llegaba hasta el amor fraterno.

Soy incapaz de pensar en ti de otro modo,le había dicho. Pero ella seguía celosa.

Perdido en sus pensamiento no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde. El grito de "¡Cuidado!" fue tan repentino que no logró reaccionar y se estampó contra el ciclista. Los papeles de la tesis que se había llevado para no tener remordimientos volaron por el aire junto a la bicicleta y su temerario conductor.

- Joder. Joder. Joder. Mierda.

Después de aquella retahíla de palabrotas, Charles se incorporó y se dispuso a enfrentarse a la iracunda mirada de la ciclista. Pero ella no había terminado.

- ¿De qué vas? ¡Eh! ¿No me has oído cuando te he gritado?

Charles fue incapaz de responder. Algo le estaba llamando poderosamente la atención. Los ojos castaños de la muchacha parecía que se iban a prender de un momento a otro. Fuego. Llama

- Perdona- sí, no se había equivocado, aquella muchacha era pyrokinésika. O como mínimo la mutación de sus ojos lo indicaba.

Recogió sus papeles esparcidos con la banda sonora de palabrotas de la chica, cuando trató de ayudarla ella se apartó de él dando un brinco.

- No te me acerques. Todavía no te he perdonado.

- Lo siento de veras - la multitud que se había reunido en torno a ellos empezó a desvanecerse. Juntos recogieron el resto de documentos y Charles enderezó la bici. - ¿Puedo invitarte a un café?

La chica alzó las cejas, sorprendida ante aquella invitación.

- ¿Es ese tu modo de ligar? Porque te aseguro que conmigo no funciona…

Charles rió.

- Estoy tratando de compensarte por el accidente y sí, es un modo de ligar que no suele funcionar.

Ella le miró con curiosidad. Una sonrisa bailando en sus labios. Charles consiguió entonces una panorámica espectacular de los ojos encendidos de la muchacha. No se había equivocado, el iris estaba rodeado por una fina línea anaranjada, probablemente el resto de su enfado.

- Por cierto, me llamo Xavier, Charles Xavier.

- May Calippo. Sí, como el helado- al ver la cara de Charles añadió - por si te entraban ganas de hacer broma.

- No, la verdad es que iba a hablarte sobre tus ojos. Tienes una mutación en el gen…

Ella le interrumpió.

- No me digas que eres uno de esos que primero se estudian la guía y luego tratan de impresionar a las mujeres.

Charles esbozó una sonrisa amplia.

- No, soy profesor de genética.

- ¿En serio? No me has parecido tan viejo…

- ¿Viejo?

- Bueno, se supone que todos los profesores son o calvos o momias. Y al parecer, tu no eres ninguna de los dos - arrugó la nariz, con una mueca graciosa. Suspirando con alivio por haber podido esquivar con facilidad el tema de sus ojos. Siempre se ponía nerviosa cuando alguien hacía algún comentario…que pusiera de manifiesto que era diferente. Que era rara.

Charles se pasó una mano por el pelo.

- No, no tengo interés ni en envejecer demasiado pronto ni n quedarme calvo.

Ella rió.

- Ya…no puedo imaginarte calvo. Estarías rarísimo.

- Totalmente de acuerdo. Bueno, ¿vamos a por ese café?

May negó con la cabeza.

- Lo siento, hoy no podrá ser, he quedado con unas amigas. Pero me lo debes.

- Entonces la próxima vez que nos veamos…

- Exacto, no creas que te vas a librar tan rápido de mí - le alargó el último taco de folios que seguía sujetando. Fue solo un momento, pero las manos de ambos se rozaron y Charles sintió que una chispa saltaba entre ambos. Un escalofrío le recorrió la espalda y tuvo ganas de explorar la mente de su nueva amiga.

Si ella también sintió algo, no lo dijo. Paso la pierna por encima de la bicicleta, y Charles deseó poder alargar un poco más aquella conversación.

- May Calippo, un placer conocerte.

- Lo mismo digo Xavier. Y estaré esperando ese café.

- Pues la próxima vez que nos veamos, ya sabes.

Cuando May se alejó pedaleando, Charles la siguió con la mirada. MayCalippo. No la iba a olvidar tan fácilmente.

Solo cuando estuvo de vuelta a su despacho, perdido entre los papeles de la tesis, se dio cuenta de la presencia de aquella cuartilla de bordes amarillentos. Alguien había escrito unos versos:

The anchor of my purest thoughts, the nurse,

The guide, the guardian of my heart and soul

...

- Estaba…¡uau! Para comérselo. Y cuando se me ha acercado…

- ¡Yo le vi primero! No me lo robes. Además, ¿quién le ha estado ayudando con los trabajos? ¡Yo!

La muchacha rubia frunció el ceño y prosiguió con su increíblementeromántica aventura ("digas lo que digas, me da igual. Se me ha acercado y me ha dicho que iba muy guapa")

May sonrió tras su humeante traza de café. Jenny la examinó con ojo crítico, haciendo caso omiso de la pelea que estaban librando Pet y Sophia.

- Te veo muy callada, corazón. ¿Hay algo que no me estás contando? ¿Has conocido a alguien especial?

- No, la verdad es que… - los ojos azules que la miraban reconociéndola, cuando sus pupilas empezaban a arder - nada, absolutamente nada.

Solo que he conocido a un idiota y todavía no me lo puedo sacar de la cabeza.