Hagamos unas aclaraciones con este fic antes de comenzar.
Para empezar la situación temporal: digamos que estaría situado poco después de la derrota de Diaboromon (el malo de la primera película, si ya sé que lo sabéis y demás pero hay gente que aún no la ha visto o no se acuerda del nombre al leerlo) por lo que la entrada al mundo digital no ha sido sellada y los digimon aparecerán en algunos capítulos.
Los nombres: Al contrario que los otros fics, usaré los nombres originales japoneses.
La historia: como pone el resumen es una historia de amor, con poca acción creo yo. Una relación amorosa prohibida entre los hermanos Kamiya, introduciendo a un personaje de mi invención, Kamiya Kenji, hermano mayor de Tai y Hikari, que ya ha parecido en mis otros fanfics de digimon "La batalla por el mundo real" y "Días pasados, días venideros".
¿Habrá escenas lemon?: Supongo que si… no porque me encante incluir temas sexuales en las historias ni nada por el estilo, sino porque al ser Hikari, la prota de la historia una loli, pues queda un poco feo usarla, ¿no? Pero si la meto tampoco quiero que se vea forzado, si no que salga con la historia. Aunque no me importaría escribir una historia de esas la verdad, bueno, ya más adelante.
Supongo que poco más queda por decir… salvo que espero no haceros aburrida la historia y cumplir expectativas de los lectores.
Por vuestra parte, espero que comentéis que os parece cada capítulo, si tenéis alguna idea decídmela y la introduciré siempre que crea que hará más interesante la historia y sobre todo, sed críticos. Las historias no las hacemos los escritores, las hacéis vosotros.
Después de este rollo, os dejo con el capítulo 1 de esta nueva entrega de fanfic por mi parte.
CAPÍTULO 1
REGRESO A CASA
Que aburrida y monótona se había vuelto su vida. La batalla contra Diaboromon fue la última aventura que Tai y sus compañeros, los niños elegidos, habían vivido. Ahora todo se limitaba a ir al colegio, entrenar en el equipo de fútbol cuando tocaba y volver a casa para estudiar. Como echaba de menos el vivir aventuras por el mundo digital y pasarlo bien con Agumon. Seguro que aún le quedaban digimon por conocer.
Gennai les había prohibido el regreso hasta nuevo aviso. Aún estaba estudiando el cómo había podido colarse un digimon en la red. Yoshiro le había dicho que todo había sido a causa de un chico americano que había creado a un digimon en su ordenador. Todavía le costaba creerlo: ¿se podían crear digimon en un ordenador? Pensándolo bien, ¿él que tenía que decir? Su primer contacto con un digimon fue cuando un digi-huevo apareció de la pantalla del ordenador de su padre.
Un digimon apareció, luchó contra un pájaro gigante y tras destrozar la ciudad desaparecieron, dejando a Hikari y Tai solos. Durante años lo olvidó, como el resto de los niños elegidos. Salvo su hermana, ella se acordaba de todo. Era algo que siempre le había tocado. Era capaz de acordarse de cosas que habían pasado incluso cuando ella tenía dos años, como cuando en casa de sus abuelos Tai rompió el jarrón favorito de su difunto bisabuelo con el balón. Le cayó una buena regañina. Para los estudios no era mala, pero a veces le costaba recordar ciertas cosas.
La puerta de la habitación se abrió de golpe, entrando Hikari a toda prisa. Corriendo se quitó el vestido rosa que llevaba puesto y comenzó a rebuscar en el armario.
- ¿Se puede saber qué haces? ¿Qué forma es esa de entrar? Pareces un animal salvaje.
- ¿Y tú qué? En lugar de estudiar no haces otra cosa que estar tirado en la cama leyendo manga – le reprochó - . Te acabarás convirtiendo en una marmota.
Tai iba a contestarle, pero prefirió callar. No iba a caer en ese juego. Desde el regreso del mundo digital, la relación entre ambos se había distanciado bastante. Kari cada vez estaba mejor de su delicada salud, lo que le permitía hacer más cosas con sus amigas. Siempre se habían llevado bien, y no es que Hikari fuera una niña de estar siempre apegada a su hermano, pero últimamente Tai se sentía un poco solo.
Tras que casi la niña muere por la estúpida idea que tuvo de sacarla de casa estando muy enferma, siempre había estado muy encima de ella. Ahora, tras lo ocurrido en el mundo digital, la niña había madurado, incluso demasiado. A veces no se comportaba como una niña de ocho años. No era egoísta, daba más de lo que pedía, y casi nunca se la veía jugar a cosas de las chicas de su edad. Tai llegaba a pensar que era posible que hasta en edad mental tuviera la misma que él.
La observó por encima del comic. A sus casi recién cumplidos nueve años, ya comenzaba a mostrar un poco de pecho. Aunque no el suficiente como para usar sujetador. Había crecido también un poco en altura, y su cabello también se lo estaba empezando a dejar un poco más largo, sujetándoselo con horquillas. No le quedaban mal. Sin embargo hoy se sujetó el pelo con unos lazos de color naranja. Metió la cabeza por el hueco del vestido amarillo y lo dejó caer para cubrir su cuerpo. Seguidamente se miró en el espejo y unos cuantos pelillos que le sobresalían se los peino.
- ¿Es qué no piensas prepararte o qué? – Le preguntó, al verlo desde el espejo que no se movía de la cama.
- ¿Eh? ¿Para qué?
- ¡Qué cabeza tienes! ¿Has olvidado que hoy regresa Kenji o qué?
Tai miró el calendario. Cierto, hoy era el día en que su hermano volvía a casa tras cinco años. Vale, mentira. Siempre volvía para navidad o celebrar alguno de los cumpleaños de su familia, como para la semana del O-bon. Llevaba cinco años estudiando en América con una beca, y parecía ser que finalmente iba a regresar a Japón. Su hermana tenía razón, lo había olvidado por completo. Por un instante comenzó a recordar cómo eran las cosas antes de que este se marchase, y se esfumaron como vinieron cuando Hikari le lanzó el cojín que usaba para sentarse en la silla del escritorio.
- ¡¿Quieres darte prisa?
- ¡Pero serás…! – Antes de que pudiera hacer nada, la niña ya se había ido del cuarto.
El chico suspiró, volviendo a poner el cojín en su sitio. En serio, era imposible soportar a su hermana cuando Kenji volvía a casa. Siempre que estaba, su hermana no se despegaba de él, incluso bañándose en la misma bañera. Tai no podía recordar cuando fue la última vez que se bañó con su hermana. Por un momento, la imagen de él sentado en el taburete de plástico, con su hermana lavándole la espalda.
- Oni-chan, ¿te gusta?
- Si…
- Esto seguro que te gusta más.
De pronto Tai noto algo durillo y pequeño restregándose por su espalda, además del jabón. Se iba a girar lo que era y al darse cuenta de que eran los pechos de su hermana retiró esos pensamientos de su cabeza pegándoles un golpe, totalmente sonrojado. ¿Cómo demonios podía pensar que su hermana le hiciera eso?
- Argh… me estoy volviendo loco.
Se cambió de ropa a desgana y salió para el salón. Seguramente su padre ya estaría esperando con el coche en marcha, así que no había motivos para hacerle esperar. No se equivocó, en el coche ya estaba su padre. Al igual que su hermana, sentada en el asiento del copiloto.
- ¿Se puede saber qué haces tú ahí?
- ¿Qué pasa? Papá me ha dejado, ¿verdad que si?
- Claro, mi niña ya es mayor para sentarse al lado de su viejo – le respondió sonriendo y acariciándole la cabeza, lo que hizo feliz a la niña.
Pasando de ellos, Tai se sentó atrás. Su madre no tardó en aparecer. Ya todos listos, partieron hacia el aeropuerto. Ojala hubieran salido antes, porque ahora estaba a rebosar de gente que se estaba preparando para embarcar y había que avanzar a empujones. Quien más fácil lo tenía era Hikari, que al ser tan pequeña, podía avanzar más rápidamente.
Tras casi un cuarto de hora de moverse entre el mar de multitud, que casi parecía que fuera la cola para ver un partido de Japón, llegaron a la terminal por la que tendría que llegar Kenji.
- ¿Cuánto falta para que Kenji desembarque? – Preguntó la niña a su padre.
- Mmmm… - miró el reloj - . Unos veinte minutos. Eso si no llega con retraso el avión.
- Mirad, allí hay un sitio libre. Podemos sentarnos – señaló Susumu Kamiya.
Todos se sentaron, a excepción de Tai. No le gustaba esperar sentado. Así de paso si alguien quería podía ocupar su lugar. A él no le importaba. Total, solo eran veinte minutos. Al final se acabó sentando, porque los veinte minutos se convirtieron en una hora.
Hikari bufó, mientras balanceaba las piernas en el aire. Estaba ya cansada de esperar, y habían desembarcado cuatro aviones ya. En ninguno venía su hermano.
- ¿Dónde estará Kenji? – Su madre empezaba a preocuparse. Era la primera vez que venía con tanto retraso.
- No te preocupes. Seguro que el avión habrá parado a repostar o algo. Iré a preguntar a ver qué me dicen.
El hombre desapareció entre la marabunta de gente que iba de un lado a otro, dejando atrás a su familia. Cansado de esperar, Tai se levantó para estirar las piernas. No es que le apeteciese perder allí toda la tarde, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Lo que más le estaba mosqueando es que su hermana no paraba de preguntar la hora cada cinco minutos. Eso le estaba poniendo de los nervios.
- Hikari, ¿por qué no vas al puesto de allí y compras algo para beber?
Había un pequeño puesto a modo de bar y tapas, colocado aposta para sacar el dinero a los pobres ciudadanos que, cansados de esperar su vuelo o que viniera alguien que tenían que recoger, como era su caso, se gastasen allí el dinero. No estaba muy lejos, pero había tanta gente yendo de un lado a otro que le daba miedo. Su madre lo captó enseguida.
- Vale, iré yo mejor. ¿Qué queréis?
- Una cola – pidió Tai.
- Zumo de naranja.
- Vale, esperad aquí, ¿vale? En seguida vuelvo.
La mujer desapareció entre la multitud, teniendo que moverse de nuevo a empujones. Los dos niños, separados por una distancia de un par de metros, se mantenían en silencio.
- Deberías ser más egoísta y pedir más cosas, ¿sabes…? – Comentó de pronto Tai.
- ¿Por qué dices eso?
- Aún eres una niña, y te comportas de forma contraria. Si sigues así te convertirás en una amargada cuando crezcas y ningún chico se fijará en ti.
- ¡C-Cállate! – Se picó, ruborizada - ¡Ese no es tu problema, tonto!
Hikari igual sabía picarle, y Tai no iba a ser menos. La niña aún no se había empezado a interesar en los chicos, que él supiera. Aunque a veces empezaba a ser bastante modosita con ciertas cosas. Según como le daba, a veces le daba vergüenza que la viera desnuda y otras no. Si venían sus amigas a casa, igual lo tiraba de la habitación que lo dejaba estar dentro. Estaba teniendo una pre-adolescencia muy rara.
Por un momento, Tai sintió curiosidad en cual podría ser el tipo de chico que le gustase a su hermana. Él mismo no lo tenía claro todavía. Muchas veces lo habían emparejado en su clase con Sora. No es que la chica fuera fea ni nada por el estilo, pero no sabía. No le atraía para nada. Miró a su hermana, el claro ejemplo de niña madura y con mente de adolescente, no preocupada por los chicos y centrada en los estudios. ¿Igual era ese el tipo de chica que Tai buscaba? No tenía ni idea.
Todo pasó tan rápido que no le dio tiempo ni a reaccionar. Un chico, de unos 16 años, agarró a su hermana y le puso un cuchillo cerca de la garganta. La gente chilló y se alejó, mientras que Tai se puso en guardia. Parecía que ese chaval se dio cuenta, porque le lanzó una advertencia acercando el filo del cuchillo a la yugular de la niña.
- ¡Qué alguien me traiga más mierda! ¡¿Me habéis oído? ¡Si no le rajo el cuello a esta mocosa!
"¡Estupendo, un yonkie!"
Era la primera vez que se encontraba con uno cara a cara, pero ya los había visto en los documentales. Esa gente era capaz hasta de matar por poder meterse algo de droga en el cuerpo. El chico no lo comprendía, pero así era como vivía mucha de esa gente. Temas de marginados aparte, tenía que ver la forma de salvar a su hermana.
- ¡Suéltame, me haces daño! – Se quejó la niña sintiendo que el brazo que cubría su cuello casi no le dejaba respirar.
Susumu Kamiya se metió entre la multitud, solo para ver horrorizada como la víctima del ataque de ese drogadicto era su propia hija. Eso la puso histérica, corriendo para ir a por su hija.
- ¡Quieta, zorra! – Giró corriendo el drogadicto apuntándole con la navaja - ¡Si alguien se acerca me cargo a la mocosa, ¿me habéis oído? ¡Os juro que me la cargo! ¡Joder, ¿dónde está mi mierda?
El tipo estaba tan colocado que la mano que sostenía la navaja no paraba de temblar. E incluso parecía que por la boca le salía espuma.
- ¡Por favor, si quieres a un rehén tómame a mí pero deja a mi hija!
- ¡A callar, joder! ¡Cómo no te calles te juro que le cortó el cuello!
Hikari empezó a llorar de miedo. Cada vez le costaba más respirar y estaba muy asustada. Pero no era capaz ya de rogar por ayuda, no le salía palabra alguna.
Tai vio su oportunidad de pillar al yonkie por la espalda y saltó sobre él. Este pareció prever que iba a hacer, porque dio un giro rápido y le atacó con la navaja. Pudo parar a tiempo, pero eso no evitó que le hiciera un corte en la mejilla.
- ¡He dicho que no se acerque nadie, joder! ¡¿Quieres qué te mate a ti también, eh? ¡¿Eso quieres?
La mirada desafiante de Tai pareció descontrolar al tipo, que levantó la cuchilla dispuesto a clavársela en la cabeza y acabar con la vida del chico. Tai no podía esquivarla, pero al menos estaba dispuesto a aprovechar la oportunidad para, una vez recibido el corte, al menos liberar a su hermana. Si conseguía salvarla a ella ahora le daba igual lo que le pasase a él.
- ¡Tai, apártate por favor! – Le rogó su madre.
Como un lince que espera entre la maleza para atacar a su presa, una figura salió de entre la multitud y le pegó una patada voladora en la cara al drogadicto. El tipo cayó a tierra, soltando a Hikari, que fue corriendo su hermano.
- ¡Me cago en… ¿quién coño ha sido el hijo pu-? – Antes de que pudiera decir nada, el salvador de los niños le pisoteo sus testículos con fuerza - ¡Iaaaaaaaaagh!
- ¿Qué ibas a decir de mi madre, desgraciado? Lo que es más… - presionó con el doble de fuerza - ¿Quién coño te crees que eres para usar a mi hermana como rehén, insultar y amenazar a mi madre y hacerle daño a mi hermano, pedazo de basura?
Todos se quedaron mirando a ese chico que había sido el salvador de la niña. Cabello castaño alborotado, ojos marrones como la arena del desierto y piel blanca como la leche sin cola cao. Su familia ya no tenía ninguna duda.
- ¡Hermanito! – Se alegró la niña de verlo.
Como el drogadicto había perdido el conocimiento, Kenji se acercó a sus hermanos para comprobar que estaban bien. La niña se le lanzó a los brazos y este le respondió cogiéndola al vuelo y dándole varias vueltas en el aire. Luego la mantuvo en sus brazos.
- Estáis los dos bien, ¿verdad?
- Gracias a ti, desde luego – le respondió Tai.
Kenji se lamió el pulgar y lo restregó por el corte que Tai tenía en la mejilla izquierda, limpiándole la sangre. Hizo una mueca de dolor debido al escozor que sintió.
- Una cicatriz de un héroe, solían decir en las guerras de antaño – bromeó.
- No seas idiota, hermano…
- ¡¿Estáis bien?
Susumu se acercó a sus hijos. Cogió en brazos a Hikari llorando de felicidad al comprobar que estaba bien. También abrazó a Tai, feliz de que al final no le hubiese pasado nada.
- Ey, ey… ¿para mí no hay abrazo? – Se quejó un poco celoso, Kenji - . Que he sido yo quien los ha salvado, ¿eh?
- Claro que sí, tonto – sonrió su hermana, aun llorando.
Tras varios meses sin verlo, finalmente volvía a abrazar a su hijo mayor. Que ahora finalmente había vuelto para quedarse. Este le correspondió también con un abrazo. Estaba feliz de volver finalmente a casa.
La seguridad del aeropuerto llegó por fin y se llevaron al drogadicto. Emitir una denuncia sería estúpido, a fin de cuentas solo había sido el susto y nada más. Y gracias a dios no volverían al aeropuerto en mucho tiempo, así que pasaron de denunciar nada.
- Sí que has llegado tarde, Kenji. ¿Se ha retrasado el avión?
- ¿Retrasado? – Frunció el ceño –. Lo que yo quiero saber es que hacéis en la terminal siete.
- ¿Eh? Pero si papá dijo que vendrías por aquí, cielo.
- Dios… - se llevó una mano a la cabeza - . Le dije que vendría por la trece, la tre-ce.
Su familia se le quedó mirando, atónitos. Ahora entendían la razón por la que llegaba tan tarde. Se habían equivocado de terminal.
- Menos mal que se me ocurrió salir a buscaros. Ya pensé que me habíais dejado tirado.
- ¡De eso nada! – Protestó su hermana - ¡Llevamos aquí desde hace una hora! ¡Lo que pasa es que papá es tonto!
- Bueno, pero ya está todo resuelto en cuando vuelva vuestro padre nos iremos.
Tai miraba en silencio a su familia. Se sentía extraño. Por unos instantes, los sentimientos y el instituto de supervivencia y de proteger a su hermana se activaron, como cuando estaban en el mundo digital. La sola idea de que algo le pasase le había vuelto loco el corazón. Por un momento de verdad pensaba que algo le iba a pasar a Hikari.
Había sido un sentimiento protector que había regresado de golpe, y por alguna extraña razón, le hacía sentir bien. Su hermana sería una niña madura para su edad, pero aún seguía precisando de protección pues seguía siendo una niña indefensa. Y Tai, como su hermano, estaría allí para cuidar de ella. De quien fuera.
