¡Hola a todos! ¿Cómo han estado? Aquí VicPin reportándose con la novedad de que el internet en mi casa está ahorita atravesando un problema :(, por lo que vine aquí, a esta cafetería, a subir este relato tan pequeño sobre una pareja crack que me encanta: Kyle y Henrietta, la gótica XD.
Ojalá les guste.
¡Saludos!
Vicka.
P.d: Los personajes del presente relato no son míos; son de Trey y Matt.
Kylerietta.
Kyle Broflovski, de 17 años, estaba completamente nervioso, tal vez más que Butters, su amigo, o incluso más que Stan, su súper mejor amigo.
La razón de su nerviosismo estaba a pocos metros de él.
Tal vez no era la chica convencional o la chica más popular de la escuela, pero si había algo que tenía Henrietta Biggle al respecto era su aura misteriosa, un aura que la hacía ver un tanto… Sobrenatural.
Henrietta había cambiado mucho conforme pasaban los años. Su cuerpo obeso se había transformado en un cuerpo escultural, perfecto, de esos que pocas mujeres podían lograr. Eso lo evidenciaban los vestidos cortos que había empezado a llevar a la escuela desde los quince años, vestidos cortos que dejaban desangrados a más de cuatro, especialmente a él, al cerebrito del Cuarteto.
- Uhmmm… ¿Henrietta? – le habló al verla a solas en el pasillo.
La aludida se volvió y, muy hosca, le replicó:
- ¿Qué?
Uhmmm… Bueno… Uhmmm… ¿Quieres…? Bueno… ¿Quieres venir conmigo al Club de Lectura? M-me… Me pidieron que llevara a un acompañante que le guste la lectura y… Bueno, como Stan me dijo que a ti te gusta leer, pues pensé en…
- Invitarme – concluyó la joven.
- S-sí… A-así es… Uhmmm…
Henrietta apagó su cigarro, se acercó a Kyle y, con una sonrisa, le dijo:
- ¿A qué hora es eso del famoso club de lectura?
- A-a las 4... Este sábado... E-en mi casa.
- Hmph… Bien. Estaré ahí… Kyle.
Dicho eso, la gótica se retiró mientras que Kyle, con una sonrisa enorme en su rostro, se dijo para sus adentros:
- ¡Yahooooooooooo! ¡Lo hice!
Mientras tanto, desde pocos metros del pelirrojo…
- ¡Ja! – exclamó Kenny triunfante - ¡Gané!
Extendiendo la mano, añadió:
- Mis 10 dólares, Boyett…
Trent Boyett, el bravucón de la escuela, frunció el ceño y le entregó al chico pobre los diez dólares.
- Mierda, Kenny – murmuró -… ¡Ya van 100 dólares los que te estoy dando con esas apuestas tan estúpidas!
- Lo siento, viejo, pero sabes que soy el mejor en asuntos de amores.
- ¡Argh!
