Toda la historia peretenece a la increíble Jennifer L. Armentrout. Nombres de los personajes a la maravillosa Sthepenie Meyer.

¡Hola otra vez! Continuamos con la saga, y esta vez toca OPPOSITION. Si han llegado sin querer a este fic déjenme les explicó un poco. Mientras dudaba si leer Twilight o Lux (dos de mis sagas favoritas) se me ocurrió unirlas en una sola! Así que he tomado prestados algunos personajes de la maravillosa Stephenie Meyer para adaptarlos a la historia que escribió la increíble Jennifer L. Armenatrout. Repito, si no la han leído pueden empezar ahora con este fic o con los libros originales. En mi perfil puden encontrar la adaptación completa de Obsidian, Onyx, Opal, Origin y ahora es turno de Opposition. Espero que disfruten la lectura! Vamos! ;*

Bella sabe que el mundo cambió la noche en que los Luxen llegaron. No puede creer que Edward le diera la bienvenida a su raza o no hiciera nada respecto a la amenaza de sus iguales de destruir a todos los humanos e híbridos en la Tierra. Pero las líneas entre el bien y el mal se han difuminado, y el amor se ha convertido en una emoción que podría destruirla… destruirlos a todos. Edward hará cualquier cosa para salvar a los que ama, incluso si esto implica la traición. Deberán formar equipo con un enemigo singular si quieren tener alguna posibilidad de sobrevivir a la invasión. Pero cuando rápidamente se vuelve imposible distinguir al amigo del enemigo, y el mundo se desmorona a su alrededor, tal vez lo pierdan todo, incluso aquello que más aman, para asegurar la supervivencia de sus amigos... y la humanidad. La guerra ha llegado a la Tierra. Y no importa el resultado, el futuro nunca será el mismo para los que queden.

Bella PDV

Hace un tiempo, tenía un plan para la remota posibilidad de que me encontrara en toda esa cosa del "fin del mundo". Consistía en subir al techo con la canción "It 's t he End of t he World as We Know It (And I Feel Fine)1" de R.E.M, tan fuerte como fuera humanamente posible. Pero en la vida real, raramente eso podría verse genial.

Estaba sucediendo. Todo lo relacionado con el mundo tal como lo conocíamos estaba terminando, y puedo asegurar que no se sentía bien.

O genial.

Abrí los ojos y me acerqué a un lado de la endeble cortina blanca.

Me asomé, viendo más allá de la entrada y el limpio patio, dentro de los espesos bosques que rodeaban la cabaña que Seth había escondido en los bosques de Coeur d'Alene, una ciudad en Idaho que ni siquiera podía comenzar a pronunciar o escribir.

El patio se encontraba vacío. No había ningún parpadeo, ninguna luz blanca brillando a través de los árboles. No había nadie por ahí.

Corrección. No había nada por ahí. Los pájaros no cantaban o aleteaban, moviéndose de rama en rama. Ni una sola señal de ninguna criatura del bosque corriendo hacia cualquier lugar. No se escuchaba siquiera el leve zumbido de los insectos. Todo se hallaba en silencio y quieto, tranquilo, de una forma totalmente aterradora.

Fijé la mirada en el bosque, en el último lugar dónde había visto a Edward. Un palpitante y profundo dolor iluminó mi pecho. La noche en que me había quedado dormida en el sofá parecía haber pasado hacía siglos, pero sólo habían transcurrido cuarenta y ocho horas, o algo así, desde que desperté sobrecogida, y casi cegada, por la verdadera forma de Edward. No había sido capaz de controlarlo, aunque si hubiéramos sabido lo que significaba, probablemente no habría cambiado nada.

Así que muchos otros de su especie, cientos, si no miles de Luxen, habían llegado a la Tierra, y Edward... se había ido, junto con sus hermanos. Nosotros todavía estábamos aquí, en esta cabaña.

Una presión se cerró sobre mi pecho, como si alguien estuviera apretando mi corazón y mis pulmones con pinzas. Cada cierto tiempo, la advertencia del Sargento Marcus volvía a atormentarme. De verdad había creído que el hombre, que todo Daedalus, montaba un loco tren a Chifladolandia, pero él tenía razón.

Dios, ellos tenían tanta razón.

Los Luxen llegaron como Daedalus había advertido, como si hubieran estado preparados para hacerlo, y Edward...

El dolor golpeó y rasgó el aire de mis pulmones, apreté los ojos con fuerza. No tenía idea de por qué se fue con ellos o por qué no había visto, u oído nada de él o de su familia. El terror y la confusión en torno a su desaparición eran una constante sombra que rondaba cada momento, incluso los pocos minutos que había sido capaz de dormir.

¿De qué lado se pondría Edward? Marcus me había preguntado eso una vez, mientras me mantenían en la muy real Área 51, y no podía dejarme creer que tenía esa respuesta ahora.

En los últimos dos días, más Luxen habían caído del cielo. Siguieron viniendo y viniendo como un flujo interminable de estrellas fugaces, y luego hubo…

—Nada.

Mis ojos se abrieron de golpe, y la cortina se deslizó de mis dedos, volviendo a caer suavemente en su lugar.

—¡Fuera de mi cabeza!

—No puedo evitarlo —contestó Jasper desde donde se encontraba sentado en el sofá—. Estás transmitiendo tus pensamientos tan condenadamente fuerte, que siento que debo ir a sentarme en un rincón y comenzar a mecerme, susurrando el nombre de Edward una y otra vez.

La irritación pinchó mi piel, y no importó lo mucho que traté de mantener mis pensamientos, mis preocupaciones y temores para mí, era inútil cuando no sólo había uno, sino dos Orígenes en la casa. Su pequeña e ingeniosa capacidad de leer los pensamientos se había vuelto rápidamente molesta. Tomé la cortina nuevamente, observando el bosque.

—¿Aún no hay señales de ningún Luxen?

—Nop. Ni una sola luz intensamente brillante estrellándose contra la Tierra en las últimas cinco horas. —Jasper sonaba tan cansado como yo me sentía. Él tampoco había estado durmiendo mucho. Mientras me encontraba obsesionada con mantener un ojo en el exterior, él se había centrado en el televisor. Noticias en todo el mundo informaban sin parar sobre el "fenómeno".

—Algunos de los canales de noticias están tratando de decir que fue una lluvia masiva de meteoritos.

Solté un bufido.

—Intentar ocultar algo es inútil en este momento. —Jasper suspiró cansado, y tenía razón.

Lo qué pasó en Las Vegas, lo que habíamos hecho, había sido grabado y esparcido por todo Internet en cuestión de horas. En algún momento del día posterior a la destrucción absoluta de Las Vegas, todos los videos habían sido quitados, pero el daño ya estaba hecho. Desde lo que el helicóptero de noticias logró capturar antes de que Daedalus lo derribara, hasta todo lo que habían grabado con sus teléfonos celulares aquellos que se encontraban en la escena, nada podía parar la verdad. A pesar de todo, Internet era un lugar divertido. Mientras que algunas personas ponían en sus blogs que era el final de los tiempos, otros tomaron un enfoque más creativo. Al parecer, hasta habían creado un meme.

El meme del brillante alienígena increíblemente fotogénico.

Lo que en realidad era Edward cambiando a su verdadera forma.

Sus rasgos humanos estaban velados hasta lo irreconocible, pero yo sabía que era él. Si él estuviera aquí para verlo, realmente lo hubiera disfrutado.

Pero no lo estaba…

—Detente —dijo Jasper suavemente—. No sabemos qué demonios están haciendo, Edward, o cualquiera de ellos, en este momento, o por qué. Ellos van a volver.

Me aparté de la ventana, por fin enfrentando a Jasper. Su cabello rubio se encontraba corto cerca del cuero cabelludo, al típico estilo militar. Era alto y ancho de hombros, alguien que se veía como que podría derribar a cualquiera cuando hiciera falta, y yo sabía que podía.

Jasper podía ser francamente mortal.

La primera vez que lo conocí, en el Área 51, creí que sólo era un soldado. No fue sino hasta que Edward llegó que descubrimos que era el implante de Seth dentro de Daedalus y también, al igual que Seth, un Origen, el hijo de un Luxen varón y una mujer híbrido.

Mis puños se cerraron.

—¿De verdad lo crees? ¿Qué van a volver?

Sus ojos color amatista se movieron desde el televisor a los míos.

—Es todo lo que puedo creer en este momento. Todo lo que cualquiera de nosotros puede creer.

Eso no era muy tranquilizador.

—Lo siento —respondió, haciéndome saber que había leído mis pensamientos una vez más. Asintió hacia la televisión antes de que pudiera enumerarlas—. Algo está pasando. ¿Por qué razón los Luxen habrían llegado a la Tierra y luego sólo permanecido en silencio?

Esa también era la pregunta del año.

—Creo que es bastante obvio —dijo una voz desde el pasillo. Me giré mientras Seth entraba en la sala de estar. Alto y esbelto, con el cabello color marrón recogido en una cola de caballo en la parte posterior de su cuello. Seth era más joven que nosotros, tenía alrededor de catorce o quince años, pero era como un pequeño líder adolescente de la mafia y, a veces, daba más miedo que Jasper—. Y sabes exactamente de lo que estoy hablando —agregó, mirando al Origen mayor.

Mientras Jasper y Seth tenían una batalla de miradas, algo que habían estado haciendo un montón durante los últimos dos días, yo me encontraba sentada en el brazo de un sillón junto a la ventana.

—¿Les importaría explicarlo en voz alta?

Seth tenía un hermoso rostro de niño, como si todavía no hubiera perdido la redondez de la infancia, pero había una sabiduría en sus ojos violeta que estaba más allá de los años.

Se apoyó en el marco de la puerta, cruzando los brazos.

—Están planeando. Formulando una estrategia. Esperando.

Eso no sonaba bien, pero no me sorprendió. Un dolor se formó entre mis sienes. Jasper no dijo nada, volviendo a mirar hacia el televisor.

—¿Por qué sino iban a venir aquí? —continuó Seth mientras inclinaba la cabeza, mirando por la ventana cortinada cerca de mí—. Estoy seguro de que no es para estrechar manos y besar mejillas de bebés. Están aquí por una razón, y no es bueno.

—Daedalus siempre creyó que invadirían. —Jasper se sentó, cruzando las manos sobre las rodillas—. La iniciativa de los Orígenes fue en respuesta a esa preocupación. Después de todo, los Luxen no tienen un historial de jugar limpio con otras formas de vida inteligente. Pero, ¿por qué ahora?

Haciendo una mueca, me froté las sienes. No le había creído al Dr. Phil cuando me dijo acerca de cómo los Luxen eran, en realidad, la causa de la guerra entre ellos y los Arum, una guerra que había destruido ambos planetas.

Y yo que pensaba que el Sargento Marcus y Victoria Husher, la perra a cargo de Daedalus, eran monstruos locos.

Estaba equivocada.

Y también Edward.

Seth arqueó una ceja mientras tosía una carcajada.

—Oh, no lo sé, podría tener que ver con el espectáculo muy público que montamos en Las Vegas. Sabemos que había implantes aquí, Luxen que no eran tan aficionados a los seres humanos. Cómo se comunicaban con los Luxen fuera de este planeta está más allá de mí, pero, ¿realmente importa ahora? Este era el momento perfecto para hacer una entrada.

Mis ojos se estrecharon.

—Dijiste que era una idea brillante.

—Creo que muchas cosas son ideas brillantes. Como las armas nucleares, los refrescos con cero calorías, y los chalecos de mezclilla azul –contestó—. Eso no quiere decir que deberíamos bombardear a las personas, o que las bebidas dietéticas saben bien, o que deberías correr a Walmart y comprar un chaleco de mezclilla. No siempre tienen que escucharme.

Puse los ojos en blanco con tanta fuerza que casi se cayeron de la parte posterior de mi cabeza.

—Bueno, ¿qué otra cosa se suponía que debíamos hacer? Si Edward y los otros no se hubieran expuesto a sí mismos, habríamos sido capturados.

Ninguno de los chicos respondió, pero las palabras no dichas colgaban entre nosotros. Si hubiéramos sido capturados, hubiese apestado a culo de burro y algo más, pero Carlisle, Irina y Alec probablemente todavía estarían vivos. Así como también los seres humanos inocentes que perdieron la vida cuando todo se fue a la mierda.

Pero no había nada que pudiéramos hacer al respecto ahora. El tiempo podría congelarse durante períodos cortos, pero nadie podía volver atrás y cambiar las cosas. Lo hecho, hecho estaba, y Edward había tomado esa decisión para protegernos a todos. Me condenarían antes de que alguien lo arrojara debajo de la nave espacial.

—Te ves cansada —comentó Jasper, y me tomó un momento darme cuenta de que me hablaba a mí.

Seth volvió esos ojos inquietantes sobre mí.

—En realidad, te ves como la mierda.

Dios. Gracias.

Jasper no le hizo caso.

—Creo que deberías intentar dormir. Sólo por un ratito. Si algo sucede, te buscaremos.

—No. —Negué con la cabeza por si acaso mi señal verbal no era suficiente—. Estoy bien. —La verdad era que me encontraba lejos de estar bien. Probablemente estaba a un paso de ir a ese rincón oscuro de la habitación y mecerme hacia adelante y hacia atrás, pero no podía romperme, y no podía dormir. No cuando Edward se encontraba ahí fuera en alguna parte, y no cuando todo el mundo estaba al borde del... infierno, convirtiéndose en una distopía, como una de esas novelas que solía leer.

Suspiré. Libros. Los extrañaba.

Jasper frunció el ceño y eso volvió a su hermoso rostro un poco más aterrador, pero antes de que pudiera ponerlo sobre mí, Seth se apartó de la puerta y habló.

—En realidad, creo que ella tiene que ir a hablar con Rosalie.

Sorprendida, eché un vistazo a la escalera en el pasillo fuera de la habitación. La última vez que revisé, la chica dormía. Eso era todo lo que Rose parecía hacer. Casi sentía envidia de su capacidad para dormir tanto tiempo.

—¿Por qué? —pregunté—. ¿Está despierta?

Seth se encaminó hacia la sala.

—Creo que ustedes dos necesitan un poco de "charla de chicas".

Mis hombros se hundieron cuando suspiré.

—Seth, realmente no creo que este sea el momento para una unión entre las chicas.

—¿No lo es? —Se dejó caer en el sofá junto a Jasper y pateó los pies encima de la mesa de café—. ¿Qué más haces aparte de mirar por la ventana y tratar de evitarnos para poder ir al bosque, buscar a Edward, y probablemente ser comida por un león de montaña?

La ira me golpeó mientras giraba mi larga cola de caballo por encima de mi hombro.

—En primer lugar, me gustaría no ser comida por un león de montaña. En segundo lugar, por lo menos estoy tratando de hacer algo más que sentarme sobre mi culo.

Jasper suspiró.

Pero Seth sólo me sonrió.

—¿Vamos a tener esta discusión otra vez? —Miró a un Jasper con cara de piedra—. Porque me gusta cuando los dos pelean. Es como ver a una mamá y un papá teniendo un desacuerdo marital. Siento que tengo que ir a esconderme en algún dormitorio o algo así, para que sea más auténtico. Tal vez cerrar una puerta de golpe o…

—Cállate, Seth —gruñó Jasper, y luego volvió su mirada en mí—.Hemos pasado por esto más veces de las que siquiera puedo pensar. Ir detrás de ellos no es inteligente. Habrá muchos, y no sabemos si…

—¡Edward no es uno de ellos! —grité, saltando de pie y respirando con dificultad—. No se les ha unido. Tampoco lo harían Alice o Emmett. No sé lo que está pasando. —Mi voz se quebró, y una oleada de emoción subió por mi garganta—. Pero ellos no harían eso. Él no lo haría.

Jasper se inclinó hacia adelante, con los ojos relucientes.

—No sabes eso. No lo sabemos.

—¡Acabas de decir que volvería! —disparé contra él.

No respondió mientras regresaba su mirada a la televisión, y eso me dijo lo que en el fondo ya sabía. Jasper no esperaba que Edward, o cualquiera de ellos, volviera.

Apretando mis labios, negué con la cabeza tan rápido que mi cola de caballo se convirtió en un látigo. Me di la vuelta, yendo hacia la puerta antes de que comenzáramos a pelear de nuevo.

—¿A dónde vas? —preguntó Jasper.

Resistí el impulso de girarme.

—Al parecer voy a tener una charla de chicas con Rose.

—Suena como un plan —comentó Seth.

Sin hacerle caso, rodeé las escaleras e hice cualquier cosa menos acercarme a ellos. Odiaba sentarme y no hacer nada. Odiaba que cada vez que abría la puerta delantera, Seth o Jasper estuvieran ahí para detenerme. Y lo que más odiaba de todo era el hecho de que me podían detener.

Yo podría ser un híbrido, un mutante con todo ese poder Luxen, pero ellos eran Orígenes, y me podían patear el trasero de aquí a California si llegaba el momento.

El piso de arriba estaba tranquilo y oscuro, no me gustaba estar allí.

No estaba segura de por qué, pero los diminutos cabellos de mi nuca se elevaban cada vez que venía aquí y caminaba por el largo y estrecho pasillo.

Rosalie y Emmett habían requisado la última habitación a la derecha, la primera noche que estuvimos aquí, y ahí es donde Rose se había quedado desde que... bueno, desde que él se fue. No conocía bien a la chica, pero sabía que había pasado por mucho cuando se hallaba bajo el control de Daedalus, y tampoco creía que ella fuera la más estable de todos los híbridos por ahí, aunque no era su culpa. Y odiaba admitirlo, pero a veces, ella como que me asustaba.

Deteniéndome frente a su puerta, golpeé con los nudillos en vez de entrar directamente en la habitación.

—¿Sí? —dijo una voz fina y chillona.

Hice una mueca mientras empujaba la puerta. Rose sonaba terrible, y cuando logré verla… no fue lindo. Sentada contra la cabecera con una montaña de mantas apiladas alrededor de ella, tenía círculos oscuros bajo los ojos. Sus rasgos pálidos y esqueléticos eran afilados, y su cabello una maraña sin lavar. Traté de no respirar muy profundamente, porque la habitación olía a vómito y sudor.

Me detuve en la cama, sobresaltando mi centro.

—¿Estás enferma?

Su mirada desenfocada se alejó de mí, aterrizando en la puerta del cuarto de baño contiguo. No tenía sentido. Los híbridos —nosotros no podíamos enfermarnos. Ni de resfriado común ni del más peligroso cáncer.

Como los Luxen, éramos inmunes a todo lo que existía en términos de enfermedad, ¿pero Rose? Sí, ella no se veía demasiado bien.

Una enorme sensación de inquietud floreció en mi vientre, tensando mis músculos.

—¿Rose?

Su mirada finalmente flotó de vuelta a mí.

—¿Ya regresó Emmett?

Mi corazón dio un vuelco muy fuerte, casi dolorosamente. Ellos dos habían pasado por muchas cosas, más de lo que Edward y yo lo hicimos, y esto… Dios, esto no era justo.

—No, no ha vuelto aún, pero, ¿tú? Pareces enferma.

Levantó una delgada y pálida mano a su garganta mientras tragaba.

—No me siento muy bien.

No sabía en qué nivel de sentirse mal estaba, y casi tenía miedo de averiguarlo.

—¿Qué está mal?

Levantó un hombro y pareció haberle tomado un gran esfuerzo. — No deberías estar preocupada —dijo en voz baja, mientras recogía el dobladillo de una manga—. No es gran cosa. Voy a estar bien una vez que Emmett regrese. —Su mirada flotó de nuevo, y cuando dejó caer el borde de la manta, se agachó, puso su mano sobre su vientre cubierto por una manta y dijo—: Nosotros estaremos bien cuando Emmett regrese.

—¿Nosotros estaremos…? —Me callé mientras mis ojos se abrían como platos. Mi mandíbula se aflojó y cayó mientras la veía boquiabierta.

Me quedé mirando donde estaba su mano y vi con creciente horror mientras se frotaba la barriga en círculos lentos y firmes. Oh, no. Oh, demonios no a la décima potencia.

Comencé a avanzar y luego me detuve.

—Rosalie, ¿estás… estás embarazada?

Ella echó la cabeza hacia atrás contra la pared y cerró los ojos. —Debimos haber tenido más cuidado.

Mis piernas se sentían débiles de repente. El sueño. El agotamiento.

Todo eso tenía sentido. Rose estaba embarazada, pero primero, como una idiota, no entendía cómo. Entonces el sentido común se hizo cargo y quería gritar, ¿dónde estuvieron los condones? Pero ese era una especie de punto discutible.

Una imagen de Nahuel apareció en mi cabeza, el niño que había intentado escapar de Daedalus. Nahuel, el niño que había roto cuellos y destruido cerebros con un solo pensamiento.

Santos bebés alienígenas, ¿ella llevaba uno de ellos? ¿Uno de esos espeluznantes hijos —espeluznantes, peligrosos y extremadamente mortales? Por supuesto, Jasper y Seth habían sido probablemente uno de esos espeluznantes niños en su tiempo, pero nada sobre ese pensamiento era tranquilizador, porque el nuevo lote de Orígenes que Daedalus había preparado era diferente al que Seth y Jasper habían aparecido.

Y Seth y Jasper todavía son un poco espeluznantes.

—Estás viéndome como si estuvieras molesta —dijo en voz baja.

Forcé una sonrisa en mi cara, sabiendo que probablemente me veía un poco loca.

—No. Estoy sorprendida.

Una débil sonrisa apareció en sus labios.

—Sí, lo estábamos también. Realmente es un mal momento, ¿no?

Ja. El eufemismo del año.

Mientras la veía, la sonrisa lentamente se deslizó de sus labios. No tenía ni idea de qué decirle. ¿Felicidades? Por alguna razón, eso no parecía apropiado, pero también parecía mal no decirlo. ¿Siquiera sabían acerca de los Orígenes, de todos esos niños que Daedalus tenía?

¿Y este bebé sería como Nahuel?

Dios, ¿en serio? ¿No teníamos suficientes cosas para preocuparnos en este momento? Mi pecho se apretó y pensé que podría estar teniendo un ataque de pánico.

—¿Qué… qué tan avanzada estás?

—Tres meses —dijo, tragando con dificultad.

Necesitaba sentarme.

Demonios, necesitaba un adulto.

Visiones de pañales sucios y pequeños rostros rojos enojados bailaban en mi cabeza. ¿Sería un bebé, o tres? Eso era algo que nunca pensamos cuando se trataba de los Orígenes, pero los Luxen siempre venían en tres.

Oh, santa llama del drama, ¿tres bebés?

La mirada de Rose se encontró con la mía de nuevo y algo en sus ojos me hizo estremecer. Se inclinó hacia adelante, su mano calmando su vientre.

—No están regresando por sí mismos, ¿verdad?

—¿Qué?

—Ellos —dijo—. Emmett, Edward y Alice. No van a volver por sí mismos, ¿verdad?

Alrededor de treinta minutos más tarde, bajé en un aturdimiento. Los chicos estaban donde los había dejado, sentados en el sofá, viendo las noticias. Cuando entré en la habitación, Seth me miró y Jasper se veía como si alguien le hubiera metido un palo hasta un lugar muy incómodo.

Y lo supe.

—¿Ustedes dos sabían de Rosalie? —Quería golpearlos cuando me miraban fijamente—. ¿Y nadie pensó en decirme?

Jasper se encogió de hombros.

—Teníamos la esperanza de que no se convirtiera en un problema.

—Oh, Dios mío. —¿No convertirse en un problema? ¿Cómo estar embarazada de un bebé híbrido extraterrestre no era un gran problema y sólo, no sé, seguiríamos? Me dejé caer en la silla, poniendo la cara entre las manos. ¿Y ahora qué? En serio—. Ella va a tener un bebé.

—Eso es lo que generalmente sucede cuando tienes relaciones sexuales sin protección —comentó Seth—. Sin embargo, me alegro de que las dos hablaran, porque no quería ser el portador de la noticia.

—Ella tendrá uno de esos niños espeluznantes —proseguí, alisando las puntas de mis dedos sobre mi frente—. Va a tener un bebé y Emmett ni siquiera está aquí y todo el mundo se está cayendo a pedazos.

—Sólo tiene tres meses. —Jasper se aclaró la garganta—. No entremos en pánico.

—¿Pánico? —le susurré. El dolor de cabeza era cada vez peor—. Hay cosas que necesita como, no sé, un médico para asegurarse de que el embarazo va bien. Necesita las vitaminas prenatales, alimentos y probablemente galletas saladas, pepinillos y…

—Y podemos conseguirle esas cosas —replicó Jasper y yo levanté la cabeza—. Todo excepto el médico. Si alguien saca su sangre, bueno, eso sería problemático, sobre todo teniendo en cuenta lo que está pasando.

Me quedé mirándolo.

—Espera. Mi mamá…

—No. —La cabeza de Seth azotó hacia mí—. No puedes comunicarte con tu mamá.

Mi columna se puso rígida.

—Ella podría ayudarnos. Por lo menos darnos una idea general de cómo cuidar a Rose. —Una vez que la idea me vino a la cabeza, me aferré a ella. Era totalmente honesta conmigo misma.

Parte de la razón por la que me pareció una gran idea era porque quería hablar con ella. Necesitaba hablar con ella.

—Ya sabemos lo que Rose necesita, y a menos que tu mamá tenga información relevante sobre cómo cuidar a híbridas embarazadas, no hay mucho que nos pueda decir ella que Google no. —Seth sacó los pies de la mesa de centro y estos golpearon contra el suelo—. Y será peligroso ponerse en contacto con tu madre. Su teléfono podría estar monitoreado. Demasiado peligroso para nosotros y ella.

—¿De verdad crees que a Daedalus le importa dónde estamos justo ahora?

—¿Es algo por lo que quieras arriesgarte? —preguntó Jasper, viéndome a los ojos—. ¿Estás dispuesta a ponernos en peligro, incluyendo a Rose, todo basado en una esperanza de que ellos tengan sus manos llenas? ¿Estás dispuesta a hacerle eso a tu madre?

Mi boca se cerró mientras lo veía fijamente, pero la lucha se filtró fuera de mí como un globo desinflado. No. No, no me arriesgaría a eso. No nos haría eso, o a mi mamá. Las lágrimas pinchaban mis ojos y me obligué a tomar una profunda respiración.

—Estoy trabajando en algo que esperanzadoramente se encargará del problema de Victoria —anunció Seth, pero lo único en que lo había visto trabajar era en el arte de sentarse sobre su trasero.

—De acuerdo —le dije con voz ronca mientras deseaba que el dolor de cabeza se fuera y que los bordes de amargo pánico retrocedieran. Tenía que mantener la calma, pero ese rincón oscuro se veía mejor y mejor—. Tenemos que conseguir las cosas para Rose.

Jasper asintió.

—Nosotros lo haremos.

Menos de una hora después, Seth entregó una lista de los elementos que había buscado en internet. Toda la situación me hizo sentir como si estuviera en una especie de retorcido y especial después de la escuela.

Quería reírme mientras doblaba el trozo de papel en el bolsillo trasero de mis vaqueros, pero entonces probablemente no pararía de reír.

Seth se quedaría con Rosalie en caso de que… bueno, en caso de que algo aún peor pasara, y yo iba a ir con Jasper. Principalmente porque pensé que sería una buena idea salir de la cabaña. Al menos se sentía como si estuviera haciendo algo, y tal vez —tal vez ir a la ciudad nos daría algunas pistas de a dónde desaparecieron Edward y su familia.

Mi cabello estaba recogido bajo una gorra de béisbol que ocultaba la mayor parte de mi cara, así que las posibilidades de que fuera reconocida eran escasas. No tenía idea de si alguien lo haría, pero no quería correr ese riesgo.

Era por la tarde y el aire exterior llevaba un frío que me hizo agradecer que estuviera vistiendo una de las voluminosas camisas de manga larga de Edward. Incluso en el aire con aroma a pino en gran medida, si respiraba profundamente, podía sentir su olor único, una mezcla de especias y aire libre.

Mi labio inferior temblaba mientras subía al asiento del copiloto y me abrochaba el cinturón con manos temblorosas. Jasper me dio una rápida mirada y me obligué a dejar de pensar en Edward, acerca de cualquier cosa que no quería compartir con Jasper, lo que era casi todo en estos momentos.

Así que pensé en zorros bailando, vistiendo faldas de hierba. Jasper soltó un bufido.

—Eres rara.

—Y tú eres grosero. —Me incliné hacia delante, mirando por la ventana mientras viajábamos por el camino, tratando de ver entre los árboles, pero no había nada.

—Te lo dije antes. Es difícil no hacerlo a veces. —Se detuvo al final de la carretera de grava, comprobando en ambas direcciones antes de retirarse—. Confía en mí. Hay momentos en los que deseo no poder ver dentro de las cabezas de la gente.

—Imagino que quedarte pegado a mí en los últimos dos días ha sido uno de ellos.

—¿Honestamente? No ha estado mal. —Me miró cuando levanté las cejas—. Has estado manteniendo la calma.

No sé cómo responder a eso en un primer momento, ya que desde que los otros Luxen habían llegado, me sentía como si estuviera a segundos de romperme. Y no estaba segura de qué era exactamente lo que me mantenía junta. Hace un año me hubiera asustado, y esa esquina hubiera sido mi mejor amiga, pero no era la misma chica que había llamado a la puerta de Edward.

Probablemente nunca sería esa chica de nuevo.

Había pasado por muchas cosas, sobre todo cuando estuve en manos de Daedalus. Las cosas me habían enseñado que no podría vivir sola, pero el tiempo con Edward, y esos meses con Daedalus, me hicieron más fuerte. O al menos, me gustaba pensar que lo hicieron.

—Tengo que mantener la calma —dije finalmente, cruzando los brazos a mi alrededor mientras miraba los pinos pasar rápidamente. Las ramas volviéndose borrosas—. Porque sé que Edward no lo perdió cuando… cuando yo no estaba. Así que yo no puedo, tampoco.

—Pero…

—¿Estás preocupado por Alice? —lo corté, volviendo mi atención por completo a él.

Un músculo palpitaba a lo largo de su mandíbula, pero no respondió, y mientras hicimos el viaje tranquilo a la ciudad más grande en Idaho, no pude evitar pensar que esto no era lo que realmente necesitaba estar haciendo. En su lugar, tenía que hacer lo que Edward hizo por mí.

Había venido por mí cuando me habían tomado.

—Eso fue diferente —dijo Jasper, cortando en mis pensamientos mientras se volvía hacia el supermercado más cercano—. Él sabía en lo que se metía. Tú no.

—¿Lo hacía? —le pregunté cuando encontró una plaza de aparcamiento cerca de la entrada—. Podría haber tenido una idea, pero no creo que realmente lo supiera, todavía no lo hace. Fue valiente.

Jasper me dirigió una larga mirada mientras sacaba las llaves.

—Y tú eres valiente, pero no eres estúpida. Al menos espero que continúes demostrando que no eres estúpida. —Abrió la puerta—. Quédate cerca de mí.

Hice una mueca, pero salí. El aparcamiento estaba bastante lleno y me pregunté si todo el mundo se abastecía para el apocalipsis. En las noticias no había habido disturbios en muchas de las principales ciudades después de que los "meteoritos" cayeron. La policía local y los militares lo habían bloqueado, pero había un show de TV llamado Doomsday Preppers por una razón. En su mayor parte, Coeur d'Alene aparecía prácticamente al margen de lo que ocurría, a pesar de que tantos Luxen aterrizaron en los bosques cercanos.

Había un montón de gente en la tienda, sus carritos llenos con comida enlatada y agua embotellada. Traté de mantener la mirada hacia abajo mientras sacaba la lista y Jasper agarraba una cesta, aunque no pude dejar de notar que nadie agarraba papel higiénico.

Esa sería la primera cosa que tomaría si pensara que era el fin del mundo.

Me quedé cerca del costado de Jasper mientras nos dirigíamos a la sección de farmacia y comenzamos la exploración de las interminables filas de botes de color marrón con tapas amarillas.

Suspirando, bajé la mirada a la lista.

—¿No puede esta mierda estar en orden alfabético?

—Eso sería demasiado fácil. —Su brazo bloqueaba mi visión mientras cogía un bote—. Hierro está en la lista, ¿cierto?

—Sí. —Mis dedos se cernían sobre el ácido fólico y la levanté, sin tener idea de qué demonios incluso era o lo que hacía.

Jasper se arrodilló.

—Y la respuesta es sí, a tu anterior pregunta.

—¿Eh?

Levantó la mirada a través de sus pestañas.

—Me preguntaste si estaba preocupado por Alice. Lo estoy.

Mis dedos se cerraron sobre la botella mientras contenía el aliento.

—Te gusta, ¿no?

—Sí. —Dirigió su atención a las botellas de gran tamaño de las vitaminas prenatales—. A pesar del hecho de que Edward es su hermano.

Mientras lo miraba, mis labios temblaron en la primer sonrisa desde que los Luxen habían…

El boom, como un aplauso sonoro de un trueno, salió de la nada, moviendo el bastidor de las píldoras y sorprendiéndome a dar un paso atrás.

Jasper se levantó fluidamente, su mirada sagaz oscilando en torno al mercado lleno de gente. Las personas se detuvieron en medio de los pasillos, algunas manos apretando sus carritos, otros dejándolos ir, las ruedas chirriando mientras los carritos rodaban lentamente lejos.

—¿Qué fue eso? —preguntó una mujer a un hombre que se encontraba de pie a su lado. Se dio la vuelta, recogiendo a una niña que tenía que tener no más de tres años. Manteniendo a la niña cerca de su pecho, se dio la vuelta, con la cara pálida—. ¿Qué fue eso…?

El sonido de aplauso rugió a través de la tienda de nuevo. Alguien gritó. Las botellas cayeron de los bastidores. Los pasos machacaban el linóleo de la tienda. Mi corazón dio un salto cuando me giré hacia la parte delantera de la tienda. Algo brillaba en el estacionamiento, como un relámpago golpeando el suelo.

—Maldita sea —gruñó Jasper.

Los pequeños vellos de mis brazos se levantaron mientras caminaba hacia el final del pasillo, olvidando toda pretensión de mantener la cabeza abajo.

Un latido de silencio pasó, y el trueno atacó una y otra vez, haciendo sonar los huesos de mi cuerpo mientras los rayos de luz iluminaban el estacionamiento, uno tras otro, tras otro. La ventana de cristal en frente se quebró y los gritos… los gritos se hicieron más fuerte, rompiendo con el terror mientras las ventanas eran destrozadas, arrojando cristal en las cajas registradoras.

Los rayos de luz cegadora se establecían en formas en el estacionamiento, estirándose y teniendo piernas y brazos. Sus altos cuerpos ágiles teñidos de rojo, como Edward, pero más profundo, más carmesí.

—Oh, Dios —dije en voz baja, el bote de pastillas deslizándose de mis dedos, golpeando el suelo.

Estaban por todas partes, decenas de ellos. Luxen.

Hola de nuevo! Aquí esta el primer capítulo ! ¿Que les pareció?