Disclaimer: Harry Potter y su universo no me pertenecen.

Este es el segundo regalo para mi AI, Cris Snape. Espero que te guste, porque creo que es la petición que más he disfrutado de escribir. La idea era muy divertida y no pude resistirme. Me he inspirado un pelín en la película Kate and Leopold (con Hugh Jackman y Meg Ryan). Aunque claro, ahora tendrá un toque de magia.

Un lugar llamado mañana

El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad. – Victor Hugo

Prefacio

Bosque Prohibido, año 1002 de Nuestro Señor.

¡Estúpido Godric! Siempre tan cabezota y obstinado, insistiendo en que Salazar aceptara a hijos de muggles entre sus alumnos. Parecía que no había forma de meterle en la cabeza que él no quería. Pero claro, cuando el gran y magnífico Godric Gryffindor quería algo, tenía que hacerse como él dispusiese. Estúpido engreído y arrogante, siempre creyéndose mejor que todos.

Salazar pateó algunas ramas en el bosque, soltando los más variopintos insultos mientras lo hacía. Su capa oscura lo hacía verse como un cuervo merodeando por el bosque, lo que sumado al aspecto que tenía en general, hubiera espantado a cualquier ser humano en los alrededores. Nadie en su sano juicio querría cruzarse en el camino de Salazar Slytherin de mal humor. Y vaya que estaba furioso en esos momentos. Acababa de tener una pelea con los demás fundadores, que había terminado con algunas maldiciones rebotando en las paredes y consigo mismo saliendo del castillo. Se había acabado. Se rehusaba a tener más relación con ese trío de mediocres. Si no estaban dispuestos a abrir los ojos y a darse cuenta de que los que se habían criado entre muggles no eran ni de lejos capaces de estudiar magia. Por lo general, eran torpes e incapaces, y muchas veces había que enseñarles a leer y escribir desde cero.

Una absoluta y total pérdida de tiempo. Esos paletos nunca aprenderían magia. No eran dignos de ella y se notaba a leguas de distancia. Era increíble que ninguno de los otros lo viera tan claro como él.

Pero Godric había decidido que esos inútiles eran su nueva causa predilecta y había conseguido el apoyo de Rowena y Helga. De esta última no le extrañaba nada, la mujer tenía un corazón tierno y cierta predilección por las causas perdidas —era cosa de ver a los alumnos que aceptaba en su casa: los que ninguna de las otras querían—, pero Rowena siempre había sido una mujer calculadora. Ella podía ver que tener a esos palurdos entre sus alumnos no podía entrañar nada bueno para los demás, los que sí estaban capacitados. Pero inexplicablemente se había aliado con Godric. Bueno, pero para ellas. Ya verían que estaban muy equivocadas al seguir al bruto de Gryffindor.

Y él no podía enfrentarse a los tres. El hombre se mordió el labio. Los había tratado de traidores y los había acusado de aliarse contra él. Y en parte era verdad. Ninguno de los tres se había dignado a comentar con él el motivo de la reunión de esa noche, por lo que Salazar había ido sin prepararse para nada de lo que ellos le habían lanzado. Entre ellos tres habían decidido que Salazar tendría que aceptar a nacidos de muggles en su casa.

—¡No podéis quitarme el control de mi propia casa! —había vociferado, furioso al ver que sus amigos estaban básicamente imponiéndole sus ideas—. ¡Esto no es lo que acordamos!

—Salazar, tienes que entender —Rowena, siempre calma y tranquila, había intentado razonar con él—: tus decisiones están afectando el clima del colegio. Tus alumnos incluso han atacado a hijos de muggles. No podemos permitir que eso suceda.

Salazar se dejó caer sobre un tocón, mientras mascullaba para sí los detalles de la discusión. Estúpidos, los tres eran unos estúpidos. Preferían caer en la mediocridad y la debilidad antes que ver lo que estaba tan claro como el agua ante sus ojos. Su ceguera los perdería.

Pero él estaría lejos cuando eso sucediera.

Ya había tomado una decisión: volvería a su pantano y buscaría un aprendiz al que pudiera enseñarle todo lo que sabía. Ahora que no tenía al insoportable de Godric y sus majaderías a sus espaldas podría elegir a quién impartir su sabiduría. Sólo a los dignos de aprender, descendientes de magos y que demostraran su poder. En principio, tomaría sólo un aprendiz, pero seguramente luego podría sumarle uno o dos, y sería sumamente selectivo al hacerlo.

¡Ya verían los demás quiénes eran mejores magos!

La idea lo animó considerablemente. Se levantó del tocón y siguió caminando por el bosque. Claro que podía Aparecerse donde quisiera, pero le apetecía caminar. Necesitaba despejarse un poco. Además, en más de una ocasión había comprobado que era mucho mejor hacer magia con la mente en calma. Mucho más si se trataba de algo tan delicado como la Aparición. No, Salazar no quería arriesgarse a perder una pierna o algo. Podía pasarle incluso al mejor de los magos de la historia.

Por eso, echó a caminar por el bosque con ligereza, pensando en sus planes de futuro. Sus alumnos serían astutos, creativos y ambiciosos. Los haría llegar a las posiciones más altas del Reino, donde ellos podrían decidir el destino de todos. Y siempre le agradecerían a él, su maestro dedicado y esforzado.

Se contactaría con algunos de los que habían sido sus mejores alumnos en Hogwarts y les ofrecería unirse a él, y enseñarles cosas con las que sólo podían fantasear en Hogwarts. Sabía cómo atraerlos, como captar su atención. De hecho, creía que había elegido a su primer aprendiz. Un joven brillante, astuto y por sobre todo, al que le sobraba ambición. Sería perfecto para lo que planeaba. Un golpe en plena cara de sus antiguos compañeros. Ya les demostraría Salazar Slytherin lo que era enseñar magia. Cuando oyeran de su éxito se retorcerían de envidia.

Sólo de pensarlo sentía que sus pasos se hacían más ligeros. Casi podía escuchar a sus viejos amigos frustrados por la enorme habilidad de la que harían galas sus elegidos. Oh, sí. Dejaría muy en claro que sin él, los tres de Hogwarts eran una mesa coja.

Quizás si su mente no hubiera estado tan ocupada maquinando planes e imaginándose la rabia de los demás, Salazar hubiera prestado atención al suelo bajo sus pies. Quizás si lo hubiera hecho, hubiera visto el enorme agujero que había frente a sus ojos y lo hubiera esquivado.

O quizás no. Quizás no había nada que se pudiera hacer.

Tal vez su destino era caer en ese agujero a pesar de todo.


Y hasta aquí queda el prefacio. Espero subir los próximos capítulos lo antes posible. Me parece que son unos doce, aunque aún hay cosas que ajustar y terminar de afinar.

¡Hasta el próximo capítulo!

Muselina