Luego de muchos años sin publicar un fic -y siendo el primero que publico aquí-, decidí escribir sobre mi historia favorita, El Fantasma de la Ópera, uniéndose con mi nueva película favorita de Disney: Zootopia.
Todos los personajes pertenecen a sus respectivos autores
Prólogo: Piensa en mí
Nick golpeó la puerta del departamento de Judy. Era su primera salida desde que les dieron vacaciones, así que decidieron aprovecharla. Recordó a su compañera con las dos entradas para la función que verían ésa noche, con una enorme sonrisa en su rostro.
-¿Un musical? ¿Te das cuenta de lo ñoño que suena eso, Hopps? Le había dicho a la coneja.
Ella le insistió diciendo que había recibido muy buenas críticas por un lado, y otras muy malas al irritar a los críticos con la propuesta. Consideraba que valía la pena sacarse la duda. Nick había mantenido una actitud de rechazo, considerando que escuchar más de dos horas a los actores cantando le resultaría sumamente aburrido, hasta que Judy usó su arma secreta: cambió su expresión por una de súplica que le estaba resultando por demás incómoda al zorro.
Aaaay, esa cara…y esos ojos…y ese…pensó en ese momento, para terminar exclamando derrotado que irían a ver la obra. Judy saltaba de un lado para otro de alegría, mientras que Nick sólo atino a cerrar los ojos y suspirar.
El sonido de la puerta abriéndose lo devolvió al presente. Judy se encontraba lista: vestía un vestido de cuerpo entero, color dorado. Nick nunca la había visto usando uno en todo el tiempo que se conocían, y la encontró enormemente hermosa.
¿Nos vamos? – preguntó ella, tomando el brazo del zorro. Él la miró con su típica sonrisa, y procedieron a irse.
Llegados a la taquilla, les entregaron un programa a cada uno que explicaba el argumento de la obra, así como quienes eran los artistas involucrados en la misma, director, músicos principales, etc. Había una breve reseña del compositor de la obra, llamado Andrew Lloyd Webber.
Un nombre bastante altisonante para un hámster, pensó Nick, sonriendo. Tomaron asiento, aunque el teatro estaba bastante vacío. No parecía una buena señal. Suspiró ligeramente y volteó a ver a Judy, quien estaba absorta leyendo el programa. La observó en silencio y con curiosidad, no parecía haber notado siquiera la falta de espectadores, o tal vez ni siquiera le había importado. Mientras seguía pensando en que no parecía una buena idea haber ido, las luces se apagaron de golpe, dejando levemente iluminado el escenario. Ambos dirigieron su mirada hacia el mismo, al tiempo que la orquesta comenzaba a tocar una melodía extraña, taciturna, aunque algo inquietante. El sonido de un piano acompañando un sonido de algún instrumento de viento que no alcanzaban a identificar.
La iluminación era bastante tenue, casi tímida. Nick arqueó una ceja, mientras un foco de mayor intensidad iluminaba a un conejo bastante mayor, cuya silla de ruedas se desplazaba gracias a que era empujaba por una cabra de aspecto solemne. Otro reflector iluminó la figura de un cerdo con unos coquetos bigotes enrulados, vestido con un saco a la antigua. Cuando cada personaje hubo tomado su lugar, el cerdo exclamó:
¡Vendido! Muchas gracias, caballero…Ahora, el lote 665 consiste en una baratija, un mono que toca unos platillos al son del mecanismo de la caja musical. Fue descubierto en las ruinas de la ópera, damas y caballeros. –El ayudante giró un par de veces la manija del costado derecho de la caja, dando inicio a la melodía.
Judy la encontró muy bonita, deseando poder tener algo así en su casa.
Comenzaremos la subasta con 15 francos –El conejo de la silla de ruedas levantó la mano- 20 francos, gracias señor….Madame Giry, 35….35 a la una…40, gracias señor –volteó a ver a la otra ofertante -¿45, señora? –ella miró al caballero que era su conteniente, y con una sonrisa, negó-. Está bien, 45 a la una, a las dos…-golpeó el martillo, anunciando la venta- vendido por 40 francos al Vizconde de Chagny.
La ayudante del conejo, quién ahora podían identificar como el Vizconde, llevó su adquisición hasta su señor. Él estiró los brazos con algo de dificulta, debido al peso de la edad. Observándola de cara a los pocos espectadores de la sala, comenzó a cantar una melodía melancólica, recorriendo con sus patitas la baratija, diciendo que cada detalle era tal cual ella lo había descrito.
Su canto fue interrumpido por el cerdo, quien anunciaba que el lote 666 era un candelabro completo. El subastante musitó que seguramente todos los presentes recordaban el misterio no del todo resuelto del Fantasma de la Ópera, mencionando que ése candelabro era el que había estado presente en aquél fatídico desastre. Con algo de sorna, mencionó que gracias a un moderno sistema de cableado habían logrado restaurarlo, y que tal vez podrían alejar a aquellos fantasma del pasado, con un poco de iluminación…
¡Caballeros! – ordenó, mientras los empleados de la subasta corrían el velo del candelabro.
El sobresalto para la pequeña coneja fue intenso: al mismo tiempo que el candelabro se iluminaba, un estruendoso instrumento comenzó a sonar, haciendo que incluso Nick, que había estado bastante distraído de la función, observara con toda atención. Ahora lograba identificar plenamente aquella melodía: era un órgano de tubos. No creía que aún existieran. Judy conocía alguna melodía que se usaba en las películas de terror de las cuales ella no era muy adepta, por lo que la asociación le trajo un ligero hormigueo. La imponente y tétrica melodía seguía sonando, mientras el candelabro se elevaba de a poco. El efecto era casi mágico: a medida que tomaba altura, la iluminación comenzaba a reflejarse mejor, a alejar las sombras que habían dominado el escenario hasta entonces. El ambiente decadente parecía volver a la vida, a una gloria de antaño que a la pareja le resultaba sumamente sobrecogedora. El tono de la melodía del órgano cambió ligeramente mientras el candelabro se posicionaba nuevamente en el techo, colgando sobre la audiencia. Mientras todos estaban concentrados observando como éste había hecho su mágico recorrido, el escenario se había transformado en un caos curiosamente ordenado. Los actores que vieron al principio ya no estaban, y en su lugar una compañía teatral completa corría de un lado para otro, practicando rutinas de baile…parecía un ensayo cualquiera. Nick arqueó una ceja, mientras observaba el espectáculo que se desplegaba a frente a ellos.
-Tal vez no fue tan mala idea, después de todo –murmuró para sí mismo.
De pronto, la música del órgano terminó, quedando sólo una actriz en escena, sosteniendo la cabeza falsa de una cabra. El canto, estridente y agudo, hacía la escena de lo más grotesca para el zorro. Tal vez hablé antes de tiempo, pensó con algo de fastidio. Judy por otro lado encontraba divertida la situación, tal vez por lo extraño de ver a una cerda con un vestido tan extravagante. Sí, los agudos poco armoniosos de la cantante estaban taladrando sus sensibles oídos, haciendo que agradeciera estar al centro y no en primera fila, pero el carisma sobreactuado de la actriz hacía que le agradara lo que veía.
Entró un coro cantando y sosteniendo un baúl. Era una marcha triunfal, que da paso a la intervención del tenor estrella, otro cerdo vestido en forma igualmente de extravagante, con maquillaje muy marcado. Exclamaba que él, Aníbal, sacaría a su pueblo de la esclavitud de Roma. Mientras era acompañado con el canto del coro, el director de orquesta interrumpió de repente, una gacela bastante nerviosa, con una peluca blanca en su cabeza.
- No, no, no, señor Cerdini, ¡así no! – exclamó, mientras discutía con el cantante, que no estaba muy contento con las indicaciones que le estaban dando.
El resto del staff descansó, yendo de un lado a otro, hasta podía verse a los empleados de la ficticia compañía de la ópera. El cerdo retomó su aria, pero fue interrumpido de nuevo, aunque ésta vez el director llamó la atención a dos individuos impetuosos que se atravesaron por el escenario. Eso hizo que un tercero saliera a su encuentro. Éste mencionó que como todos estaban al tanto, los dos individuos eran los nuevos gerentes del lugar, así que habían sido invitados a un ensayo para que se familiarizaran con el entorno.
El viejo gerente dijo que se avanzara con el ensayo. Salieron a escena un grupo de bailarinas, las cuales eran para sorpresa y diversión de Judy, conejas, así como algunos conejos macho. Todas ellas eran muy atléticas, lo cual iluminó la mirada de la joven, cosa que Nick notó. Bueno, ella lo está pasando bien, le daré otra oportunidad a ésta obra, pensó, esbozando una sonrisa. Además, podría burlarse de su compañera ahora con esto.
- Madame Giry, ¿podría enseñarle al señor André y al señor Firmín el lugar?- Una coneja mayor, de aspecto algo solemne, toda ataviada de negro, dejó su rutina de calentamiento y con un gesto hizo que la siguieran.
- ¿Quién es esa bella conejita de allí? – preguntó André, señalando con un gesto de su hocico. Los nuevos gerentes eran dos gatos que habían logrado su fortuna vendiendo chatarra.
- Ella –dijo Madame Giry- es Christine Daée, una virtuosa promesa. La susodicha coneja era de color blanco y grandes ojos color café. Un genotipo bastante atípico para los de su especie.
Al encuentro de los nuevos gerentes salió la cerda que estuvo cantando al principio. Con una sonrisa algo falsa y un marcado acento italiano, se presentó como Carlotta. André le pidió que interpretara la famosa aria de la ópera a la Prima Donna de la compañía, aunque como no tenía idea de música, dijo que empezaran desde una sección que el director entendió como el principio. La cerda, complacida, comenzó con su estridente voz, acompañada de la dulce melodía de la orquesta.
Piensa en mí, se va mi amor donde tú vas
Recuérdame, todo está igual… ¡promete que lo harás!
La expresión del gato denotaba que se arrepentía profundamente de haberle pedido eso, mientras la cerda seguía su canto. Judy hacía muecas de estar sufriendo al igual que André con la voz de La Carlotta. Nick se acercó a su oído y con algo de sorna, le dijo que la próxima vez él escogía a donde ir. Antes de que Judy pudiera replicar algo, el telón se desplomó cerca de la cantante, hacía que se cayera. Escandalizados, los gerentes preguntaron si estaba bien.
- ¿Bien?, ¡¿Bien?! –gritó, con ese cómico acento italiano la cerda- ¡Nada de esto debería pasar, y sin embargo sigue pasando! –exclamó, retirándose ofendida y sin ganas de escuchar ninguna súplica.
- Amateurs- dijo Cerdini, con un gesto de superioridad hacia los gerentes.
- ¡Esto lo ha provocado el Fantasma de la Ópera! –exclamaban las conejitas.
Madame Giry, con gesto solemne y sosteniendo un largo bastón que iba a juego con su ropa, leyó una carta del Fantasma donde reclamaba que se le pagara su salario y la absoluta reservación del palco número cinco, el cual señalo sobre el escenario. El director viejo intervino.
- Ahora que saben lo que sucede aquí, respetables caballeros, si necesitan algo, ¡estaré en Australia! –dijo, mientras desaparecía del escenario.
Nick sonrió y murmuró.
- No lo culpo.
Judy lo escuchó y le dio un golpe con su codo.
Cundió un ligero pánico entre los directores, preguntándose cómo podrían encontrar un reemplazo para La Carlotta en unas horas para la función de ésa noche. Una conejita mencionó que Christine podría hacerlo, algo que no convencía a Firmín, ¡una coneja bailarina reemplazar a la Prima Donna! La madre de la interviniente, Madame Giry, asintió, afirmando que la tímida chica había estado recibiendo clases de un muy buen maestro.
- ¿Quién? – preguntó Firmín, para nada convencido.
- Yo…no conozco su nombre, señor…-murmuró ella, apenada.
- Cómo sea, no sea tímida. Cante, cante, por favor, cante –dijo André, insistente.
- Comience desde el principio del aria, mademoiselle –dijo el director de orquesta, con algo de cansancio en la voz.
- Esto no es bueno para mis nervios, André –exclamó Firmín.
- Oh, pero mírala, es una belleza –dijo André, con una sonrisa.
Piensa en mí, se va mi amor donde tú vas
Recuérdame, todo está igual… ¡promete que lo harás!
Hubo un cambio de expresión de todos los presentes. Los actores por supuesto tenían esto ensayado, pero para los pocos espectadores, fue algo genuino. La dulce voz de Christine, aunque algo tímida, comenzaba a tomar valor mientras dirigía miradas nerviosas a Madame Giry, quien sonreía a modo de aprobación. Esto pareció darle la confianza que necesitaba.
Cuando estés muy lejos, cuando ya no te sienta más aquí
Si en tu aliento están mi nombre…piensa un poco en mí
Judy estaba sumamente conmovida por la voz de la tierna conejita, al igual que Nick. La hermosa melodía de la orquesta siguió su ritmo mientras todos los personajes se movían de un lado a otro, vistiendo a Christine en escena, hasta que ella apareció con un espléndido vestido blanco. Siguió cantando con su angelical voz, que hacía que la pareja de oficiales sintiera que volaran al ritmo de los instrumentos de cuerda, acurrucados por la melodía.
Piensa en mí, sólo tu ausencia puedo yo abrazar
Evócame, cuando tu barco bogue por mi mar
Tú piensa en mí, porque ni un día habrá que no amanezca con tu luz…
¡No habrá noche que en mis sueños no aparezcas tú!
Un conejo muy guapo, de color marrón, sentado en el balcón que en la nota reclamaba para sí el Fantasma, cantó.
¿Podrá ser?... ¿Podrá ser Christine?... ¡Bravo!
Que pasó, el tiempo que pasó y qué inocente pude ser,
No se acordará de mí, y yo de ella tanto más que ayer.
Nick se sentía hipnotizado por todo lo que estaba viendo. Había olvidado todo el disgusto que le causó la escena anterior del ensayo. Tenía que reconocerlo, sentía en el fondo de su corazón que se había equivocado al juzgar a la obra.
Florecer, dar fruto y perecer.
En cada historia en todo así…
Más prométeme que a veces, pensarás…
Un silencio de un segundo hizo que pusieran mayor atención, expectantes de que haría la cantante. Continuando con la terminación del "pensarás", hizo una escalada de notas cada vez más agudas, hasta terminar en un poderoso "ás" en mí. La sala estalló en aplausos, al menos la cantidad que se podía esperar teniendo en cuenta que estaba casi vacía. Judy estaba sumamente emocionada, y comenzaba a sentir mucha simpatía por el personaje de la cantante coneja.
- ¿Qué decías, Nick? –preguntó con malicia, mientras seguían aplaudiendo -¿Tú ibas a escoger la próxima salida?
- Cuando tienes razón, tienes razón, Zanahorias –reconoció el zorro con un suspiro.
Comentario del autor: El Fantasma de la Ópera es una novela de misterio y horror escrita por Gastón Leroux, perteneciente al romanticismo gótico. Por sus páginas desfilan muchos sucesos que en su momento exaltaron a la gente de la época. Posteriormente, fue adaptada al cine en numerosas ocasiones, y su coronación definitiva vino de la mano del musical al que se hace referencia en ésta historia. Cada capítulo -no pretendo hacer más de cinco más su conclusión- llevará el nombre de alguno de los temas centrales de la obra. ¡Espero sus opiniones!
