No me pertenece KHR

Inspirado del Dj ereri: Juguete triste.


—Por favor dígame todo.

Hibari se apoyó en su silla, cerró los ojos, era como si le estuviera dando reproducir a toda la pesadilla que vivió por tres meses.

—Todos mis subordinados y yo salimos a tomar. Nunca me ha gustado estar en la manada, pero esa noche acepte ir con ellos. Tal vez para darle la bienvenida a Tsunayoshi que era nuevo; era un chico torpe y tímido, quizás fue la razón que me preocupa, además a pesar de sus errores trataba muy duro para arreglarlo.

Reborn, el detective que estaba a cargo del caso del secuestro de Hibari Kyoya, se acomodó los lentes de montura dura negra.

— ¿Alguna vez mostró ser alguien violento?

Hibari abrió los ojos, miro directo a los ojos carbón.

—Más que violento era miedoso, con cualquier cosa se asustaba dejando salir un grito agudo. —volvió a cerrar los ojos —.Muy molesto. —apunto.


Fue una noche de copas, salió con todos sus subordinados. Tomaron y comieron hasta saciarse, todo era normal. La hora de irse, Hibari se encontraba completamente ebrio, nadie de los subordinados viajaban en la misma dirección. Fue Tsunayoshi que se ofreció, para gran sorpresa viajaba en mismo tren, con la diferencia de que Hibari se baja dos estaciones antes que Tsunayoshi.

Y desde ese momento la pesadilla de Hibari dio inicio.

La luz hizo que cerrara sus ojos, el fuerte dolor de cabeza atravesó su cerebro. Poco a poco se incorporó para encontrarse desnudo. Sus manos estaban encadenadas y uno de sus pies tenía una cadena que era encadenada a la pata de un viejo catre. Agarro una vieja frazada que se encontraba sobre el catre; se la puso alrededor de su cuerpo, se acercó a la única ventana que había. Pudo darse cuenta que se encontraba solo, lo único que pudo ver son las copas de los árboles, aunque gritara por ayudar nadie llegaría, se encontraba demasiado lejos de la civilización.

No sabe cuántas horas pasaron para conocer su captor, supo que fueron varias por el color ópalo del cielo. Trato de proteger su cuerpo con la vieja frazada, en un intento inservible para calentar su desnudes del frió de la noche. Las puntas castañas se fueron viendo poco a poco en la puerta del ático, supone que había una escalera. Tsunayoshi le sonrió apenado, Hibari no supo si era una broma de mal gusto.

— ¿Qué crees que estás haciendo? ¿Por qué estoy aquí?

Tsunayoshi termino de subir, en unas de sus manos llevaba una bolsa plástica blanco, con la mirada en el suelo, le dijo.

—Te traje aquí conmigo, mi casa, para que vivas conmigo para siempre.

Hibari sintió ganas de vomitar cuando pronuncio para siempre. Sonaba asqueroso, eterno, algo que era imposible.

—Quítame estas cadenas herbívoro. —exigió.

—No… si lo hago será capaz de golpearme y poder huir. Hibari-san yo siempre lo he admirado, sin darme cuenta lo empecé amar.

—Deja de decir tanta mierda. ¿Por qué me amas me tienes aquí? No me jodas.

Tsunayoshi se estremeció a las frías palabras. De la bolsa que llevaba saco una caja de almuerzo del supermercado, se la paso a Hibari que lo ignoro. Antes de irse Tsunayoshi le dijo que en la mañana le dejaría su desayuno, pero tenía que esperar hasta que regresara para poder cenar.

Cada mañana Tsunayoshi le dejo el desayuno que dejo sin comer. Se pasaba junta la ventana todo el día, con la esperanza de que alguien pasara y lo viera. No era un hombre que le guste ser ayudado por otros, de los herbívoros como los llamaba; sin embargo supo que la única forma de salir de ese cautiverio era siendo ayudado. Cada noche Tsunayoshi llegaba con la cena, llevándose el desayuno, con la cara de ofendido por dejar la comida sin probar.

Le contaba lo que pasaba en la oficina, que muchos estaban preocupados por su desaparición. Kusakabe era el principal preocupado le contó.

—Necesito ir a un baño. Déjame bajar te prometo que no voy a otro lado.

Los días que ya no saben cuánto pasaron, sin un baño lo estaba volviendo loco. Tsunayoshi lo miro unos segundos antes de señalar unas cubetas cerca del catre.

—Lo traje para que fueran ocupadas para ir baño.

Hibari sintió que Tsunayoshi estaba completamente loco.

— ¡Quieres que cague ahí!

—Sí.

Simple confirmación hizo hervir su sangre. ¿Dónde estaba su subordinado miedoso y torpe? Parece que nunca lo conoció, quizás todo eso era una fachada.

La noche siguiente Tsunayoshi llego con una manguera, le propuso darle un baño, aunque le hubiera gustado rehusarse, necesitaba un baño con urgencia. La piel escamosa y seca estaban empezando darle comezón.

Gentilmente paso el pañito por su cuerpo con jabón. Restregó su espalda, su nuca y entre sus piernas. No le gusto pero tampoco se quejó. El agua era fría, tan fría que atentaba a parar su corazón, pero tampoco se quejó. Después de varios días por fin podía sentirse limpio una vez más.

— ¿Voy a salir algún día de aquí?

Tsunayoshi dejo de comer, lo miro un rato y luego bajo la mirada a su caja de almuerzo.

—Yo no quiero que nadie lo vea, que nadie le hable. Cada vez que alguien se acerca y le sonreía a pesar de su carácter me hervía la sangre. Decidí buscar una oportunidad para traerlo a mi casa, para que nadie se acerque a ti solo yo.


— ¿Qué pensó cuando le dijo eso?

—Que era una broma de mal gusto. Tsunayoshi no era el criminal que me decía toda esa mierda. Todavía mantenía pensamientos positivos, en algún momento me dejara en libertad, toda esperanza se rompió cuando me violo.


Cree que ese día era fin de semana porque Tsunayoshi llevaba rompa informal, no le llevo el desayuno temprano como siempre. A media mañana, adivinando, apareció con el desayuno tenía un mirada diferente. No quiso comer como siempre, seguir encerrado con ese psicópata, la muerte era mejor, y morir de hambre no sonaba mal.

Tsunayoshi aparto su plato, y lo tiro al catre viejo. Los resortes se clavan en su espalda, trato de apartarlo pero ¿Cuántos días han pasado sin comer? No tuvo la fuerza de apartarlo. Supo que algo estaba muy mal, cuando sintió la respiración irregular de Tsunayoshi en su cuello, le asusto, esa era la verdad.

Grito que lo soltara, no recibió respuesta. La manos de Tsunayoshi empezaron a manosear su cuerpo flaco desnutrido, se dio cuenta que iba ser violado al sentir la mano de Tsunayoshi en su miembro. Pateo y jalo su cabello sin respuesta.

El dolor atravesó su cuerpo. Fue como un picotazo de abeja, doloroso y fugaz, sus ojos estaban desenfocados. Desesperadamente empezó a pensar en los días que pensó que su subordinado era un tonto debilucho que necesitaba proteger. Recordó las veces que se quedaron hasta la madrugada en el trabajo, las veces que almorzaron en la cafetería de la empresa, cualquier recuerdo estaba bien para distraerse.

—Lo siento, lo siento, por favor no me odie.

Lo miro desde el catre, manchado de semen, sudor y sangre. Lloraba como un niño que rompió el florero favorito de su madre, solo pensaba que era un bastardo que tenía agallas de llorar, cuando el que debía llorar era solo él.

Estaba demasiado cansado para seguir escuchando la mierda que salía de Tsunayoshi, se quedó dormido sucio, que más daba limpiarse estaba sucio. No había nada que ensuciar, siempre desnudo, en una ático con la única ventana pequeña, que podía ver las copas de los arboles con la esperanza que alguien pase, y lo saque de ese infierno. La mañana siguiente, estaba completamente limpio, con el desayuno junto al catre.

Vagamente pensó mientras miraba tomar el cielo color rojizo, en sus mascotas. Deben de estar pasándola mal. Tal vez Hibird aparecerá un día, podrá darle la orden de buscar ayuda. Cualquier pájaro que miraba en el lejano cielo, encendía sus llamas de esperanza pero igual desaparecían.

El cambio de estación trajo las frías tardes de otoño. El viento era fuerte por las noches, y las copas de los arboles cambiaron de brillantes verdes a opacos amarillos y anaranjados. Como era normal con su cuerpo débil y desnudo se refrió. Tuvo fiebre alta.

—Su fiebre no baja.

—Por supuesto siempre estoy sin ropa.

— ¿Puede comer?

—Quiero ropa.

— ¿Quiere que le prepare algo?

—Ropa.

—Algo de tomar.

— ¡Ropa!

Gracias a su resfriado su cuerpo por fin pudo dejar la desnudez. Su camisa y pantalón que varias semanas fueron privadas volvieron a ser suyas. Tsunayoshi empezó a regresar más temprano, llegaba temprano para poder preparar comida liviana para que se recuperara más rápido.

Hibari acostado en el catre viejo, pensó que todo era una farsa, jugando a ser preocupado cuando lo tenía confiscado. Se sentía tan mal, la fiebre había vuelto, su cuerpo ardía, como si fuera una broma su mente jugaba malas pasadas, deseaba que Tsunayoshi regresara temprano, que estuviera a su lado, no quería que lo abandonara.

Tsunayoshi llego en medio de sus súplicas mentales. Dijo que tenía una cita con un cliente cerca, tuvo la oportunidad de venir a ver como seguía.

Fue culpa de la gripe, su estado metal, por primera vez, fue el quien lo beso. Abrazo ese cuerpo, deseo que Tsunayoshi llenara su cuerpo. Tsunayoshi se burló, excitado del deseo de Hibari. Lo embestía con fuerza, con una sonrisa en su rostro, no tenía cabeza para pensarlo tanto, estaba solo con Tsunayoshi.

— Quiero saber todo de ti Hibari-san.

Hibari por primera vez pudo sentir la ternura de ser sostenido en esos brazos. Sus restricciones fueron menos desde ese día.

Pudo usar un verdadero inodoro y una lavado, cada vez que se encontraba en casa. Tsunayoshi le trajo ropa nueva, hasta un abrigo. Trajo una tijera para poder cortar su cabello, según Tsunayoshi era porque le gustaba su cabello corto, así podía ver sus hermosos ojos.

—Tsunayoshi quiero algunas cosas.

—No puedo darle cosas filosas, ni celular.

—Solo quiero libros y algo para poder escribir. Algo que me mantenga lo suficiente ocupado, mientras no estas.

El día siguiente Tsunayoshi le llevo varios libros y varios lapiceros. Dijo que los libros eran de su padre que murió un par de años. Eran una gran variedad de libros.

Sin darse cuenta Hibari, empezó a sentir todo regular. Podía comer, podía mantenerse limpio, podía conversar aunque la mayoría eran desacuerdos. Se creó una pequeña distorsión en esa relación. No lo podían llamar el síndrome de Estocolmo o tal vez sí.

Como de costumbre se despertó.

Como de costumbre desayuno.

Como de costumbre lleno su tiempo con los libros.

Hubo una distorsión ese día. Las voces lejanas alertaron sus oídos.

—Estamos en el camino equivocado. ¿No es una propiedad privada?

—Cállate, no lo sé.

Hibari se asomó en la ventana, dos jóvenes quizás universitarios entraron a la propiedad de Tsunayoshi. Con sus manos temblorosas no dudo, en lanzar los libros que Tsunayoshi le facilitó días atrás. En todas sus páginas había escrito solo una oración.

Ayuda, por favor llamen a la policía estoy confiscado.

Fue una bendición que esos jóvenes se perdieran en la propiedad de Tsunayoshi. Espero minutos y horas hasta ver a los policías, sintió por fin que podía sentirse aliviado.


— ¿Sabes dónde puede estar?

—No lo sé, tampoco me interesa por fin estoy lejos de ese infierno.

Después de un sinnúmero de preguntas, por fin pudo regresar a su casa. Fueron tres meses en la casa de Tsunayoshi. Al salir de la comandancia, nevaba, era una noche fría, pero sintió la calidez de los copos de nieve. Pudo caminar por las calles que camino antes, podía recuperar su vida. Lejos de esa casa que jamás podría regresar.