Como desperdiciar tres deseos en un acto.

(Crossover a lo "Dragon Ball", con la participación de personajes de "Inuyasha" y "Harry Potter")

Una vez más experimentando en este nuevo foro. Mi intención es únicamente la de entretener a los lectores, sin olvidar que personajes relacionados son marca registrada por los que ostentan sus derechos de autor. Sin más preámbulo diviértanse con esta cómica parodia.

Era un hermoso día como cualquier otro en Namekusejin, un pacífico planeta ubicado en un extremo de la Galaxia del Norte. El verdor de su cielo era iluminado por el resplandor de sus tres soles, y los pobladores se dedicaban a cultivar sus tradicionales plantas de Ayisa, con las cuales embellecían el paisaje. Se respiraba una ambiente de paz y armonía con la naturaleza.

Ese día celebrarían la festividad ancestral del Dragón, una ceremonia que dedicaban a su dios protector, el dragón Porunga, el cual había sido creado hace muchísimo tiempo por el Saichōrō, el Gran Patriarca de todos ellos, por medio de las siete brillantes esferas del Dragón o "Dragon Balls". Los encargados de cuidar de ellas, los representantes de siete poblados, se encontraban reunidos en la plaza principal de la población que en esa ocasión sería la anfitriona de las fiestas. Todos limpiaban cuidadosamente las esferas, para tenerlas listas a la hora del ocaso del tercer sol.

Súbitamente se escuchó un sonido anormal en lo alto, así que dirigieron sus ojos al cielo y se percataron de que una pequeña nave redonda se estrellaría en la lejanía.

¿Pero acaso será…? — se preguntó el Gran Patriarca con extrañeza.

Del interior del minúsculo vehículo emergió un hombre… un hombre de baja estatura y de erizada cabellera oscura, quien se elevó un poco por sobre las colinas que rodeaban el valle donde había caído.

Menos mal que llegué antes que ese bastardo de Freeza — se dijo Vegeta después de echar un fugaz vistazo hacia todos lados —. Bien, ahora localizaré esas esferas del Dragón… y cumpliré mi gran sueño.

Se le dibujó una malvada expresión de triunfo al utilizar el rastreador que traía en la oreja derecha, el cual le indicó la dirección que tenía que tomar, aquella donde se sentía la presencia de más seres vivos. Hizo trizas el dispositivo apretándolo con el puño, y voló con velocidad hacia el poblado.

Gran Patriarca — los mayores de Namekusejin se mostraron preocupados —, ¿qué haremos ahora? — le preguntaron al más respetable de los ancianos, al que era como su padre, al sentir como se aproximaba a su posición esa presencia maligna.

No nos queda más que orar por un milagro — respondió el Saichōrō cerrando momentáneamente los ojos —. Sólo un milagro podrá evitar una tragedia de mayores dimensiones.

Pero miren nada más lo que me encontré… — Vegeta se apersonó en ese preciso instante y se detuvo, contemplando las esferas desde lo alto —. No sabía que los habitantes de Namekusejin fueran tan amables — y esbozó una de sus características sonrisas socarronas mientras descendía con suavidad —. Y, en muestra de mi agradecimiento por sus atenciones… no voy a matarlos — puntualizó al tocar el suelo.

Algunos de los allí reunidos, unos cuantos Namekusejin de raza guerrera, se dispusieron a pelear.

¡No permitiremos que te lleves nuestros tesoros! — le dijo uno de ellos en tono amenazador. Era un sujeto bastante alto y musculoso.

Está bien — le contestó Vegeta sin amedrentarse por esa estatura, y sin dejar de sonreír con burla —. Si no quieren dármelas por las buenas…

En un rapidísimo movimiento le propinó al guerrero Namekusejin un contundente puñetazo en la boca del estómago, mandándolo a una distancia considerable con un orificio atravesándole el cuerpo… el combatiente estaba muerto.

¡Nunca se atrevan a provocar a un guerrero Saiyajin, y menos al gran Vegeta! — les gritó a todos los que le rodeaban, torciendo más el gesto —. ¿Quién quiere ser el segundo en morir, eh? — y los retó, apretando los puños con fiereza —. Bien, así me gusta — en vista de que ninguno de los verdes seres se movió de su posición, el belicoso Saiyajin pareció recuperar la serenidad.

En ese momento se percibió otro rugido que surcaba el firmamento.

¡Con una mierda! — Vegeta rechinó los dientes al reconocer el crucero que había atravesado la atmósfera.

Era un enorme y descomunal artefacto espacial, que tenía unas redondas ventanas sobresalientes y muchas patas para detenerse suavemente en el terreno del planeta.

¡Díganme de una maldita vez que tengo que hacer para pedir mi deseo! — el de erizados cabellos volvió a levantarles la voz a los Namekusejin —. ¿Les quedó claro, sabandijas?

Todos estaban paralizados de miedo y no podían pronunciar palabra.

¡Insectos miserables — la vena palpitante de su sien se hizo más notoria —, no me obliguen a usar la fuerza! ¡Hablen ahora o se los va a llevar la chin…!

Soldado Vegeta… — a sus espaldas oyó una voz familiar… una chocante e irritante voz familiar —… no recuerdo haberte enseñado esos modales.

Freeza… ¿tú me hablas de modales a mí?... — no había pensado en que lo vería antes de hacer realidad su deseo pero, ya que no había más remedio, pues ese odioso tipejo ya se encontraba ahí, tuvo que voltear a verlo, escupiendo un poco de lado para demostrarle su desagrado —… por favor, no me hagas reír — masculló entre dientes sin disimular una mueca de repugnancia —. ¿A qué carajo has venido, eh? — le espetó groseramente.

Vegeta, hace mucho tiempo que te volviste un irreverente — Freeza lo miró con reproche, borrando la sonrisita burlona de su cara —. Y, ahora, no conforme con faltarme al respeto, desobedecer mis órdenes y rebelarte en mi contra… — azotando su larga cola de lagartija en el suelo —… quieres también quitarme mis esferas del Dragón, mis valiosas bolas — para hacer una mueca de molestia —. Créeme que eso es algo que no toleraré ni a ti, Vegeta — le puntualizó en tono amenazante.

¿Tus… bolas? — Vegeta lanzó una pequeña y desdeñosa carcajada —. Ya quisieras haber tenido las suficientes bolas para enfrentarte a todos los Saiyajins, Freeza — y le dio a la última palabra el mismo tono áspero de desprecio.

¿Los Saiyajins? — Freeza pareció enfadarse más —. Los Saiyajins no eran más que unos mediocres y patéticos monos que sólo me darían problemas — resopló con irritación —. De hecho, aunque hayas perdido tu cola no dejas de ser un gorila sin cerebro — observó en tono burlón.

Pues tú dirás lo que quieras pero no negarás que nos tenías miedo… por eso tuviste el atrevido descaro de destruir mi planeta aprovechando que hacíamos negocios para ti — el de negra cabellera en punta espetó con mayor molestia, recordando todo eso —. Pero ahora yo voy a destruirte, pedazo de engendro cósmico — y volvió a escupir de lado.

Eso ya lo veremos — respondió Freeza rechinando los dientes… ningún Saiyajin podía hablarle así y seguir vivo.

Ya se disponía a liarse a golpes cuando volvieron a apreciar un estruendo de ráfaga atravesando el espacio. Los Namekusejin que estaban en pie resolvieron ocultarse en el interior de las viviendas que rodeaban la plaza, asomándose disimuladamente a las ventanas para no desatender lo que ocurría. Freeza y Vegeta no perdieron de vista a la nave que "aterrizaría" cerca de ahí. Era una cápsula redonda como la del Saiyajin, pero visiblemente más grande. Unas letras negras estaban dibujadas en el exterior. El vehículo se posó con facilidad y la puerta se abrió para darle salida a…

¡Uf, parece que sí logré llegar a tiempo! — exclamó el personaje que surgió del interior. Un hombre de buena estatura y alborotada cabellera negra —. Qué bueno que Bulma pudo reparar bien esta nave.

¿Ka… Kakarotto? — Vegeta reconoció al recién llegado y parpadeó escéptico… casi se le va la quijada al piso.

¿Dijiste Kakarotto? — preguntó Freeza con la duda reflejada en su rostro —. Ese es un nombre Saiyajin — opinó con suspicacia —. Vegeta, ¿qué no sólo Raditz, Nappa y tú sobrevivieron a…?

¡Vegeta, hola! — el aludido escuchó que alguien hablaba de su persona, y se acercó con velocidad al sitio donde se encontraban los otros dos —. ¿Cómo has estado? Veo que también te has recuperado de nuestra batalla — lo observó con atención y hasta le palmeó un hombro —. Pero tenía que venir a detenerte, ya que no puedo permitir que sigas cometiendo más atrocidades — le dijo con simpleza, como si no fuera algo para preocuparse. Después dirigió la mirada al sujeto desconocido para él —. ¡Ah, y supongo que este individuo es Freeza! Mi nombre es Gokú — lo saludó con amabilidad, estrechándole vigorosamente la mano —. Kaio – sama me habló mucho de ti, y me dijo que tuviera cuidado contigo… aunque no pareces tan peligroso como me contó — puntualizó con sencillez, mirando a la lagartija espacial de arriba para abajo.

Ambos malvados no salían de su incredulidad ante esa presentación tan desparpajada, y por un segundo no supieron ni que decir. Sus expresiones eran visiblemente pasmadas.

Kakarotto… — al fin Vegeta pudo hablar después de tres segundos —, ¿cómo es que llegaste tan lejos?

Eso es muy simple, Vegeta, fue en esa nave — Gokú señaló el aparato en el que había volado desde la Tierra a Namekusejin, sin dejar de dialogar en tono cortés —. Bulma arregló la cápsula en la que yo llegué a la Tierra hace mucho tiempo… y me parece que deberías conocerla — se le acercó un poco y le habló en voz baja, agachándose a su altura y empleando un matiz de voz algo picaresco —, ella es una chica muy linda y de seguro te caerá muy bien — se enderezó y volvió a palmearle el hombro con amabilidad, dedicándole una sonrisa grande y sincera.

¿Qué? — Vegeta no hizo más que abrir los ojos hasta casi cubrir la amplitud de su frente.

Y en otra lejana dimensión, una dimensión que no tiene nada que ver con la era del Dragón…

Bueno, en cuanto consiga mi deseo volveré para acabar con todos los estorbos… así que estate pendiente y vigila en mi ausencia — decía un hombre de abundante, larga y alborotada cabellera negra a otro joven que lo acompañaba, el cual también tenía negros cabellos atados en una coleta alta —. No quiero sorpresas desagradables a mi regreso.

¿Estás… seguro de lo que vas a hacer? — le preguntó su interlocutor con algo de seriedad.

Ambos tenían la vista fija en una publicación que se encontraba tirada en medio de un prado, oculto por unos árboles de frondoso follaje.

Hasta ahora ninguno de mis planes ha fallado… es sólo cuestión de tiempo — respondió muy seguro y arrogante, y se desvaneció entre una oscura y tóxica nube de veneno.

Si tú lo dices… — murmuró el joven en cuanto el hombre desapareció, disimulando una expresión de desconfianza mientras una diminuta gota anime surgía en su sien.

Y en otro plano distinto…

Mmm… no suena nada mal, y me parece que soy el indicado para utilizarlas — decía un sujeto pálido, delgado y demacrado, vestido con una amplia túnica negra. Se encontraba sentado en un sofá, leyendo lo que parecía ser una revista.

Claro que sí, señor, usted es el único que puede hacerlo — un hombre rechoncho y bajito se encontraba junto a él, arrodillado a su lado —. Así ya no será necesario…

Calla, insensato — le reprendió en tono suave y amenazador —. Eso sólo lo decidiré yo. Ahora, llamaré una vez más a todos mis fieles seguidores.

Y, levantándose parsimoniosamente de la butaca, se descubrió el antebrazo izquierdo, arremangando con calma la manga de su amplia vestidura.

Pero volvamos a Namekusejin, pues ahí sucederán las acciones…

¡Kakarotto! — Vegeta recuperó el ímpetu y se enderezó amenazador sobre la punta de sus botas —. ¿¡Sólo has venido a decirme estupideces sin sentido! ¡Mejor cierra la bocota!

Ya cálmate, Vegeta — le respondió Gokú después de cerrar por un momento los ojos ante tan potente alarido… hasta se despeinó un poco —, y guarda tus energías porque vamos a pelear… Ya te dije que no voy a permitirte más barbaridades — y se dirigió seriamente al otro personaje, con una seriedad no muy habitual en él —. Y a ti también voy a tener que vencerte, Freeza.

¿Perdón? — el aludido soltó una risita —. Kakarotto… Gokú… o como quiera que te llames… — le dijo en tono arrogante, azotando una vez más su cola de reptil en el suelo —… tú no eres más que… un pobre Saiyajin venido de quien sabe donde — puntualizó altanero.

De la Tierra — le especificó Gokú —. Soy el Saiyajin criado en la Tierra, el encargado de derrotarte.

¡Ah! — exclamó como recordando algo —. Así que eres el Saiyajin perdido que fueron a buscar a la Tierra — esta vez miró a Vegeta con gesto burlón —. Vegeta… — le habló con sarcasmo —… ¿no me digas que este pobre diablo es mejor que Raditz o Nappa? Si a leguas se nota que es un soldado de muy baja categoría.

En eso tienes razón, Freeza — espetó desdeñosamente el aludido, volviendo a escupir de lado —. Kakarotto es un pusilánime… pero es muy resistente como todo Saiyajin — precisó cruzándose de brazos.

Bueno, a mi no me importa lo que piensen — les dijo Gokú sin amedrentarse por sus palabras despectivas —. Ahora que me he curado de mis lesiones vas a darte cuenta de que te he superado, Vegeta — agregó muy seguro de si mismo.

¿Qué dices? — el arrogante Saiyajin volvió a abrir los ojotes, inmediatamente le palpitó la vena de la sien con furia, creciendo nuevamente con el enfado —. ¡Kakarotto, hijo de tu… #&%$! ¡Pedazo de… #$%&! ¡No eres más que un… *#$&%/! ¿Cómo te atreves a decir sandeces?

Oye, Vegeta, no me escupas — Gokú volvió a agacharse y cerró los ojos, adoptando una defensiva posición.

Oh, por favor, Vegeta — murmuró Freeza, adquiriendo una expresión de avergonzado ante la impropia actitud de su antes subordinado —. Nunca había escuchado tantas leperadas juntas saliendo de tu boca… eso me da náuseas.

¡Por mi puedes irte a… %&/$*#! — se dirigió a la lagartija sin que se le bajara la cólera —. ¡Y allá vomitas todo lo que quieras!

Vegeta… — su "paisano" trató de hacerle entrar en razón, enderezándose lentamente —, no puedes hablar de esa forma… esta historia la van a leer niños.

¡Ya cállate de una buena vez, despreciable esperpento de Saiyajin, sabandija arrastrada, renacuajo insolente! — el aludido ni se digno en hacerle caso —. ¡A mi me vale un… #%$/* que los escuincles lean esto! ¡Yo habló así cuando se me pega mi regalada gana!

A Bulma no le va a gustar como vociferas… — dijo Gokú a la desesperada —. Ella quiere un Príncipe azul para…

¡Eso es una… #$%&*/ para mí! — le interrumpió groseramente —. ¡No me interesa lo que pueda pensar una… /*&%#$!

De repente escucharon en el cielo el compás de una tenebrosa melodía, y todos se quedaron estáticos en sus posiciones, dirigiendo la vista hacia donde se dibujaba una especie de agujero negro como los que abundan en la amplitud del espacio sideral. En cuanto el orificio adquirió un tamaño considerable, de su interior emergió un hombre de aspecto extraño. Tenía largos y alborotados cabellos negros, ojos de pupilas moradas, expresión de suficiencia y una especie de tentáculos en la espalda. Descendió cerca de las esferas del Dragón.

Menos mal que ya estoy aquí — dijo en un tono de voz grave y arrogante —. Son tal y como las había imaginado… como vienen en la revista.

Los otros tres parpadearon asombrados.

Oigan, ¿ustedes conocen a ese señor? — preguntó Gokú, mirando alternativamente a Freeza y a Vegeta.

Ni siquiera sé quien es — respondió Vegeta y dirigió la vista a Freeza —. Freeza, ¿de dónde sacaste al pedazo de crustáceo ese? — le preguntó con ironía —. Cada día contratas lo peorcito de la galaxia — agregó con socarronería.

Ese tipo no es de mis hombres — respondió el aludido sin disimular un gesto de contrariedad —. Oye, tú — y le habló con seriedad al aparecido —, ¿quién eres y qué es lo que buscas?

El hombre les prestó atención por fin y se encaminó hacia ellos.

Vaya, son más feos en persona — murmuró en tanto sonreía —. Escúchenme bien, extraterrestres — les dijo en tono de superioridad —, mi nombre es Naraku… el gran Naraku para ustedes, y he venido para que las esferas del Dragón cumplan mi gran deseo.

¿¡Qué! — a los dos villanos de "Dragon Ball" casi se les va la mandíbula al piso, pero rápidamente se repusieron y, como si se hubieran puesto de acuerdo, lanzaron una ráfaga de Ki cada uno —. ¡Eso lo veremos! — le gritaron al mismo tiempo.

Las esferas del Dragón son muy famosas — susurró Gokú y se tapó la cara con un brazo ante la potencia de los disparos.

Naraku concentró su energía maligna muy a tiempo para crear un campo de protección. Después empezó a reírse con su característica risa macabra, mandando las balas de Ki a estrellarse lejos de ahí.

No importa cuanto quieran atacarme — les dijo sin deshacer el campo —, ninguno podrá hacerme el más mínimo daño.

¡Mierda! — masculló Vegeta —. Es un miserable cobarde.

¡No permitiré que alguien más quiera quitarme mis estimadas "Dragon Balls"…! — Freeza rechinó los dientes y cimbró fuertemente el piso con su cola —. Me costó mucho trabajo reunirlas.

¿En serio? — dijo Gokú visiblemente sorprendido por esa revelación —. Yo creí que los Namekusejin las habían reunido para ustedes.

Ambos villanos por poco pierden el equilibrio, pero se repusieron y le lanzaron una mueca de escrutinio al Saiyajin de peinado punk, como meditando en el hecho de que tal vez no era tan sonso… o tal vez lo era más aún. Por cierto que las esferas del Dragón brillaban de forma pulsante, como si estuvieran esperando por alguien que invocara por fin al dios Porunga.

¿Por qué mierda no sales a pelear como se debe, eh? — le gritó Vegeta a Naraku —. Únicamente los blandengues se ocultan usando campos de energía.

Puedes decir todas las palabras vanas que quieras, Saiyajin — respondió Naraku con calma sin salir de su escondrijo —. Precisamente son las criaturas insignificantes y agresivas como ustedes las que deben pelear para sobrevivir — y sacó uno de sus tentáculos, dispuesto a tomar una de las esferas del Dragón —. Ahora, si me disculpan, me llevaré esto.

¡Eso no te será fácil! — Freeza se arrojó sobre la saliente extremidad y la tomó con fuerza, jalándola hacia sí —. ¡Nadie va a llevarse mis preciadas bolas!

Y hubieran forcejeado más si no es que en el cielo aparecieron algunas cuantas nubes negras, haciendo que todos se quedaran estáticos por enésima ocasión.

¿Y ahora qué? — rezongó Vegeta con fastidio.

Eran como diez nubecillas, tan sutiles y veloces como si fueran humo. Descendieron cerca y se materializaron en diez hombres vestidos con oscuras túnicas largas, varios lucían máscaras que aparentaban ser de metal. Se veían tan extraños en el paisaje, pues todos ellos eran… personas de verdad. Los personajes anime parpadearon de asombro… ¿personas de verdad, en una caricatura? ¿Qué estaba ocurriendo?

Bien, bien… — habló uno de los hombres con una voz extraña, aguda y sibilante. Al parecer era el líder del grupo —. Mis fieles mortífagos, les presentó las "Dragon Balls" — les dijo a sus acompañantes, señalándoles las brillantes esferas —, las que me ayudaran por fin a vencer al odioso de Harry Potter.

¡Yeah! — dijeron a una voz, fingiéndose emocionados.

¿Y esos quienes son? — preguntó Gokú con duda.

Freeza… que bajo has caído — dijo Vegeta recuperando el gesto hosco —. Pensé que sólo los de Ginyu eran estrambóticos.

Yo no he contratado a nadie más — respondió el aludido separándose de Naraku, al cual terminó de cortarle el tentáculo —. No he encontrado personal calificado en estos días… aunque no estaría nada mal, pues su presentación fue mejor que las ridiculeces de Ginyu y sus hombres — murmuró en voz muy baja, dándole la razón al Saiyajin de cabellera en punta.

Y en el planeta Freeza No. 79… Ginyu, Recome, Butter, Jhesse y Gurdo estornudaron sonoramente, echando a perder la nueva pose de batalla que estaban ensayando.

¿Así que otros seres también buscan apoderarse de las esferas del Dragón? — se preguntó Naraku recomponiendo el apéndice extirpado —. Oigan, insignificantes humanos — les dijo elevándose con su campo de energía —, estas esferas me pertenecen — y, sin previó aviso, les arrojó una buena carga de shōki.

¡Iugh! — Gokú, Vegeta y Freeza se alejaron rápidamente… casi les lloran los ojos.

¡Apesta regacho! — opinó el de peinado punk tapándose fuertemente la nariz —. ¡Vegeta, puedo jurarte que el pescado que cocina Bulma huele mejor que esto! — le dijo con la voz agüitada.

En menos de un minuto se despejó el ambiente, y los mortífagos surgieron tras la nube tóxica, como si no les hubiera afectado, pues llevaban en ese momento una especie de casco.

¿Eso es lo mejor que sabes hacer? — se rió el hombre pálido, llevando en la mano derecha lo que parecía ser un palito —. Para Lord Voldemort, el mago más poderosos de todos los tiempos, eso no fue nada… no podrás dominarme con esas técnicas tan simplonas.

Y, agitando su varita mágica, dirigió un conjuro a Naraku.

¡Avada Kedabra! — pronunció en voz alta, y de la punta de la vara brotó un rayo de luz verde, que impactó en el campo de fuerza.

El de largos y despeinados cabellos negros sonrió y, sin esforzarse demasiado, regresó el hechizo, el cual le dio a uno de los mortífagos… y lo mató.

¡Oh, mi señor! — otro mortífago se agachó junto al caído —. Hemos perdido a Lucius Malfoy.

Malfoy… es una pérdida menor — respondió Voldemort agitando una mano para restarle importancia al asunto, y volvió la vista hacia donde se encontraba el seudodemonio —. Así que sabes jugar.

Ya me cansaron esos mequetrefes — Vegeta por su parte cargó un poco de Ki en su mano, rugiendo de coraje ante lo que en su sentir era una maquinación en su contra para impedirle la obtención de su deseo.

Espera, Vegeta — Gokú se dispuso a detenerlo, tomándole firmemente del brazo —, no debemos provocar más muertes.

¿Pero qué clase de Saiyajin es este? — se preguntó Freeza, con un tono de voz entre irónico, sarcástico y asombrado —. Tengo entendido que a los de su raza les gustaba asesinar… exaltan las peleas y la sangre — hizo la ácida insinuación.

Ya te dije que éste es un patético de mierda — contestó Vegeta más enfurecido —. ¡Ahórrate tu opinión, Kakarotto! — le gritó con fiereza, volviendo a pararse sobre la punta de sus botas de batalla —. ¡Y quítame tus sucias manos de encima!

La desaforada exclamación hizo que los otros, Naraku, Lord Voldemort y sus mortífagos, se fijaran en ellos.

¿Pero qué son esas cosas? — dijo Voldemort sin disimular una mueca de desagrado… y en su cara se ve más antiestética —. Los grindylows lucen mejor que ellos.

Esos son los extraterrestres que pelean por el control de las "Dragon Balls" — le explicó Naraku con suficiencia, como si él supiera todo.

¿Acaso también leíste el manga? — preguntó el mago, asombrado por esa información.

Mph, encontré una revista que la tonta de Aome dejó olvidada en un bosque — confirmó el seudodemonio riéndose por lo bajo —. Así fue que decidí apoderarme de ellas para poder cumplir mi deseo.

Y en la época actual, en el Japón…

¡Inuyasha!, ¿adónde dejaste mi revista? — Aome le dirigió el semidemonio de cabellera plateada una mirada enfurecida al acercarse a él. Se encontraban en la habitación de la muchacha.

¡Keh!, ¿cuál revista? — preguntó en tono de aburrimiento, concentrando la vista en la joven, pues se había distraído al mirar por la ventana.

¡La revista que te presté hace unos días, allá en el Sengoku! — le respondió al llegar a su lado —. ¿Te acuerdas?

¡Ah, esa revista! — contestó sin disimular su aburrimiento, hasta bostezó abiertamente antes de seguir hablando —. Creo que la olvidé en el último bosque donde dormimos antes de venir aquí — agregó volviendo a bostezar.

¿¡La olvidaste! — Aome parpadeó asombrada, para volverle a gritar —. ¡Inuyasha!, ¿cómo pudiste hacerme esto? — parecía a punto de llorar de coraje.

¡Keh! Ya bájale a tu paranoia, Aome — le espetó encogiéndose de hombros —. Era sólo una tonta publicación con dibujos grotescos, ya después vas a comprarte otra.

¡Osuwari! — la morena lo mandó al suelo por bocón —. ¡Es una revista de colección! — le espetó con irritación —. ¡Y me costó mucho dinero!... ¡Ahhh!, ¿en dónde voy a encontrar ahora el tomo que me falta? — lagrimeó a la desesperada —. ¡"Dragon Ball" es mi manga favorito!

Regresemos a Namekusejin…

Eso ya lo veremos… — Voldemort recuperó la seriedad —. No gasté diez knuts en balde para adquirir uno de los ejemplares, así que voy a llevarme esas esferas del Dragón a Londres.

Los personajes del anime de "Dragon Ball" parecían haber sido noqueados… no podían dar crédito a lo que escuchaban, y por un breve lapso de tiempo no supieron ni que hacer ante esa forma tan insultante en que estaban siendo descritos y minimizados, como si ellos no contaran en su propia historia. Vegeta fue el que se recuperó más rápido y, ya sin dudarlo, expulsó con rabia el Ki que había acumulado en su puño.

¡Ya cierren la boca de una buena vez, insectos! — les gritó ofuscado al tiempo que lanzaba el Ki —. ¡Me tienen harto con sus incoherencias!

El movimiento fue tan intempestivo que ni Voldemort pudo proteger a todos sus acompañantes, quienes salieron volando muy lejos cuando el poder destructivo del Príncipe Saiyajin dio de lleno detrás de ellos. A las únicas que no les pasó nada fue a las esferas del Dragón, las cuales seguían brillando en espera de ser utilizadas para buenos y útiles fines.

¡Vegeta, eres un imbécil! — le espetó Freeza con enfado, regañándolo como si fuera su padre el rey —. ¡Pudiste haber destruido las esferas del Dragón, mis preciadas y valiosas bolas!

¡Ya quisieras que fueran tus bolas de verdad, Freeza! — le contestó con el enfado reflejado en la vena palpitante de su amplia frente —. ¡Eres un eunuco anormal frustrado! — puntualizó en tono resentido.

¡Está vez llegaste demasiado lejos! — Freeza rechinó los dientes y volvió a latiguear el aire con su larga cola de lagartija.

¡Oigan, es mejor que se muevan de ahí! — por su parte Gokú se retiró de la zona, metiéndose en una de las casas de los Namekusejin —. ¡Ya vienen esos tipos raros!

Apenas si esquivaron a tiempo los poderosos tentáculos de Naraku y un potente hechizo lanzado por Voldemort.

¡Malditos extraterrestres, esto no se va a quedar así! — dijeron al unísono los dos malandrines de las diferentes realidades —. ¡Ese deseo es mío!

Oiga, señor Gokú… — a nuestro joven amigo Saiyajin de peinado punk se le acercó un pequeño Namekusejin —… ¿ustedes piensan pedirle un deseo al dios Porunga?

¿Porunga? — le preguntó mirándolo con asombro —. ¿Así se llama Shenlong aquí en Namekusejin?

Eee… si — afirmó el chiquillo con la cabeza, después de dudarlo un poco porque el nombre de Shenlong no se le hizo conocido —. El dios Porunga puede conceder tres deseos… los que sea.

Afuera Freeza estaba enfrascado en una lucha de poder contra Naraku en tanto Vegeta y Voldemort se hacían los honores.

¿¡Tres deseos! — Gokú abrió los ojos con sorpresa —. ¡Pero qué bien! — exclamó muy alegre —. ¡Alcanza para todos!

Salió presuroso de la cabaña para dirigirse al campo de batalla…

¡Oigan, Vegeta, Freeza, escúchenme por favor! — y levantó la voz para hacerse oír por los enemigos —. ¡Estás esferas del Dragón pueden conceder tres deseos! ¡Ya no tienen que pelear!

Los nombrados y los otros se detuvieron al escuchar esa explicación, más Gokú tuvo que sortear los últimos ataques que se habían lanzado, aunque el pequeño disparo de Vegeta le dio en pleno estómago.

¡Uy, ah, ay! — exclamó en tanto se movía cuando las energías pasaron rozando su cabeza, pero, en cuanto recibió el golpe de Ki… —. ¡Ouch, Vegeta, eso sí fue muy duro! — lagrimeó de dolor.

¡Bah, en realidad no fue nada! — el bravucón Saiyajin minimizó la agresión y ni siquiera le pidió una disculpa —. Kakarotto, ¿acaso dijiste que podemos pedir tres deseos? — le preguntó con un poco de recelo.

Sí… — el pobre de peinado punk estaba doblado sobre si mismo, sobando su abdomen… esa embestida lo había tomado desprevenido, y habló en un hilo de voz —… me lo dijo un pequeño Namekusejin que está en esa casa — y señaló la reducida vivienda de donde había salido.

Bueno, esto cambia las cosas — el Príncipe se dirigió presto a la casita y sacó bruscamente al niño, sacudiéndolo de forma violenta —. ¡Muy bien, enano del demonio! — le espetó con irritación y desagrado —. ¡Llama a ese dios, rápido, o te juro que te vas a ir al carajo!

¡Dendé! — exclamó muy asustado el Saichōrō.

¡Asesino! — otros Namekusejin le gritaron a Vegeta, pero sin atreverse a enfrentarlo otra vez, pues nadie quería morir en vano —. ¡Vas a matarlo!

Por favor… — dijo el jovencito en un susurro ahogado —… no puedo respirar.

Oye, Vegeta — Gokú lo alcanzó en un santiamén —, no tienes porqué tratarlo así.

¡Tú no eres nadie para cuestionar lo que hago, Kakarotto! — le respondió de muy mala manera sin dejar de zarandear al pobre Dendé.

Déjalo en paz, Vegeta — el de alborotados cabellos tuvo que comportarse algo brusco y, en un veloz movimiento, le arrebató al niño de su mano —. No podrá ayudarnos si lo matas.

… — el de erizados cabellos se quedó mudo por un segundo… ¿cómo se lo había quitado tan fácil? —. Está bien, Kakarotto, me parece que por está vez tienes razón.

Los otros tres ni siquiera se habían movido, como sopesando sus posibilidades… si eso era cierto, cada quien cumpliría su deseo y se iría tranquilamente a su propia ficción.

¿Te sientes mejor? — le preguntó Gokú con amabilidad al pequeño Namekusejin después de haberlo colocado con delicadeza en el suelo.

Muchas gracias, señor Gokú — respondió Dendé al recuperar la respiración y el habla.

Por nada — respondió el aludido sin quitar el gesto bondadoso que lo caracteriza —. Ahora ya puedes invocar a tu dios Porunga, y cada uno de estos caballeros aquí presentes podrá pedir su deseo.

Ya los criminales se habían acercado a ellos, para estar presentes cuando Porunga al fin saliera de su retiro.

Oye, Kakarotto… — dijo Vegeta mirando a Gokú con cara de pocos amigos. Se había cruzado de brazos y estaba parado en pose de gran señor —… ¿tú sabes contar?

¿Por qué me preguntas eso, Vegeta? — le cuestionó con duda.

Escuincle… — por toda respuesta, el Príncipe Saiyajin se dirigió al pequeño Namekusejin en tono de fastidio —… recuérdale a este bruto cuantos deseos puede conceder ese tal Porunga.

Eee… sólo tres deseos de una vez — Dendé tartamudeó cohibido por el regaño.

Muy buen punto, Vegeta — intervino Freeza, dándose cuenta de hacia donde se dirigía la pregunta —. Nosotros somos más de tres.

A ver… — Gokú contó con los dedos para salir de dudas —… Vegeta, Freeza, el señor con tentáculos y el señor mago… ¡Tienen razón, son cuatro! — exclamó sorprendido —. Entonces alguien va a quedarse sin deseo — dijo en tono de disculpa.

¡Pues no seré yo! — los cuatro tiranos exclamaron al mismo tiempo —. ¡Las "Dragon Balls" son mías! — y se miraron retadoramente, dispuestos a continuar con su interrumpida lucha.

Calma, por favor — Gokú se plantó en medio de todos para pedirles serenidad y paciencia —. Mejor decidamos estos a la usanza popular como lo resuelven los hombres de verdad… ¡un juego de "piedra, tijeras, papel"! — puntualizó con emoción.

Naraku y Voldemort abrieron los ojos de más, mostrándose pasmados por una solución tan… tonta.

¿"Piedra, tijeras, papel"? — preguntó el mago sin cambiar de expresión.

Mmm… ¿en dónde escuché algo semejante? — meditó Naraku con una actitud de tratar de recordar.

¡Kakarotto… — por su parte, el arrogante Príncipe Saiyajin le gritó a su némesis, con la vena palpitando furiosamente en la frente —… eres un idiota!

Vamos, Vegeta — intervino Freeza en tono burlón —, no le pidas mucho a este pobre… al final es tan Saiyajin como tú.

Está vez hasta Gokú se ofendió por ese comentario.

¡Freeza, no me compares con ese! — los dos Saiyajins levantaron la voz, señalándose al mismo tiempo y creciendo con el enfado, consiguiendo que su enemigo común de ese entonces se hiciera pequeñito del susto por verlos tan enojados —. ¡No somos iguales! — para después mirarse con gesto de desagrado.

Bueno… ¿alguien tiene otra idea brillante? — dijo Voldemort con cara de aburrido —. Aunque, en realidad — y retornó a su arrogancia habitual —, no me desagrada la idea de demostrarles mi gran poder… el poder del gran Voldemort — agitando la varita en el aire y hablando en un idioma extraño para los demás —. "Mobili globulus"… — apuntó hacia las "Dragon Balls" el hechizo que las hizo elevarse por encima de sus cabezas —, con o sin su permiso me llevaré esto — agregó con una sutil sonrisa en sus delgados labios.

No tan rápido, humano — dijo el seudodemonio con tentáculos sonriendo también como ya es su costumbre, mirando a sus adversarios como si fueran algo menos que hormigas —. Ni tú ni nadie puede despreciar el poder del gran Naraku… — y sin que se supiera como, las esferas del Dragón cambiaron de dirección, aproximándose a él.

¡Jah, eso no es algo que sorprenda al gran Freeza! — exclamó la lagartija espacial con sarcasmo y, levantando el dedo índice de su mano derecha, apuntó hacia las brillantes canicas diciendo —. ¡Bolas a mí! — consiguiendo que ahora fueran hacia su posición.

Vaya, con que esas tenemos — el mago se puso serio y pareció exteriorizar más su conjuro, pues ahora las "Dragon Balls" volvieron a dirigirse hacia él —. Ninguna magia es más poderosa que la mía.

Por unos segundos batallaron con sus poderes telequinéticos, y las esferas del Dragón bailotearon de aquí para allá, suspendidas en el aire… de tanta concentración los tres se pusieron rojos por el esfuerzo.

Trío de… — masculló Vegeta abriendo y cerrando los puños, temblando de rabia y con la vena palpitando fuertemente en la frente, mirando el espectáculo de las canicas voladoras.

¡Ahh! — en cambio Gokú pareció asombrado por esa manifestación —. Oye, Vegeta, ¿por qué tú no haces eso? — se dirigió a su "paisano" en tono amable —. A mí todavía me cuesta trabajo enfocar mi mente para mover las cosas.

Kakarotto… — habló Vegeta con esfuerzo —… ¡cállate! — y le levantó la voz, despeinándolo una vez más.

Dendé había decidido poner pies en polvorosa y regresó a su casa… no quería estar en medio de una nueva disputa. Fue entonces que el Saichōrō salió para hablar personalmente con los invitados no deseados a su fiesta.

Disculpen, caballeros — se dirigió a ellos con gravedad después de carraspear un poco para llamar su atención. Gokú y Vegeta dirigieron la vista hacia él, aunque el Príncipe seguía con su cara de amargado… los otros tres continuaron metidos en su demostración de poder —, pero, si no se apuran a pedir sus deseos, las esferas del Dragón desaparecerán…

Los Saiyajins lo miraron más fijamente, abriendo los ojos de más para expresar su sorpresa.

¿Pero qué carajo estás diciendo, vejete? — Vegeta le habló con descortesía… tenía ganas de golpear a alguien, y ya estaba pensando en como desquitar su coraje en contra del anciano venerable.

Vegeta, tranquilo, por favor — Gokú le reprendió un poco y lo tomó firmemente por el hombro, para evitarle un movimiento brusco —. ¿A qué se refiere usted, Gran Patriarca? — le preguntó con cortesía.

Las esferas del Dragón desaparecen cuando su creador muere… — explicó el gran Namekusejin —… y yo soy su creador.

¿Entonces usted…? — Gokú tartamudeó tratando de entender el alcance de los hechos.

Así es, estoy a punto de morir — afirmó el Gran Patriarca con seriedad —. Es preferible que aprovechen el momento y pidan sus deseos al dios Porunga — le puntualizó.

¿Qué no oyeron, fanfarrones estúpidos y arrogantes? — Vegeta les gritó a los otros —. ¡El decrépito vejestorio este va a estirar la pata, y las "Dragon Balls" van a esfumarse con él! ¡Así que ya déjense de jueguitos tontos!

¿Acaso escuché bien? — dijo Freeza parpadeando anonadado —. ¿Las "Dragon Balls" desaparecerán si ese Namekusejin anciano se muere?

… — Naraku y Voldemort no supieron que decir al escuchar esa noticia tan impactante.

En tanto las esferas del Dragón cayeron suavemente al suelo, acomodándose muy bien, como si supieran que al fin iban a ser utilizadas como era debido.

Es como lo escucharon… — intervino el Gran Patriarca una vez más, tosiendo un poco para que no hubiera ninguna duda sobre su delicado estado de salud —, es cuestión de tiempo. Por favor… — volvió a toser con fuerza —… dense prisa.

¡Entonces no se diga más! — habló Gokú con presteza, poniéndose en medio de todos una vez más —. ¡Pónganme toda su atención que les mostraré la técnica de "piedra, tijeras, papel"!

Los cuatro rufianes decidieron que, si no había otro remedio, aplicarían las instrucciones del ignorante Saiyajin de peinado punk.

Nota de la autora: Esto se alargó demasiado, así que no se pierdan lo siguiente… ¿Quién creen ustedes que no podrá cumplir su deseo? ¿Y cual será el deseo de Naraku y el de Voldemort? Las respuestas en la siguiente parte… se divertirán igual que ahora.