Nota: ¿Hace cuanto que no publico nada? Y encima aparezco con un canon/OC (algo que me fastidia casi siempre. Pero la clave es "casi").
Manuela es un OC que usé en juegos de rol, con temática de escuela secundaria. Ella es una adolescente de 15 años, carterista, descendiente de mexicanos y una estúpida arrogante. Lo único que siento que debo aclarar es que ella no nació para ser emparejada con Gambit, de hecho, la creé antes de que Remy me interesara (no sabía nada de él, hasta que empezó el shippeo en el juego de rol).
Aquí, son adultos ya. Esto es una versión alternativa al futuro que pensé para estos dos.
Algo gracioso: creo que San Clafin serìa un buen Gambit (culpo a Luna por eso) y que Cassie Steele es perfecta como Manuela (al menos cuando era joven, en època Degrassie. Luego le pegò la pubertad y se volviò un sensual mujer, pero menos mi Many).
TWO SHOT, porque se me fue para largo.
Ser un maestro de escuela no había estado en los planes de Remy LeBeau. No que él hubiera tenido planes para su futuro, él se había dedicado a correr por años, muy ocupado cargando con los problemas de los demás sobre sus hombros, con responsabilidades que no deseaba y con viejas culpabiliddaes de cosas que no podía cambiar.
Remy no pensaba en nada de eso. Estaba aburrido, cansado y algo hastiado de la rutina, pero no se planteaba nada de aquello, tal vez corriendo metaforicamente, para no hacerlo en realidad. Huír de sus propios pensamientos era lo que había remplazado a su carrera de años. Por eso, cuando caminaba desde la cabaña cercana a la mansión (porque a pesar de los años, aún se sentía fuera de lugar en esa gran casa); rodeandola para evitar atravesar los pasillos llenos de niños que debería saludar y los compañeros que esperaban que actuara todo despreocupado; la imagen lo golpeó de lleno: una morena, de pie en la entrada de la mansión.
Sus pasos titubearon un segundo, con la visión de perfil de aquella morena que le resultaba familiar. Lo arrebató la inexplicable sensación de que aquello era un sueño, alguna ilusión extraña que su mente creó. Pero aquella sensación se desmoronó tan pronto como sus pasos regresaron al ritmo natural, acercándolo más, permitiéndole notar que ese hombre a su lado era Scott, dándole un motivo más para sentirse descolocado.
"Deliras, Remy" —se dijo a sí mismo, a penas un segundo antes de que Scott notara que él se acercaba y una expresión fugaz de disculpa pasara por sus facciones. Aquello debió llamar la atención de la pequeña mujer morena, porque volteó su rostro hacia donde Scott había mirado, solo para toparse con Remy.
Remy sintió deseos de correr. Quiso evitarse el dolor que había caído de repente sobre su pecho y la angustiosa expectación que contrajo su estómago. Él hubiera deseado que alguien le advirtiera aquello, para poder evitarse esas sensaciones de mierda y la expresión patética que se dibujó en su rostro.
—Hey, Remy —saludó ella. Sonrió suave, tan sinceramente que dolió como un puñal en el pecho de Gambit, con el recuerdo de cómo ese gesto había hecho pensar al cajún que todo estaba bien y nadie más importaba, hacía algún tiempo atrás. Manuela Martínez sonreía como si no hubieran pasado años desde que se vieron de tan cerca.
Casi podía reconocerla: Many, la chica que él llamó su novia, vuelta mujer. Disfrazada con esa falda de tubo y zapatos de tacón. Disfrazada en esa blusa blanca de botones. Tan bella, tan lejana a lo que él conoció.
La fantasía fugaz, de que solo era la ladronzuela timándolo, al actuar como una mujer seria, pasó por su mente, haciéndolo sonreír. Sus labios torcidos con sorna, burlándose de él mismo al ser tan patético.
—Bonjour, mademoiselle —replicó dubitativo, tratando de sonar como Remy; despreocupado, seductor y algo tonto. Se dijo a sí mismo que en la única tecla que acertó fue en "tonto".
—Tanto tiempo —comentó ella, tratando de ver a los ojos ocultos detrás de las gafas de sol.
"Ocho años" —pensó en respuesta. No que hubiera contado todos y cada uno. Cada cumpleaños, navidad y año nuevo que pensó en ella, aburrido de la normalidad.
—El señor Summers insiste en llevarme a casa —agregó con algo como un jugueteo inocente, pero no por eso menos cortés. Era tan adulta que dolía—. Al parecer una invitada no puede tomar un taxi, porque se sienten insultados por estos lados —bromeó un poco.
—No es eso, señorita Martínez —aclaró Scott, llamando su atención. No era de sorprender que él guardara todos las reglas de diplomacia, pero era un tanto incómodo que Many no pidiera ser llamada por su nombre; Remy no entendía que era cosa de mantener distancias—. Pero tuvo un largo día y todos nos sentiríamos más tranquilos si es escoltada. Dio una conferencia demasiado importante hoy.
—Todas mis conferencias lo son —recalcó ella.
Desde su lugar, Remy no podía ver la expresión de Manuela, pero Scott parecía haber endurecido cada músculo de su rostro, en ese instante, así que supuso que ella tenía una bonita expresión que decía "vete a comer mierda". Vaya lástima perdérsela.
—Por supuesto que lo son —aceptó él, forzando una sonrisa amable, a pesar del tono frío. Él estaba enfadado y Remy se sentía más enfadado, porque no le gustaba que Summers se creyera que podía usar ese tono con ella. Agh, era un sentimiento viejo que había escalado desde lo profundo de su pecho, rasguñando hasta la superficie (eso le saldría caro, luego)—. Pero insisto una vez más: me gustaría que la escoltaran hasta su hogar.
Entonces, cuando Remy trataba de tomar consciencia de su ceño fruncido dirigido hacia Scott, ella volvió la vista hacia él.
—Podría aceptar, si pudiera elegir a mi escolta —dijo ella, mirando a Remy, con una sonrisa en sus labios brillantes de rush.
Remy nunca admitiría, en voz alta, que una mujer lo había dejado sin aliento con solo una frase. Gambit no podía admitir aquello, porque sería aceptar que existía alguien que podía manipularlo como quisiera y eso no podía ser.
"¿Por eso sientes tus rodillas débiles?".
Otra vez, había tardado mucho en responder, porque ella arremetió:
—¿Qué dices, R? ¿Me escoltas a mi departamento? —lo invitó, extendiendo la mano hacia él, con el dorso hacia arriba. Usó ese apodo inventado el día que se conocieron.
El aliento se escapó de su garganta, (esperaba que) imperceptiblemente. Eso era una manipulación baja y lo sabía mejor. Manuela, la Manuela que él conoció, nunca perdería la oportunidad de humillarlo en su propio juego.
Ah, que eso era divertido, si se lo pensaba bien. Es decir, si no doliera el pecho y se sintiera en desventaja.
Debió decir que no. Su instinto de supervivencia y cualquier voz en su cabeza decía que se negara. Pero en cambio, se oyó diciendo:
—Será un placer, chérie. —Torció los labios en una sonrisa, con la comisura izquierda más elevada. Aceptó la pequeña mano femenina, para acercarla a sus labios y besar el dorso. Tan idiota, estaba siguiendo un juego que no entendía. Tan idiota, ignoró cada alarma, cada grito y súplica porque se resguardara de esto. Tan idiota, se perdió una vez más, después de tanto tiempo, en aquellos grandes ojos negros como tinta fresca.
Manuela retiró la mano, despacio; en un movimiento que para Remy fue calculado. Giró hacia Scott, a nueva cuenta, pasando su bolso negro de la mano derecha a la izquierda, dando una excusa a por qué soltó la de Remy. Ahora, de espaldas al cajún, él se tomó un instante para pasear su mirada por ella. Cada curva del pequeño cuerpo, enfundado en esa ropa extrañamente adulta. No que le sentara mal, claro que no, pero el recuerdo de la muchachita de quince años que él conoció, con tenis y sudaderas con capucha, picaba desde el fondo, empujándolo a añorar tiempos mejores.
"Va a matarte, Gambit" —se recordó de nuevo, como tantas veces se había dicho a sí mismo.
—Un placer, señor Summers. Agradezco las gentilezas —se despidió cordialmente, al estrechar su mano con la del hombre.
Remy fue asaltado por la sensación de que su burbuja de fantasía había reventado, devolviéndolo a la realidad, pero al mismo tiempo, liberando recuerdos que él mismo había intentado sepultar en el fondo más oscuro de su mente: Many, sollozando contra su pecho, aquella tarde en que fue obligada a inscribirse en el club de debate de la escuela.
Many, que no hablaba.
Many, que odiaba a las personas.
Many, su ladronzuela de grandes ojos negros y rápida como ninguna.
—El gusto fue mio, señorita Martínez —repuso Scott, tan cordial y falso, como su interlocutora—. Espero volver a verla por aquí. Es bienvenida cuando quiera.
"Claro, te encanta que la revolucionaria haga temblar el mundo, monsieur Summers, adorador de las reglas" —pensó despectivo. Tuvo que parpadear varias veces, enfocando la mirada en el rostro de la mujer, cuando giró, esperando ser guiada al automóvil. Fue mecánico el gesto que indicaba hacia qué lado debían dirigirse.
—Oye —lo llamó Scott, justo antes de arrojarle las llaves—. Aleja tus poderes de mi auto.
Remy puso una mueca. Vaya, que ya no lo dejaban ni mantener pulidas sus habilidades. Él no necesitaba las llaves.
—Qué tipo aburrido ¿eh? —masculló Many, sonriendo de lado con complicidad.
Y de nuevo, Remy sintió que esa seguía siendo su Manuela, embaucando a todos con esa actuación natural de mujer adulta.
—No se hace una idea —replicó con fingido dramatismo, antes de reír.
Llegados al auto, él mantuvo la puerta abierta para ella, antes de dar la vuelta y subir en el lado del conductor.
—Lindo —comentó ella, mirando cada rincón del bonito auto de Scott. Tal vez, su viejo habito de inspeccionar detalles, que todo buen ladrón tiene y puede que no pierda nunca.
Él se vio obligado a sacudir la cabeza de lado a lado, esforzándose por quitar esos pensamientos. La pagaría tan caro por dejar que salieran a la superficie.
—Lástima que sea tan legal —se atrevió a bromear, cuando salían de las inmediaciones de la escuela Xavier.
—La verdad, prefiero ser ignorante de cualquier cosa ilegal que maneje tu gente —le aseguró con aire aburrido, jugando con los botones del estéreo. Y ahí estaba, la sensación de que tenían quince y diecisiete años, otra vez—. Nunca me atraparon, prefiero seguir así.
Aquello hizo que Gambit soltara una risa, entre amarga y genuinamente divertida. Si no hubiera estado conduciendo, cerraría los ojos para fingir que no había pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvieron así. Desde aquella última vez, cuando ambos podían actuar como si todo estuviera bien y sus pasados no significaran nada, a pesar de que respiraran en su nuca, amenazando con atacar constantemente.
"Hasta que lo hicieron".
—¿Remy puede preguntar lo que la llevó a la mansión? —preguntó, no solo intentando salir de los recuerdos, ni de la inexplicable sensación aterradora que atenazaba su corazón al hablar con ella otra vez, sino con genuino interés.
—¿No te lo informaron? —cuestionó ella, bajando la ventanilla desinteresadamente—. Interesante —comentó, mirando por la ventana, mientras peinaba los mechones de cabello oscuro que se liberaron de la alta cola de caballo.
—Remy es solo un maestro... —aclaró, algo extrañado de sentirse con la necesidad de explicar los motivos de fuera cual fuera la decisión de Xavier—. Uno no muy bueno.
—Aún más interesante —agregó con tono plano. Remy no podría decir con seguridad si ella era sincera en su falta de interés o realmente estaba analizando lo que decía—. Oficialmente, el Profesor Xavier solo quería felicitarme por mi llegada a la comunidad mutante y el impacto de mis conferencias —al fin respondió a la pregunta.
Remy sonrió con orgullo mal disimulado. Manuela había ido a la universidad, ignorando cualquier pronóstico que la gente tenía sobre la muchachita de barrio humilde y pasado traumático. Se diplomó y nada la detuvo luego de eso. Ella se dedicó a poner el mundo de cabeza, publicando artículos y dando conferencias sobre los derechos mutantes. Su postura era admirable: los mutantes tienen derechos y deben pelear por ellos, como cualquier civil. Ella estaba opuesta a los X-men y la Hermandad. Hablaba de lucha pacífica, porque llenarse las manos de sangre no era el destino de nadie. Hablaba de igualdad, porque vivir ocultos tras máscaras o mansiones alejadas, no llevarían a la adaptación de nadie, al mundo real.
Dios, que ni Remy habría apostado porque su novia (por aquellos tiempos en que él podía decir que ella lo era) tomara la palabra para gritar por quienes no podían hacerlo. Ella, quien fue objeto de experimentación siendo solo una adolescente. Ella, que había dejado de hablar por mucho tiempo, luego de ello. Ella, que temía a la gente y temía a estar sola.
Pasó mucho desde esa época.
—¿Y la versión extra oficial? —pidió luego de un momento. No había pasado por alto el tono extraño con el que recalcó el "oficialmente".
—Quería meterse en mi mente para hurgar y asegurarse de que no estoy tratando de conquistar al mundo —casi llegó a bromear, pero sonaba hastiada.
Él soltó una risita. Había algo reconfortante en que ella se burlara de los demás. A pesar de que fuera el Profesor de quien hablaba y él supiera de la regla para no inmiscuirse en la mente de los demás. Tampoco es que él confiara tanto en eso; era un ladrón y más importante aún, alguien con inmunidad contra telépatas.
—¿Lo consiguió?
—Lo dudo —replicó en un suspiro, inclinándose para quitarse los zapatos—. Me tomé en serio el entrenamiento contra telépatas, cuando aún vivía con la Hermandad —agregó arrogante, levantando la vista de sus zapatos, para asegurarse de que él la viera. Remy correspondió el gesto. La idea de que le dieran un dolor de cabeza a Xavier, era francamente divertido.
—¿Entonces solo tuviste una charla aburrida?
—Increíblemente aburrida, con un tipo con traje —aceptó con dramatismo fingido—. Que al final me preguntó por mis relaciones con algunos grupos terroristas —admitió, soltando una risita, ya descansando la espalda en el respaldo del asiento. Al parecer, le resultaba un tema muy divertido.
—Mon diu —exclamó juguetón—. ¿Y cómo van esas relaciones con grupos terroristas? —pidió, sin ser del todo consciente sobre el tono una octava más baja.
Many (y se encontró pensando en ella de esa manera) suspiró cansina.
—No estoy afiliada a ningún grupo terrorista, partido político ni grupo activista —pareció recitar su discurso. Debió repetirlo tantas veces que tener que hacerlo con él; justamente con él, por dios santo; era decepcionante.
Remy empujó con nerviosismo las gafas de sol en el puente de la nariz. Bien, que ya de por sí era extraño estar en un auto, a solas con ella y ahora estaba incómodo por algo que él mismo dijo. ¿Por qué nunca podía decir las cosas correctas?
—Vi a John por ahí —se atrevió a decir. Solo para darse cuenta de que acababa de confesar que él estuvo en la estúpida conferencia—. Él pertenece a la Hermandad.
Ella no dijo nada al respecto y Remy creyó que lo hubiera agradecido, sino fuera porque Many era tan buena como él en eso de tomar nota mental de todo, para luego tomar ventaja de los demás.
—Hay un montón de mutantes que van a mis conferencias —replicó ella, en cambio—. Eso no significa que esté afiliada a sus grupos, solo que soy interesante.
Remy sonrió a nueva cuenta. Ella sonaba tan arrogante que lo reconfortaba.
—¿Entonces si alguien te atacara, no debería temer ser apaleado por la Hermandad? —la punzó.
—Oh, si hay un ataque, probablemente se desate una maldita guerra civil ahí dentro.
Él arqueó una ceja, con una expresión entre incrédula y divertida. Ella suspiró.
—Si tu pregunta es sobre mi afiliación: no estoy con ningún grupo —retomó, otra vez pareciendo recitar un discurso extremadamente aburrido—. Yo no contrato ningún tipo de servicio de seguridad, más allá de los guardias de la entrada. —Claro que Remy sabía eso. Las conferencias de Manuela estaban repleta de mutantes, a simple vista, y tantos grupos anti mutantes protestando afuera, que seguridad en la puerta, verificando la entrada de armas, era lo de menos—. Pero la Hermandad, así como los X-men, no parecen dispuestos a escuchar mi negativa. Siguen enviando a miembros vestidos de civil.
Eso sí llamó la atención de Remy. No que la Hermandad enviara gente, sino que nombrara a los X-men. La observó por reflejo, incapaz de ver la expresión de su rostro, al estar ella mirando por la ventanilla. Su primer impulso fue disculparse, porque él era uno de los X-men que solía ir a sus conferencias "vestido de civil", incluso cuando Xavier no se lo pidiera, pero para su suerte, ella continuó:
—Sentiría que ofenden mi inteligencia, actuando como si yo no los notara, pero dudo que estén ahí sin algún interés en lo que digo. —Entonces giró a sonreírle satisfecha. Un "no puedes vivir sin mi, ladrón" claro para Remy. Él se sentía tonto, si debía admitirlo, pero no debía admitir nada.
—¿Aún tratan de reclutarte? —preguntó, forzando su mejor sonrisa marca LeBeau, encaminando la charla. El mismo Profesor le ofreció un lugar en la escuela y los X-men varias veces, después de algunas revueltas interesantes en la escuela secundaria a la que ella y Remy habían acudido y una que otra pelea donde se vio involucrada, sin querer (culpa de Remy, hasta donde recordaba. Ella solía actuar como si él fuera una doncella en apuros... Cuando eran novios, al menos).
—Cualquier movimiento trata de reclutarme —replicó segura, venciendo la cabeza en el respaldo del asiento, inclinándola de forma que pudiera contemplar a su escolta.
—Eres la voz de una generación de mutantes, no es de sorprender —señaló, fingiendo que no notaba a Manuela absorta en la contemplación de su rostro, reconociendo cada rasgo familiar y descubriendo aquellos distintos, tal vez...
"Dios, Remy, debes detenerte".
—No soy la voz de nada —negó tranquilamente—. Solo soy una chica con ganas de dar pelea.
Y él volvió a sonreír. Cualquiera podía creer que ella era sincera, sino supiese que esa joven mujer era un punto fuerte en la lucha mutante y diferentes organizaciones la deseaban de su lado, porque tenía un futuro aterradoramente prometedor como líder. Como así también, muchos la querían fuera de juego.
—¿Aquí? —preguntó, fingiendo que no conocía la dirección del departamento de ella.
"Dios, eres un acosador y más te vale que ella no se entere" —se dijo molesto con él mismo, por ser tan patético. Iba a terminar en una pelea de bar esa noche, cualquiera que lo conociera lo sabría.
Ella rebuscaba en su bolso por las llaves, dándole la oportunidad de disfrutar de su perfil. Su piel trigueña era tan atractiva como la recordaba. Tal vez podría extender la mano y acariciar su mejilla, a riesgo de recibir un puñetazo. Si ella guardaba la fuerza de los quince años, él creía poder soportar el dolor (que era mucho, si no mal recordaba).
Se estaba preparando para soportar el dolor que la despedida implicaría, porque esa mujer no era su ladronzuela y nunca lo volvería a ser. Esa de ahí era una dama importante, que lo había dejado hacía años y de la que no sabía nada, más que lo que leía en sus artículos, maldita seas. Sostuvo el aliento cuando ella sacó las llaves y lo miró, listo para dejarla marchar una vez más, porque era un cobarde y nunca dejaría de serlo.
Estaba seguro de que oiría un adiós.
—¿Quieres pasar a beber un café? —fue lo que preguntó ella.
Y el miedo acudió a Remy, con el aire abandonando sus pulmones. Alguien debía burlarse de él: Remy LeBeau aterrado porque una dama lo invitaba a su departamento. Eso era hilarante.
Debió negarse. Su instinto de supervivencia le suplicaba que no lo hiciera. Todas las alarmas de su mente le gritaban y suplicaban porque se resguardara.
"Ella va a matarte, Gambit" —tuvo la gentileza de recordarse una vez más. Y por poco obedece a su consciencia. Remy LeBeau casi fue sensato en esa ocasión, pero... Manuela sonrió. Sonrió sinceramente. No arrogante, no burlona, no despectiva ni manipuladora. Manuela le sonrió de aquella manera que le hacía sentir a Remy que estaba en el lugar correcto. De esa manera que lo hacía olvidar de todo; del mundo que los odiaba, del pasado que los perseguía, de los errores que lo atormentaba.
—Sería un placer, chérie —se oyó diciendo.
Nota: Bien, bien, bien, me gustarìa opiniones (siempre) ¿Què opina sobre Manuela? ¿Què impresiòn da? El problema que tenìa al escribir esto, es que no se ve el desarrollo de ella, asì que si no la conocen, es como raro, tal vez.
Estos dos tienen un long fic en proceso en la cuenta en conjunto Sky Junkies. La historia se llama "Trampa para ladrones". Ese fic tratarà de narrar su relaciòn desde el principio y podràn conocer a la Many original, desde los quince años.
En unos dìas publicarè el siguiente capitulo.
Saludos. Be free, be happy.
